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El escaso efecto de esferas de concreto y jardines de rocas para combatir el comercio ambulante: la batalla perdida en la Región Metropolitana

El llamado urbanismo hostil busca erradicar el comercio ambulante en la Región Metropolitana, pero solo desplaza a los vendedores, generando nuevos problemas. Urbanistas son críticos frente a este medida, debido a que afea las veredas y su impacto ha sido hasta ahora nulo: los ambulantes llegan con mesas para evitarlos y siguen tomándose las calzadas, mientras los peatones deben lidiar con el escaso espacio que queda para transitar.

Por Manuel José Montes y Sebastián Palma 9 de Marzo de 2025
El Santiago de difícil acceso: cómo el urbanismo hostil estorba en lugar de desplazar el comercio ambulante
El Santiago de difícil acceso: cómo el urbanismo hostil estorba en lugar de desplazar el comercio ambulante
Fotos: Francisco Paredes/The Clinic
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En las calles de Estación Central, la arquitectura urbana intenta sin éxito controlar el comercio ambulante. Piedras dispuestas estratégicamente, jardines de rocas y estructuras diseñadas para evitar la instalación de carros de comida han terminado por generar el efecto contrario: los vendedores solo se han desplazado unos metros, invadiendo otros espacios y obstaculizando aún más el tránsito peatonal.

Un ejemplo claro se encuentra en la salida sur del metro San Alberto Hurtado, en la esquina de Toro Mazotte con la Alameda. Ahí, un kiosquero observa con impotencia cómo una vendedora ambulante ha instalado su carro justo frente a su negocio, captando a los clientes que buscan comprar bebidas heladas o confites. Lo paradójico es que la comerciante se ha sentado sobre las mismas piedras “anti ambulantes” que el municipio dispuso para evitar la ocupación del espacio público. Para ello puso un cajón de plástico dado vuelta y se sentó en el fondo. Las rocas, para ella, no son un obstáculo. 

La instalación de estos jardines de rocas enterradas con cemento se realizó hace menos de un mes, en medio de un plan de “urbanismo táctico” que aplicó el municipio. Este plan contempla una inversión de más de 98 millones de pesos, e incluye una estrategia que busca la prevención, el control y la fiscalización permanente para mantener a raya el comercio ambulante en el sector.

A pocos días de que se instalaran las piedras, los vendedores ambulantes ya se habían instalado en medio de estas con mesas plegables y cajas de cartón para poder utilizar el espacio de igual manera.

“Las mesas las colocan igual, los carros también y siguen funcionando como si nada”, reclama un locatario formal del sector, que atiende su negocio hace más de treinta años. Según él, estas medidas sólo han desplazado a los ambulantes a otras zonas de la vereda o incluso a la calzada, forzando a los peatones a caminar por la calle.

El ambulante que antes desplegaba un paño ahora usa una mesa plegable. Los carros que antes estaban en las orillas de la vereda ahora ocupan su interior. Y los peatones, que antes encontraban cierto orden en el desorden, ahora deben abrirse paso entre obstáculos urbanos que, lejos de solucionar el problema, lo han agravado.

Desde la municipalidad de Estación Central afirman que, a poco más de un mes del inicio de las obras, están viendo “una transformación positiva en Toro Mazotte”. Agregan que “con estas medidas, hemos logrado inicialmente disminuir la cantidad de comercio ambulante irregular, mejorar la movilidad y fortalecer la seguridad”. Además, aseguran que la “recuperación del espacio público” ha sido bien recibida por la comunidad, recibiendo incluso solicitudes de vecinos para aplicar estas medidas en otros puntos de la comuna.

El caso de Estación Central no es el único, tampoco es uno entre pocos, sino que son varios los tumultuosos rincones de Santiago y regiones en que se han aplicado medidas de urbanismo hostil buscando combatir el comercio ambulante. En La Florida, a la salida del Mall Plaza Vespucio, en el barrio Lastarria, a las afueras del Costanera Center, en el Persa Biobío e incluso en el Congreso de Valparaíso se ha intentado aplicar la arquitectura hostil. En todos los casos han fracasado, ya que los vendedores ambulantes se siguen instalando.

Urbanismo hostil vs comercio ambulante

Un recorrido por Santiago, partiendo por el sector oriente, tuvo como primer destino el Mall Plaza Vespucio, ubicado a las afueras del metro Bellavista de La Florida. En la salida poniente del metro se ubica un pequeño parque que lleva a uno de los accesos del centro comercial. 

El escenario en el lugar es similar al de Estación Central. Lo primero que se ve al salir del metro, a pasos del acceso, es una mujer con una sombrilla, dos asientos y dos contenedores llenos de botellas de agua, gaseosa y latas de bebida energética.

