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9 de Octubre de 2024“En las comidas familiares él lo nota”: La generación de niños que crecen sin primos ni hermanos por la baja natalidad en Chile
Las familias se achican pero igual hay niños que siguen naciendo. Durante el primer semestre de 2024, el país registró solo 70.336 nacimientos, lo que representa una caída del 23% en comparación con el mismo periodo del año anterior. El promedio de la tasa de hijo por mujer, es de 1,5. Parece ser que las familias ya no estarán constituídas por muchos hermanos o primos y, los últimos, significan un vínculo único en su especie. Aquí, el relato de una mujer que tiene un hijo que no tiene primos, ni hermanos.
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Un niño acaba de llegar a la familia. No tiene hermanos. Sus tíos le miran con angustia, porque probablemente, ellos tampoco le puedan dar primos. Al menos no en el corto plazo. Es un escenario que pinta uno de los problemas de quienes intentan formar una familia en Chile en 2024. La Tasa Global de Fecundidad (TGF) en Chile para este año, se estima en 1,5 hijos por mujer. Está lejos del 2,1 fijado en la tasa de reemplazo utilizada para mantener los niveles de población.
La soledad de los niños que crecerán durante un tiempo sin una compañía que esté creciendo al mismo tiempo que ellos, hace una diferencia en cómo las familias chilenas han creado sus vínculos familiares en el pasado.
Se ha puesto la relevancia en la familia nuclear muchas veces, pero hay una importancia en la familia extendida, o los primos, que el sicólogo clínico José Bahamondes resalta. “Hay una diferencia entre crecer sin hermanos a crecer sin primos. La relación con los últimos, es la posibilidad de entender ciertas claves de la vida familiar y crear códigos que nos e entienden ni se comparten con nadie más”, asegura.
Renata Valenzuela (28), fue mamá en 2015, siendo la hermana mayor en su familia y aún estando en la universidad. Su hijo hoy tiene ocho años y no tiene ningún hermano, ni ningún primo. Valenzuela, solo tiene una hermana menor que ya ha manifestado su intención de no tener hijos, aunque tenga pareja. Ella, tampoco quiere tener más niños.
“Él muchas veces ve a sus compañeros compartir con sus hermanos o con sus primos y él está solito. El hecho de que yo haya decidido no tener más niños es una conversación permanente con él. Le explico que es difícil. Que tener hijos lleva muchas responsabilidades”, cuenta Valenzuela.
Ella ve que la relación de su hijo con sus pares “no es tan natural”. Cree que esto sucede porque no se rodea con niños de su edad. “Incluso mis primos más chicos son grandes para él porque tienen 15 años, entonces no se relacionan”, dice. “Cuando hacemos comidas familiares él lo nota, porque no puede participar de las dinámicas de grandes pero tampoco en las de los más chicos”.
El contraste con la generación de Renata Valenzuela es evidente y le hace sentir que su hijo, se está perdiendo de esa experiencia. Ella tiene ocho primos y una familia grande de muchos tíos. “Mis primos me desafiaban constantemente a hacer otras cosas y proyectar otras capacidades. Si yo sentía que no tenía una habilidad, ellos me enseñaban. Siempre estaba en contacto con personas de mi edad y compartí experiencias como aprender a andar en bici o ir al colegio por primera vez.
La memorable mesa del pellejo
Comer en la “mesa del pellejo” con los primos para las celebraciones anuales es una escena típica que puede reflejar esos códigos. Esa complicidad. Camila Palominos (29) cuenta que con su primo que le lleva dos años, Felipe, se sentaban a los ocho años a comer y a escuchar lo que hablaban los adultos -aunque hacían como que no-.
Se reían de los modismos, de las formas de hablar, de las cosas que pensaba cada uno. “De alguna manera, ya sabíamos que el papá del otro era de una forma y había un entendimiento implícito de que podíamos reinos de eso sin que el otro se molestara”, dice hoy.
Después, se iban a la pieza de uno de los tíos a jugar. Inventaban mundos ficticios completos haciendo actuaciones, o cantaban, o simplemente, veían televisión tomando leche. Esos momentos no se repetirían a menudo, según cuenta Palominos -porque vivían lejos-, pero quedarían en su memoria para siempre como la forma de celebrar las navidades o los cumpleaños. Juntos.
¿Y sus hermanos? Ella cuenta que, coincidentemente, su mamá y su tía tuvieron hijos al mismo tiempo las dos veces. Los otros niños tienen cuatro años menos que ella y su primo. Y de la misma forma, se entendían en su propio mundo “que no era necesario compartir con nadie más”, dice. “Los primos grandes por su lado, los chicos por el suyo. Los adultos en la mesa. Nadie se cuestionaba nada ni nos obligaba a compartir con otras personas. Sabían que para nosotros, esos momentos eran especiales por estar con nuestros confidentes”.
