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Entrevistas

27 de Julio de 2024

Sonia Montecino, Premio Nacional: “Muchas de las razones de esta violencia están vinculadas a las desigualdades y delirio por la mercancía y poder”

"Los seres humanos hemos luchado toda nuestra historia para que los sentimientos de querer aniquilar al otro puedan ser contenidos. Pero nos damos cuenta que es difícil", dice la antropóloga, quien analiza la violencia de hoy en el país y señala que se ha generado una paranoia "que reproduce el mensaje que el crimen organizado quiere plasmar". Del rol que juega la televisión, afirma: "Hay una exhibición, un espectáculo de la violencia, que lo que hace es reproducirla y, de algún modo, construir un círculo vicioso".

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43 homicidios a julio de este año fue la cifra que contabilizó el gobierno hace unos días. 18 de los asesinatos fueron durante el último fin de semana largo. 17 en la ciudad de Santiago. 50 balazos suman solo dos de ellos. 1 propuesta de cárcel de alta seguridad para la comuna de Santiago. La crisis de seguridad es, según Sonia Montecino, también una crisis de violencia exacerbada. No solo por la brutalidad de los crímenes, también por su exposición y las decisiones políticas respecto a una nueva forma de violencia descarnada en el crimen organizado.

“Antes eran familias de delincuentes, había toda una graduación, una normativa ética de la delincuencia. Se le robaba al que tenía plata, no se le robaba a tu propio congénere dentro de un barrio… En fin, una serie de normativas que ahora se transformaron. Así empieza este robo con violencia de matar a la gente”, comienza a analizar.

La destacada autora y Doctora en Antropología, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales en 2013 por su investigación en estudios étnicos, en género y gastronómicos, reflexiona sobre cómo los chilenos se están enfrentando a la violencia. La reacción que ella ve ha sido a través del terror producto de la sobreexposición de los crímenes en los medios. Algo que considera peligroso para la ciudadanía y la política.

—Hay un sentir de que en Chile, se ha “involucionado” en torno a la violencia. Que antes no se mataba a escopetazo limpio. Que antes no se le disparaba a un niño. ¿Qué ha cambiado?

—Estaba leyendo un libro de Pablo Zeballos, que fue especialista y Carabinero en temas de seguridad e inteligencia, y sabe de primera mano lo que estamos hablando.. Se llama “Un Virus entre Sombras”. Se trata del narcotráfico en Chile. Es interesante, porque sintetiza muchas cosas que se han estado diciendo, pero que no se han tomado de una manera integral. Ahí uno entiende que el cambio tiene que ver con una forma delincuencial que antes operaba de una determinada manera. No tenía que ver con controles territoriales como ahora. 

— ¿Se asocia al narcotráfico y a la inmigración también?

—Este control territorial lo que hace —como toda organización— es justamente tener una orgánica complejísima. No es la orgánica antigua de la familia de delincuentes, de linajes de delincuentes. Es una estructura donde viene gente de afuera. No es un clan familiar. Por eso este control que se empieza a tener sobre un espacio. La gente lo lee con que esto tiene que ver con los migrantes. En algún sentido, hay una referente. Dentro de estas muertes están vinculados grupos migrantes y esto provoca un rechazo. En Brasil, en Venezuela, y en otros lados, existen estas orgánicas.

—¿Qué cree que le produce a los chilenos ver esta involución en las calles? 

—En Chile ha habido un cambio respecto al concepto y a la práctica de la delincuencia. Esto tiene que ver con que estamos viviendo un escenario de capitalismo de última generación. Hay un fenómeno de transformación social cultural y política súper fuerte en este momento, que también tiene toda esta cosa tremenda del individualismo. De cómo se construyen los sujetos en esta sociedad de consumo. Donde el prestigio está dado por tener, tener y tener. En este contexto, donde “la cosa tuya es tu problema y no el mío”. Si estas cosas —el crimen organizado— ocurren en el “barrio x”, les pone atención, “pero no me pasa a mí”. Y como “no me pasa a mí”, lo naturalizo.

—¿Entonces hay un entendimiento general de lo que realmente es vivir con el crimen organizado en las calles?

—Aquí se hablan siempre las cosas muy superficialmente. Por eso cito este libro de Pablo Zeballos, que hace una conceptualización de esto. Y ahí uno empieza a entender. Uno escucha “crimen organizado”. Ya, ¿pero qué es eso? Hay algo desfasado respecto a la realidad de lo que ocurre y la forma en la que estamos buscando soluciones. Me da la impresión de que nos hace mucha más falta un conocimiento real de esto. ¿Qué es? ¿Quiénes son realmente las personas que están en esto? Hay límites complejos, que también tienen que ver con la política y la forma de administración de los lugares.

