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24 de Julio de 2020

Arturo Bravo: de la venta en la calle al despacho por Facebook

Crédito: Gentileza Arturo Bravo

Después de más de 40 años trabajando en Los Tres Antonios con Irarrázaval, en pleno corazón de Ñuñoa, Arturo Bravo debió reinventarse. Por la pandemia, ya no puede vender almácigos en la calle. Su familia lo apoyó con una plataforma en Facebook: allí reciben los pedidos y él los despacha desde su casa. “Pero extraño mucho la relación con la gente”, confiesa.

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Seguramente los vecinos de los barrios colindantes a la esquina de Los Tres Antonios con Irarrázaval, en Ñuñoa, se dieron cuenta cuando él dejó de ir. Arturo Bravo (70) se instaló allí hace 40 años, cuando llegó con su triciclo a vender almácigos de verduras y flores para huertos caseros. Venía de vivir unos años en Buenos Aires, adonde se fue en 1973 por los “tiempos difíciles que vivía el país”, dice.  Cuando volvió, alrededor de 1980, decidió instalarse en esa esquina y seguir la misma actividad que llevaba a cabo en Chile desde que era niño: la venta ambulante. “Fui conociendo mucha gente en esa esquina y ya era casi que parte del paisaje del lugar, así que decidí quedarme”, cuenta. 

Dice que toda su familia se dedica a lo mismo. Y que él lo hace desde que tenía ocho años, cuando murió su padre. “Mi vieja, cuando quedó viuda, conoció a un señor que trabaja en la feria de San Ramón, donde vivíamos, con quién se emparejó después. Él fue el mejor comerciante que conocí. Vendía, pescado, mariscos, frutas, verduras, flores, de todo” dice. 

En marzo, la pandemia y la cuarentena dejaron a Arturo Bravo en el aire.

– ¿Qué hizo cuando tuvo que dejar de trabajar?

– Mi hija me puso una página en Facebook, así que estoy despachando desde la casa. Un muchacho nos ayuda a despachar, él tiene los permisos. Así que mi sobrina me envía los pedidos que llegan y yo los mando. 

– ¿No se maneja mucho con la tecnología?

– La verdad es que, como todo adulto mayor, no le pego mucho. Por eso me manejo más en el asunto de comprar, saber cuáles son las cosas que necesita la gente. Voy a Renca, donde un gran amigo que produce las plantas. Nos hicimos compadres de todos los años que le compro. Trabaja bien y todo lo que vende es orgánico y eso a la gente le gusta. Así voy un par de veces a la semana para abastecernos, de carreritas sí, porque con las tres horas que dan de permiso… Y desde mi casa despacho los pedidos.

– Conoce lo que le gusta a la gente…

– Siempre trabajé en lo mismo, entonces con el tiempo la gente se acostumbro a mi trato, a cómo las atendía. Incluso muchas veces les explicaba cómo tenían que hacer el huerto, con todos los detalles. Se fue entablando una amistad. 

“Siempre trabajé en lo mismo, entonces con el tiempo la gente se acostumbro a mi trato, a cómo las atendía. Incluso muchas veces les explicaba cómo tenían que hacer el huerto, con todos los detalles. Se fue entablando una amistad” 

SALVAR LA SITUACIÓN

La semana que decretaron la cuarentena total en Valparaíso, Arturo se encontraba en esa ciudad visitando a su ex esposa. “Había estado un mes y medio allá. Tenemos una excelente relación y fui más que nada para vernos, recordar el pasado y para no sentirme tan solo” cuenta. Alcanzó a venirse justo antes a su casa en La Pintana. “Me estoy volviendo un poco loco viviendo aquí sin nadie, pero me ocupo leyendo y por suerte estoy activo trabajando”. 

Crédito: Gentileza Arturo Bravo

– ¿Qué pensó cuando llegó la pandemia a Chile?

– La verdad no le tomé mucha importancia al asunto. Pensé que iba a ser una cuestión de un mes o por ahí y que no iba a ser para tanto.

