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Un patrimonio enterrado en la ciudad: el olvidado Museo de los Tajamares y las tres promesas incumplidas para recuperarlo

Con más de 400 años de historia, los Tajamares son estructuras monumentales construidas en la época colonial para proteger a Santiago de las crecidas del río Mapocho. Abandonados y sepultados bajo la actual Avenida Providencia a fines del siglo XIX, fueron redescubiertos en 1977 durante la construcción del metro, lo que llevó a la creación de un museo en su honor. Este recinto quedó inutilizable en 2003 y, tras el estallido social de 2019, fue nuevamente enterrado con excavadoras y palas junto a los restos de los Tajamares para evitar su uso como proyectiles en protestas. Desde entonces, al menos tres intentos por rescatar este patrimonio han sido infructuosos. Aquí, las historias detrás de los obstáculos para desenterrar, por segunda vez, este invaluable vestigio de la memoria de Santiago.

Por 16 de Noviembre de 2024
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Son las seis y media de la tarde del miércoles 13 de noviembre, y en plena hora punta, decenas de autos desembocan desde el final de la Alameda hacia el comienzo de la Avenida Providencia. Al costado de la calzada, varios transeúntes realizan el mismo trayecto por el Parque Balmaceda: una pareja va tomada de la mano, un hombre trota con su perro y una oficinista camina hacia un paradero que la llevará a casa.  

Todos pasan, en algún momento, por el único terreno baldío de toda esa área verde, que está a cinco minutos a pie desde Plaza Baquedano. En la caminata, esquivan y sin mirar más de una vez, tres montículos grandes de arena, piedrecillas y escombros. Ninguno de ellos parece saber, que debajo de sus pies y esos residuos, se alberga un Monumento Nacional que existe hace más de cuatro décadas: el Museo de los Tajamares. Allí, en su interior, está una de las obras ingenieriles más grandes de Latinoamérica de la época colonial: los Tajamares del Río Mapocho.

Sin embargo, está en abandono hace más de dos décadas y bajo la tierra hace cuatro años. A pesar de que se han presentado tres proyectos en más de diez años para restaurarlo, la recuperación del espacio no se realizará pronto. “El patrimonio de los tajamares es fundamental (…) Es muy doloroso cómo estos lugares que son repositorios de la memoria colectiva de la comunidad se van destruyendo”, lamenta Felipe Gallardo, arquitecto del Instituto de Historia y Patrimonio de la Universidad de Chile y miembro del Consejo de Monumentos Nacionales.

Una obra que salvó al Santiago colonial  

Los Tajamares del Río Mapocho se remontan hace más de 400 años. Durante el Virreinato, entre los años 1500 y 1600, el Cabildo de Santiago aprobó por primera vez la idea de construir muros de contención para evitar el desbordamiento del Río Mapocho. En esa época, a pesar de que el torrente aportaba a la comunidad de Santiago con agua para regar cultivos y beber, el cauce era temido por sus habitantes. Cada vez que el río se rebalsaba significaba la destrucción de casas y la muerte de decenas de santiaguinos.  

Sin embargo, la idea no se hizo realidad hasta 1609, en dónde se construyó el primer tajamar de la ciudad bajo el mando del agrimensor Ginés de Lillo. Abarcaba desde Plaza Baquedano hasta La Cañadilla -que en su tiempo fue conocida como La Chimba-, pero el muro tuvo que ser reconstruido 70 años después. Así, el brazo salvaje del Río Mapocho destruyó dos intentos más de tajamares, hasta 1783.  

En ese año, tras varias lluvias que no cesaban, se registró uno de los desbordes del cauce más grandes de la época: la catástrofe fue nombrada como “La Gran Avenida”. Destruyó árboles, molinos, ranchos y cerca de 300 casas. Así, los gobernadores de la época decidieron construir un muro de contención imbatible en 1792, bajo el liderazgo de Joaquín Toesca.  

La obra se terminó en 1805. De acuerdo con el libro “Providencia: 100 años de la comuna”, los Tajamares del Río Mapocho tenían un largo de 33 cuadras –cerca de 4 kilómetros, desde la calle Miguel Claro y hasta la calle Puente–, y fue una de las obras ingenieriles más grandes Latinoamérica. Para su construcción se utilizó piedra y más de cinco millones de ladrillos, que fueron pegados con calicanto.  

El valor patrimonial de los Tajamares es inmenso, a más de 400 años de su origen se siguen descubriendo antecedentes históricos sobre ellos. Andrea Ortega es miembro del Colegio de Arquitectos y docente de Urbanismo de la Universidad Diego Portales y junto con dos académicas están realizando una investigación sobre los Tajamares del Río Mapocho. Por lo mismo, explica que en su investigación han descubierto que en su construcción estuvieron involucrados indígenas, hecho que no quedó representado en las fuentes oficiales por la colonización.

