Política
6 de Noviembre de 2024El triunfo de Trump y el inesperado silencio de los demócratas: crónica de cómo Nueva York, bastión liberal, experimentó una noche electoral histórica
Nueva York, tradicionalmente un bastión demócrata, volvió a apoyar a este partido en las elecciones. Sin embargo, la contundente victoria de Donald Trump a nivel nacional creó un ambiente inusual en la ciudad. Por primera vez, sus simpatizantes se mostraron en las calles con fuerza y sin reservas, transformando el paisaje habitual. Así se vivió una jornada electoral en la que los republicanos se hicieron visibles en la emblemática ciudad mientras que los demócratas pasaron desapercibidos. "Antes era imposible ver a alguien con la gorra de Trump sin que lo abuchearan, pero ahora no vemos a nadie del oficialismo haciendo ruido”, comentó un asistente al conteo de votos.
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El día de las elecciones en Nueva York comienza como cualquier otro. El metro está lleno, la gente camina apurada y, a penas, se percata de que se está eligiendo al próximo presidente de los Estados Unidos. No hay largas filas ni aglomeraciones en los centros de votación, en parte porque más de un millón de personas ya han ejercido su voto anticipado en el estado. Sin embargo, hay en el aire una tensión palpable, que solo aumenta mientras avanza el día.
La última semana ha sido un desfile de apoyo para Kamala Harris en la Gran Manzana. Primero Halloween y luego la Maratón de Nueva York han puesto a la ciudad en el centro de atención, con simpatizantes de Harris exhibiendo su apoyo abiertamente. Medios locales como The New Yorker y celebridades como Sarah Jessica Parker han mostrado su respaldo a la candidata demócrata. La misma Harris apareció en el programa de televisión Saturday Night Live el fin de semana pasado, un guiño a la audiencia neoyorquina, y su imagen ha estado en todas partes.
En el emblemático desfile de Halloween, una sección estuvo dedicada a la figura de la “Childless Cat Lady” —una referencia irónica a los comentarios de J.D. Vance, el compañero de fórmula de Trump—, y durante la maratón, carteles y disfraces caricaturizando a Trump. La inclinación de la ciudad parecía clara. Sin embargo, el tono cambió con la llegada del día de las elecciones.
El martes 6 de noviembre, la urnas estuvieron abiertas de 6 a.m. a 9 p.m. A pesar de las medidas de seguridad y la presencia policial, el día transcurrió con calma, aunque los reportes sobre las precauciones adicionales reflejaron la importancia de estos comicios. Nueva York, a pesar de ser un bastión demócrata, tiene una gran cantidad de electores, lo que lo convierte en un estado clave en la votación general.
Abiertamente Trump
Al caer la noche y acercarse el cierre de las urnas, la ciudad empieza a vivir la jornada electoral. En Times Square, las pantallas iluminan la plaza, pero esta vez muestran en tiempo real cómo avanzan los resultados. La zona está llena de fotógrafos, puntos de prensa y personas con trípodes y celulares transmitiendo en vivo, principalmente por Tik Tok.
A un lado de la plaza, el noticiero CBS emite los resultados en una pantalla gigante, mientras que al otro lado, el canal ABC hace lo mismo, convirtiendo la esquina en un centro de información electoral. La gente observa las pantallas, siguiendo cada actualización; al otro lado del semáforo, los turistas siguen sacándose fotos con Mickey Mouse, ajenos al bullicio electoral.
Aun así, lo que más abunda son personas esperando ver qué va a pasar. La tensión sigue siendo lo que predomina.
Anthony (27) roba las miradas cuando llega a Times Square. Lleva puesto el clásico gorro de Donald Trump con la frase “Make America Great Again” al frente. “He caminado por horas y solo he recibido malos comentarios”, comenta. En ese momento, una señora mayor se le acerca y le toma la mano para decirle que, aunque ella es italiana, también apoya al candidato republicano.