Con una posición privilegiada, no solo molesta a quienes quieran entrar al metro, sino que perjudica directamente a Verónica, que atiende un kiosco a escasos metros. Verónica relata que “hasta el año 2019 había una caseta de carabineros en la entrada, con eso nunca se instaló nadie a vender. Ahora que ya no están, esto es tierra de nadie”, reclama, agregando que a las 16:00 horas se repleta de vendedores en el parque. Se puede ver carros de cabritas, manteles con ropa interior e incluso se instala un hombre a vender piezas de joyería.

¿Cuál fue la solución del municipio? Instalaron enormes maceteros de concreto en el centro del lugar, dificultando el tránsito en esa parte del parque. La medida fue implementada hace menos de una semana y los ambulantes la han conseguido burlar.

Esta medida de urbanismo hostil no logró un cambio muy grande, ya que los vendedores ambulantes volvieron a instalarse de inmediato, incluso usando la nueva infraestructura a su favor. “Traen cartones y los ponen como mesas. Los quitasoles los ponen en los mismos maceteros, haciendo tira las plantas”, comenta Verónica, quien a diario debe competir con los precios de comerciantes informales que captan a más clientes que ella.

El último recurso contra el comercio ambulante

Pablo Allard es urbanista y arquitecto. Tiene un máster en arquitectura en diseño urbano y un doctorado en estudios de diseño en la universidad de Harvard. Allard es crítico frente a medidas como las que aplicaron en Toro Mazzote y La Florida. Según él, el “urbanismo hostil” es la solución más dramática, violenta y menos eficiente frente al problema del comercio ambulante, pues funciona como un disuasivo en vez de resolver la problemática de fondo.

“Partió cuando pusieron pedazos de acero en los bordes de las bancas o las soleras para evitar a los skaters. También con las personas que pernoctan en las bancas del espacio público, donde les pusieron apoyabrazos para que no se pudieran acostar. Pero el comercio informal es mucho más agresivo en la ocupación del espacio público que una persona que duerme siesta o un skater”, explica Allard, quien asegura que medidas como esta se han utilizado en muchas grandes ciudades alrededor del mundo.

Según el experto, hay varias opciones mejores que ayudan a cuidar los espacios públicos que no sacrifican ni la estética del lugar ni la transitabilidad.

En concreto se refiere a la prevención situacional, rama del urbanismo que apunta a generar ciertos lineamientos del diseño del espacio público que reducen la posibilidad de que se produzcan crímenes. “Estas van desde el diseño de las plazas, donde se evita que hayan arbustos que sirvan de escondite y facilitar la visibilidad hasta diseñar las calzadas para quitarle espacio al comercio ilegal”, recalca el arquitecto. 

Otra de las soluciones que Pablo Allard considera más “amigable” que la instalación de infraestructura hostil es el urbanismo táctico, que recupera espacios residuales de la ciudad y los activa con usos formales pero temporales. Un ejemplo que plantea el urbanista  “son las plazas de bolsillo, sitios eriazos donde los municipios ponen gravilla y foodtrucks, activando el espacio que de lo contrario podría ser tomado”, como el espacio al costado del Ministerio de Obras Públicas (MOP) en la calle Morandé.

Otra opción que plantea Allard son los parklets, instalaciones que amplían el espacio de los cafés o restaurantes en las aceras, ocupando los estacionamientos de vehículos para posicionar mesas y ocupar espacio que en otra instancia podría ser utilizado por los vendedores ambulantes.

Un patrón que se repite

Otro destino a observar es el corazón de Providencia, donde se encuentra el Costanera Center, uno de los destinos más concurridos de Santiago. En este lugar surgió un caso muy similar en el que se aplicó el urbanismo hostil, pues durante el año pasado la municipalidad de Providencia, en conjunto con el mall, instalaron esferas de concreto y jardines en plena vereda de la calle Vitacura para evitar la llegada de los ambulantes.

En pocas semanas se demostró la ineficiencia de las esferas de concreto, pues las redes sociales se llenaron de quejas por la dificultad que generaba la reducción de espacio para caminar, y es que los vendedores siguen instalando sus manteles en el poco espacio que queda para transitar. 

Basta con realizar el ejercicio de visitar el lugar una tarde cualquiera y caminar por ese lado del mall. Los manteles con calcetines, maquillaje, perfumes, gorros e incluso fruta hacen que el espacio parezca más un mercado que una vereda. A esto hay que sumar la reducción de espacio que genera la presencia de las polémicas esferas grises, y es que el espacio entre ellas no es suficiente para caminar, por lo que las personas deben hacer una fila para pasar por el pequeño espacio que queda.