La morbosidad de la violencia: matar para integrarse al grupo

Para describir la causa y la consecuencia de una violencia que está recurriendo reiteradamente al homicidio, Sonia Montecino cita las conferencias sobre canibalismo de Claudio Lomnitz, antropólogo chileno y mexicano.

La analogía compara las razones por las que alguien puede cometer un crimen, como la práctica del canibalismo en el crimen organizado en México, al aumento de la morbosidad de los crímenes en las calles de Santiago. “Se trata de cómo son capaces de llegar a hacer algo así”, comienza a explicar. “Lomnitz ha visto cómo el canibalismo ha empezado a aparecer como un rito. Una práctica para la confianza y adscripción que estos grupos de crimen organizado, van buscando en las personas que los integran”, continúa.

La antropóloga usa como ejemplo el presunto caso denunciado por el abogado Aldo Duque a través de X en marzo de este año. En su red social, expuso que una mujer lo contactó para que se hiciera cargo del caso donde descuartizaron a su madre y a la pareja de su madre. Según cuenta Duque, la denunciante expuso que “sus restos los asaron en un parrilla que pusieron afuera de la casa. Incluso, invitaron a los vecinos a servirse y lo que no comieron se lo dieron a los perros”.

Desde la Fiscalía Occidente se declaró en abril que ésta era una investigación en curso. Fue la última vez que se refirieron al tema. Sonia Montecino habla de él para dibujar la extensión de los límites criminales a la hora de jurar lealtad a quienes controlan los territorios.

—¿Cómo se podría relacionar ese canibalismo con los homicidios que hemos visto este año en Chile? 

—Hablábamos antes de que no se trataba de un clan ni de una familia, sino de personas que vienen de afuera. Entonces, ¿cómo estas personas demuestran que son capaces de decir que pertenecen o que hay lealtad? Ahí aparece una de las prácticas, con las cuales ingresan al grupo, que es justamente este canibalismo.

—¿Hemos tenido ejemplos de ese tipo de requerimiento de demostración de lealtad en Chile?

—Fue algo que ocurrió el 18 de septiembre del año pasado. Desaparecieron unas personas. Una hija empezó a buscar a su madre. Encontró solo su cabeza en una población. Hacen la pista y resulta que lo que había ocurrido era un tema con narcos, que mataron a esta mujer con su pareja. La cortaron y la ofrecieron en un asado para la población por el 18 de septiembre. A mí me hizo mucho eco por lo de Lomnitz. Llegaron a ser capaces de hacer algo así. En el caso mexicano, esa es la fórmula para el ingreso. Después, hay un montón de otras cosas. 

—¿Cómo podemos entender la analogía entre esa morbosidad y los crímenes que se muestran hoy en las noticias?

—Los seres humanos hemos luchado toda nuestra historia para que los sentimientos de querer aniquilar al otro puedan ser contenidos. Pero nos damos cuenta que es difícil. Hemos tenido unas guerras horribles. Pero no podemos hacernos los que no sabemos que estamos también constituidos por esas pulsaciones. Como dicen los psicoanalistas: “Son pulsiones de vida y también pueden ser pulsiones de muerte”. Contra ti mismo o contra otros. 

—¿Ya no se contienen estas pulsiones en el crimen?

—En términos simbólicos y de las subjetividades, estos temas se zanjaban antiguamente con lo que se llama “un chivo expiatorio”. Generalmente el chivo expiatorio se trata de un tercero, una víctima ante la cual todos los males se ponían en esa persona y había que eliminarlo. Al eliminar al chivo expiatorio, los otros dos quienes estaban en conflicto, lograban un orden. La pregunta es: ¿Quién es ese chivo expiatorio ahora?

La cárcel, la tele y la paranoia

—Y hablando de estrategias: ¿Es una cárcel de alta seguridad en el centro de Santiago una buena estrategia para contener el crimen organizado? ¿O disminuir los homicidios? 

—No sé si efectivamente este encierro, o tener a todos los criminales juntos, va a solucionar la violencia. Además, según Zeballos, la fórmula en la que están funcionando las cárceles hoy en día es muy distinta a la que había antes. Estar adentro de la cárcel, incluso, protege a mucha gente que producto de los conflictos entre grupos podrían ser asesinados y en la cárcel encuentran una protección. Uno ve que desde la cárcel se siguen manejando los sistemas de crimen. No sé si la cárcel de alta seguridad sea la respuesta. 

