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Opinión

15 de Diciembre de 2020

Columna de Susana Muñoz: Es Navidad y no estamos todos

“Convocar a la familia con anticipación para conversar abiertamente de las fiestas suele ser mejor que la improvisación. Que cada cual conozca su rol en estos días, entrega una tranquilidad muy distinta de la experiencia de enfrentar el día a día sin ningún plan y sentirse a la deriva”.

Susana Muñoz Politzer
Susana Muñoz Politzer
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Mientras las calles de la ciudad, los centros comerciales y la televisión se llenan de luces, estrellas y música que transmiten alegría, magia y unión familiar, en más hogares de los que imaginamos se profundiza la tristeza por quién ya no está…

A las muertes por distintas causas, hoy se suman las del Covid-19. Son cifras a las que, de tanto escuchar, pareciera que nos hemos acostumbrado. Desfilan los números, los gráficos e infografías, desconectándonos del hecho de que no se trata sólo de nuevos decesos, sino de madres, padres, hijas, abuelos, hermanas, tíos, primas que dejan familias sufriendo, hoy en duelo, que enfrentan esta Navidad con una dolorosa ausencia.

Para todos aquellos que han sufrido la muerte de un ser querido, la celebración de las fiestas de fin de año resulta un encuentro temido, que suelen afrontar con profundo dolor.

Cada detalle, cada gesto, cada actividad o cada encuentro alusivo pone a la persona en duelo en contacto con la dura realidad: él o ella ya no está… Entonces, ¿qué sentido tiene la celebración? Como decía Elisa, en uno de nuestros talleres, “quisiera que me tragara la tierra y no salir hasta que pasen las fiestas…”.

“Desfilan los números, los gráficos e infografías, desconectándonos del hecho de que no se trata sólo de nuevos decesos, sino de madres, padres, hijas, abuelos, hermanas, tíos, primas que dejan familias sufriendo, hoy en duelo, que enfrentan esta Navidad con una dolorosa ausencia”.

Para muchas personas en duelo, las ganas de huir de los recuerdos y de las actividades navideñas es una opción natural, que los lleva, en algunos casos, a intentar suprimir las fiestas. Iván contaba que los primeros años, luego de la muerte de su esposa, con sus hijos optaron por viajar y alejarse de todo aquello que los conectara con los afectos y recuerdos. “Preferíamos hacer algo que nos permitiera escapar…” Viajaban a un lugar donde nadie los conociera, lejos de sus amigos, de los rituales que solían compartir en familia.

Por su parte, Elisa relataba que luego de la muerte de su hermano, con su familia decidieron hacer todo como siempre, “como si nada hubiese ocurrido…”. Se propusieron no hablar de la pérdida, no mencionar a su hermano ausente, y evitar cualquier recuerdo emotivo “que pudiera arruinar la Navidad a los niños…” De esta manera, todos intentaban demostrar “que lo llevábamos bien”, más allá de lo que a cada uno le pasara en la intimidad y de las consecuencias psicológicas que ello pudiera tener en el futuro. Elisa recuerda que, en una oportunidad, su hermana Camila partió a llorar a la cocina, y sus hermanos la siguieron no para contenerla, sino para decirle “no te pongas así, hazlo por nosotros, pero sobre todo por los niños… ellos no se lo merecen…”.  Camila no tuvo más que limpiar sus lágrimas y volver a sentarse junto al árbol como si no pasara nada.

Sin embargo, para otras personas hay otras formas de afrontarlo, a través de una Navidad distinta. Es cierto que nunca nada volverá a ser como antes, pero de manera individual y como familia, se puede conservar lo que los ayuda en este proceso, eliminar lo que ya no les hace sentido, y crear nuevas formas de vivir estas fiestas.

Planificar con tiempo puede ayudarles. Convocar a la familia con anticipación para conversar abiertamente de las fiestas suele ser mejor que la improvisación. Que cada cual conozca su rol en estos días, entrega una tranquilidad muy distinta de la experiencia de enfrentar el día a día sin ningún plan y sentirse a la deriva. No importa si después deciden hacer algo diferente.  Una buena idea puede ser tener un plan que incluya actividades sociales, y otro, tiempo al descanso y la intimidad. Por cierto, siempre permitiéndose alternar, según las necesidades emocionales.

Es importante que participen de estas reuniones los mayores, los adultos, los adolescentes, los niños, y los amigos significativos. Lo fundamental es que cada uno pueda expresar libremente lo que siente, sin ser interrumpido ni juzgado. 

Es cierto que nunca nada volverá a ser como antes, pero de manera individual y como familia, se puede conservar lo que los ayuda en este proceso, eliminar lo que ya no les hace sentido, y crear nuevas formas de vivir estas fiestas”.

