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Entrevistas

12 de Enero de 2022

Carlos Ruiz y futuro gobierno de Boric: “Hay que ser muy cuidadoso de elegir qué batallas se van a dar”

Convencido de que el país está viviendo una reformulación política de marca mayor, este sociólogo sostiene que el gobierno de Gabriel Boric debe observar atentamente el reordenamiento de la derecha. “Hay una fuerte capacidad de obstrucción”, afirma. Aquí, Carlos Ruiz también advierte que “hay muchas expectativas. Este nuevo gobierno va a tener que responder con relativa rapidez”.

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“El Frente Amplio no tiene padre ni mentor ni ideólogo”, afirma Carlos Ruiz, quién fue apuntado por años como una de las figuras paternas y con influencia intelectual, de la camada de jóvenes que el 11 de marzo entrarán a La Moneda de la mano del nuevo Presidente, Gabriel Boric. 

Ruiz, sociólogo de la Universidad de Chile, no sólo los ha visto crecer. También fue parte de las discusiones políticas sobre qué izquierda empujar para darle configuración al Frente Amplio. Hoy, los mira. Quizá con el orgullo con que algunos miran a sus hijos, pero él lo racionaliza y pone el acento en los riesgos que ellos no parecen estar viendo: la reconfiguración que tendrá la derecha en su rol opositor. 

“Vamos a tener que llegar a acuerdos, pero las formas de hacerlo ya no son las de Enrique Correa y Jorge Ballerino en los años de la transición. La ciudadanía no lo va a permitir. Lo toleró en los 90. Bien, mal o regular, esa es otra discusión, pero aquello que fue posible, hoy es imposible. La esfera política tiene que dialogar con otra sociedad”, afirma.

-La generación frenteamplista llega al gobierno y tendrán que demostrar que todo lo que recriminaron de los otros, ellos lo harán distinto. ¿Cómo ves el peso de esas expectativas?

-Ellos son parte de un listado más amplio de los movimientos sociales que vienen empujando cambios en los últimos 15 años. Lo que los distingue es que esa generación que emergió el 2011 con Gabriel Boric, Giorgio Jackson, Camila Vallejos, Karol Cariola y otros, entran a la institucionalidad como no lo había logrado la izquierda extraparlamentaria de los años 90. 

-¿Por qué haces el punto de comparación?

-Primero, porque ahí empiezan a vivir una práctica política muy temprana y en una institucionalidad muy cerrada que viene de la transición. O sea, de una política ensimismada, como la llamó el sociólogo Norberth Lechner  en su momento. Entonces, ellos son la generación dorada que penetra y quiebra esa burbuja de la política de la transición. 

-¿Y qué encarna Boric ahí? O sea, ¿qué tipo de liderazgo irradia?

-Gabriel es una de las figuras más expresivas de ese movimiento. Él entra al Parlamento sin corbata. Llega con la misma ropa que usaba todos los días. Y con esto vuelvo a Lechner que en el 89 advertía que la esfera política de la transición iba a ser muy restrictiva, pero que no debía olvidarse de los patios interiores de la democracia. Bueno, éste es un Gabriel y una generación que vuelve a meter la vida cotidiana en la política. Vestirse y actuar como siempre lo han hecho, pero dentro de la política. 

-¿Y ahora tendrán que adaptarse a las formas clásicas?

-Al contrario. Ellos están buscando transformar la institucionalidad. Saben que estamos viviendo un momento de reformulación política de dimensiones históricas. No sólo con el gobierno que asumirán en marzo, sino que con el proceso constituyente corriendo al lado. Por donde se mire estamos entrando a un ciclo de cambio histórico de dimensiones muy, muy grandes… 

-Quizá eso es lo que siembra incertidumbre en algunos actores, ¿no?

-Por supuesto. Es un proceso abierto y lleno de incertidumbre. Y vamos a ver hasta dónde son capaces de innovar en las prácticas de la institucionalidad y en las formas en que, por ejemplo, el Estado se relaciona con la sociedad.

BORIC, LA FIGURA

-¿Qué está representando Boric en estos momentos? Van los niños a verlo. La gente le lleva obsequios. ¿Está moviendo códigos emocionales?

-Gabriel representa la posibilidad de reconstruir el nexo entre sociedad y política. Eso es muy importante para la salud y la proyección de la democracia. Por su forma de ser, representa la posibilidad de esa proximidad que también le pueda abrir las puertas a esas fuerzas sociales dentro de la institucionalidad. Eso es muy importante. Serán el sostén de una política de transformaciones

-¿Pero qué es lo que está encarnando Boric política y socialmente? 

