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Opinión

1 de Mayo de 2020

Mascarillas: de la necesidad a la banalidad

Agencia UNO

"Segmentos de la población se han apropiado de este elemento personalizándolas para exponer denuncias simbólicas y entregar creaciones diferenciadoras", dice la diseñadora textil, Ángela Herrera.

Ángela Herrera Paredes
Ángela Herrera Paredes
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El COVID-19 ha dejado al descubierto la necesidad de uso de mascarillas en la vida cotidiana, objeto que anteriormente era de uso común en quirófanos y laboratorios de investigación. Desde los primeros casos en Wuhan, China, fechados por la OMS el 8 de diciembre del 2019, la necesidad de contar con mascarillas se masificó en poco tiempo, no solo por médicos y personal sanitario, sino que por todas las personas que viven en lugares afectados por el virus.

Desde entonces, la población tomó como iniciativa propia el uso de mascarillas como medida de protección y prevención. Debido a esto, es común ver a personas con este objeto fuera del contexto hospitalario, que a la fecha, se ha convertido en un bien preciado debido a su escasez. Incluso, la alta demanda ha dejado entrever la falta de estos elementos en los servicios de atención hospitalarios. 

Pero, ¿cuál es el origen de la mascarilla? En 1879 Joseph Lister establece los principios de la antisepsia y asepsia en las operaciones. Posteriormente el cirujano francés Paul Berger emplea la mascarilla en una operación quirúrgica y en 1897 el cirujano polaco Jan Mikulicz incorpora éste elemento en el primer quirófano aséptico en la localidad de Breslavia, el más moderno de Europa en ese entonces. Ese mismo año se indica por primera vez el uso de elementos para la higiene en el proceso operatorio, como mascarillas de gasa y tela, con el fin de disminuir las infecciones quirúrgicas.  

Opciones de mascarilla para nariz, Estados Unidos, 1919. Foto: The Atlantic

Hasta finales del siglo XIX era frecuente que las intervenciones quirúrgicas se realizaran con vestuario común, usando como elemento de protección una bata de tela, un paño de color blanco amarrado a la cintura o un delantal tipo pechera. Con el establecimiento de normas de asepsia en espacios operatorios y con el fin de prevenir la contaminación microbiana, desde inicio del siglo XX comienza a evolucionar la indumentaria quirúrgica como mascarillas, delantales y gorros. 

Un hecho importante que incide en la masificación del uso de la mascarilla es la Gripe Española, que comienza en 1917 en EE.UU. y adquiere la denominación de pandemia cuando se expande por el mundo en 1918, siendo Chile también unos de los países afectados. Testimonios fotográficos y periódicos de la época dan cuenta cómo la población se proveyó de mascarillas artesanales para protegerse del contagio. 

En 1918 no existía una manufactura industrial de estos implementos, pero surgieron protectores artesanales confeccionados con cuero, otros de tela amarrada a la nuca y propuestas similares a las actuales como las cápsulas o franjas de tela recogidas en los costados y amarradas a las orejas con cintas. Éstas últimas eran confeccionadas por la Cruz Roja y organizaciones sociales. Desde este periodo se establece la mascarilla como un elemento de uso esencial en los pabellones quirúrgicos, confeccionándose en resistentes telas de algodón blanco que permitía lavarlas con agua caliente y esterilizarlas para eliminar elementos contaminantes.

A fines de los años 80, el desarrollo tecnológico establece el diseño de láminas textiles no tejidas, donde la mezcla de fibras de polipropileno en distintas direcciones genera un material de gran ligereza, bajo costo y producción industrializada, permitiendo su aplicación en la confección de implementos quirúrgicos que pueden ser descartables. Al mismo tiempo, se produce otro cambio trascendental en la indumentaria médica, cambiando el uso del blanco por el color verde en los elementos de protección personal.

La formalización de uso de mascarillas en las intervenciones quirúrgicas se determinó en función de prevenir la contaminación tanto en el paciente como en el profesional de la salud. Lo anterior definió la masificación de su producción y propició la investigación en el desarrollo de nuevos materiales que respondieran de mejor manera a las condiciones de higiene.

Si bien el diseño de la mascarilla ha sufrido modificaciones en el tiempo, ha mantenido elementos básicos de la forma original. Sin embargo, ha evolucionado radicalmente en los materiales de fabricación, sobre todo en las de uso quirúrgico y de protección contra elementos químicos. La tecnología ha permitido la combinación de materiales y técnicas para tener distintos niveles de filtros, que en el caso de las mascarillas médicas se logra con una forma de dos o más capas con materiales como: SMS, SMMS en base a polipropileno y que en su estructura interna se compone de capas externas Spunbond (S), filamentos largos, gruesos y fuertes y Meltblown (M), que es una capa intermedia de barrera bacteriana y filtración.

En la actualidad, el uso de las mascarillas se ha hecho imprescindible por el COVID-19, pero también ha dejado entrever que no están exentas de la suntuosidad y banalidad de las voracidades del mercado, ya que marcas de lujo y diseñadores(as) las han incorporado en sus colecciones otorgándole características únicas. A sí mismo, segmentos de la población se han apropiado de este elemento personalizándolas para exponer denuncias simbólicas y entregar creaciones diferenciadoras. A modo de ejemplo, Chanel, Louis Vuitton, Gucci, el argentino Edu Crisci, no dudaron en plantear sus diseños, que rápidamente fueron tomados por sus seguidores.

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* Ángela Herrera Paredes es diseñadora textil. Académica de la Escuela de Diseño de la Universidad de Valparaíso.

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#fashion#mascarillas#moda

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