—¿Dónde podría estar la respuesta desde una mirada social?

—Creo que obviamente hay que tener una respuesta, pero creo que la respuesta está mucho más en conversar, reflexionar y poner en su lugar esta violencia. Hay preguntas que son sociales y culturales también. Si la droga es la que está vinculada con el crimen organizado, ¿qué pasa si legalizamos un determinado tipo de droga? 

—¿Estamos teniendo ese nivel de reflexión?

—Una cosa es mostrar y otra cosa es reflexionar. Porque es mucho más profundo, hay una estructura que lo permite. Creo que los medios lo han hecho pésimo. 

—¿Se refiere a la cobertura de los homicidios? ¿A la televisión?

—Sí. Creo que se toma muchas veces el tema de la violencia de una manera superficial. Hay una exhibición, un espectáculo de la violencia, que lo que hace es reproducirla y, de algún modo, construir un círculo vicioso. La televisión, donde la gente puede seguir a estos policías que persiguen a los delincuentes en las poblaciones… se transforma en un tema de exhibición. Me imagino que para el mensaje que el crimen organizado quiere que aparezca es generar miedo. Entonces —con la televisión— se exacerba —ese mensaje—, que sin duda es muy poderoso, complejo, tremendo. Pero no es que toda nuestra vida esté copada por esta violencia. 

—¿Qué le pasa a la gente cuando ve este tipo de cobertura noticiosa sobre el crimen?

—Mucha gente empieza como con una paranoia. Yo conozco a personas que no quieren salir en la noche porque les da miedo, les da terror. Entonces hay una complicidad entre los medios y las redes, y este mensaje que quieren entregar estos sujetos violentos.

—¿La gente tiene miedo de encontrarse un cuerpo baleado?

—Claro, te genera terror, miedo. Por otro lado genera mucha rabia de que “no funcionen” las instituciones que deberían funcionar para apalear esto. O para defender. Porque, en el fondo, a lo que va eso tiene que ver con la protección. Como somos un país muy abandonado… 

—¿Es justificado ese terror?

—O sea, si yo lo vivo personalmente, obviamente que es un terror justificado. No quiero minimizar lo que estamos viviendo, es obvio, es un proceso mundial. Pero de ahí a que toda nuestra vida esté copada por violencia… no lo creo. Sin duda los portonazos atraviesan los lugares y clases sociales. Pero si toda nuestra vida estuviera así, obviamente estaríamos aterrorizados por abrir la puerta de la casa y ver cómo matan a alguien. Pero eso no es así. Todavía. Tampoco es así en otros lugares donde sabemos que hay mucho crimen organizado. La gente igual desarrolla su vida. Pero existe la naturalización del “esto ya forma parte de nuestras vidas y ni nos asombra”.

Naturalizar la violencia: lo que pasó con el caso Macaya

Sonia Montecino cuenta que cuando el domingo prendió la televisión y se encontró con la participación del alcalde de La Florida —próximo a competir en las primarias de la derecha por el puesto de candidato la presidencia—, se sorprendió por sus posturas en cuanto a la seguridad.

Dos días después, vio que Eduardo Macaya fue sobreseído de la prisión preventiva y debe esperar que se materialice su condena por violación a menores, desde su casa. “Si esto no produce escándalo y condena, si la justicia no es severa, entonces legitimamos una gramática de violencia ejercida en el núcleo fundamental de las comunidades humanas”, señala. “Macaya no es cualquier hijo de vecino. Quizás sea este el más prístino ejemplo de cómo se intenta naturalizar la violación y los derechos de unos hombres sobre las niñas mujeres”, dice.

—¿Hay personas que sean responsables de la prevalencia del círculo vicioso de la violencia a través de su exhibición en los medios?

—A veces se produce un aprovechamiento político y populista frente a la violencia del crimen organizado y se proponen soluciones que, si bien llegan a ser efectivas en cuanto a dar una sensación de mayor seguridad a las personas, terminan por tensionar los valores democráticos. Me parece que no es momento de manipular y sacar provecho, sino de pensar en el bien común y en cómo conjugar políticas que brinden seguridad y al mismo tiempo encarar las razones.

—¿Qué falta por reflexionar?

—Muchas de las razones de esta violencia están vinculadas a la globalización, las desigualdades y al delirio del amor por la mercancía y el poder que asiste al mundo. Las adicciones son el nudo básico del narcotráfico, y las acciones de rehabilitación son lo que menos se escucha como posibilidad. En esto es preciso evitar las ligerezas, se debe pensar y actuar de manera múltiple e interdisciplinaria, responsablemente.

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