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John Feeley
John Feeley, exembajador de la administración de Donald Trump.

Entrevistas

9 de Noviembre de 2024

John Feeley, exembajador de Estados Unidos: “Con Trump lo mejor que Chile puede hacer es quedarse fuera de su radar”

El exdiplomático y exfuncionario de la Secretaría de Estado del país norteamericano asegura que, dada la reprensión de Donald Trump contra Latinoamérica, Chile debiese actuar como un actor sigiloso. A su vez, señala que la victoria del empresario republicano se debió a que los ciudadanos de ese país no fueron a votar como en 2020, además de que hubo una reticencia a la denominada agenda "woke" o identitaria.

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Embajador de Estados Unidos en Panamá entre 2015 y 2018, John Feeley menciona que acabó con su carrera diplomática de 28 años luego de ser testigo de una reunión entre él, el presidente de Panamá —Juan Carlos Varela, por entonces—, y el presidente Donald Trump, electo por primera vez en la presidencia estadounidense en 2016.

“Vi exactamente cómo se comporta”, relata a The Clinic el exdiplomático, quien también trabajó con los colaboradores de George Bush en la Secretaría de Estado. Allí tuvo pasos por distintos lugares, todos bajo el contexto de la diplomacia. De hecho, fue encargado de negocios en Ciudad de México y sirvió en tareas en América Latina y el Caribe, así como también Washington, lo que se sumó a trabajos en distintas embajadas.

Incluso, el expresidente Barack Obama, demócrata, fue quien lo nominó al Senado estadounidense como embajador en Panamá. Hoy, es director ejecutivo del Centro de Integridad de los Medios para las Américas, organismo que se centra en el periodismo independiente y ético.

Sosteniendo el ejemplo que le motivó a presentar posteriormente la renuncia a su carrera diplomática, Feeley asegura que Chile, y particularmente el Presidente Gabriel Boric, debiese guardar distancia de Trump, quien asumirá como el 47° presidente de los Estados Unidos el próximo 20 de enero de 2025, tras obtener un resultado arrollador sobre su contrincante, la vicepresidenta Kamala Harris.

Para él, Boric no tiene nada “que pueda ganar” en un encuentro con Trump, mismo personaje a quien el Mandatario cuestionó con severidad y abiertamente en el pasado. En todo caso, el exembajador sostiene que tales episodios, sumados a los del embajador Juan Gabriel Valdés, no son motivo de preocupación actualmente.

Junto con señalar que Boric y Valdés son hombres íntegros —demócratas, en la acepción original de la palabra—, Feeley advierte que si a Trump se le menciona el nombre del Presidente chileno, es probable que no le reconozca.

—¿Qué significado le da a los resultados de las elecciones?

—Lo que vimos evidentemente fue un rechazo del electorado hacia una agenda woke. Para entender que pasó es absolutamente esencial tomar en cuenta este rechazo y también la apatía hacia Kamala Harris que muchos votantes señalaron al no votar. En el 2020 Joe Biden le gana a Donald Trump con 81,2 millones de votantes. En aquel año, Trump sacó 74,2 millones. O sea, Biden le ganó con una ventaja de 7 millones de votos. Lo que vimos esta semana es que Trump ganó. Pero, ojo: lo hizo con 71 millones de votos.

Ello corresponde a 3,2 millones menos de los que obtuvo en 2020. Kamala Harris perdió consiguiendo 66 millones de votos. O sea, 15,2 millones de personas menos de lo que consiguió reunir Biden. La cifra muestra que mucha gente simplemente decidió no votar. Además Trump ganó el voto popular, algo que nunca había hecho y pensó que sería posible. Lo consiguió por primera vez desde que las tres veces que ha postulado a la presidencia.

—Las encuestas daban una disputa más reñida entre Harris y Trump, sobre todo en estados clave, los que eran 7. Sin embargo, todos se los llevó Trump. ¿Qué ocurrió allí?

—Hubo en las encuestas un voto oculto a favor de Donald Trump. Un voto oculto, motivado quizás por la vergüenza ajena hacia la persona que es Trump. Por su vulgaridad, los insultos… Por su tendencia narcisista. Ese elector nunca admitió en voz alta que iba a votar por él. Pero, en el momento de entrar en la urna, lo hicieron. Ese es el análisis que el Partido Demócrata y todo el mundo está haciendo hoy. Tengo mis conclusiones, y creo que la más importante es que los votantes no sintieron ni se vieron representados por el Partido Demócrata. El electorado no se sintió visto ni entendido por ellos. Los veía o los entendía por elitistas.

