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15 de Noviembre de 2024Grupos de WhatsApp de edificio que son utilizados para vender cosas: vivir con el celular colapsado de las mismas ofertas todos los días
Los grupos de WhatsApp de una junta de vecinos o de una comunidad de edificio puede recibir ofertas durante todo el día. Aquí, dos historias de cómo convivir con una tendencia de la que es difícil escapar. Si no se está en el grupo de la comunidad, pueden perderse mensajes importantes. Pero también se pierden con la tendencia de vender a través del grupo. Puede ser molesto, pero a la vez, también puede ofrecer comodidad.
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Un grupo de WhatsApp de una junta de vecinos o de una comunidad de edificio puede recibir la misma foto de una caja de sushi, de huevos, de hielo, peluches o de mantas tejidas a mano, mil veces. Las fotos son todas parecidas. Solo cambia un poco la posición del producto, para que se vea desde todos los ángulos.
Katherina Villarreal (28) le pidió unirse al grupo de WhatsApp de su edificio al administrador del grupo -no del edificio-. Supo de él y le interesó unirse porque en un principio hablaban sobre arreglos de la torre o avisaban cuando habían asambleas. Después descubrió que esas cosas importantes, las hablaban en otro grupo donde ella no estaba. Se unió y descubrió que en ninguno iba a encontrar la interacción que buscaba.
“Se transformó en un océano de ofertas de todo tipo. Comida, agua, helados, donuts, ropa, disfraces, detergente, huevos, hielo, todo. En algún punto fue útil en pandemia. Ahí fue cuando empezaron a vender de todo porque muchos quedaron sin trabajo”.
Uno de los grupos tiene 235 integrantes y el otro 268. “Es una lata, porque mandan la misma foto de lo que venden muchas veces al día y por los dos grupos de WhatsApp”, dice Katherina Villarreal. “El otro día había una conversación seria sobre que la gente no limpiaba lo de sus perros en las áreas verdes y entre medio, llegaban mensajes ofreciendo ‘reenvíos de dinero a Venezuela‘. Ni siquiera consideran cuándo es un buen momento para publicitar su producto o no para no interrumpir las conversaciones relevantes para la comunidad”.
Villarreal no tiene silenciados los grupos. Pero en un momento, tuvo que hacerlo, porque interrumpía su trabajo. “Era insoportable tener el celular vibrando todo el rato. No me podía concentrar y no sabía si me estaban hablando personas que tenían que confirmarme asistencia a un evento, los proveedores, o si eran puras fotos de lo que venden en el edificio”.
Una vez volvió al edificio después del trabajo y había una patrulla de Carabineros afuera. Se metió a uno de los grupos a revisar qué había pasado y tuvo que escrolear por miles de mensajes de venta antes de llegar al mensaje relevante.
“La gente usa la plataforma para vender porque les da resultado, la gente efectivamente compra”, explica. “Una torre tiene 34 pisos habitables con 8 departamentos por piso y donde vivo yo hay 29 pisos con 10 departamentos por piso. Es mucha la posibilidad de clientes y es un negocio que genera mucha más plata. No hay que pagar delivery, el 80% de los vendedores vienen a dejar el producto a la puerta del departamento. Es cómodo”, explica.
Por eso ella sí le compra a la gente del grupo, cuando le falta confort o huevos, por ejemplo. Lo que más venden es comida rápida, bebidas, churrascos, tortas, brownies, alfajores. Muchas cosas que se pueden hacer en casa. “Es bueno porque si tengo un antojo puedo comprarlo. Pero sí ha sido un problema que sea tanto y tan desordenado”, cuenta Villarreal. Cuando han intentado regular el sistema con Excel para inscribir a los vendedores o cuando se pide que manden las fotos solo una vez al día, no funciona.
Cuando no se puede “no estar” en ese grupo de WhatsApp
Una solución común que han abordado las comunidades es hacer dos grupos de WhatsApp, uno para las ventas y otro para los mensajes relevantes. Pero según Villarreal, tampoco funciona bien porque hay gente que está en uno y no está en el otro y los mensajes se pierden. “Creo que la solución sería regular los horarios de publicidad y que lo hagan una vez al día. Pero como no se arregla ya estoy resignada y me acostumbré”.
Francisco Javier González (42), que es dirigente social de la Junta de Vecinos Bellas Artes en su barrio de Santiago Centro, tiene que estar metido en mucho más de dos grupos de WhatsApp. “Tenemos un reglamento de convivencia que dice que no se puede vender, ni ofrecer, ni pelear“. Pero la gente ofrece computadores, celulares, muebles y cosas más sofisticadas igual.
En los edificios, los administradores han puesto un QR en la entrada para que quien quiera ser parte del grupo de la comunidad pueda meterse. “Ahí hay que estar listo y consciente de que te van a empezar a llegar mil notificaciones. Yo ya no quiero más grupos, es muy difícil, pero tengo que aguantar porque tengo que estar ahí adentro sí o sí. Sería importante que se pudieran seguir las reglas”, cuenta.
Él sí tiene todos los grupos silenciados, salvo el que tiene con su familia por si sucede alguna emergencias. Tampoco compra a través del grupo de WhatsApp. Cree que en general, que “si lo siguen haciendo es porque el sistema debe funcionar. Pero a veces se sale de control. Se malinterpretan los mensajes que uno quiere hacer llegar. Y eso depende del estado de ánimo de la persona que lo lea“, concluye.