Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Entrevista Canalla

23 de Abril de 2021

Valentín Trujillo, leyenda de la música: “Este gobierno no existe”

Publicó una carta en la que expone su molestia por el desamparo de la industria musical y en la que pide ayuda para los músicos. Aquí habla de ella, de sus colegas, de la música, de Piñera, del comunismo, de Don Francisco y, entre todas esas cosas, se pone a tocar el piano.

Por

“¿Sabes lo que pasa, amigo periodista?”, interviene en estos momentos Valentín Trujillo, el Maestro Valentín, y alarga, sabiamente, una pausa. Estamos escuchando a un artista muy sutil, al señor que figuró siempre en un margen de la pantalla, adherido al piano. Este es el bonachón que musicalizó la simpatía de Don Francisco y del Profesor Rossa, un compositor lacónico que toda la vida se expresó con corcheas. Ahora, por supuesto, está sentado al piano, dónde más, y agrega: “¿Sabes lo que pasa? Yo escribí esa carta porque me dieron unas ganas tremendas de ayudar a los demás”. 

-¿A quién quiere ayudar?

-A los músicos que están vendiendo lo que tienen. A los músicos que se quedaron sin la noche. A los talentos que se tienen que olvidar de poner el ritmo. A los que están abandonando el arte.

El sábado 17 de abril, El Mercurio publicó su carta. El Maestro Trujillo aún lee El Mercurio por costumbre, aclara, no por sintonía editorial. Y le publicaron ocho párrafos desesperados que redactó sentado al piano, a ritmo de jazz improvisado. Y por primera vez en su vida el hombre del piano explotó. En esa carta el Maestro pide por favor que el Estado ayude a la música, a los músicos, a los que hacen posible el baile. El Maestro clama por apoyo, pide socorro, exige disgustado un poco de respeto.

En un momento de la carta afirma de modo tajante:

“ESTE ARTE, LA MÚSICA, HA TERMINADO POR SILENCIARSE POR COMPLETO”.

En otro momento señala esto:

“LA MÚSICA NECESITA SER SALVADA. HA SIDO DEJADA SOLA Y A LA DERIVA”.

Y en otro momento, apagándose, confiesa:

“NO PARECE HABER OTRA COSA QUE DESESPERANZA…”.

Y este señor tan compuesto ahora está a punto de descomponerse. El pianista longevo, famoso, el que puso el compás a los sábados de Chile, no aguantó la rabia.

-¡Este gobierno…!

El Maestro ha subido el tono. 

-¡Si todo lo que hacen parece un libreto de Cantinflas! ¡Parece un libreto escrito con las patas!

-¿Está frustrado?

-Como cojonudo…

Y jadea.

-Fíjese que la noche murió- sentencia.

-No es posible…

-Se lo estoy diciendo…

-¿Pero de qué murió la noche, Maestro?

-Mire, no sé en concreto si murió. A veces la noche se da unos saltitos. Pero, le diré francamente, por algo están las fiestas clandestinas y toda la tonterita.

-¿Para mantener a la noche con vida?

-Por supuesto. Porque el ser humano no puede estar sometido. No, no, no…¡Ufff… es el toque de queda, amigo! ¡Ha sido eterno! ¡Qué espectáculo se puede hacer con toque de queda! ¡Nos dejan sin nada y no nos dan una mano! 

Y dice, herido: “¿Qué puede hacer Tommy Rey sin noche?”. O bien: “¿Qué hace La Sonora Palacios entre cuatro paredes?”. Y agrega: “¿Y Chico Trujillo?”. Y recuerda, a prisa, cuando él, Valentín, ponía el jazz en un cabaret, siempre a deshora, ajustado al brindis. La noche es música; la noche es de los pensadores, insiste. La noche es del garzón y del bailarín. La noche tiene guitarras y un piano negro. En la noche hay solfeo, gente linda y gente arrugada, hay whisky y dos hielos. Pero, suspira, este gobierno no tiene ni día ni noche; este gobierno anhela los capitales sin horarios, el cálculo helado, la planilla: Piñera, medita, no tiene armonía. 

-Su gobierno se caía a pedazos. A este gobierno lo salvó el coronavirus. Este virus al único que le salvó la vida fue a Piñera- opina politizado.

El Maestro continúa:

-Este gobierno no existe. Ni siquiera tiene programa.

“El ser humano no puede estar sometido. No, no, no…¡Ufff… es el toque de queda, amigo! ¡Ha sido eterno! ¡Qué espectáculo se puede hacer con toque de queda! ¡Nos dejan sin nada y no nos dan una mano!”.

-Valentín… ¿por qué decidió explotar? 

-Por los demás. Yo no lucho por mí. Yo soy un jubilado que vive tranquilo. Yo he sido un afortunado. He sido un pianista con trabajo. Pero, por lo mismo, mi deber es ayudar a los que no han tenido mi suerte. Sacar la voz por los desafortunados.