Para mí, lo que vimos es como lo que se señaló en el The New York Times: una redistribución del respeto. Eso explica mucho. Una agenda woke, identitaria, de economía verde y sobre todo con una polarización tremenda, la que no necesariamente está basada en la religión, la raza o la etnia, sino en la educación. En este país estamos sufriendo una polarización que nace por la gran división educativa entre los que votan a favor de Harris y Biden.

—El análisis chileno sobre las elecciones menciona que Donald Trump cautivó a los votantes hombres, particularmente a los jóvenes y latinos. ¿Por qué el escenario cambia, considerando que hace 4 años Trump pierde?

—Es un error considerar que hay un voto latino en Estados Unidos que es homogéneo. Por ejemplo, el migrante chileno no tiene nada que ver con el migrante salvadoreño. Salvo el idioma español. Los demócratas se han equivocado una y otra vez al tratar a los inmigrantes como los suyos, sin realmente comprenderlos más allá de ver que el apellido es Gómez o Vásquez y deducir que van a votar por ellos. La cosa no funciona así.

Como dije anteriormente, si aceptamos que la polarización se basa en la división de niveles académicos y de educación, tenemos que decir que la gran mayoría de los hombres de ascendencia latina no tienen altos niveles de educación. No son universitario con diploma. También hay elementos de la personalidad del mismo candidato que son atractivos para los latinos, quienes no los conocen de fondo.

El latino en Estados Unidos es aspiracional, especialmente los migrantes recientes. Han llegado aquí para construir una nueva vida. Y ven la riqueza de Trump de forma súper aguda, y de una forma u otra, él los hace identificarse consigo. Y con Harris lo contrario: una fiscal, mujer negra, y que es élite pura, de California y Nueva York.

—¿Cuáles fueron los puntos fuertes de Trump en la campaña?

—Diría que el punto más fuerte de Trump fue y es su habilidad de comunicarse con un nivel sumamente básico. Habla con la gramática, con el vocabulario y con la dicción de un niño de la escuela primaria. Esto se ha establecido, por eso la inteligencia artificial ha evaluado que su nivel de hablar es de un chico de tercer grado. Él repite las cosas una y otra vez y suena simplista. Eso, hay que reconocerlo: luego de año y medio de campaña, es efectivo. La gente comienza a creer sus mentiras. 

Además, otro punto es que hartas cosas han pasado por aquí. Por ejemplo, hace dos meses hubo un atentado contra Trump. Y sobrevivió. Hay mucha gente aquí, especialmente sus votantes más devotos, que piensan que eso fue una salvación de su hombre, como la mano de Dios, como la de Maradona.

—¿Considera que Trump como presidente será más moderado que en su primer periodo? 

—Todo lo contrario, se va a incrementar. Donald Trump no tiene ideología. Es un hombre sumamente transaccional. Nosotros, en Estados Unidos y el mundo, vamos a entrar en una época caótica. Va a ser mucho peor que la primera vez, comenzando por América Latina. 

—¿Qué anticipa de lo que podría hacer Trump con América Latina?

—Lo hemos tenido como prioridad nacional desde el 2015. Llevamos una década con Trump en los titulares casi todos los días. El pueblo americano y el mundo deben entender que aún con su léxico de un muchachito callejero, con su forma de hablar de ignorante, aún con su desinformación, Trump no decepciona, en el sentido de que no esconde lo que piensa, no esconde lo que quiere hacer. Tenemos que tomarlo por su palabra. Es un hombre de muchas mentiras, pero si él dice que va a hacer algo, lo hará.

Eso significa que América Latina va a estar en aguas turbulentas por un buen rato. En México él ya ha dicho que quiere atacar a los carteles. Con misiles o con incursiones de tropas de las fuerzas especiales. Obviamente México no va a aceptar, protestará, pero en realidad ahí no pueden hacer nada. También, a pesar de que tenemos un acuerdo de comercio con México, Trump ha dicho que va a poner aranceles y tarifas de hasta el 100%. Eso causará un caos en la economía mexicana y la nuestra. Pero el presidente electo no entiende de macroeconomía. Ni los principios ni los efectos.

Otro blanco de Trump son los migrantes. Oímos de su boca sobre haitianos y venezolanos, quienes supuestamente estaban comiendo gatos y perros. Él tiene una retórica antiinmigrante que es conocida. Hay que aceptar que va a usar todas las herramientas a su alcance para prevenir el flujo de migrantes. Incluyendo deportaciones masivas. América Latina debe prepararse para la devolución de muchos de sus connacionales. Se volverá inhóspito.

