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Opinión

8 de Febrero de 2025
Sandro Baeza / The Clinic

Carta abierta por el derecho al ocio

Foto autor Gabriela Villalobos Por Gabriela Villalobos

La columnista Gabriela Villalobos expone en esta carta la necesidad de las personas al entretenimiento en medio de tanta oda a la productividad. "Las vacaciones y el ocio son un lujo. En estos días hay que sumarle a eso el temor a convertirse en “un cacho”. ¿Quién me reemplazará? O peor aún, ¿qué pasa si se dan cuenta que soy fácilmente reemplazable?", escribe. Y agrega: "En la historia de Chile la idea del ocio tiene una connotación negativa. El descanso dominical data de 1907 y su discusión es una muestra de nuestra visión país".

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Un amigo una vez me dijo que el ahorro significaba libertad. Ser dueño de decidir qué hacer con el tiempo, eso sería para él la verdadera riqueza. Algo que muchos añoran sobre todo en febrero, el clásico mes de las vacaciones en Chile. Aunque no para todos. Las vacaciones y el ocio son un lujo. En estos días hay que sumarle a eso el temor a convertirse en “un cacho”. ¿Quién me reemplazará? O peor aún, ¿qué pasa si se dan cuenta que soy fácilmente reemplazable? 

Por lo mismo, no es de sorprender que solo el 28% de la población declara que tomará vacaciones en 2025 según una encuesta de Activa Research publicada hace solo algunas semanas. Podríamos decir que solo una de cada cuatro personas descansará por un período más largo que un fin de semana. Como era de esperar, los segmentos de mayores ingresos son los que tienen más intenciones (53,9%), planes que son más escasos en los estratos menores (20,1%). 

Las vacaciones son sinónimo de no trabajar, de ocio. Ese ocio entendido como una manera de no ser productivo, de divagar sin objetivo claro. Una delicia de descanso que es tremendamente necesario.

En la historia de Chile la idea del ocio tiene una connotación negativa. El descanso dominical data de 1907 y su discusión es una muestra de nuestra visión país. Los opositores a la regulación advertían que ella incentivaría el ocio y los vicios. Era cosa de mirar el “san lunes”, la costumbre de faltar el primer día hábil de la semana. Uno de los defensores del descanso fue el diputado Malaquías Concha, quien abogaba por “la necesidad de dar al organismo humano el descanso indispensable para reparar las fuerzas físicas a fin de que pueda ejercitar las funciones que le corresponde, ya sea en el seno de la familia o en el seno de la sociedad”. Bastante sensato pensando en esos momentos en la salud física, cosa que ahora debiese extenderse a la mental. 

El ocio no es solo necesario para mantener una fuerza laboral en pie. Actualmente, es fundamental para sostener a toda una economía. Según PwC la industria de la entretención facturó US$2,8 billones (millones de millones) en 2023. A esto hay que sumarle cifras similares que aporta el sector del turismo. 

Una nota adicional: esta industria del ocio descansa sobre el avance tecnológico. El streaming, los videojuegos, se han desarrollado gracias a la evolución de la ciencia. Pero esta misma ciencia busca captar la atención por un tiempo prolongado de sus usuarios, no está necesariamente pensada en aumentar la productividad de la sociedad y extender el tiempo libre. ¿Estamos invirtiendo en lo correcto? Depende del modelo de sociedad que queramos seguir. 

Una de las series que más comentarios ha recibido, por tratar de alguna manera esa pregunta, es Severance de Apple TV. El relato es genial: una empresa ofrece a los trabajadores la opción de separar su identidad en dos, el trabajador y la vida fuera del ámbito laboral. Los empleados se someten a una intervención que lleva a que no tengan recuerdos de su empleo una vez que salen de él y que no tengan noción alguna de su vida fuera de la oficina. Suena como la respuesta ideal a la crítica de que uno no puede traer los problemas personales al escritorio, ante el jefe o en la corporación que nos recibe todos los días. Claro, la única finalidad del trabajo es la producción. ¿O no?

Es de alguna manera el ideal de hiperproductividad que se impulsa desde Silicon Valley, la creación constante de múltiples empresas como lo ha hecho el hombre más rico del mundo, Elon Musk. Hace un par de años el club de las 5 de la mañana llamaba a todos a encarnar los hábitos de despertar temprano para aprovechar el día. Mi máxima admiración por ellos. Me encantaría tener más horas para dedicarme no sólo a mis labores profesionales y domésticas, sino también personales. Lograr aburrirme. 

Hace unas semanas el economista George Loewenstein visitó nuestro país invitado por la Universidad de Chile. Fue entrevistado por El Mercurio y dio una frase genial sobre el tema. “El aburrimiento es una señal evolutiva. Es tu cerebro diciéndote: ‘Puedes hacerlo mejor’”, dijo quien aparece muchas veces como candidato a recibir el Nobel. Su campo de estudio es justamente el tedio. Ese sentimiento incómodo que nos obliga a ser creativos, a entrenar nuestra cabeza en diferentes estados. Aquí está su valor.

El aporte que podemos realizar en el ámbito laboral depende de nuestro bienestar personal y viceversa. Separar ambos es esquizofrenia pura. Los seres humanos necesitamos el ocio para trabajar tranquilos y trabajar tranquilos para tener momentos de ocio. Por algo el derecho a las actividades recreativas está garantizado con rango constitucional en 82 países. No en Chile, y no voy a entrar en la discusión por una nueva carta magna. El aburrimiento no da para tanto.

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