“Para mí, Nueva York está dividido”, dice el joven y en eso se suma Mathew (35) a la conversación, que cuenta que viajó de Canadá especialmente a apoyar a Trump. “Llevo dos meses viniendo todos los fines de semana a Estados Unidos para hacer campaña presencial”, dice el canadiense y muestra fotos de cómo el día anterior estuvo en la primera fila del cierre de campaña en Pensilvania. “Calculo haber conseguido al menos mil votos en Pensilvania,” agrega. Entre ellos se sonríen y Anthony agrega que “ir con este gorro lo hace todo tenso por aquí”.
Mientras siguen apareciendo simpatizantes, llega una pareja que se hace destacar, pero en este caso por su explícito apoyo a la candidata Kamala Harris. Jim y Karen Kaine están vestidos con accesorios, slogans y fotografías de la dupla demócrata Harris-Walz y viajaron dos horas para poder estar en el conteo de votos en Times Square. Su experiencia ha sido la opuesta a en las calles, “la gente nos sonríe y eso se siente positivo”, dice el hombre pero aclara que aún así “estamos muy preocupados”. La mujer se lleva la mano al pecho y agrega: “Rezo todos los días porque gane Kamala”.
Pasan las horas y aún no hay claros indicios del ganador. Los Kaine se hacen populares entre los periodistas y reporteros del lugar porque son los únicos públicamente abanderados por la candidata. Por el contrario, Anthony dejó de ser quien llama la atención a medida que se reunen cada vez con más personas que llevan la misma gorra roja.
¿La ciudad de Harris?
A unas pocas cuadras de Times Square, el Rockefeller Center exhibe una enorme bandera estadounidense iluminada en su torre. El ambiente es más tranquilo y discreto. La gente se agrupa frente a las pantallas, algunos en silencio, otros murmurando sobre los resultados proyectados en tiempo real. A diferencia de la escena en Times Square, la gente parece llegar directamente del trabajo, con una expresión más cautelosa que entusiasta. Nadie dice nada abiertamente.
“Es como si hoy los demócratas se mantuvieran al margen, sin querer expresarse abiertamente”, comenta Rodolfo (42), fotógrafo de una revista internacional.
Mientras la pantalla proyecta el conteo de los votos en Nueva York, se confirma que el estado sigue siendo demócrata, aunque con un porcentaje de diferencia menor que en la elección anterior. Sin embargo, no hay muestras de apoyo o desaprobación; en Rockefeller Center reina el silencio y la cautela.
Al comparar con elecciones anteriores, Rodolfo nota una diferencia clara: “Antes era imposible ver a alguien con la gorra de Trump sin que lo abuchearan, pero ahora no vemos a nadie del oficialismo haciendo ruido”, agrega.
Mientras tanto, en la esquina la policía interviene para separar a dos grupos de manifestantes. A un lado, un grupo se opone a las elecciones de Estados Unidos y apoya al estado de Palestina. En el otro, una protesta pro-Trump, que defiende a Israel, ocupa el mismo espacio.
Las cámaras capturan el momento mientras el caos se desata. Los gritos aumentan, algunos intentan separar a los involucrados y la policía interviene rápidamente. En segundos, varios oficiales toman a uno de los involucrados bajo custodia, mientras los manifestantes cercanos se agitan, exigiendo su liberación.
Finalmente, la policía logra dispersar la protesta y cada bando vuelve a su trinchera. Se acerca la medianoche en Nueva York y algunos comienzan a hacer proyecciones más claras sobre los resultados.
Trump Tower y el refugio republicano
“América primero, no Ucrania”, grita un hombre. “Vamos a recuperar la Casa Blanca de los comunistas”, dice aún más fuerte, mientras los que lo acompañan aplauden. No son más de cincuenta personas, pero tienen al menos el doble de banderas y megáfonos. Se han reunido afuera de la Trump Tower, el emblemático rascacielos de Manhattan que simboliza la marca personal de Donald Trump y que se ha convertido en un punto de encuentro para sus seguidores.