En esa infraestructura hubo saberes indígenas en el momento cuando se construyó, en la época colonial, que no han sido reconocidos (…) La hipótesis que nosotros tenemos es que esta obra fue tan grande, que aquí se necesitó mucha mano de obra. Y hubo mano de obra indígena, mestiza y también de presos”, afirma Ortega.

Además, la experta aclara que la importancia de este patrimonio no solo radica en el aprendizaje que se podría obtener del pasado de Chile y su historia, sino que también por los saberes ingenieriles de la época. Para ella, la investigación de este monumento podría ayudar a los desafíos climáticos de la actualidad.

“Hay conocimiento ambiental, hay conocimiento paisajístico, hay conocimiento que tiene que ver con materialidades locales y con saberes ancestrales, que hemos ido perdiendo justamente porque no hemos investigado (…). Es súper importante volver a revisar hacia atrás”, indica Ortega.

Esos saberes se perdieron en el siglo XIX, cuando los Tajamares del Río Mapocho ya no fueron necesarios. Entre 1888 y 1891, debido a que el cauce fue canalizado, partes del muro fueron demolidas y quedaron cubiertas por la construcción del Parque Forestal.

Desde entonces los tajamares estuvieron en el olvido cerca de cien años, quedaron enterrados la ladera del río donde sobre ellos se levantaron calles, edificios y las obras más icónicas que representaron la urbanización de Santiago. Fue en 1977, cuando se realizaba la extensión de la Línea 1 del Metro debajo del Parque Balmaceda y cerca de la Estación Salvador, que se volvió a rencontrar un vestigio de los tajamares.  

El Museo de los Tajamares: los intentos de reconstrucción en medio del abandono  

Cuando se descubrió esa parte del muro, Peter Himmel, uno de los arquitectos a cargo de la construcción de la primera línea del Metro, decidió mantener la pieza en el lugar que se encontró. Su intención era construir un lugar en el que los chilenos pudieran ver ese patrimonio. Desde ahí, comenzó la idea que se convertiría en el Museo de los Tajamares. Este último fue inaugurado el 2 de octubre de 1980.  

El lugar se construyó como un museo de sitio, es decir, se ubicaría en la misma parte en dónde el muro se había descubierto. Por lo mismo, se realizó una excavación en el Parque Balmaceda y al frente de la calle Seminario, en la que se construyeron dos escaleras para bajar un patio central con una fuente en medio. Al cruzarlo, estaba la entrada, en dónde un arco de cemento daba la bienvenida. Al entrar, se ingresaba a un pasillo, en el que se aprovechó la pieza del tajamar –de 30 metros–, como pared. 

Museo de los Tajamares en el año 1981.

Una vez que el Museo de los Tajamares abrió en la década de los 80’, ese corredor se usó como galería para exhibir piezas artísticas y fragmentos que se encontraron del mismo muro. Si bien no hay registros de cuántas personas llegaron a visitar el sitio, la llegada de estudiantes por paseos escolares y santiaguinos de la misma comuna era común. 

Pero con el tiempo, el lugar fue afectado por inundaciones provocadas producto de la lluvia y las personas dejaron de concurrir el lugar. Para un artículo de La Tercera, el arquitecto y premio nacional de Urbanismo, Germán Bannen, explicó que este factor fomentó el cierre del lugar. “Aparte de los restos de esas contenciones, no tenía otro atractivo”, afirmó en esa ocasión.  

Felipe Gallardo explica por qué las personas dejaron de ir: “Los espacios culturales oscilan. La concurrencia en el espacio cultural tiene que ver con cómo lo gestionas, cómo lo posicionas comunicacionalmente. Como espacio atractivo. Entonces, yo creo que con ese criterio deberíamos cerrar la mitad de los museos de Chile”, analiza Gallardo.

Así, el Museo de los Tajamares se cerró en 2003. Hasta cerca del 2013 se mantuvo en abandono. Estaba sucio y los ratones eran comunes en el lugar. Durante ese tiempo, vecinos Providencia bautizaron el museo como “El hoyo negro”. Nicolás Cañas, exdirector de Patrimonio y Barrios de la comuna, recuerda esta época.  “Había que estar siempre reponiendo las rejas, los candados, las cadenas, porque las rompían y se metía gente en situación de calle a dormir adentro”, rememora Cañas.

En 2013, la Municipalidad de Providencia reactivó un proyecto de remodelación que se hizo en el 2005. German Bannen lo elaboró, y en él se incluía una modernización ambiciosa del lugar. Por ejemplo, se propuso una nueva iluminación, revestimientos y pavimientos para el Muro Tajamar, además de quitar los taludes que lo caracterizaban. En su reemplazo, habría dos salas: una que sería un café y otra una biblioteca.  