-¿Qué pide?

-Ayuda. Recursos. Que nos hagan tocar al aire libre. Gratis. Satisfacción para este pobre pueblo. Y que no le cobren a la gente. Que ellos paguen.

-¿Usted cree que la música salva vidas?

-¿Sabe lo que yo creo, señor?

-No, Valentín.

-Yo creo en esto… con su permiso…

Si bien estamos a distancia a raíz de la cuarentena, el Maestro Valentín, como si estuviéramos saliendo por televisión, en vivo y en directo, se pone al piano y toca cuatro o cinco semicorcheas, una melodía, tarareando:

-Ta ta taraaa….- dice, entonado, pulsando teclas.

Y agrega:

-¿Se fija?

-Claro.

-¿Salva o no salva vidas la música?

-Qué maravilla, Maestro… claro que las salva… ¿sabe algo de Frank Sinatra?

-Ja.

Y entonces toca algo de Frank Sinatra.

El ambiente se ha encendido a plena luz del día.

Y Valentín luego toca un jazz atrevido, entre carcajadas.

-¡Esto pienso de lo que está pasando en Chile!

-¡Upaa!

“Si bien estamos a distancia a raíz de la cuarentena, el Maestro Valentín, como si estuviéramos saliendo por televisión, en vivo y en directo, se pone al piano y toca cuatro o cinco semicorcheas, una melodía”.

Y luego se larga a un frenético solo de música de cóctel que deriva en un inquietante vals. Y no podemos negar que el reportero, en estos momentos, se siente como un Don Francisco. Señoras y señores, con ustedes, el Maestro Valentín Trujillo en exclusiva, hablando de política con su instrumento. Y este Don Francisco con problemas financieros se imagina, en símbolos, apoyando el codo en la tabla superior del mueble y llevando una conversación musicalmente ideológica con el artista.

-Y si estamos deprimido yo te puedo contar esto…- avisa, antes de seguir tocando.

-Me siento en Sábados Gigantes, Maestro Valentín…

-Jajaja…

Y ahora toca algo feliz.

El hombre del piano ha vuelto a opinar con el piano.

PUÑO ALZADO 

El Maestro Valentín Trujillo nació un 2 de mayo de 1933, en Santiago, y a los tres años, según declara, se casó secretamente con un piano. Y desde entonces el niño Trujillo, Valentín, el hijo de dos sencillos, un minero y una profesora, jamás se volvió a separar de un pentagrama. Año después, cuando creció, se casó con una señorita chilena. Seguía tan musicalizado que se casó con Aída, una mujer con nombre de ópera.

El piano y el Maestro cumplen, este 2021, ochenta y cinco años de matrimonio.

Aída Sibilla y Valentín Trujillo cumplen, este 2021, sesenta y cuatro años de matrimonio.

Y, por ejemplo, Valentín parece tan enamorado de su instrumento que dice: “El piano tiene 86 teclas, y yo, en unos días, cumplo 88 teclas”. El 2 de mayo, comenta, está de cumpleaños Myriam Hernández y Mon Laferte. Y él.  

-Siempre estaré con el piano. El piano le gana a todos los inventos nuevos.

-Los computadores tienen piano…- provocamos.

-El computador es invencible hasta que se apaga la luz. Mi piano funciona con luz o sin luz. Lo hago sonar a la hora que quiero.

-Disculpe, da la sensación que usted todavía tiene una fogosa relación con su piano…

-Es que me entiende… es un romance permanente…

-¿Usted, en términos metafóricos, ha hecho el amor con su piano?

-Todo el tiempo. No tenemos remedio…

-¿Esa pasión la vive también con su mujer verídica? 

-Claaro. También somos dos grandes amigos en la actualidad. Nos preocupamos. Nos cuidamos. 

Y añade:

-Fíjese que el piano me ha quitado momentos familiares. Pero… si retrocediera el tiempo… no cambiaría las cosas. El piano es una hermosa mujer esclavizante. 

“Y, por ejemplo, Valentín parece tan enamorado de su instrumento que dice: “El piano tiene 86 teclas, y yo, en unos días, cumplo 88 teclas”. El 2 de mayo, comenta, está de cumpleaños Myriam Hernández y Mon Laferte. Y él”.

Aída y Valentín tienen cinco hijos, una casa propia, las cuentas al día, y se miden la fiebre el uno al otro. No le sobra la plata, admite, pero tampoco le falta. Ha tenido, confiesa, buenos trabajos: en Canal 13 aprendió a reírse con Don Francisco; y en Miami, cuando trabajó en Univisión, aprendió a hablar en cubano.

-Pero en Canal 13, pese a todos los años, nunca me contrataron.

-¿Por qué no?

-Decían que no cumplía horarios, que sólo trabajaba los viernes y sábados. Y yo exigí que me contrataran. Yo creo que había otra razón para no contratarme.