-Gabriel es hijo de una coyuntura histórica muy intensa y él la vive con un gran protagonismo. O sea, lo hace en primera persona y en un tiempo en que la historia se hace en presente. Es muy distinto al “quietismo” de los 90, en que había una generación que no tenía esa misma capacidad de incidencia en la institucionalidad ni en el curso de la historia. Hoy, al contrario, ellos sienten que están cambiando el modo de hacer las cosas. Vamos a ver hasta dónde se logra, porque otra cosa es cómo se hace desde una condición de gobierno. Y otro factor clave que hay que considerar es que se está redefiniendo la derecha.

-¿Y eso qué implica?

-Que tampoco sabemos qué oposición vamos a tener del otro lado. Lo que sí sabemos es que toda la estructura del sistema de partidos políticos de la transición se vino abajo.  Pero la pregunta que tiene que estar muy presente en estos días es ¿cuál va a ser el liderazgo que va a prevalecer en la derecha? ¿Con quién se va a enfrentar este gobierno del FA? No se sabe todavía. 

-Boric tendrá que gobernar en un contexto económico complejo. O sea, los jóvenes que criticaban el modelo, el capital,  ahora deben gobernarlo. ¿Cómo debieran hacerlo?

-Efectivamente, el momento económico es parte de la complejidad. Además, ellos asumen un gobierno en medio de una crisis social, de una revuelta popular que no tiene par en las últimas décadas. El gobierno de Piñera cometió el error de atribuirle una cabeza política o ideológica que nunca existió. Algunos de estos jóvenes del Frente Amplio me contaban que Andrés Chadwick los llamaba en esos días y les decía: “Oye, traten de parar eso”. Pero nadie lo podía parar. No había una cabeza. En el fondo, ahí estaba el enorme abismo entre la política y la sociedad.

-¿Y eso es lo que habría que reparar?

-Absolutamente. Esa será una de las grandes demandas del nuevo gobierno: reconstruir la relación entre política y sociedad. Y ahí tenemos un dato que permite tener un optimismo razonable: votaron casi 8 millones y medio de personas en la segunda vuelta. Ese nivel de participación ya se nos había olvidado y aparece en un momento en que el dilema de las fracturas sociales y políticas de la sociedad chilena nos lleva a mirar que lo que asoma al frente es una derecha en sus versiones más cavernarias.

-¿Y eso cómo entra aquí?

-En que declaraciones como las de Johannes Kaiser o el mismo José Antonio Kast mostraron lo vivas que estaban las fuerzas conservadoras dentro de la derecha chilena y la amenaza que eso implicaba. 

-¿Eso explica el cambio de Boric entre la primera y la segunda vuelta presidencial?

-Claro, él se da cuenta que tiene que ensanchar la alianza social y política para hacer frente a la posibilidad de una regresión feroz. Y se da cuenta que para enfrentar esa amenaza, no bastaba con los ideales originarios del Frente Amplio. Hubo que plantearse una alianza más amplia. Y el otro dato a considerar es que estamos en una sociedad que está atravesada por una fractura social y política muy profunda. 

“Aquí se le dio una oportunidad a la política para resolver los conflictos a través de una deliberación racional. De esto debe tomar nota el nuevo gobierno y toda la esfera política”.

-Por eso: ¿cómo se hace cargo Boric? 

-Él ofreció una cuestión, dio confianza en la segunda vuelta. Eso ya te da una señal. Ahora, Gabriel siempre ha sido particularmente abierto para dialogar con los nuevos fenómenos de la sociedad. En cambio, las fuerzas políticas más antiguas demostraron no dar el ancho para leer esta sociedad emergente. Esta es una generación que entiende que los partidos se tienen que relacionar de otra manera con las fuerzas sociales. Lo tienen claro porque ellos mismos vienen de ahí…

-Pero ya dejaron de serlo…

-Claro, y ahí es muy importante que Gabriel Boric mantenga esa frescura para comunicar una institucionalidad que se había divorciado de la sociedad. Él puede recuperar ese vínculo. Y lo digo porque esa juventud popular, los grandes protagonistas de la revuelta, no se expresaron masivamente en la primera vuelta. Aparecieron en la segunda vuelta. Y eso hay que leerlo con humildad. 

-¿Qué lectura habría que hacer?

