Opinión
11 de Agosto de 2024Cuando Boric era Gabriel
"Si en el futuro lejano se nos recuerda a los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric de la actual generación como hoy se recuerda a Aylwin, Frei, Leighton, Tomic, Fuentealba… sin lugar a dudas, habremos cumplido nuestro cometido", es una de las palabras que rescata Kike Mujica en su perfil sobre el Presidente Gabriel Boric, que evidencia la transformación del Mandatario al pasar los años en el poder.
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Hace ocho años, en The Clinic, el diputado Gabriel Boric escribió una de las críticas más feroces contra la Concertación: puso en duda las credenciales democráticas de Patricio Aylwin, 48 horas después de su muerte.
Hoy, el Presidente admira a Aylwin. Quizá nunca hubo en Chile una metamorfosis tan grande y en tan poco tiempo de un Mandatario en el ejercicio del poder. Este es un viaje con escalas de cómo Boric mutó de ‘pidamos lo imposible’ a ‘la medida de lo posible’.
19 de abril del 2016.
Pilar Velasco, socia de Extend, envía el WhatsApp que mantenía a la prensa en vigilia: murió el presidente Patricio Aylwin. Era el protocolo de veracidad acordado con la prensa ante las mil veces que las redes sociales mataron, antes de tiempo, al expresidente.
Al otro día, en Teletrece, organizamos un debate para analizar la transición,de la que Aylwin fue padre fundador. En los 90 hubiéramos optado por una contienda de autoflagelantes vs autocomplacientes; eso ahora olía a apolillado.
¿Por? En 2014 desembarcaron en la Cámara, Gabriel Boric, Karol Cariola, Camila Vallejo y Giorgio Jackson, la agresiva bancada estudiantil de la nueva izquierda, que repudiaba la Patria Vieja —de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet— por transar con la derecha y perpetuar, sin arriscar la nariz, el modelo neoliberal de Pinochet.
El nombre de los contrincantes surgió rápido.
El diputado Gabriel Boric: guaripola en dar las últimas paleadas de tierra al féretro concertacionista. Y Camilo Escalona: eximio maratonista postdictadura y crítico de esa izquierda novísima, que sin haber nunca transpirado por miedo a la DINA, maldecía la transición.
Antes de las 21 horas, los dos llegaron al canal. Boric vestía camisa de franela azul y roja, desabotonada, fuera del pantalón. Su pelo y barba eran más tupidos que hoy. Escalona portaba traje y corbata oscuros, señal de luto por Aylwin.
Los dos se saludaron fríamente.
Gabriel vs. Camilo
Boric desplegó sus argumentos: su generación debía analizar con respeto a sus antecesores, pero eso no impedía criticar a Aylwin. Uno, porque él y la DC, en su mayoría, apoyaron el golpe militar. Dos, por la transición que, decía Boric, “más que transitar hacia alguna parte, sin dejar de reconocer las libertades que se conquistaron, fue una consolidación del principal legado de la dictadura, que es el modelo económico, político y social, que hasta hoy sigue vigente”.
Escalona, situado al otro lado del mesón, se veía mosqueado, sobre todo cuando Boric argumentó que la Concertación se movilizó para “desmovilizar al pueblo”: “le dijeron a la gente que derrotó a la dictadura: muchas gracias, ahora nos toca gobernar a nosotros”.
“Las críticas a la transición prueban la ignorancia de lo que realmente ocurrió. Eso de decir, “mire, llegó una cúpula política y les dijo ahora desmovilícense, es una construcción enteramente artificial”, retrucó Escalona.
Boric, entonces, enunció la famosa frase de Aylwin, que enervaba a los frenteamplistas: “En la medida de lo posible”.
“¿Quién define lo posible? Por parte de los gobiernos de la transición, de ustedes, hubo una decisión de que los criterios de posibilidad se decidían entre pocos”, le enrostró Boric a Escalona.
