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La historia del calameño que estudió en un liceo público y se convirtió en gerente general de Codelco en Chuquicamata

Con casi 20 años de experiencia como ingeniero en la Corporación Nacional del Cobre (Codelco), René Galleguillos se convirtió en gerente general de la División Chuquicamata —el rajo de cobre más grande del mundo—, en julio de este año. Como pocos ejecutivos de la empresa cuprífera, es oriundo de Calama y sus recuerdos se remontan a los de una comunidad en la que los recursos eran escasos, dónde su familia vivía en una pieza arrendada y su madre zurcía desde cero su ropa. Aun así, educado en establecimientos públicos y con la intervención de gente que pesó más que sus adversidades, se convirtió en el mandamás de Chuquicamata. Ahora, enfrenta uno de los desafíos más grandes de su carrera: impulsar el repunte económico y productivo de la división más importante de Codelco.

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Llegar a conversar con René Galleguillos (46) es difícil. Por un lado, tiene una agenda abultada que comienza desde las siete de la mañana y que acaba hasta que cumple su última tarea sin importar la hora. Y por otro, la extremada seguridad del Edificio Corporativo Norte de Codelco —en la que sólo se puede acceder con una credencial—, hacen que una persona se demore quince minutos en llegar a su oficina, a pesar de que el trayecto no debería durar más de cinco. 

La secretaria de gerencia abre la puerta. Desde ahí, acompaña hasta la oficina y René Galleguillos aparece por primera vez, con su altura de más de 1,80 metros, viendo dos pantallas.

En ellas, en un lenguaje que sólo alguien especializado en minería puede entender a cabalidad, Galleguillos monitorea lo que está sucediendo en la división. Un gráfico, por ejemplo, le muestra cuando hay cambios anómalos en la producción. Si es así, avisa a los encargados y va a la misma mina, en dónde pasa la mayoría del tiempo.

Hace 20 años, René Galleguillos no imaginó estar en esa posición. Llegó a la empresa cuprífera en 2005, después de dos años de egresar como ingeniero civil eléctrico de la Universidad Técnica Federico Santa María, en Valparaíso. Inició su carrera ¡como Ingeniero en Entrenamiento de la División Chuquicamata, en dónde administraba el área. Desde entonces, su trayectoria ha sido un constante ascenso: ha desempeñado ocho cargos distintos, y este año, por decisión unánime del directorio, asumió el puesto de gerente general de la división que lo vio crecer. 

“Para mí, estar acá es cumplir un sueño personal. De hecho, ya cumplí un sueño al entrar a la división Chuquicamata (…) Es algo que me llena de orgullo y lo recibo con mucha humildad, y con la convicción de que voy a entregar lo mejor de mí, para que esta división salga adelante”, dice Galleguillos.  

A pesar de la felicidad, el ejecutivo está con uno de los mayores desafíos de su carrera: lograr que la División Chuquicamata repunte su producción. Desde hace más de diez años, la unidad minera más grande de Codelco ya no genera las mismas ganancias ni extracciones de cobre que antaño.  

Por ejemplo, en 1995, la división producía cerca de 500 mil toneladas de mineral rojo al año, mientras que en 2010 generó alrededor de 350 mil toneladas. Más de una década después, en 2023, la producción sigue bajando: la unidad cerró el año con 248.495 toneladas de cobre. Lo mismo, también, se ha traducido en pérdidas: el año pasado Codelco perdió —y aunque la división Chuquicamata no es la única responsable —, cerca de 591 millones de dólares.  

—¿Cómo describiría el estado actual, en términos de producción, de la División Chuquicamata?  

—Hoy, nosotros como Chuquicamata, estamos cumpliendo el plan que hemos definido. Nosotros damos una meta el año pasado y esa meta este año la vamos a cumplir. Es gracias a las fuerzas de todos los trabajadores, trabajadoras, supervisores, ejecutivos, colaboradores. Todos están bien apasionados para poder cumplir las metas productivas. Y, además, estamos permanentemente en un ciclo de mejora continua, implementando sistemas de gestión para asegurar el cumplimiento de los estándares de las metas. Sobre todo, viviendo los valores que ha definido el gobierno, definido el conjunto, para poder hacer una minería sostenible en el tiempo.  

¿Y en qué consiste esa meta? 

