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Entrevistas

11 de Diciembre de 2020

Yanko González: “Tanto o más importante que la lápida a la Constitución de Jaime Guzmán, es su epitafio, cómo será recordada”

Crédito: Miguel Bustos

El poeta y antropólogo publica el libro Los más ordenaditos. Fascismo y juventud en la dictadura de Pinochet, una investigación que demuestra el adoctrinamiento de las nuevas generaciones por la dictadura, cuyo mentor fue el fundador de la UDI. El académico de la Universidad Austral también reflexiona sobre el fascismo en el siglo XXI: “Sigue reelaborando, al reemplazar, el antisemitismo por la islamofobia, o al judío por el inmigrante”.

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Ha capturado el habla marginal y el tedio de un grupo de escolares en una sala de clases en poemarios como Metales Pesados y Torpedos. Su autor, Yanko González (1971), formado en el INBA, doctorado en Antropología, examinó durante una década archivos y recogió testimonios, en Chile y España, para demostrar -iniciada la dictadura en 1973-, el proceso de adoctrinamiento de los jóvenes para que fuesen leales y fieles a la junta militar y así constituir “juventudes de Estado”, a la manera de Franco en España. El resultado es el libro Los más ordenaditos. Fascismo y juventud en la dictadura de Pinochet (Hueders). 

“Si algo tiene en común el poeta con el antropólogo, es que si escarbas suficiente en los detalles, puedes desenterrar algo del futuro”, comenta Yanko González a The Clinic, autor de la antología poética Objetivo general (2019) y académico del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Austral. Asentado en Valdivia, González además es director editorial de Ediciones UACh. 

“El objetivo no era simplemente el de disciplinar los cuerpos, sino también reeducarlas conciencias”, se lee en Los más ordenaditos, donde su autor narra cómo eran atraídas las nuevas generaciones por la dictadura militar a través de la Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ) y el Frente Juvenil de Unidad Nacional (FJUN), proyecto a cargo de Jaime Guzmán, fundador de la UDI. ¿Cómo procedieron? Por ejemplo, intervinieron los centros de alumnos, en los colegios, efectuaron más de 100 congresos en todas las regiones del país y actos emblemáticos como los de Chacarillas.

En un documento inédito, incluido en Los más ordenaditos, Jaime Guzmán le propone a la junta militar, en diciembre de 1973 “captar la adhesión del sector más vasto posible de juventud a favor del régimen de las Fuerzas Armadas y de Orden” y “Transformar el apoyo juvenil en un elemento que dé vigor espiritual al régimen”. 

¿Crees que el proceso constituyente, enfocado en cambiar la Constitución de 1980, es la lápida a la ideología de Jaime Guzmán?

-El proceso constituyente más que una metáfora es una hipérbole de la extinción de algunos postulados ideológicos basales tanto de la dictadura como de la transición. Rescoldos ideológicos quedarán, pero son necesarios para no perder el control del recuerdo sobre los aspectos más nocivos y excluyentes del ADN de la dictadura y la propia arquitectura del modelo. Por ello, tanto o más importante que la lápida a la Constitución de Jaime Guzmán, es su epitafio, el cómo será recordada y qué uso se le dará a esa memoria, porque la Constitución del 80 no es una bagatela, no es un saldo de diccionarios y santorales, articuló nuestras subjetividades y el imaginario de “lo posible” por 40 años. 

Muchos de esos jóvenes participantes en el mediático acto de Chacarillas de 1977 siguen siendo protagonistas de las decisiones políticas como Cristián Larroulet, Andrés Chadwick o Joaquín Lavín. ¿Qué reflexión haces?

-Algunos de ellos son la vertiente expresiva y mediática de las juventudes de Estado creadas por Jaime Guzmán y la dictadura, particularmente Andrés Chadwick, que llegó a ser secretario general del Frente Juvenil de Unidad Nacional. Pero ellos no me interesaron tanto como las y los militantes de base, los dirigentes intermedios, regionales, incluso, rurales, todos jóvenes leales al régimen. Los personeros que me nombras, por sus infinitas metamorfosis instrumentales y acomodos políticos, son la imagen de un espejo deforme, que no refleja los estratos más profundos de la sociedad chilena que se revela y fluye en aquellas generaciones que participaron de manera “normalizada”, activa o pasivamente, de los credos profesados por la dictadura. Éstas portan sedimentos de memoria fruto de una resocialización política y reeducación que impactó a varias cohortes juveniles y cuya consecuencia objetiva no es sólo la persistencia de una Constitución o un modelo económico, sino también la cristalización de una verdadera cosmovisión. 

Material de archivo del autor

¿Hay consecuencias de esa cosmovisión, una herencia que persiste?

