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Opinión

7 de Mayo de 2023

Columna de Jaime Mañalich | Nueva Constitución: ¿Por qué suenan las campanas?

Jaime Mañalich

"El signo esencial del nuevo tiempo es el miedo. Las campanas suenan por la dimensión omnipresente del pánico, marcado por la incertidumbre. ¿Estaré con vida mañana? ¿Me raptarán un familiar? ¿Podré tratar esta enfermedad? ¿Mantendré el trabajo? ¿La droga destruirá a los míos? La violencia sin control es solo la expresión más próxima de la angustia reinante. La población votará, ciertamente; pero esencialmente no porque quiera ver reflejada su preferencia en determinado consejero/a; sino, como si fuera un plebiscito, sobre la mayor esperanza de seguridad", escribe Jaime Mañalich en esta columna de opinión.

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Recapitulando, desde hace más de 20 años se instala progresivamente en la izquierda hispanoamericana la idea de que ha llegado el momento de un cambio radical en la tarea política. Insertándose en una revisión gramsciana del marxismo, obsoleto en su versión leninista, autores de grueso calibre intentan vitalizar conceptos como “momento populista”, “hegemonía”, democracia directa, y un nuevo anarquismo.

Sus filósofos más recientes son Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. Un pequeño grupo de fieles crece en Chile. El exvicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, y el líder de Podemos en España, Pablo Iglesias Turrón, llevan la teoría a la práctica, donde el llamado a una nueva Constitución, radical y refundacional, juega un rol fundamental.

El descontento chileno, la lucha por derechos identitarios, la marginación de los pueblos originarios, la inequidad de género, entre otros motivos, se canaliza (se hegemoniza, mejor dicho), a través de una joven generación, que encuentra una oportunidad sorpresiva para un momento revolucionario. Así llegamos hasta el 18 de octubre de 2019, cuando se entrona la violencia.

¿Qué ha ocurrido desde entonces?

En un desarrollo institucional esperanzador, propio de nuestro país, el 15 de noviembre de ese año se llega a un pacto: el Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución, suscrito por un abanico de representantes políticos, entre los que se cuenta el entonces diputado Gabriel Boric.

Este acuerdo es plebiscitado el 25 de octubre del 2020, con un resultado categórico. Votan siete y medio millones de personas, el 51% del padrón, y se aprueba por un 78% el inicio de un proceso constituyente.

Sin embargo, el progresivo distanciamiento de la ciudadanía con la fórmula refundacional se va haciendo evidente y el plebiscito para aprobar el nuevo texto resulta en un cataclismo. Votan más de 13 millones, una participación del 86%, y la alternativa Rechazo arrasa con el 61,8% de las preferencias. Desde entonces, se ha reiniciado el proceso para un nuevo proceso que permitiría contar con una nueva Constitución, a través de la definición de un grupo de expertos y la elección de un Consejo Constitucional.

¿Cuál es el determinante fundamental del giro -o vuelta de tortilla, dirían algunos- que se experimenta? Interpretaciones sobran. No pareciera obedecer al carácter obligatorio del voto, a una oferta política novedosa, a la curiosa conducta de algunos convencionales, ni a un mayor compromiso ciudadano con la representación democrática.

El signo esencial del nuevo tiempo es el miedo. Las campanas suenan por la dimensión omnipresente del pánico, marcado por la incertidumbre. ¿Estaré con vida mañana? ¿Me raptarán un familiar? ¿Podré tratar esta enfermedad? ¿Mantendré el trabajo? ¿La droga destruirá a los míos? La violencia sin control es solo la expresión más próxima de la angustia reinante. La población votará, ciertamente; pero esencialmente no porque quiera ver reflejada su preferencia en determinado consejero/a; sino, como si fuera un plebiscito, sobre la mayor esperanza de seguridad.

De ello se sigue que el proceso que se inicia este mes de mayo se radicalizará en torno a una sola pregunta: ¿Cuál es el mejor tratamiento para el temor que nos acecha? Es posible que la respuesta no se exprese en el texto de una nueva Constitución, sino en la primera parte del compromiso: el Acuerdo por la Paz Social. Si existiera esta voluntad de pacto, en el futuro se podría decir, parafraseando, “nunca tantos debieron tanto a tan pocos”. Por ahora, los cada vez más polarizados constituyentes deben mantener su promesa, y presentar a Chile una nueva y buena Constitución, sin miedo.

* Jaime Mañalich, médico, exministro de Salud entre 2010-2014 y 2019-2020. Militante de Amarillos por Chile.

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