—Nosotros tenemos que procesar cerca de 260.000 toneladas de cobre fino y esas 260.000 las estamos cumpliendo. Eso produce excedentes. Este año deberíamos andar cerca de los 1.100, 1.200 millones de dólares. Y excedentes que llegan directamente al Estado para todos los chilenos. O sea, es algo bien positivo y el propósito te motiva. Te motiva estar trabajando para contribuir al estado. 

—Entonces, ¿usted no proyecta que haya pérdidas este año?  

—No, este año no deberíamos tener pérdidas. Y hemos definido un plan con metas desafiantes, pero alcanzables también para el 2025. 

¿Cuáles diría que son las dificultades que ha encontrado para llegar a esa meta? 

—Esto es una empresa que lleva 109 años de historia. Entonces, vienes con una cultura en la cual tú trabajabas de una forma histórica. Pero, hoy día nosotros hemos tenido que hacer una transformación cultural, en el fondo, porque ya no tenemos las leyes de cobre que tuvimos en algún momento. Eso ha hecho que también aumenten los costos, la extracción. Entonces, sí o sí, la única posibilidad es que nosotros cambiemos nuestras prácticas laborales. Nuestras prácticas de productividad, incorporar tecnología, innovar (…) Hoy día no tenemos espacio para perder una tonelada de procesamiento en la concentradora, o una tonelada de tratamiento o extracción de la mina subterránea o del rasgo. Por lo tanto, tenemos que tener una mirada de eficiencia dentro de la gestión que nosotros realizamos. 

*** 

Desde un inicio, las raíces de René Galleguillos estuvieron conectadas con la minería. Como muchas personas oriundas del norte, su familia expandió sus ramas alrededor de las actividades que les permitían pasar el día a día: su abuelo paterno vivió gran parte de su adultez en María Elena para extraer salitre, mientras que el abuelo materno se instaló en el campamento Chuquicamata durante los años de bonanza de la mina. Así, su mamá y sus tíos nacieron allí, y algunos de ellos también trabajaron en el rajo.

Fue gracias a un tío que trabajaba en la fundición que visitó el rajo. Galleguillos, que en ese tiempo era “Toñito”, tenía apenas diez años, y con asombro presenció junto a su tío, la mina abierta desde los cerros. Se fijó en cómo las plantas, solitarias en medio del inmenso desierto, se movían incansablemente para moler la roca y fundir el metal. “Miraba y pensaba: ‘me gustaría trabajar ahí, como mi abuelo’. Era como una convicción que tenía de niño”, recuerda René Galleguillos.  

Esos momentos, en los que compartía con su familia, hacían que no se diera cuenta de la adversidad de su alrededor. Su mamá, a diferencia de sus hermanos, se convirtió en profesora y en un principio, le costó encontrar un trabajo estable. Así que, para ahorrar, cuando René tenía cerca de cuatro años, él y su familia se mudaron a una pieza arrendada en Calama.  

Allí, sus padres tomaron una plancha de cartón y madera, y dividieron esa pequeña habitación en dos: en la primera parte estaba la cama, en la que dormían los tres, y en la otra estaba la cocina. Un día, incluso, su mamá agarró un serrucho y cortó una ventana en el cartón, para que la luz del comedor llegara al dormitorio.  

René Galleguillos, a los cuatro años, con su madre en la pieza que arrendaban.

“Nosotros nunca hemos sido botarata, que gastábamos el dinero. Al menos yo. Siempre bien administrado”, dice Edolia Pallauta, madre de René Galleguillos. Agrega que, fiel a su espíritu ahorrador, también confeccionaba su propia ropa y la de su hijo a mano. “Pero siempre andábamos bien vestidos (…) Qué importaba que fuéramos pobres, si nosotros teníamos lo que yo economizaba, lo que yo hacía”.  

Durante esa época, inicios de los 80 en Calama, René recuerda que salía a jugar con sus amigos del barrio. Agarraban sus bicicletas, y en grupo, iban a las faldas del Río Loa. Muchas veces llegaba tarde, cubierto del polvo del desierto y ramas de chilcas. “Disfruté mucho la ciudad de Calama. Mucho, mucho, mucho. En esa época tú andabas libre por la calle con tu bicicleta con tus amigos, y recorrías por todos lados (…) Esa era tu vida en Calama”, cuenta René Galleguillos.

Asimismo, junto con sus amigos, comenzó a asistir a establecimientos educacionales públicos de la ciudad, como la Escuela Básica D-35 República de Grecia. “Éramos todos humildes. Todos los niños jugábamos ahí en la tierra, no había cancha. Pero teníamos pelotas y nuestras bicicletas, que no eran grandes bicicletas, pero eran suficientes para llegar al río. Pero era bonito. No había trauma en eso”, explica René Galleguillos.  