-Es curioso, porque si bien la propaganda en los regímenes fascistas, parafascistas o fascistizados tuvo un lugar central en la manipulación de los sujetos, las redes sociales van más allá, no los manipulan, los constituyen, configurando, a veces, los rincones más íntimos de su personalidad. Hace algunos meses hice un registro sistemático de los comentarios, vía un canal de YouTube, de un ex personaje de televisión, Fernando Villegas, incluyendo las interacciones de sus seguidores, que superan los 157 mil. Lo que he dicho sobre esta “cosmovisión” queda estrecha y es aterradora. Por lo mismo he vuelto una y otra vez a Pier Paolo Pasolini, que previó este fascismo de baja intensidad, pero de gran eficacia. El fascismo, dice Pasolini, no fue capaz de “arañar el alma del pueblo”, pero el nuevo fascismo, a través de los nuevos medios de comunicación e información, como lo fue la televisión en esa época, “no solo la ha arañado, sino que la ha violado”.

“ El deterioro de los procesos de enseñanza-aprendizaje no pasan por los contenidos, ni por la falta de creatividad didáctica en los entornos digitales, sino por algo tan básico como el aprendizaje colectivo y horizontal que se da en la interacción cara a cara, cuerpo a cuerpo y que suple un repertorio amplio de déficit formativos y desigualdades de origen”.

Utilizas en el libro el concepto de “fascistización” para referirte a diversos procesos que llevan al desarrollo del fascismo… 

Sí, el uso de este concepto permite desentrañar dimensiones opacas, soslayadas de lo que es la dictadura en su primera década, como lo fue la apropiación selectiva de elementos claves del fascismo como régimen, fundamentalmente, la tentativa estatal de imponer una religión política a la sociedad chilena a través de la juventud y, sobre todo, la conversión de esta juventud, en la práctica, en “Partido único”, como lo fue el Frente Juvenil de Unidad Nacional articulado con la Secretaría Nacional de la Juventud y sus propósitos movilizadores y fidelizadores de la sociedad civil. Todo ello se integra a otras dimensiones clásicas del fascismo, como el carácter terrorista que asume la dominación de clase, la militarización de la sociedad, el ultranacionalismo o el control casi total de los medios de comunicación. Pero, cuando pierde la eficacia una ideología transformada en fe, como lo fue la idea de refundación de la nación a través de la juventud o el culto a las Fuerzas Armadas, en definitiva, la subordinación cultural a través del Estado, se altera el curso de un proyecto que, hasta 1983, es claramente más totalitario que autoritario.  

TRABAJO DE CAMPO Y AULAS DIGITALES

En la primera década de la dictadura de Pinochet, los jóvenes eran reclutados de diferentes maneras. “Hoy podemos decir que contamos con un nuevo ejército de 5.000 dirigentes juveniles”, informaba, luego de un campamento de verano, un boletín de la Secretaría Nacional de la Juventud, en 1975. 

En Los más ordenaditos, Yanko González repara en un particular campamento: “Resulta de especial interés detenernos en el que se realizó en la comuna rural de Lampa, sector El Taco, al norponiente de Santiago, entre el 23 y 27 de febrero de 1976, y al cual acudieron 800 dirigentes juveniles de 14 a 25 años. El lema del evento era ‘Fe, Patria y Juventud’”. 

Yanko González. Crédito: Signe Klöpper

Desde el inicio de la dictadura, en 1973, y durante una década se produce este proceso de fascistización en la juventud. ¿Por qué no continuó operando?

-Es largo de narrar, pero el repliegue de los cultos políticos, como los de Chacarillas en Santiago y los muy desconocidos realizados en regiones, o los seminarios y campamentos de adoctrinamiento -cuyo lema era “Fe, patria y juventud”-, marca el retroceso y abandono de este proceso de fascistización debido a mucho factores, entre ellos, la aguda crisis económica de 1982-83 que produjo un violento período recesivo y gatilló el inicio del primer ciclo de protestas y movilizaciones sociales masivas contra la dictadura, así como también, el desplazamiento de los sectores gremialistas al distanciarse Pinochet de Jaime Guzmán y que se sella con la disolución del Frente Juvenil de Unidad Nacional y la fundación de la UDI, en 1983. Todo ello restará energía política y menguará la devoción “mística y combatiente” por parte del gremialismo y la juventud que controlaban, a Pinochet y al régimen, concentrándose con más ahínco en su propio proyecto al interior de la derecha.

Ya en el siglo XXI, ¿hay una tendencia al fascismo o son sólo rasgos en algunos mandatarios y grupos extremos?

-Jair Bolsonaro, Donald Trump o partidos como Vox en España, no se declaran fascistas, o sus adherentes no exhiben suásticas, ni alzan los brazos aullando Heil Hitler o Arriba España. En general, ese fascismo de caricatura se desactiva a sí mismo. Lo clave no es sólo entender la amorfia dinámica del fascismo y sus permutaciones históricas, sino distinguir entre el bosque de discursos y prácticas, los actores y las fuerzas que son capaces de transportar de manera eficaz parte de la esencia del fascismo que, desde mi punto de vista, no sólo descansa en el corporativismo económico y político, el anticomunismo, la militarización o el terrorismo de Estado, sino también en los esfuerzos institucionalizados y verticales de “purificar” a la nación, de buscar la lealtad de la sociedad civil y de colonizar las subjetividades con un ultranacionalismo de cariz redentor capaz de vencer a todos los “enemigos” de la patria. Chivos expiatorios, por lo demás, que el fascismo del siglo XXI sigue reelaborando, al reemplazar, por ejemplo, el antisemitismo por la islamofobia, o al judío por el inmigrante. Por ello, como solía advertir Judith Shklar, quien crea que cualquiera que sea su apariencia el fascismo está muerto y enterrado, debe pensárselo dos veces. 