Desde el municipio de Providencia aseguran que la instalación de “urbanismo táctico” forma parte de un plan extenso para erradicar a comercio ambulante del sector. Según sus observaciones, la medida ha permitido disminuir paulatinamente la cantidad de funcionarios que se destinan a labores preventivas en el sector. El alcalde Jaime Bellolio mencionó que “estas medidas desincentivan la presencia de comercio ilegal en el sector, ya que no cuentan con espacio para instalarse”. Además, agrega que “tienen un doble propósito, pues evitan las aglomeraciones y limitan las posibilidades de escape de delincuentes”.

Similar es el caso de calle Lastarria, en la comuna de Santiago, donde el comercio ambulante se desata todas las tardes cuando el personal de seguridad ciudadana se retira. La presencia de los vendedores ambulantes, acompañada del consumo de alcohol y drogas, han convertido el lugar en un mercado nocturno sin regulaciones, del que las personas que viven cerca han reclamado en numerosas ocasiones.

En este caso, la medida que tomó el municipio para combatirlo fue la instalación de enormes maceteros de concreto pintado de blanco en las entradas de los edificios, intentando impedir la instalación de los ambulantes. Sin embargo ha sido insuficiente la presencia de los maceteros para frenar el comercio, y es que los vendedores ambulantes se instalan igualmente, incluso instalando sus productos entre los maceteros cuando los fiscalizadores se retiran.

“La solución más fea y perniciosa”

Según Ricardo Abuauad, arquitecto y decano del Campus Creativo de la UNAB, estas medidas son “medidas correctivas que luchan contra algo gravísimo, que es el comercio ambulante que tiene todo invadido. Se supone que hacer difícil su instalación contribuiría, pero también hace el espacio público feo e inaccesible para otro tipo de público de usuario”.

Según explica Abuauad, el error que se comete al atacar de esta manera al comercio irregular es apuntar a la última pieza de la cadena económica. El experto justifica que, al atacar solamente una parte del problema es ineficiente, pues “cualquier medida realmente eficiente ataca a todas las piezas anteriores de la cadena”, como sería el abastecimiento de los vendedores ambulantes o su organización. Abuauad argumenta que incluso se podría atacar el comercio ambulante desde la educación cívica, asegurándose de enseñar a la gente lo dañino que es para la economía el comercio irregular.

“Esos mismos casos que se están usando en medidas disuasivas podrían usarse en áreas verdes, mobiliario urbano que podría permitir a las personas sentarse cómodamente, pero no se puede porque se está librando una batalla que busca que la instalación del comercio ilegal sea imposible”, explica el abogado, justificando que es complejo reemplazar estas estructuras por algo más armónico con el entorno.

El arquitecto agrega que esta medida, además de ser ineficiente, es “fea y dañina” para el espacio público.

Hostilidad hacia el peatón

Todos los fines de semana el sector del Persa Biobío está repleto de gente. Los restaurantes llenan sus instalaciones y el galpón Víctor Manuel recibe a miles de visitantes. Además de los locales de comida y los galpones, parte del comercio que históricamente se ha encontrado en el sector son los vendedores de la calle, que todos los fines de semana se instalan en las veredas a vender distintos tipos de productos. 

Al caminar un día de semana por la vereda poniente de la calle Víctor Manuel, se pueden ver las mismas piedras enterradas en cemento que instalaron en Toro Mazotte, que también fueron instaladas con el objetivo de desplazar a los vendedores que se instalan en el lugar. Sin embargo este caso es el claro ejemplo de que una medida así no puede lograr dicho cambio.

El panorama de este sector es distinto a los demás, y es que los vendedores que se instalan todos los fines de semana en las veredas llevan años haciéndolo, son conocidos por los locatarios del sector y aceptados por la gente. De igual manera, las veredas están repletas de elementos de urbanismo hostil.

Los locatarios del sector, que han visto por años estas piedras instaladas, acusan que traen más peligro que ayuda. “Esas piedras las pusieron en el tiempo de Alessandri, antes de la pandemia. Los vendedores se ponen igual, ponen mesas o tablas de madera encima”, explica un locatario del sector, quien asegura que han habido numerosos casos en los que personas tropiezan con las piedras y al caer sufren lesiones.

Un lugar en donde ocurrió algo similar es en Valparaíso, específicamente en el Congreso, donde es común ver decenas de manteles. A comienzos de este año, se amplió el perímetro de vallas papales para erradicar el comercio ambulante que se instalaba a diario en el perímetro del edificio.

Los ambulantes del sector no tardaron en reposicionarse para seguir con su actividad, desplazándose hacia el terminal de buses de la ciudad y a la calle Doce de Febrero.

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