Amanda recuerda que el año pasado fue ella quien lideró un encuentro como éste en su familia. “No fue fácil. Era la primera Navidad sin nuestra mamá, y recordando lo que habíamos conversado en el Grupo de Apoyo al Duelo, sentí que mi rol era hacer explícito que ésa sería una Navidad diferente, sin ella, y que teníamos que buscar la forma de recordarla y tenerla presente, aunque no estuviera físicamente… Mi desafío era cómo no hacernos los lesos… Entonces les dije: Estamos aquí para darnos la oportunidad de hacer una Navidad distinta, la primera sin la Pancha, todos juntos, con risas y llantos, con lo que salga, como ella hubiera querido, para honrar su memoria y brindar por ella”.

Al explicitarlo de esa manera, Amanda dio espacio para la expresión emocional. No hacerlo puede provocar que algunos consuman mucha energía en disimular y esconder sus sentimientos. Como Camila, que tuvo que reprimir sus lágrimas y echarlas a la mochila. Los más afectados por la pérdida pueden no hablar para “no arruinar el momento a los demás”, y los que se sienten mejor, “para no preocuparlos por no sentirse tan afectados”. Así, cada cual vive lo que siente de manera aislada, y se pierden la oportunidad de compartir en torno al recuerdo.

El árbol de Navidad, el pesebre, la cena, los regalos, la fiesta de fin de año… Es posible que expresen su sentir respecto de cada una de estas tradiciones e intenten pactar lo que quieren y lo que no quieren hacer, lo que pueden compartir, y lo que cada cual prefiere vivir en soledad. Puede ayudar también hacer saber a la familia extendida y a amigos lo que decidan y lo que necesitan de ellos.

Más allá de las tradiciones que siempre los han acompañado, buscar una forma y un tiempo específico para rememorar puede ayudar a vivir el resto de la celebración con menos dolor. Se trata de delimitar de alguna forma ese momento. Tal vez alguien proponga una visita al cementerio, un ritual antes o después de cenar, dedicarle unas palabras… Pueden darse permiso para ser creativos e incorporar a los niños que suelen tener muy buenas ideas. Es fundamental incluir a los más pequeños en la planificación y transmitirles que, a pesar de estar tristes por la ausencia, está bien disfrutar de las fiestas.

Gloria cambió su perspectiva de cómo abordar estas fechas, tras participar de nuestro taller sobre el tema. “Me propuse diseñar mi primera Navidad. Hablé con mis hijos y decidimos armar el árbol y decorar la casa como siempre lo habíamos hecho, pero esta vez con algo distinto: la foto de su padre acompañada de las esculturas de plasticina que hicimos en el taller y los dibujos de los nietos. Me di cuenta que se me hacía más fácil al incorporar esos objetos que lo hacían más lúdico y alegre… Antes de la cena, nos reunimos y prendimos una vela junto a la foto de Carlos. Nos dimos tiempo para expresar lo que estábamos sintiendo y recordar algún momento con él. Después de lagrimear todos un rato, nos sentamos a cenar, y con lo que habíamos vivido, nos fue más fácil conversar, reírnos, entregarnos los regalos y disfrutar”.

“Pueden darse permiso para ser creativos e incorporar a los niños que suelen tener muy buenas ideas. Es fundamental incluir a los más pequeños en la planificación y transmitirles que, a pesar de estar tristes por la ausencia, está bien disfrutar de las fiestas”.

Abrirán un regalo y se encontrarán con eso que tanto le gustaba, o la emoción de ese objeto que su hija hizo en el colegio. Haciendo el pesebre aparecerá su figura preferida o ese adorno del árbol que le hacía reír. En la cena recordarán esos platos con los que se deleitaba. Son esos recuerdos que aparecen sin que se les llame, para lo que pueden no sentirse preparados y provocarles un profundo dolor. Respirar hondo, no tensar el cuerpo, permitirse sentir la pena y aflojar ese nudo en el pecho puede ser el camino. Lo importante es transitar de manera consciente y atesorar todo lo que esta vivencia les va entregando. 

Puede ser que este año, las luces de la ciudad nos iluminen para mirar a nuestro alrededor y ver el sufrimiento del otro. Para abrazarlo amorosamente, aunque sea con la mirada y tras una mascarilla. Tal vez el espíritu navideño en pandemia, nos llame a ser más compasivos y a contenernos unos a otros en la vulnerabilidad.

*Susana Muñoz Politzer es psicooncóloga paliativista y trabaja en el Hospital Sótero del Río.

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