La municipalidad abrió una licitación para realizar el proyecto, que se adjudicó al ingeniero en construcción Carlos Abell Soffia. El contrato costó 713 millones de pesos, y las obras empezaron en 2014. Para el año siguiente se esperaba que la remodelación estuviera lista, pero apenas diez días después del comienzo de la construcción, el proyecto tuvo que detenerse. En medio de las excavaciones, la empresa licitada se topó con la Estación Salvador del Metro.

“La municipalidad no tenía idea de que lo había proyectado y lo que estaba contratando. Nosotros teníamos qué hacer lo que estaba en los planos. Y los planos no señalaban, absolutamente nada, respecto de que el metro estaba ahí”, dice Abell.

El municipio trató de hacer modificaciones al proyecto para que fuera viable. Sin embargo, no tuvieron éxito y decidió terminar anticipadamente el contrato un año después. Pero al hacerlo, se entramparon en problemas judiciales por: la empresa de Abell Soffia demandó a la municipalidad para que le pagara una parte de lo invertido. El ingeniero estimó haber gastado 400 millones de pesos en el proceso.

Finalmente, el 21° Juzgado Civil de Santiago y la Corte de Apelaciones sentenció que la Municipalidad de Providencia debía pagar todos los daños y perjuicios, aunque parcialmente. “Al final nos pagaron el 10% del daño que nos provocaron, de las platas nuestras de las que ellos se apropiaron. Ellos se apropiaron con más de 300 millones nuestros”, lamenta Abell Soffia.

En 2016, el municipio volvió a proponer otro proyecto de remodelación para el Museo de los Tajamares, uno mucho menos ambicioso. Se buscó construir un nuevo acceso al parque, una sala de exposiciones, y restaurar el muro. Este último, durante el tiempo que fue abandonado, había sido graffiteado, quemado y destruido. La municipalidad de Providencia estimó que ese proyecto costaría 418 millones de pesos y se sometería a una licitación a finales de ese año.  

Pero a mediados de ese año, una matriz de Aguas Andinas debajo de la Avenida Providencia se rompió y el Museo de los Tajamares se inundó por completo. Estuvo así cerca de una semana. “No es que el museo haya quedado mal hecho o que los Tajamares hayan quedado mal protegidos. Aparentemente, el sistema de la matriz de agua potable empezó a saturarse (…) Y eso resultó en esa rotura en la matriz. Y ahí se mojó”, explica Gallardo.

Un año después, el municipio realizó otra licitación para restaurar el Muro Tajamar, la que ganó la empresa especializada en conservación patrimonial ARTFACTO. En esa ocasión, la contratación costó cerca de 50 millones de pesos. Se dividió en tres etapas: la primera fue de restauración del muro, la segunda fue de limpieza de los graffittis y la tercera consistía en restaurar el resto del museo.  

Estado original del Muro Tajamar, antes de que ARTFACTO llegara al lugar.

Quienes lideraron ese proyecto fue Yazmin Rosas y Gloria Roman, fundadoras y socias de ARFACTO. Las dos recuerdan que el muro, a pesar de todo, mantenía su estructura en buenas condiciones. El problema fue los rallados, las manchas producto del fuego y el agua. Para ello, sanitizaron el Museo de los Tajamares y absorbieron la sal de muro con pulpa de celulosa. “Fue un proyecto muy bonito. Uno de los más emblemáticos”, expresa Gloria Roman.

El estallido social y un segundo entierro para los Tajamares

Es poco probable que Peter Himmel hubiera imaginado que los Tajamares, descubiertos bajo tierra en los años 70 durante la construcción del Metro, acabarían nuevamente ocultos bajo la tierra medio siglo después. Sin embargo esto ocurrió en 2019, tras el estallido social.

En medio de las protestas y los desmanes, en dónde su epicentro estaba a sólo cinco minutos a pie del museo, varias personas destruyeron el Monumento Nacional. Volvieron a graffitear el muro restaurado por Yazmin Rosas y Gloria Roman. También rompieron la puerta del museo. Se perdió todo lo que se invirtió.

La escena parecía irrecuperable. Pese a eso Rosas y Roman visitaron el museo durante el estallido, aclaran que el daño es reversible.

Como medida paliativa, la Municipalidad de Providencia tomó una decisión polémica: sepultar bajo tierra el museo completo. “Cuando hay guerra, se toman medidas de este tipo. Muchas veces lo óptimo sería no hacerlo, pero el bien patrimonial estaba en riesgo, porque sacaban piezas del muro, rompiendo los ladrillos para ocuparlos de proyectil, lo estaban rayando. Incluso, habían prendido fogatas adentro (…) Esas sí son intervenciones que son irreversibles”, explica Cañas.