-Que la crisis social está absolutamente latente. Y que aquí se le dio una oportunidad a la política para resolver los conflictos a través de una deliberación racional. De esto debe tomar nota el nuevo gobierno y toda la esfera política.

LA ENCRUCIJADA

-Boric se movió más hacia la moderación. Mirando los orígenes del FA, ¿no podría ser visto como una traición? 

-No me gusta la palabra moderación. No creo que ese sea el eje. La sociedad chilena está demandando un horizonte de transformaciones. Hay muchas expectativas. Este nuevo gobierno va a tener que responder con relativa rapidez. 

-¿Complicado el panorama, no?

-Por supuesto. Esa es la encrucijada que tienen. ¿Cuáles son las condiciones reales en que se pueden empujar las transformaciones? Y más importante aún: ¿cuáles serán esas transformaciones? Este no va a ser un proceso lineal. Ahí hay que tener mucho cuidado…

-¿Con qué?

-Con la idea de que tenemos el sartén por el mango. Primero, porque nadie lo tiene. Y, segundo, porque esa postura hace caso omiso a la fuerza que puede tener la obstrucción conservadora en este país y que es muy fuerte. La derecha creció en la segunda vuelta. Son millones de votos. 

-¿Eso implica que la estrategia debería considerar un enemigo poderoso?

-El cuadro que se abrió en la segunda vuelta dejó las cosas más claras. El que compitió con Boric no es ninguna de las figuras dialogantes de la derecha. Al revés, apareció una derecha que ofrece una regresión conservadora y totalitaria brutal. Por lo tanto, la complejidad para impulsar las transformaciones, es mayor. Aquí no se ha traicionado ningún horizonte de transformaciones, pero el tema es ¿cómo se van a hacer?

“El que compitió con Boric no es ninguna de las figuras dialogantes de la derecha. Al revés, apareció una derecha que ofrece una regresión conservadora y totalitaria brutal. Por lo tanto, la complejidad para impulsar las transformaciones, es mayor”.

¿Y cuál es la amenaza que ronda?

-La velocidad, el orden en que se van a empujar las transformaciones y con qué estrategia se harán. Ya hay conciencia de que estamos en una cancha con un contendor -que es esa derecha cavernaria-, pero aún no sabemos exactamente qué liderazgo va a tener. Por ejemplo, ¿qué va a hacer el Partido de la Gente en el Parlamento cuando se empiecen a presentar los proyectos del gobierno? ¡No tenemos idea! ¿Cómo se negocia con ellos? Tampoco sabemos. Por eso es clave saber cómo se va a reordenar la derecha. Es una noticia en desarrollo.

-¿De qué manera podrían complicar al gobierno de Boric?

-En que la capacidad de obstrucción parlamentaria al nuevo gobierno puede ser enorme. Por eso estoy reclamando que nos fijemos en la derecha. Ése es uno de los puntos observables que son fundamentales para decidir cómo ordenamos un plan de transformaciones. 

-¿Le teme a la derecha?

-No es temor. Lo que digo es que aquí se puede dar un contexto de obstrucción muy fuerte. Y como sabemos que hay una sociedad demandante y que hay una crisis social que ha sido más bien negada desde la institucionalidad -del “no lo vimos venir” pasamos a una suerte de “aquí no ha pasado nada”- eso es muy peligroso.

-¿Por qué?

-Porque los indicadores sociales de hoy, producto de la pandemia, están peor de lo que estaban el 18 de octubre del 2019 y que dieron pasto para esa movilización. Entonces, este gobierno enfrenta esa situación, con una holgura fiscal inexistente y con una economía funcionando a otro ritmo. En esas condiciones, el nuevo gobierno tiene que ser capaz de enfrentar a una derecha en reorganización. Ahí es vital poner más atención. Esa es una de las variables, de las condicionantes para ver en qué orden y con qué intensidad empujas las transformaciones. 

-¿Y con qué ritmo habría que plantearlas?

-Tienes que partir de la base de que la sociedad no te va a dar un cheque en blanco. Ya sabemos que tiene una fuerte propensión a la movilización. Entonces, si esa derecha empieza a jugar a dilatar las reformas, por supuesto que puede generar complicaciones. Te doy un ejemplo alusivo a cómo se comporta esta derecha. Hace poco Juan Sutil dijo que no van a tolerar que se ponga en riesgo la propiedad privada. La verdad, no he escuchado a nadie que diga eso. Pero él lo dice para hablarle a una cueva. Es un discurso identitario, de aleonamiento cavernario de las fuerzas más retrógradas. Frente a este tipo de cosas es que tenemos que tener cuidado. Nosotros ya tuvimos una experiencia de eso hace ya casi 50 años…

-¿A qué te refieres?