“Es válido que la nueva generación tenga críticas hacia lo que fue la transición. Pero creo que es un completo error descalificarla. Señalar que es una dictadura disfrazada es una caricatura”, contrataco Escalona.
La marcha que los Aylwin no olvidan
Cuando los conductores —Ramón Ulloa y Constanza Santa María— despedían con premura a los panelistas, Boric insistió en pedir un minuto: “Quiero hacer un llamado a los estudiantes, con quienes voy a marchar mañana, a movilizarse para seguir transformando la educación, que es una pelea que venimos dando desde hace tiempo”.
El punto es que al otro día era el homenaje en la Catedral a Patricio Aylwin. Desde el entorno del exmandatario habían pedido públicamente —no una, sino varias veces— que la marcha se pospusiera por respeto y por duelo nacional. Pero no. Se hizo. Y Boric marchó.
La entonces alcaldesa de Santiago, Carolina Tohá, repudió la marcha: “Hoy Chile está de luto… creo que es realmente lamentable”.
Por si fuera poco, ese 21 de abril, Boric escribió en este medio una columna que enervó aún mas al mundo concertacionista: “Estas semanas se derramará mucha tinta para recalcar las virtudes de Patricio Aylwin. Habrá reconocimientos transversales a su legado, y de seguro el discurso oficial será unánime en reconocer al expresidente como un demócrata ejemplar. Seremos pocos los que no nos sumaremos a estas voces, no por mezquindad, sino por diferencias políticas”, escribió.
Gabriel reveló por esos días que antes de publicar la columna se la envió a su padre para conocer su opinión.
“Decepcionante”, le respondió Luis Boric.
El golpe del 4 de septiembre
Viajemos del 2016 al 2022. El diputado se convierte en el Presidente más joven del mundo en una inesperada jugada de la vida. Su madre, María Soledad Font, lo confesó en abril del 2022: “Él jamás pensó en ser Presidente. Y si él no lo pensó, nosotros tampoco”.
Si Boric no lo tenía en el plan, tampoco sus huestes, cuyo plan era seguir navegando en la democracia radical y no aún en el partido del orden. Fue un parto prematuro. Eran muy jóvenes para rendirse a la bitácora inexorable que Aguilar Camín, en su novela La guerra de Galio, delineó para cualquier habitante del poder: “Juventud deslumbrante, madurez negociada, vejez aborrecible”
Conversé con tres personas que conocen al Presidente. La pregunta que les hice: ¿Por qué y cuándo Gabriel se convirtió en Boric?
No se trata de insistir con las volteretas —Checho Hirane tiene un show humorístico con ese nombre— o la evocación de Zelig, sino en indagar en esa relación entre poder y moderación, que puede ser a) sincera; b) un matrimonio por conveniencia, frágil por naturaleza, pero que puede convertirse en amor del bueno; c) impostura camaleónica; d) todas las anteriores.
Gabriel, me dicen a modo de hipótesis —recalco hipótesis—, comenzó a ser Boric cuando en solitario apoyó el acuerdo del 15 de noviembre del 2019. En el papel que quedó como testimonio esa noche, su firma figura en un rincón, casi cayendo de la hoja en blanco: fue la última. Y la única sin partido de respaldo.
La reacción de sus camaradas de Convergencia Social —partido que lo dejó solo en ese momento— goza hoy de mala vejez: suspendieron su militancia y enviaron castigado al tribunal supremo, por iconoclasta, al futuro Presidente de la República; y, a posteriori fueron fervientes partidarios del mismo proceso constitucional que repudiaron en su origen (y lo perdieron).
Marzo de 2022. Gabriel, me dicen, siguió siendo Gabriel cuando nombró a Izkia Siches como ministra de Interior, un sismo con réplicas aún no cuantificables.
Cercanos a Boric, alertados, trataron de persuadir a Siches de que Interior no era buena idea. Le insistieron que Salud o Desarrollo Social eran mejores carteras. Pero ella —y sus asesores de delantal blanco— quería Interior.