Material de archivo del autor

Volviendo a tu obra, en Metales Pesados registraste las voces juveniles marginadas y ahora en Los más ordenaditos, lo hiciste con otras juventudes. ¿Qué piensas de esto?

-Quizás Los más ordenaditos es el revés total de Metales Pesados y cierra un círculo en torno a las identidades juveniles acrisoladas en los años de plomo. Dos libros que están en las antípodas, no sólo por el tipo de juventudes que aborda, sino por el tratamiento, aproximación a las fuentes y las decisiones sobre los modos de representación que cada uno de esos libros toma. En algún momento, básicamente por todo lo de imposible que tuvo emprender el trabajo de campo y archivístico en Chile y España para reconstruir las biografías de estas juventudes leales, pensé en comunicar parte de los resultados en un volumen cuya voluntad antropológica y documental fuera, nuevamente, la poesía. Pero desistí porque se hubiera perdido la riqueza narrativa de los testimonios y documentos que fui desclasificando.  

Sin embargo, en ambos libros, en ciertos momentos los géneros se confunden, se mezclan, ¿no?

Sí, pero en Los más ordenaditos la mixtura y disolución de fronteras está entre la historia y la antropología. El poeta Charles Bernstein y con mucha razón, plantea que el poema está hecho para ser malinterpretado, de ahí su potencia, pero también, su ubicuidad. Por eso este libro está lejos de ser un poema. Detrás de ello hay un empeño de comunicar, con mediana claridad, una cara de la dictadura cívico militar no suficientemente aquilatada por la sociedad chilena y cuya vigencia nos advierte sobre las infinitas permutaciones del fascismo. ¿Es que quién creería que el partido más cercano a estos predicados actualmente en Chile se llame Partido Republicano?  

En el libro Torpedos, del que el año pasado hiciste un adelanto, recoges lo que has observado del mundo académico. ¿Cómo has visto los cambios, de las aulas al Zoom, producto de la pandemia?

Como era esperable, lo que ya estaba mal, se ha vuelto peor. No estábamos preparados para ser el Netflix soporífero y obligatorio de la parrilla programática. El deterioro de los procesos de enseñanza-aprendizaje no pasan por los contenidos, ni por la falta de creatividad didáctica en los entornos digitales, sino por algo tan básico como el aprendizaje colectivo y horizontal que se da en la interacción cara a cara, cuerpo a cuerpo y que suple un repertorio amplio de déficit formativos y desigualdades de origen. Pero, no soy un experto en eso y Torpedos se ha ido escribiendo desde las antípodas de la “reflexividad pedagógica”. Para ser franco, no he escrito ningún poema durante la pandemia. Quizás para evitar escribir lo que tengo en la sangre y no en la cabeza. En no más de seis meses se murió mi madre y su pareja, se murió una de mis mejores amigas y murió otra colega muy querida, por lo que me niego a triturar todo lo que pueda ser triturado para hacer poemas de “Pata pesada”, como decía Luis Oyarzún. 

“Como solía advertir Judith Shklar, quien crea que cualquiera que sea su apariencia el fascismo está muerto y enterrado, debe pensárselo dos veces”.

Quizás vivimos muy exigidos en un lenguaje de autorreferencia, ¿no?

Seguramente se estarán escribiendo obras para la “postumidad”, pero en mi caso, la realidad pandémica es un libro suficientemente intenso y largo como para dejar de leerlo. Es que también gastamos una enorme cantidad de tiempo en escribirnos, en hablar de nosotros mismos. La peste ha profundizado eso. Incluso al hablar de otros, la gramática que ordena nuestro discurso es la autorreferencia, todo queda fagocitado por la noche de nosotros mismos. Es decir, no son poemas de otros, son selfies de otros. Y el presidente Sebastián Piñera pareciera que amplificara eso, ¿no? Siempre haciendo poses, con un ojo en el espejo y con el otro en la posteridad. Es que nos está costando un mundo poner atención, detenernos en los otros. “Navegamos” por los otros como en un hipertexto, en una pantalla hipermedial. No los leemos, brincamos de uno en uno, dedicándole menos de 10 segundos a cada cual. En ese sentido, dedicarle más tiempo al trabajo editorial y la curatoría que implica la edición, me ha ayudado a concentrarme en leer no solo la pandemia, sino lo que circula más allá de mis clics y de mis poemitas.

Editorial: Hueders
Libro: Los más ordenaditos
Autor: Yanko González Cangas
Páginas: 358


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