René Galleguillos jugando a la pelota con su madre en el Río Loa, años antes de trabajar en Chuquicamata.

Gracias a que su mamá era profesora, “Toñito” destacó desde pequeño en clases. Siempre era el mejor de la clase. Su mamá le decía: “El único trabajo de los niños es estudiar”. A medida que fue creciendo le empezó a interesar la física y las matemáticas, motivado por su papá.  

Este último realizaba experimentos con él: ponía una vela encima de un plato con agua, y encerraba la chispa con un vaso. Como consecuencia, la vela se apagaba. “¿Qué pasó ahí? Ponte a pensar”, le cuestionaba su padre. El niño, en ese entonces, se quedaba hasta encontrar la respuesta.  

Así, cuando Galleguillos estaba cerca de cumplir 14 años, decidió ir a uno de los establecimientos públicos de excelencia en Calama: el Liceo Bicentenario Luis Cruz Martínez. Para acceder, Galleguillos recuerda que había que tener un promedio sobre 6,5. De esa manera, el joven se enfrentó a uno de sus primeros desafíos, y se dio cuenta del valor del esfuerzo. Cuando postuló, pudo entrar.  

“En los colegios públicos te entregan las herramientas, pero también está el esfuerzo y la convicción que tiene cada uno de los alumnos de hasta dónde quieren llegar (…) Independiente de yo haber estudiado en escuelas que fueran públicas, siempre tenía la convicción de que podía más”, explica René Galleguillos.  

Cuando estaba cerca de graduarse del liceo y estaba en la puerta de sus 18 años, la polola del joven quedó embarazada. Así, se dio cuenta de que tenía que estudiar algo que le permitiera mantener a su hija. Si bien quiso estudiar física, su padre le aconsejó que fuera ingeniero. “Tenía que trabajar, generar recursos, apoyar a mis padres y no fallar. Tenía esas metas, esa convicción, que hasta hoy me acompaña. Tiene que ver con mi disciplina para trabajar”, relata Galleguillos.  

René Galleguillos con su hermana menor, el día que se graduó del Liceo Bicentenario Luis Cruz Martínez.

Sin embargo, cuando el ingeniero entró a la universidad conoció el fracaso por primera vez. La exigencia académica era alta, pero no se dejó vencer. Incluso, hasta hoy se identifica con uno de los valores de la casa de estudios, la del desvalido meritorio. “En el fondo, tenía una oportunidad, que era poder estudiar. Y no podía fallar. Porque, además, esa altura ya tenía una hija”, explica René Galleguillos.  

Después de siete años, egresó de ingeniería civil eléctrica. Trabajó un año en la empresa Bombas de Pozo, donde vendía explosivos para la minería. Luego, en 2005 lo llamaron de Codelco —un año después de que postuló a la División Chuquicamata—, y entró como ingeniero en entrenamiento.  

Mario Berna (57), compañero de trabajo que lo conoció desde el primer día que estuvo en el área, recuerda la broma que le hicieron al verlo llegar. La idea, según él, era para medirlo, saber si era obediente o no. Así, Berna y un grupo de trabajadores, le entregaron una mesa y una silla pequeña para que trabajara, en la que su cuerpo cercano a los 1,90 metros apenas cabía. “Él nos miraba nomás po, y nosotros después nos reíamos. Y estuvo ahí toda la mañana, no se dio cuenta que era una broma”, recuerda su compañero. 

De acuerdo con Berna, rápidamente reconocieron las habilidades de Galleguillos. Por ejemplo, cuenta una vez en la que le pidieron ayuda porque no podían poner en marcha una planta nueva. Junto con el equipo, Galleguillos pasó semanas, en las que trabajaban desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche. Ahí, Berna se dio cuenta de su perseverancia. “Es como un mono porfiado, digamos, uno le puede estar pegando todo el día, todo el día, y está ahí hasta que logra su objetivo y sale”, cuenta Berna.  

Desde ahí, avanzó rápidamente en la empresa, donde estuvo en ocho cargos distintos. De acuerdo con su currículum, se inició como Ingeniero en Entrenamiento para posteriormente convertirse en el Ingeniero Jefe de la misma área. Fue director, superintendente, gerente de Mantenimiento, Gerente de Operaciones Norte y finalmente Gerente General de la División Chuquicamata. 

René como Superintendente de Automatización y Electrónico, al extremo derecho.