El experimento duró apenas 6 meses, balazos en Temucuicui incluidos.
El mazazo mayor, coinciden cercanos al presidente, fue el 4 de septiembre del 2022. El contundente triunfo del Rechazo a una Constitución que Boric apoyó a rajatabla —“cualquier cosa es mejor que la de cuatro generales”— fue el triste, solitario y final: desde ahora en adelante, como maldito o bendito déjà vu, “la medida de lo posible” volvía después de 32 años a La Moneda.
La derrota apura cambios. El 6 de septiembre, sale Siches y entra Carolina Tohá, figura consular de la socialdemocracia nacional. Parece ser el fin definitivo de Gabriel y el comienzo de Boric.
Desagravio a Aylwin
30 de noviembre de 2022. Han pasado cuatros meses del nocaut constituyente. Gabriel Boric inaugura en la Plaza de la Ciudadanía —con Sebastián Piñera invitado— la estatua del expresidente Patricio Aylwin.
En su discurso es particularmente elogioso con la figura del líder DC. El Gobierno concurre en masa, salvo el Partido Comunista.
Boric se explaya. Y aparece otra vez en el relato, su padre, Luis Boric.
“Mi padre, DC de los años 60, siempre me criticaba y peleábamos —todavía un poco— porque nuestra generación ha levantado una visión crítica de la Transición. Me decía ‘es que ustedes no vivieron esa época, ustedes no saben lo que significaba tener a Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército‘. Y, efectivamente, hoy, esas palabras que, a través de mi padre, me las imagino, en nombre de don Patricio, retumban fuerte”.
El Presidente también aborda en su alocución la doctrina de “en la medida de lo posible”. Ya no la sataniza:
“Desde esta tribuna quisiera aportar una breve reflexión al debate sobre lo posible en política, respondiendo la interpelación que hace mítica la frase: “La medida de lo posible pertenece a los pueblos, a las mayorías y sus límites se encuentran allí donde se alojan las principales preocupaciones y los anhelos de todas y todos”. Lo posible es por lo que hay que dejar todo nuestro esfuerzo, todo nuestro empeño, es lo que se define colectivamente. No es el desgano, como algunos, malamente, pudimos haberlo interpretado anteriormente”.
Pero el círculo del resarcimiento y del desagravio —y también de la culpa para algunos— se cierra cuando enuncia: “Si en el futuro lejano se nos recuerda a los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric de la actual generación como hoy se recuerda a Aylwin, Frei, Leighton, Tomic, Fuentealba… sin lugar a dudas, habremos cumplido nuestro cometido”.
A confesión de partes, relevo de pruebas.
Después de los 30 años
Boric será el primer Presidente de Chile que le contará a sus hijos —si los tiene— que fue Presidente. Una persona cercana al Mandatario esgrime que los grandes cambios en las personas suceden a los 30 años. “Eso, en primer lugar, más el peso del ejercicio del poder, han motivado que el Presidente haya cambiado, sobre todo su manera de analizar el pasado. ¿Qué hay de extraño en eso?”, dice.
Otro dirigente socialista da el ejemplo de José Antonio Viera-Gallo: “Entre los 27 y los 30 años proclamaba la inevitabilidad de la dictadura del proletariado. A los 36, en el exilio, esbozaba la renovación socialista. En los 90, fue figura consular de la política de los acuerdos”.
El Presidente suele contar en privado que en su adolescencia quiso crear una célula del MIR en Punta Arenas e intentó ingresar al Partido Comunista. No le resultó ninguna de los dos. Un cercano me dice que ese Boric ya no existe y que lo ve militando en el Socialismo Democrático. Y como candidato presidencial del partido de Allende.
Sea como fuere, queda mucho para el futuro y el presente manda. En su gobierno, Boric no refundó la política; en su gobierno, Boric refundó a Gabriel.