-¿A qué apunta, Maestro?

-Yo creo que no querían contratar a un bolchevique.

-¿Es usted bolchevique?

-Yo soy ateo y comunista.

-¿Está inscrito en el Partido?

-¡Pero por supuesto!

Cuando niño vio con impacto que las tropas rusas derrotaban a los nazis en la Segunda Guerra Mundial y se encariñó con los soviéticos. En esa época, afirma, “los rusos eran los buenos”. Luego, afirma, “los rusos fueron los malos”. Y más tarde, atado siempre al piano, vivió en Estados Unidos, en el Imperio, y se dio cuenta de sus imperfecciones. 

-Yo soy ateo y comunista. -¿Está inscrito en el Partido? -¡Pero por supuesto!

Imperfección número uno de Estados Unidos, a juicio del pianista adscrito al comunismo, Valentín Trujillo:

-Hay discriminación. Las buenas pegas siempre serán para los norteamericanos puros.

Imperfección número dos:

-Estados Unidos, cada cierto tiempo, cambia de enemigo. Hoy son los chinos, antes fueron los árabes y antes fueron los rusos. Y así.

Imperfección número tres:

-Oye, si allá todavía está vivo el Ku Kux Klan.

-¿Y usted, como comunista disciplinado, ha participado en muchas protestas?

-Uf. Hay fotos mías encabezando huelgas. Y ahí, por supuesto, me llevé más de algún combo y uno que otro palito.

-¿Es usted un buen comunista?

Limpia la garganta para dar realce a su próximo comentario:

-Soy la Medalla Emilio Recabarren 2019.

-Upa. 

-Estoy muy agradecido, jeje.

-¿Daniel Jadue lo tiene ilusionado?

-Es un muy buen político. Con un buen programa.

-¿Se siente identificado con la izquierda actual?

-A ver… ¿de qué hablamos cuando hablamos de izquierda? ¿La Democracia Cristiana es de izquierda? No. ¿El PPD es de izquierda? No. Ellos son sólo oposición.

-¿Quién es de izquierda, Maestro?

-El verdadero partido de izquierda es el comunista.

-¿Y el Frente Amplio?

-Partieron como auto inglés y están terminando como cacharro. 

PIANISTA GIGANTE

-¿Don Francisco es imperfecto, Valentín? Mencione un defecto de Mario…

-…ee… es muy amoroso…

-¿Usted también era amoroso?

-No, no. Yo acompañaba con el piano las conquistas de mis compañeros laborales. Tocaba el piano para los amorosos.

Y ríe enigmáticamente.

-Valentín… ¿Don Francisco tenía mucho éxito con mujeres del mundo del modelaje?

-… no soy hocicón. Así es que no diré más…

Suelta una carcajada y, tras una pausa, lo afirma sin titubeos:

-Es un gran amigo.

Y luego, repasando sus 88 teclas de edad, dice que el momento más impresionante de su vida ha sido mirar cómo se lanzó la bomba atómica. Y dice que aspira a que un día se prohíba la miseria por reglamento. Y aspira a ayudar a los músicos mientras le sea posible. Mientras esté lúcido, confiesa, porque nunca se sabe. 

-Porque, amigo periodista, yo soy un violín al que se le puede cortar la cuerda en cualquier momento.

-Maestro, usted está perfecto.

-Yo pienso en el ahora solamente. Ni siquiera puedo pensar en mañana en la tarde.

-¿Sigue con rabia?

-Con pena.

“Porque, amigo periodista, yo soy un violín al que se le puede cortar la cuerda en cualquier momento”.

-¿Qué efectos tuvo la carta que publicó en El Mercurio?

-Muchas. Principalmente que se dio a conocer una triste realidad.

-¿Qué música le dedicaría al Presidente?

-Puede sonar fuerte, pero le dedicaría el tema “El Descabezado”.

Otra risa. La condimenta con unas notas al piano. Un tan tan que emula el fin.

-¿La música es un carnaval?

-Con Celia Cruz incluida.

-¿Es usted nuestro Miles Davis?

-Él toca la trompeta. Bueno, yo todavía soplo.

Y ahora toca al piano “Tren al sur” de Los Prisioneros, en una versión familiar. Después toca una versión de “El Hombre que Yo Amo”. El reportero, este compacto Don Francisco, corea son disimulo.

-Tiene razón, Maestro. La música puede salvar vidas.

-La música salva todas las vidas, amigo periodista.

Y el hombre del piano que explotó el 17 de abril en ocho párrafos, ahora da las gracias y se interna en las teclas, su lugar en el mundo. Y, antes de despedirse de Don Francisco, se pone a hablar con corcheas. Y ahí, pese a todo, termina con su propia versión de Chile Lindo.   

Notas relacionadas

Deja tu comentario