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Actualidad

16 de Agosto de 2021

En Afganistán las mujeres empiezan a desaparecer

En Afganistán las mujeres empiezan a desaparecer

Kabul amaneció sin mujeres, escondidas muchas de ellas ante el recuerdo de lo que fue el primer gobierno talibán, donde imperaba el terror y el peligro de ser castigada por reírse o mostrar los tobillos.

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Las fotografías de hombres tapando con pintura las fotografías de mujeres en locales comerciales de Kabul, la capital de Afganistán ya empezaron a dar la vuelta al mundo.

La llegada de los talibanes al poder en el país supone no solo una derrota para Estados Unidos y sus aliados, sino especialmente para las mujeres afganas, que a partir de ahora deberán someterse a las estrictas normas que imponen los radicales islamistas, algunas de ellas lindantes en el absurdo.

Es posible que no puedan volver a estudiar, trabajar ni ser atendidas por médicos varones. Tampoco a reírse muy fuerte o tomar un taxi.

El primer día de Kabul bajo el nuevo régimen transcurrió con relativa calma, salvo en el aeropuerto. Milicianos talibanes patrullaban la capital sin que fuera posible ver mujeres en las calles.

Dawood Raufi, un vecino, dijo a la agencia EFE que agradecía que no hubiera habido derramamiento de sangre en la toma de la ciudad y que hasta ahora los talibanes han sido amables con los ciudadanos.

Esa misma impresión no la comparten las mujeres, que evitaron salir de sus casas por temor a la brutal opresión y castigos que impusieron entre 1996 y 2001 los radicales.

Sin empleadas de oficinas ni universitarias, la ciudad parecía un escenario de pesadilla, habitada casi únicamente por hombres.

“Espero que los talibanes permitan que las mujeres trabajen, asistan a la universidad y no les impongan el burka”, dijo a EFE Hamida, una mujer de 40 años, que salió de casa para ir al hospital, cubierta con un velo negro que dejaba ver solo sus ojos.

Nadie cree en los “nuevos” talibanes

Los talibanes han intentado mostrar a la comunidad internacional una actitud más reposada, asegurando que no dañarán a nadie, que no se vengarán y que los han perdonado a todos.

Difícil de creer viniendo de un grupo que asesinó sin contemplaciones durante años, incluso atacando a niños, como cuando destruyeron una escuela en Pakistán, en 2014, matando a más de 130 estudiantes.

Y si bien han afirmado que mantendrán los derechos alcanzados por las mujeres en las últimas dos décadas, pocas creen.

“Todavía no puedo creer que esto haya sucedido. Por favor, recen por nosotros. Se los vuelvo a pedir: gente de este gran mundo, por favor, no se queden callados, vienen a matarnos”, dijo entre lágrimas la cineasta Sahraa Karimi en un video.

Ese temor explica la desesperación de familias enteras que intentaban abandonar el país desde el aeropuerto internacional. En localidades tomadas por los talibanes en las jornadas previas, las restricciones a las mujeres ya comenzaron.

“Quiero volverme invisible y esconderme del mundo”, escribió en Twitter Rada Akbar, pintora y fotógrafa. Mientras que Aisha Khurram, quien representa a la juventud afgana ante la ONU, ve cómo sus sueños se derrumban.

“Para toda la nación, ver cómo todo se hundía en un instante, fue el fin del mundo”, dijo a la agencia AFP.

De 22 años, esta mujer creció en un Afganistán que ya no existe, y quizás tenga que acostumbrarse a otro, donde incluso mostrar sus tobillos sea un delito que merezca castigo corporal, como solían hacer los talibanes durante su primer gobierno.

Las lapidaciones y flagelaciones eran pan de cada día. A veces por adulterio. Otras por mostrar los tobillos, reír o dar la mano a un hombre.

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