– ¿Nunca le tuvo susto?

– No, miedo no. Ya tengo 70 años así que me puedo ir de coronavirus o cualquier otra cosa. Además que fumo como carretonero así que estoy mas expuesto. 

Pero las cosas cambiaron para Arturo. “Fue pasando el tiempo y no se arreglaba el asunto. Empecé a preocuparme, llevaba ya cuatro meses sin trabajar y uno no dispone del capital, que digamos” recuerda. Por suerte, dice, los últimos dos años había trabajado mucho, “sin siquiera un día de vacaciones” y logró juntar algunos pesos.

– ¿Y le alcanzó para todo ese tiempo?

– Para sobrevivir, sí. Igual como soy solo no gasto tanto. Además, igual mi hija me mandó cosas, mercadería, se han ocupado de mí re bien. 

REINVENTARSE ONLINE

Su hija Evelyn es la que administra la página “Siembra y Crea”, la plataforma que a fines de abril crearon para sortear la imposibilidad de vender los almácigos en la esquina de Los Tres Antonios con Irarrázaval, una cuadra al oriente del metro Ñuñoa. 

– ¿Almácigos de qué vende?

– Todo lo que es verdura. De lechuga, acelga, espinaca, zanahoria, tomate, pimentón, ají verde. Todo ese tipo de cosas para hacer un huerto casero. Flores también.

– Y a domicilio, ¿le compra la misma gente del sector?

– Mayormente sí, me han llamado los mismos que me compraban en la esquina. Es que muchos se ya acostumbraron a mis plantas. 

https://www.facebook.com/100270058340153/photos/a.106409974392828/106409914392834

– Cuando termine la pandemia, ¿le gustaría seguir trabajando de esta forma?

– Mira, he pensado que podría hacer las dos cosas. Antes del virus trabajaba como desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Entonces, ahora que tenemos lo del Facebook, me gustaría quedarme hasta las 2 ó 3 de la tarde máximo y volver a mi casa mas temprano, pero igual mandando despachos, como lo hago ahora. Así me podría mantener más activo. 

NOSTALGIA DE LA CALLE

Lo que seguro cambiará para Arturo en un futuro, cuando vuelva a su esquina de siempre a vender, es que el lugar donde exponía sus almácigos ya no será más el triciclo que lo acompañó por cuatro décadas. Hace unas dos semanas, un amigo suyo lo llamó para decirle que no estaba. 

“He pensado que podría hacer las dos cosas. Antes del virus trabajaba como desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Entonces, ahora que tenemos lo del Facebook, me gustaría quedarme hasta las 2 ó 3 de la tarde máximo y volver a mi casa mas temprano, pero igual mandando despachos”

– ¿Cómo? ¿Lo guardaba por allá?

– Sí, en una casa, que parece que estaba medio irregular. Vivían unas personas que no eran los dueños, algo así, entonces aparecieron los propietarios. Me contaron que desocuparon y tiraron todo para afuera no más. Seguramente no faltó el cometido que se llevó el triciclo po’. 

– ¿Lo afectó mucho?

– Lo tomo como una señal de Dios. A lo mejor ya está bueno de tanta calle. Toda mi vida anduve en la calle, fíjate, pero cada día me cuesta más, así que no me lo tomo tan mal. Además, como está andando el asunto desde la casa, quizás me voy a quedar mas acá no más. 

Agradece mucho a Dios y “cree cada día mas en Él”. Cuenta que a pesar de sus siete décadas de vida y fumar mucho, no ha tenido ningún problema de salud. Casi no gasta en medicamentos, porque no cree en ellos, prefiere, obviamente, las hierbas medicinales. Dice que echa de menos vender sus plantitas en la calle. 

– ¿Qué es lo que más extraña de su esquina?

– A mis clientes, mis caseras, que más que caseras pasamos a tener una relación de amistad. Ellas conocen mi vida y yo la de ellas. Conozco a sus hijos de chiquititos, que ahora ya son adultos. La verdad eso es lo que extraño demasiado, el contacto con la gente. 

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