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23 de Agosto de 2024Síndrome del Salvador: el silencioso desgaste de quien siempre está para sostener a sus amigos y parejas
La búsqueda de la gratificación positiva de "ayudar" o "empatizar", se puede vuelve el centro de la vida de esa persona. Ahí, según los especialistas, está lo patológico: cuando este deseo de ayudar, empieza a afectar aspectos de la vida cotidiana de quien actúa como héroe todo el tiempo.
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Ese amigo que siempre está ahí en los peores momentos. “Es mi paño de lágrimas”; “Siempre está ahí no importa lo que pase”; “Me ayudó a salir adelante en mis peores momentos”, son definiciones de amistades y relaciones valoradas positivamente. Tener una persona “salvadora” en una relación es algo que en general, se percibe como una conducta normal y positiva. Incluso hoy, puede entenderse como responsabilidad afectiva.
Pero lo que no se ve a diario, es que la persona “salvadora” de una relación también puede estar generando un desgaste emocional importante en su ser.
¿Por qué ayudar a un amigo o una pareja? Estar disponible para ayudar es parte del comportamiento humano más básico. El altruismo, según la RAE, es la “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. “Darwin diría que si mantenemos lazos de parentesco con ese otro, la conducta altruista es adaptativa, ya que así se preservan nuestros genes a través de ese parentesco“, dice Mónica Narváez, psicóloga de la Universidad Autónoma Madrid.
Pero luego, están aquellas personas que no mantienen parentesco con otras y aún así, procuran ayudar y empatizar con ellas. Esto, a pesar de que pueda generar un desgaste. Pasa en las relaciones de amistad o de pareja -que aún no constituye familia-.
Por ejemplo, una parte de la pareja que levanta del suelo a la otra todo el tiempo y que ese, se convierte en su rol principal. La otra parte, sufre conflictos complejos todo el tiempo. A veces, no es capaz de solucionarlos por sí sola. Pero ahí está el otro, en un compromiso incondicional, aunque no haya parentesco, ayudando y resolviendo los problemas. El rol de una persona “salvadora” en una relación puede tomar muchas formas y no necesariamente ser patológico. ¿Cuál es el límite?
Cuándo ser la persona “salvadora” de la relación se convierte en un síndrome
La búsqueda de la gratificación positiva de “ayudar” o “empatizar”, se puede vuelve el centro de la vida de esa persona. Ahí, según los especialistas, está lo patológico: cuando este deseo de ayudar, empieza a afectar aspectos de la vida cotidiana de quien actúa como héroe todo el tiempo.
El centro madrileño Capital Psicólogos, que cuenta con iniciativas apoyadas por la Unión Europea, estudia el funcionamiento del cerebro en torno a la creación de la personalidad en un ser humano. La psicóloga Laura González Adsuara aborda el hecho de ser una persona empática y ayudadora. “Es uno de los comportamientos que suelen obtener un mayor reconocimiento desde el punto de vista social es ayudar a otras personas. Por lo general, el ser altruista es una cualidad muy positiva”.
Pero, luego especifica los problemas que esta cualidad puede traer.
El síndrome del salvador se define, según los especialistas españoles, como una persona que ofrece permanente ayuda y servicio a sus vínculos, pero empieza a basar su vida en eso.
Puede darse en cualquier tipo de relación social, no importa si la persona es amigo, pareja o colega en el trabajo, por ejemplo. Lo que está detrás de estos actos de ayuda, que pueden ser muy loables en la racionalidad, es que la persona basa su satisfacción personal y autoestima con servir a otros.
“Este comportamiento, que en un primer momento aparece como una respuesta socialmente adecuada, se acaba convirtiendo en una necesidad”, explica Laura González Adsuara. “Este tipo de rol, acaba creando una dinámica dependiente. La persona con el complejo de “héroe”, siente que necesita ayudar a la otra para sentirse mejor, o para dar sentido a su vida. La otra parte de la relación, acaba pensando que sin esa persona no será capaz de abordar los problemas de su vida”.
La psicóloga Ángela de la Fuente, explica en sus estudios las razones por las que alguien puede adoptar el rol de persona “salvadora” como el centro de su vida:
- Una necesidad de sentirse necesitado: Para algunas personas, ser el salvador les hace sentir que son necesarios en la relación. Pueden sentir que su pareja no podría vivir sin ellos, lo que les da una sensación de importancia.
- Una necesidad de control: Ser el salvador también puede darle a alguien un sentido de control en la relación. Si pueden solucionar los problemas de su pareja, se sienten en control de la situación.
- Baja autoestima: Las personas con baja autoestima a menudo se sienten mal consigo mismas y pueden pensar que no son lo suficientemente valiosos para merecer amor y atención. Al asumir el papel del salvador, pueden sentir que están demostrando su valor y su capacidad para hacer feliz a su pareja.
- Miedo al abandono: Algunas personas pueden temer que si no son lo suficientemente atentas y cuidadosas, su pareja los dejará. Ser el salvador puede ser una forma de asegurarse de que su pareja se sienta satisfecha en la relación y no se vaya.
La ayuda de manera saludable
Lo primero es lo primero: “hay que orientar los objetivos principales hacia ser feliz y conseguir identificar cosas en nuestro día a día que hacemos por nosotros mismos. Y que se pueda obtener una gratificación de ello. Esa es la importancia en cubrir sus propias necesidades antes que las del resto”, dice Laura González Adsuara.
Poner las prioridades personas antes que las de los demás no necesariamente es sinónimo de egoísmo o falta de empatía.
Según los especialistas, todo está en los límites: “Es importante fomentar la autonomía y la independencia en una relación. Hay que permitir que cada uno tenga su propio espacio y tiempo para crecer y desarrollarse individualmente. Esto no significa que debamos alejarnos de otro. Sino que es importante encontrar un equilibrio saludable entre el tiempo con nuestros vínculos cercanos y el tiempo individual”, dice Ángela de la Fuente.
“Es importante que esa persona establezca límites que debe tener muy presentes al relacionarse con otras personas”, complementa Laura González Adsuara en su artículo. “No hay que convertir los problemas de otros en propios o no forzarse hasta el límite. O intentar dar más de lo que puede simplemente por sentir que “debe”. Esta distinción entre “deber” y “querer” va a ser clave”.
Perder el miedo a “no estar siempre disponible”, podría ser un límite sano si se entiende, que se está haciendo por el propio bienestar. ¿Qué pasa si se siente que se le está haciendo daño al otro al no ayudar? Recordar que el trabajo del auto-concepto es importante, puede ser una buena forma de empezar.