Nos dio mucha pena cuando lo taparon, ahí quedamos ‘¿qué pasó?’, ‘¿por qué nuestro trabajo?’. Y de hecho, gente que trabajó con nosotros también nos preguntaban qué podían hacer”, añade Yazmin Rosas, sobre el momento en el que se decidió tapar el museo por el Estallido Social.

En enero de 2020, la Municipalidad sepultó definitivamente el Museo de los Tajamares. Para ello, puso una placa de acero en la entrada y llenó la plaza hundida con toneladas de arena. 

Los tajamares, volvieron a descansar bajo tierra.

Estado del Museo de los Tajamares durante el Estallido Social. Cortesía de Gloria Roman y Yazmin Rosas.

Una promesa no cumplida  

El entierro de los Tajamares en enero del 2020 no fue la única medida tomada por el municipio. Ese mismo mes, la alcaldesa Evelyn Matthei anunció un tercer proyecto para recuperar el Museo de los Tajamares. La idea consistía en la construcción de una galería alrededor del muro, instalar un recorrido museográfico y una biblioteca pública subterránea. Se estimó que el proyecto costaría 1.500 millones de pesos.  

En esa ocasión, la edil de Providencia afirmó: “Esto ha estado abandonado por lo menos 15 años. Ya tenemos una idea clara de hacia dónde queremos avanzar (…) Queremos que tenga mucha vida, que entre, que salga gente, porque esa es la mejor forma de poner en valor el muro. Ya tenemos un anteproyecto arquitectónico listo, y lo tenemos que postular al Banco Interamericano del Desarrollo”, consignó en La Tercera.  

Un año después, el país estaba en campaña para la elección de nuevos alcaldes y el proyecto anunciado en 2020 no tuvo avances. La única candidata de izquierda, Verónica Pardo, criticó la situación en una actividad que realizó encima del Museo de los Tajamares. La excandidata y actual subsecretaria de Turismo, acompañada de varios rostros artísticos, llevó palas y empezó a remover simbólicamente la tierra encima del museo.  

Allí, Pardo dijo que el plano cultural no ha sido una elección para la edil Matthei. “Probablemente entiende que la cultura solamente está ceñida o especificada en ciertos espacios como la ópera o el ballet, expresiones culturales que me parecen muy relevantes, pero la cultura es infinitamente más que eso”, consignó Pardo.  

Pardo, al ser consultada prefirió no referirse al tema.

A cuatro años de aquella promesa, una reelección de Evelyn Matthei como alcaldesa y ya con seis meses restantes de mandato, el Museo de los Tajamares continúa sepultado. The Clinic contactó al municipio para conocer las razones de la inactividad, y las respuestas apuntaron a la falta de financiamiento.  

La primera prioridad fue recuperar los cafés literarios Bustamante y Balmaceda, que fueron quemados intencionalmente y que significaron su cierre de manera permanente”, afirma Patricia Caballero, Directora de la Secretaría de Planificación Comunal (SECPLA) de la Municipalidad de Providencia.   

Además, el municipio aclaró que la recuperación del Café Literario del Parque Bustamante costó más de 1.400 millones de pesos. Mientras tanto, este año se trabajará por restaurar el de Balmaceda y tendrá un costo similar al anterior.  

Actualmente, no hay luces de que el proyecto tenga avances. Patricia Caballero aclara que el proyecto presentado por la Municipalidad de Providencia en 2020 tuvo modificaciones. Así, esta vez, contempla la construcción de un edificio de dos plantas de mil metros cuadrados. El proyecto, llamado “Biblioteca de los Tajamares”, se estima que tendrá un costo de 2.000 millones de pesos.  

Se buscará que el proyecto “de mayor vida al entorno y subsane una de las mayores debilidades del “Museo de Los Tajamares”, que es el atractivo acotado que tiene y que hace que el flujo de visitantes sea muy bajo”, añade Caballero.  

Mientras tanto, el museo se mantendrá bajo la tierra por mínimo seis meses, período que aún le queda a la alcaldesa Evelyn Matthei en el mandato. Hasta hoy, lo único que queda del lugar son algunas partes del Muro Tajamar, que están al costado de dónde se ubicaba el museo. Están rallados con graffiti, el característico color rojo de los ladrillos se desvaneció por el desgaste y tienen olor a excremento.  

“Actualmente, se está trabajando en un proyecto distinto al conversado, que busca trasladarlos dentro del mismo parque”, aclara Cabello al consultarle por el estado de esas piezas.  

Estado actual de los fragmentos del Muro Tajamar, al costado del terreno baldío en el que estaba el museo.

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