La música suena fuerte desde los parlantes: YMCA retumba mientras los asistentes cantan las letras con el mismo fervor que sus gritos de apoyo. Susana (41), policía, está encargada de resguardar la zona del edificio. “Somos muchos oficiales y vinimos desde temprano a poner vallas para protección”, señala. La mujer cuenta que, en términos de seguridad, ha sido una jornada tranquila. “Lo que pasa es que no son muchos los que salieron a la calle, el tema es que los que están afuera quieren hacerse notar”.
En la acera opuesta, una camioneta Tesla modelo Cybertruck, adornada con una bandera de Estados Unidos y cubierta de graffitis, se detiene. Los dueños del vehículo, desde dentro, posan para las cámaras mientras gritan consignas pro-Trump. Luego les pasan latas de pintura a los espectadores para que añadan su propio grafiti al auto.
Mientras algunos niños se entretienen pintando el vehículo y otros entrevistando a los conductores, la policía se acerca. Un oficial pide al conductor su identificación, pero él se niega a mostrarla. “¿Cuál es mi delito?”, responde desafiante. “Obstrucción del tránsito”, le dice el policía. El hombre mira la calle vacía, hace una mueca y responde: “Pero si no hay tráfico”. A pesar de la falta de tránsito, el policía, con el respaldo de otros oficiales, procede a arrestarlo. El auto queda allí, detenido en medio de la calle hasta que lo retengan.
El copiloto dice que se llama Dr. F (40) y que es doctor del nuevo orden mundial. Lo sigue a todos lados un joven con un celular que está transmitiendo en vivo desde una cuenta en Tik Tok, mientras él alega la detención y retención del vehículo ante las cámaras. “Nosotros estamos en un camión antibalas por si las cosas se ponen feas, eso es defensa propia”, dice.
Luego, se une al grupo en las puertas de la torre para seguir animando a Trump. En ese momento, cruza otro hombre con un gorro de Harris y la polera de Trump. Rápidamente lo echan a gritos. “¿Qué pasó con la libertad de expresión?”, les grita. “¡Ándate de aquí!”, le responde el hombre que lideraba inicialmente. Tras una larga pelea, siguen sus caminos. “Es que aquí todos quieren atención”, comenta el hombre.
Llega la medianoche, y en las redes sociales ya hay mensajes proclamando a Trump como el ganador, aunque los noticieros aún no lo confirman. La tensión sigue en las calles, pero hay algo inquietante en la calma que rodea todo el evento: una sensación de que el día de la elección terminará con un antiguo-nuevo presidente.
Al mismo tiempo, dentro del metro de la ciudad que nunca duerme, la vida sigue su curso. La actividad no ha cesado: los ciudadanos regresan a casa como si nada estuviera sucediendo. El vagón se mueve al ritmo del tren, y fuera de las ventanas, la ciudad sigue siendo la misma. Nadie parece hablar de las elecciones, nadie parece preocupado. Es como si el día de votaciones nunca hubiera existido.
En uno de los vagones, un hombre sostiene su celular con ambas manos, su rostro preocupado. Mueve la cabeza lentamente, como buscando en las pantallas algún indicio de que algo haya cambiado, de que los resultados se inclinen hacia su favor. Repite el gesto, parece esperar alguna señal, algo que lo tranquilice. Levanta la vista y observa a su alrededor, buscando una mirada que comparta su incertidumbre. Pero nadie lo nota. Nadie dice nada.
El tren sigue su trayecto, indiferente. Finalmente, en voz alta y sin esperar respuesta, el hombre dice: “Ella perdió”. Nadie en el vagón responde. Nadie reacciona. La ciudad, el tren, Nueva York, sigue adelante, ajena a la angustia de un rincón que parece no ser parte del mismo mundo.