Sobre las razones de cómo llegó a todos esos puestos, Galleguillos sólo lo atribuye al esfuerzo: “No creo mucho en la suerte. Pienso que las metas se logran cuando uno las traza y detrás de ellas, y se les define un plan con acciones claras que uno tiene que seguir. La probabilidad de éxito es alta. Pero no puedes rendirte en el camino, porque siempre hay adversidad. Puedes cambiar el plan, pero no cambiar la meta”, confiesa Galleguillos.  

*** 

La próxima meta es que la división más importante de Codelco, este año no reporte pérdidas y mejore la producción. Lo que lo ayudará será el proceso de transformación que la unidad ha tenido, como el cambio de prácticas laborales —ahora, la mayoría de los trabajadores deben ejercer bajo tierra y tienen turnos de 12 horas—, la exigencia de un empleado con un perfil más tecnificado, nuevas tecnologías y máquinas automáticas. Sin embargo, a la que Galleguillos parece tenerle más esperanza es a la transformación que la mina atravesó en 2019, cuando el yacimiento pasó a ser de rajo a subterránea.  

—¿Usted cree que la mina pasó a ser subterránea porque estaban teniendo pérdidas? ¿Cree que ha sido efectiva?  

—Primero, dejar claro que Codelco es un buen negocio para Chile. Y hoy día estamos colocando todos los cimientos para poder hacer sostenible este negocio para los próximos 50 años acá en Chuquicamata. Entonces, es un buen negocio. La decisión de pasar de una mina rajo a una mina subterránea tiene que ver con el beneficio que tú captas. Como sale tan costoso operar a tan alta profundidad en un rasgo, económicamente te sale más rentable operarlo vía subterránea. Pero no es pérdida, sino que si nosotros hubiéramos seguido haciendo minería de rajo, hubiese sido inviable y muy costoso, y ahí hubiésemos tenido perdidas. Entonces, las decisiones que se toman es para maximizar el beneficio.  

—Y frente al panorama actual, de perdidas, ¿cómo planea hacerle frente?  

—Tenemos que dejar claro algo en este relato: nosotros tenemos recursos, tenemos recursos minerales para poder extraerlos. Entonces, el cobre está. Lo que puede pasar es que el cobre, tú lo vas desplazando en el tiempo para poder extraerlo, y no se pierde. Entonces, cuando tú generas un plan minero para los próximos 5 años, tú comprometes excedentes y esos son los excedentes que tú comprometes como Chuquicamata o como Codelco (…) Tú haces una serie de análisis para poder hacer ese compromiso. Cuando tú no cumples ese compromiso, ahí se generan pérdidas. Porque tú tenías una expectativa de ingresos, y esos no se cumplieron, que a veces, incluso, pueden ser por distintas razones o por eventos naturales. 

Así, Galleguillos deja claro que, desde que asumió como gerente general en Chuquicamata, tiene un plan para no generar pérdidas: por ejemplo, tiene nuevos sistemas de gestión. Estos, asegura, garantizan la calidad del trabajo y la eficacia. También, menciona que se concentra en la mejora continua, es decir, aprender de los errores anteriores y estudiar cómo se manejan otras empresas. Además, dice que los planes mineros de los próximos años son alcanzables y coherentes con la situación actual.  

“Lo revisé completo con mi equipo ejecutivo, y definió que estas metas sí eran alcanzables y que sí podíamos cumplirlas. Entonces, tiene mucho que ver con cómo tú haces el ejercicio y cuán confiable, desde el punto de vista de la gestión de mantenimiento, tienen estos activos para poder procesar todo este mineral que sacas de las distintas minas”, aclara Galleguillos.  

—Respecto a la distribución de recursos, muchas personas opinan que lo que se gana en Chuquicamata no se refleja en Calama. ¿Cuál es su visión? 

—Nosotros, como Codelco, a veces puede no notarse, pero apostamos harto. Y trabajamos harto, por ejemplo el borde de Río, la parte nueva del Parque El Loa, eso fue financiado por Codelco. El Centro de Biodiversidad para la ranita del loa también, construimos el colegio Don Bosco, iluminación, seguridad también, hemos estado aportando a la municipalidad. Entonces, como Codelco, aportamos harto. Y a lo mejor, no sé, pero yo pienso hoy día por el nuevo royalty que hay, también van a haber muchos más recursos. Ahora va a depender mucho de los proyectos que se presenten, para darle una buena utilidad a esos recursos y dar un mejor bienestar para la comunidad. 

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