—Para Chile se intuía que Harris era mejor opción que Trump…

—No cabe ninguna duda. Podría haber sido mucho mejor Kamala Harris. Primero por semejanza filosófica entre ella y el Presidente Boric; la importancia de los derechos humanos, del Estado de derecho, de seguir las pautas y las reglas democráticas. Boric es una persona cuyo proyecto personal de reformar la Constitución falló en su primer año, y él aceptó la derrota, como Kamala acepta la suya esta vez. Creo que con Trump lo mejor que Chile puede hacer es quedarse fuera del radar de él.

—¿Eso implica que el Presidente Boric descarte algún tipo de contacto?

—Total. No hay nada que él pueda ganar. Yo decidí terminar mi trabajo como diplomático de carrera precisamente por Trump, porque había estado en reuniones con él como embajador de Panamá, en reuniones con el presidente de Panamá, y vi exactamente cómo se comporta. Y puedo decir que el Presidente Boric no tiene nada que pueda ganar de un encuentro con él. Sería mucho mejor dejar a los oficiales de menor rango manejar los temas de la agenda bilateral.

—¿Ni una reunión bilateral? Porque cualquier país desearía tener una reunión con el presidente de Estados Unidos.

—Ni siquiera. La situación es como es. El poder es poder. Respetando el orgullo de ambos países, el poder de Chile no tiene nada que ver con el de Estados Unidos. Si Donald Trump quiere que Chile haga algo, no es un hombre que va a negociar. Él tiene un desprecio enorme por los extranjeros. Y tiene una cosa absolutamente narcisista: America First (América primero) es una ampliación de Trump First (Trump primero), o sea, sus intereses. Lo ha dicho. No tenemos que leer entre líneas. No, hay que tomarlo por lo que diga. 

—En las noticias locales han sido tema las palabras que el Presidente Boric emitió hace años en contra de Trump. Lo mismo con el embajador Juan Gabriel Valdés.

—A Juan Gabriel lo conozco muy bien, es mi amigo. Él y el Presidente Boric son hombres íntegros, verdaderos demócratas que han luchado por sus valores democráticos.

—Más allá de la integridad que vea en esas personas, ¿no cree que Trump genere algún tipo de represalia por esos episodios?

—Trump no se acordará de lo que haya dicho Boric. Si tú le dices el nombre de Gabriel Boric, no va a reconocerlo. Sin embargo, su gente y los nombrados que él pondrá en América Latina sí van a saber cuáles han sido los sentimientos expresados. Ellos van a estar no buscando represalias, pero si continúan, si Juan Gabriel como embajador dice públicamente que Trump es un patán, eso puede perjudicar a Chile.

Conociéndolo, Valdés no lo diría. Además, el hecho que haya dicho algo crítico en el pasado hacia Trump es como que se le diga “ponte en la fila, que es larga” de quienes le han criticado. La mejor táctica de Chile, en este momento, es quedarse fuera del radar de la Casa Blanca.

—Trump tuvo cargos en su contra. Ha sido condenado por algunos y, aún así, genera adhesión con la ciudadanía. ¿Se podría decir que Trump es parte de la cultura estadounidense?

—Definitivamente. Hace casi diez años, él mismo dijo que él podía bajar a la Quinta Avenida, en Nueva York, matar a alguien a tiros, y sus seguidores seguirían votando por él. Es lo que dijo Trump, y es cierto. Tenemos que reconocer que hay una gran parte de su movimiento que lo estima muchísimo y lo considera su hombre. Los evangélicos lo llaman su “salvador”.

Mirando desde el espejo retrovisor, veo temas con los que Trump pegó para resonar con esa gente, y no exclusivamente con sus más comprometidos admiradores, sino con esa gran masa de indecisos en los estados bisagras. Los temas para ellos son la migración, la inflación y la economía y un rechazo a la agenda identitaria (“woke”). Él tuvo muchísima más resonancia y no importaban los 34 cargos, la condena, los juicios, etcétera. La gente tiene su excusa y puede excusar sus fallas a través de los puntos que consideran importante para su vida y la de sus familiares.

—Usted tiene un rol en medios de comunicación. ¿Ve a Trump como una amenaza en esos espacios por las redes sociales?

—Yo defiendo siempre la libertad de expresión. No los monopolios de expresión. El hecho de que Elon Musk lo apoye no es culpa de Donald Trump. El New York Times apoyaba fuertemente a Kamala Harris. No creo que sea el medio lo que realmente importa aquí, sino lo que se publica en el medio. Donald Trump, en su cuenta de Truth Social y pronto en su retorno a X, tiene plataformas en donde publica su desinformación y sus seguidores lo repitan.

Ahora toca a los medios responsables, éticos, con valor periodístico a reportar sobre Trump y su gobierno con rigor.  Con un estricto apego a la verdad.  Es la única forma de combatir la enorme nube de mentiras y desinformación que revuelve alrededor de Trump.

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