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Mundo

24 de Febrero de 2023

A un año de la invasión rusa a Ucrania: Vivir una vida “normal” en estado de guerra en Kyiv

Desde la ciudad de Kyiv, el periodista Juan Vallejos relata el presente de la capital ucraniana a un año de que Rusia iniciara la guerra en su contra, mostrando cómo los jóvenes del país han aprendido a festejar en medio del conflicto bélico y las sirenas que alertan de un posible bombardeo se han transformado en un ruido blanco para los habitantes.

Por Juan Vallejos

Pidió una semana de vacaciones en su trabajo para ir a esquiar antes de que acabara el invierno. A través de whatsApp, Oleksandr Slyvchuk se ponía de acuerdo con sus amigos para pasar una semana de relajo en un hotel en las montañas, pero a las 5 de la mañana del jueves 23 de febrero de 2022, le escribieron que tal vez había que cancelar el viaje: había comenzado la invasión rusa a Ucrania.

El parlamento ucraniano acababa de aprobar la ley marcial y el Presidente Volodomir Zelensky entregaba un mensaje, a través de los medios comunicación, informando que iban a conseguir apoyo internacional.

Un día después, Vladimir Putin anunció una “operación militar especial en Ucrania”, en la que la comunidad internacional no debía entrometerse, si es que no quería sufrir “consecuencias que nunca ha experimentado en su historia”. Dicha operación militar especial, que se suponía iba a durar solo unas semanas, cumple hoy un año con miles de muertos, tensión mundial internacional, temor a un ataque nuclear y el recuerdo de los peores momentos del siglo XX.

–Fui ingenuo –reconoce–, como cientista político creí que Putin no sería capaz, pero me equivoqué.  No lo podía creer. Le escribí a un compañero ruso que tuve, cuando estuve estudiando mi maestría en el extranjero, para preguntarle qué estaba pasando. Pero me respondió que “todo estaba acordado” y que esto debería terminar con una Ucrania del Este y una Ucrania Occidental. Parecido a lo que pasó en Corea. No me preguntó cómo estaba, ni como me sentía o si estaba en algún refugio.

Nunca más tuvo contacto con él.

Oleksandr cambió sus maletas por un bolso con cosas básicas y su dormitorio por una estación de metro que servía como búnker. Revisaba las noticias en su celular, hablaba con amigos y familiares por whatsApp para saber dónde estaban y qué iban a hacer. Él decidió quedarse en la capital, a pesar de que Rusia ya la estaba bombardeando. Podía escuchar las explosiones y el ruido de los misiles crucero desde su casa.

Oleksandr Slyvchuk, cientista político en Ucrania.

Sasha, como también le dicen sus amigos, se preguntó en qué podía ayudar a su país. Desde su trabajo comenzó a dar entrevistas a medios latinoamericanos y españoles, dado que maneja el idioma. Él considera fundamental contar de primera fuente lo que está sucediendo, pues Rusia no solo ha desatado la guerra en el campo de batalla, sino que también en el campo comunicacional.

Acusa a la propaganda rusa en redes sociales de dar una idea a occidente de que en Ucrania hay un gobierno y un presidente nazis.

–Es ridículo lo que dice. Zelensky es judío –comenta–. Putin dijo que iba a desnazificar a Ucrania, y eso es propaganda, es mentira. Rusia ni siquiera reconoce la masacre de Bucha, en donde mataron a cientos de civiles dejando sus cuerpos en las calles.

Con el paso de las semanas que se convirtieron en meses, la “operación militar especial” de Putin se convertía derechamente en una guerra con ciudades destruidas, más de 4 millones de ucranianos desplazados y más de 7 mil civiles muertos de los cuales, según cifras de Unicef, mil corresponden a niños.

La vida de los ucranianos cambió y se quebró desde el 23 de febrero de 2022.  

Vivir entre el sonido de sirenas por la invasión rusa

Las sirenas que alertan de un posible bombardeo sobre Ucrania son casi un ruido blanco para los ciudadanos. Si bien la recomendación de las autoridades es refugiarse en las estaciones de metro apenas escuchan el sonido, lo cierto es que los ciudadanos, a un año de la invasión rusa a ucrania, siguen haciendo sus cosas.

La situación de la capital ucraniana es distinta y mucho más tranquila que la del Donbas, pero la noción de estar en guerra se percibe al notar que una de las aplicaciones más descargadas es la que avisa de los bombardeos y te indica donde protegerte. 

Además, se ven más militares en las calles que en una época normal y los “fuegos artificiales” son algo casi común sobre la ciudad.  Así les dicen a las explosiones que ocurren en el cielo cuando un misil ruso es interceptado por uno de la defensa antiaérea ucraniana.

El comercio está abierto, las calles comerciales de Kyiv lucen vitrinas iluminadas de tiendas como Mango o Benetton a unas cuadras de algunos edificios de estilo soviético con las consecuencias de la guerra en su estructura.  Los supermercados están totalmente abastecidos. En las esquinas se pueden ver a repartidores de comida con sus mochilas esperando a un costado de los erizos antitanques que están en las calles.

El tráfico en las calles no es distinto al de cualquier capital europea, salvo porque entre los vehículos puede estar un auto blindado o mimetizado. Los kioscos de café (que son muchos en Kyiv) sirven expresos y americanos sin parar. Los colegios y universidades continúan con sus clases. A pesar del frío, que varía entre los cero y dos grados, las personas salen a trotar esquivando algunos alambres de púas que se pueden encontrar en el camino.

Vendedores ambulantes ofrecen llaveros con balas y pulseras con los colores de la bandera. Los adolescentes caminan con sus audífonos puestos fumando sus vapers y en las estaciones de metro se puede ver a músicos tocando sus instrumentos con un sombrero en el suelo para juntar dinero.

Por otra parte, el toque de queda comienza a las once de la noche y dura hasta la cinco de la mañana. Los jóvenes como Oleksandr hacen fiestas de toque a toque y, si se reúnen con amigos en un bar, deben hacerlo desde temprano y hasta temprano.

A pesar de la guerra, el humor es parte de la vía de escape al contexto que enfrentan los ucranianos. En la plaza principal de la ciudad, el Maidan, se pueden ver corpóreos de Bart Simpson molestando a los transeúntes a espaldas de un centenar de pequeñas banderas del país que hacen memoria de los muertos. En las calles se puede ver la venta de papel higiénico con la cara de Putin y con la frase “Putin cara de verga” en ucraniano. En las tardes, cuando anochece, se pueden ver bares de karaoke llenos hasta una hora antes de que inicie el toque de queda.

Oleksandr dice que hay un chiste que ya es común entre los jóvenes, sobre que si la bomba que lanzan los rusos no es nuclear, entonces no hay que preocuparse. Cuenta, también, que cuando escuchan una explosión, en whatsApp tratar de adivinar dónde fue y, algunos más osados, tratan de adivinar que si fue un misil, un dron o algún otro artefacto interceptado.

–La vida sigue –dice Oleksandr, quien no solo asegura que todo terminará con una Ucrania victoriosa, sino que también con una Ucrania en la que podrá salir con sus amigos a pasar una semana de vacaciones de invierno en las montañas.

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