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16 de Marzo de 2024

¿Existe el alma gemela? Cómo la idealización en la búsqueda de una pareja lleva al fracaso amoroso y el camino para lograr expectativas realistas

Almas gemelas Ilustración: Camila Cruz

La noción de encontrar a nuestra alma gemela está arraigada en el pensamiento colectivo, que sabemos de ella desde los antiguos mitos filosóficos hasta en las películas románticas o de Disney. Sin embargo, según el psicólogo Ricardo Carriaga, "es una expectativa irreal, no existe". Este anhelo de perfección romántica puede llevar a la decepción y al fracaso en las relaciones. The Clinic recopiló tres casos en los que los protagonistas crecieron con esta imposible expectativa amorosa y tuvieron que enfrentar el desamor en su búsqueda de esa alma gemela.

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Norma (54) estuvo buscando a su alma gemela durante 31 años. Si bien llevaba a cuestas la historia de sus padres -una en la que su madre seguía enamorada de su padre a pesar de sus múltiples engaños-, nunca dejó de creer que, en algún rincón del mundo, su alma gemela la estaba esperando. Así, empezó a buscar el amor a temprana edad y con una sola determinación: no ser como su mamá. 

“Siempre fui una mujer muy romántica, en el sentido estricto del concepto. Siempre fui muy apegada al amor romántico, al amor de las novelas“, explica Norma. Así, a los 16 años conoció al hombre que se convertiría en su primer esposo. Pensó que era el amor de su vida, y antes de los 23 años cumplidos, ya estaban casados y tenían dos hijas.

Sin embargo, al pasar una década, la relación se fue desgastando. Ella empezó a estudiar en la universidad y sintió cómo “avanzaba y avanzaba, y mi marido se fue quedando”. De repente, se dio cuenta que su esposo ya no era quién creía, y la idea de que él era su alma gemela se fue quebrando. “No puedo caminar al lado de alguien de quien no me siento orgullosa o quien no me haga decir: ‘wow’. Suena arrogante, pero era súper exigente”, explica Norma. 

Para el psicólogo Ricardo Carriaga, director del Centro Vivir en Pareja, la idea de las almas gemelas es una creencia propia del amor romántico, de esos romances que se ven en las películas cuando se es niño. “Es una expectativa súper irreal, no existe. No es posible conseguir eso”, opina Carriaga. “Entonces, si tú andas detrás de eso, siempre te vas a frustrar. Uno tiene que tener expectativas realistas”. 

Enamorados de una idea

Mateo (23) recuerda que, en su infancia, nunca pensó en el amor. Si bien veía que a sus compañeros del jardín les gustaban las demás niñas y los adultos constantemente preguntaban quién le gustaba a quién, este nunca sintió la necesidad de vivir un romance. Vivió así, en la inocencia, hasta que comenzó la pubertad: de repente, vio cómo todos sus amigos se emparejaban y se juraban amor eterno.

Así, comenzó a hacerse la idea de cómo sería su alma gemela: debían tener gustos musicales parecidos, tenían que compartir las mismas opiniones, y especialmente, el humor. “Pensaba que con esas personas iba a ser ideal. Para mí, si teníamos los mismos gustos ya era genial e íbamos a estar para siempre. Pero después me di cuenta que eso no es para nada lo primordial a la hora de buscar una pareja”, cuenta Mateo. 

Recuerda que su primera relación, que tuvo cuando tenía 16 años, fue su primer fracaso. En un principio, su pareja era ideal: los dos escuchaban música metal, jugaban videojuegos, pensaban políticamente parecidos. Sin embargo, con el pasar de los meses, él se empezó a dar cuenta que ella también estaba entablando una relación con otra persona. 

Las cosas que tenían en común lo embelesaron tanto que no se dio cuenta que, en realidad, ella comenzó a verlo más como un amigo. “En el fondo, terminó siendo una persona como que me ilusionó, nomás”, cuenta Mateo. Aún así, cree que su idealización causó que no cayera en la cuenta de los problemas que tenían antes de que ella lo engañara.

Según Alexander Finat, psicólogo de parejas y familia del centro médico Nueva Perspectiva, las personas creen en la idea del alma gemela porque es una forma de buscar la perfección. Una que, por supuesto, no existe.

“La idealización, lo que hace, es enmascarar, genera una suerte de superficialidad bajo la cual uno está mirando una suerte de pantalla, y esa pantalla es lo que uno cree que es la otra persona”, explica Finat. “La idealización no admite la intimidad, justamente pasa por encima de ella. Es lo que a nosotros no nos gusta, lo que no queremos mostrar a la sociedad, lo que uno siente en su privacidad. Y eso se escapa de cualquier tipo de perfección”.

Eso fue justamente lo que les pasó a Mateo y a Norma. En el caso del primero, se dio cuenta que, en realidad, nunca vio realmente a su pareja. “Me enfrentaba con la realidad de que esa persona era una persona, más que un personaje que me había hecho en mi mente”, reflexiona Mateo. 

Y en el caso de Norma, ocurrió cuando se separó de su primer esposo, a quien finalmente, le fue infiel. Después de eso, su vida amorosa se basó en buscar a su alma gemela. Un camino en el que tuvo otro hijo. Sin embargo, con cada una de sus parejas, le acompañaba la idea: “¿Esto es todo?”.

Además, no cumplían con sus expectativas: quería un hombre con el que pudiera debatir, que tuviera estabilidad económica o un buen trabajo. “Conozco muchas personas que no tienen muchas expectativas. No esperan tanto de la otra persona o se conforman más fácilmente. Yo creo que en ese sentido he sido más arrogante y esperaba más cosas. Entonces, me frustraba más. Y eso hizo que fracasara en mis relaciones”, relata Norma. 