-Me refiero a la crisis de la Unidad Popular cuando empieza a aparecer toda una agitación de temas que realmente no están puestos arriba de la mesa. Entonces, en este espaldarazo que tiene la política para procesar los conflictos, puedes llegar a tener una derecha que juegue a deteriorar la esfera política como espacio de resolución racional de los conflictos. Y eso es muy complicado. Entonces, cuidar la salud de la política, ensanchar la democracia y defenderla, es una tarea central para el nuevo gobierno. 

-Y al empresariado, ¿en qué postura lo ves?

-Tanto en el empresariado como en la derecha está en curso una reorganización. Y para decirlo en la vieja jerga, en términos tácticos, el nuevo gobierno tiene que poner ojo ahí. No es lo mismo salir a una cancha a jugar con Perú que jugar con Argentina o con Brasil. Son tres modos muy distintos de desplegarse en la cancha.

-¿Digamos que su preocupación es que se provoquen condiciones para un nuevo estallido social?

-Hay un nivel de propensión a la movilización que supera el sistema político en general y eso hay que tenerlo en cuenta como otra variable muy condicionante del ritmo de las transformaciones. En esos dos extremos es donde te puede apretar la derecha, claro. 

“Tanto en el empresariado como en la derecha, está en curso una reorganización. Y para decirlo en la vieja jerga, en términos tácticos, el nuevo gobierno tiene que poner ojo ahí. No es lo mismo salir a una cancha a jugar con Perú que jugar con Argentina o con Brasil”.

-¿Cómo? ¿En qué sentido? 

-Por un lado, hay una presión social que no la maneja ningún partido. Y por otro lado, hay una derecha obstruccionista que puede presionar tanto que termine llevándole leña al fuego a una nueva revuelta.

-¿A Boric le podría pasar eso?

-No sé. Lo que digo es que hoy todo está en configuración. Lo primero es encabezar una alianza social y política amplia y sumar a las fuerzas sociales. Es muy importante contar con ellas para poder construir el nuevo horizonte de transformaciones. Es importante sumarlas para que se expresen, para que tengan lugar dentro de la institucionalidad, porque si no lo van a buscar por fuera. 

-¿Esto te da esperanza o te tiene preocupado?

-Nunca he visto que los procesos de cambio hayan sido de otra manera. Este vértigo, esta zozobra es muy propia de los ciclos de cambio histórico. Esta idea de desmontar el neoliberalismo puede que nos tome una década. Por eso yo insisto, esto no va a ser lineal. Va a tener idas y retrocesos, regresiones. Podemos vivir una década de inestabilidad política que no solamente será responsabilidad del nuevo Presidente, sino de lo que está jugándose en el proceso constituyente y en el tipo de oposición que se va a generar, y en cuáles va a ser los  liderazgos empresariales que van a prevalecer. Estamos en una encrucijada. 

-¿Y cómo debiera moverse, entonces?

-Hay que mirar lo que pasó entre la primera y la segunda vuelta. Ahí es donde tenemos más señales de todo y podemos ver que Gabriel Boric entiende perfectamente que en este momento ni la política ni la posición gubernamental están para darse gustos. Gabriel asume que está frente a una encrucijada histórica muy compleja. 

“Esta idea de desmontar el neoliberalismo puede que nos tome una década. Por eso yo insisto, esto no va a ser lineal. Va a tener idas y retrocesos, regresiones”.

-Por lo tanto, ¿por qué ruta debiera transitar?

-Construir, ensanchar una alianza social y política que le permita contar con un respaldo real para empujar los cambios y ver con qué ritmo se harán las transformaciones. Este gobierno no va a gobernar toda la década. Y hay otro dato: éste es uno de los pocos Presidentes de la historia que empieza con una Constitución y va a terminar con otra que redibuja su propia figura y sus propias atribuciones. 

-Con todo lo que está en juego, ¿de qué tiene que cuidarse el nuevo gobierno?

-Entender que no da lo mismo el orden en que se pongan las transformaciones. En ese sentido hay que ser muy cuidadoso de elegir qué batallas se van a dar y dónde se va a concentrar el esfuerzo de transformación. No se puede dispersar en una especie de ambición omnipotente de cambios porque el horizonte de transformaciones necesita por lo menos una década.

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