Renata Valenzuela piensa por su parte, en cómo le afecta a las nuevas generaciones el tener menos de estos vínculos familiares. “Me genera sensaciones encontradas. Entiendo la decisión de no tener más niños porque yo también la tome. Prioricé mi carrera y mi desarrollo. Pero por otro lado me parece que los vínculos familiares y encuentros que eran ricos se han ido perdiendo”, dice.
Menos niños de la misma edad Chile
Tipos de familias hay muchas. Están las que los grupos de primos son infinitos, son cercanos y se juntan de manera recurrente. Pero ellos nacieron en la época de los ’90 y los más pequeños, en los 2.000.
Luego, las familias donde los hijos de los hermanos mayores, nacieron en los 2010. Después, hubo un limbo sin nacimientos hasta 10 o 15 años hasta que el hermano menor pueda recién empezar a considerar tener una familia. Niños solos en ese entonces, y niños que potencialmente van a nacer una década después. También solos.
O aquellas familias en que no fueron seis hermanos, sino dos. O con suerte, un hijo único. Y que hoy, no pueden pagar tener seis hijos. Quizás puedan sostener a dos. O de nuevo, con suerte a uno. Ya en 2020 el costo compras indispensables relacionadas con el embarazo y el primer año de vida de un bebé era de $2.725.400, según una encuesta de la empresa Picodi. Los productos “para padres exigentes”, costaban casi el doble y dejaban el total en $4.275.200.
A 2024, con la inflación, los precios se han disparado y puede que esas cifras sean mucho mayores. El “costo de la vida”, según el INE, es una de las razones por las que la natalidad ha disminuido en el país. En junio de este año, el índice de Natalidad en Chile registró solo 10.561 nacimientos. Un 28% menos que en la misma fecha el año pasado.
Primos irremplazables
Si hoy es más difícil hacer familias más grandes y donde las edades coincidan, Bahamondes explica que se han intentado hacer otro tipo de vínculos. “He visto muchas familias donde se juntan los apoderados y los cursos se vuelven comunidades más activas. Pero no es lo mismo para los niños tener amigos que primos porque los códigos son diferentes”.
Renata Valenzuela cuenta que el hecho de que su hijo no comparta con niños de su edad en la familia también ha tenido efectos que son rescatables y positivos. Como por ejemplo, hacerse amigos más grandes en el colegio. “Es un niño muy estimulado, con muchas capacidades y que ha aprendido cosas antes que sus compañeros. Creo que eso es por el hecho de compartir con adultos”. Incluso en el colegio, ha podido entrar en grupos de niños que son mayores con él en un equipo de ajedrez.
Pero la socióloga de familia de la Universidad Católica, Javiera Reyes, enfatiza en por qué es difícil reemplazar las relaciones de primos con otros vínculos. “La familia es la institución más valorada en Chile, es la principal fuente de asociatividad y de cohesión social en una cultura que carece de otras instancias públicas. A diferencia de otras sociedades, somos una sociedad desconfiada y eso hace difícil reemplazar esas relaciones. Incluso en una sociedad con baja natalidad”.
Camila Palominos cuenta que su primo se fue a vivir a Australia hace un tiempo. No hablan mucho, ni de cerca a cómo lo hacían cuando eran niños o adolescentes en esas juntas familiares.
“Le contaba todo sobre mí. Mis enredos amorosos, los niños que me gustaban, mis discusiones con mis amigas”, cuenta. “Después crecimos y entramos a analizar nuestros problemas familiares, cada uno con sus padres. Y si yo le contaba algo que sentía de verdad, no sentía culpa o miedo de que él le fuera a contar a sus papás y que luego la información de mis decepciones llegara a los míos. Era realmente un confidente”.
Ese es el mayor beneficio que el psicólogo José Bahamondes ve. “Incluso si no se ven seguido, un primo ofrece la posibilidad de tener un aliado. No se trata de que uno le vaya a pedir favores, es otro tipo de incondicionalidad producida por los códigos que se construyen con la información que ambos tienen de la familia”.
Su primo vino de visita el año pasado. Ella asegura que fue “como si ni un día hubiese pasado desde que conversamos por última vez. Él tiene su vida, yo la mía, pero es como si fuese imposible romper todo lo que nos une. No importa si no nos hablamos o no mantenemos un vínculo tan vivo ahora. Es un contrato implícito de que esa relación nunca se va a romper”, concluye.