“El otro no es lo que nosotros idealizamos. El otro, inevitablemente, va a terminar siendo quien es”, explica Finat. “La frustración constante es eso, porque empieza a generar un ciclo vicioso. Uno estaría intentando solapar por sobre la otra persona una idea de quien no existe”. Así, para el experto, esto sería una profecía destinada al fracaso.

“Lo más negativo de este concepto es cómo afecta en la flexibilidad de las personas cuando deben resolver la incompatibilidad en una relación”, opina Natalia Bevilacqua, psicóloga especialista en psicoanálisis. Además, la experta agrega que aparte de la desilusión, la idea del alma gemela puede provocar que las personas persistan en relaciones que, en realidad, deberían terminar. 

Menos expectativas, más comunicación 

Un delicado beso despierta a la princesa de un sueño eterno. Un príncipe recorre la aldea completa con sólo un zapato de cristal para buscar a su amada. Un verdadero amor convierte a la bestia en un hombre de verdad. Esas fueron las historias que criaron a Gabriela (39), y que según ella, es una de las tantas razones por las que aún espera a su alma gemela o persona ideal. 

Sin embargo, hasta hoy, no ha tenido suerte. Aún recuerda su primera gran desilusión, cuando llevaba cinco años de relación con su pareja y creía que él sólo encontraba placer con ella, como un alma gemela. “En mi inocencia, no tenía mucha idea de nada y poca educación sexual, y yo le encontré porno”, relata Gabriela. 

En su momento, la situación la devastó de tal manera, que provocó que ella se sintiera tan insegura que, eventualmente, terminó con la relación. “Nunca me cupo en la cabeza que mi pololo hubiera estado mirando porno, y no me cupo nunca en la cabeza. Ahí como que algo se quebró para mí”, explica Gabriela. 

Sin embargo, con el pasar del tiempo, entendió que, si bien el suceso le molestó y cambió por completo la imagen que tenía de él, nunca habían hablado del tema. En el acuerdo de su relación, la pornografía no contaba como un límite que él no debía cruzar. “Hoy lo miro hasta con risa”, comenta Gabriela. “En el fondo, en mi moral, eso no cabía. Pero nunca lo hablamos, solo lo asumí”. 

“El 100% de las veces que uno se siente frustrado o decepcionado es por una expectativa tuya que no se cumplió”, explica el psicólogo de parejas Ricardo Carriaga. “O sea, uno siempre tiene expectativas. Pero tienen que ser reales. Y además de reales, comunicadas”. 

¿Qué hacer ante el fracaso del alma gemela?

Norma conoció a su actual pareja cuando su último y tercer hijo tenía ocho meses, y la idea de encontrar a su alma gemela ya era una causa perdida. Sin embargo, apenas lo vio, sintió una conexión. “Me gustó físicamente, era una cuestión así como muy de piel. Además, yo lo conocía un poco, las veces que habíamos hablado me pareció súper enfocado”, recuerda Norma. A pesar de eso, no intentó nada: aún trataba de salvar la relación con el padre de su último hijo. 

Sin embargo, con el pasar de los meses, ella y él se dieron cuenta de que no iba a resultar. Así, cada uno escogió su camino, y ella por su lado, decidió acercarse a él, a pesar de que no estaba tan interesado. Y gracias a la insistencia de ella, él comenzó a mostrar interés. 

“Creo que los primeros años de nuestra relación, fui yo la que marcaba más el paso”, cuenta Norma. Así, ella decidió terminar con él por un tiempo. Y él, con el miedo de perderla, comenzó a buscarla. “Ahí él como que reaccionó, y se dio cuenta de que lo que teníamos era verdadero. Él empezó a hacer lo que hacía yo antes, a sostener la relación hasta el día de hoy”, relata Norma. 

Norma cree que una de las razones por las que no funcionó, al principio, se debió a que no estaban enamorados. “Los dos veníamos de matrimonios pasados. Ninguno de los dos quería volver a fracasar. Creo que nos hemos esforzado 20 años por mantener esta relación. Entonces, creo que nosotros hemos alimentado esta idea del amor”, reflexiona Norma. “Estoy tranquila y feliz con mi decisión (…) Él tiene valores distintos a los míos, pero creo que aprendimos a juntar y conocer estos dos mundos y a construir un mundo distinto, que es nuestro, privado, propio”. 

El psicólogo Ricardo Carriaga dice que el objetivo de las relaciones no es tener familia ni desarrollar un proyecto de vida, si no la felicidad que se logre en ella. “La relación te tiene que tener contento, no tu pareja. O sea, tú y yo vamos a armar una relación que nos tenga felices. A ti, con las cosas que te hacen feliz a ti, y yo con las cosas que me hacen feliz a mí. Y que en alguna coincidamos, obviamente. Tiene que ser tan eficiente esa estructura de relación, que además tiene que actualizarse con el tiempo”, explica Carriaga. 

Eso mismo le ocurrió a Mateo, cuando conoció a su actual pareja. En su caso, le pasó cuando se dio cuenta de que su polola no tenía el mismo humor que él. “Ahora encontramos un humor muy nuestro. He descubierto otro lado de mi humor que nunca había conocido y la pasamos súper bien, nos cagamos en la risa”, cuenta Mateo. “Creo que en esta relación he podido conocer a una persona de una manera mucho más real. Mucho más humana”. 

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