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Opinión

21 de Junio de 2025
Imagen: Sandro Baeza/The Clinic

Por qué la verdad murió: una columna sobre medios, redes y todas las cosas en las que queremos creer

Foto autor Ignacio Bazán Por Ignacio Bazán

El periodista Ignacio Bazán escribe sobre el presente de los medios de comunicación. "Es complicado hablar sobre verdad, hablar sobre el rol de los medios en tiempos en que estamos absolutamente superados por información de todo tipo y por todos lados, en todos los formatos. Han sido varios años en que los algoritmos nos malcriaron, nos malacostumbraron, porque de a poco, nos empezaron a mostrar cosas que nos gustan, que nos atraen", opina el columnista.

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Así como en fútbol se dice que hay 19 millones de técnicos de la Roja, cuando se habla de medios de comunicación podemos decir que hay 19 millones de editores. Todos tienen una opinión sobre la noticia que falta o que sobra en un medio. Todos, o dale, casi todos, opinan sobre el enfoque de un tema o sobre por qué su sector político es perjudicado y el otro sector no. Y después viene el fango, la crítica violenta, sin siquiera haber leído el artículo más allá del titular, y quizás la bajada, porque ya sabemos: pocos leen y casi todos opinan de todo. 

Siempre el primer estado va a ser el de negación. Esa es la primera pulsión. ‘Si no me gusta, no puede ser verdad’. Y a veces, cuando la realidad de una noticia se viene encima con todo, cuando ya no se puede hacer absolutamente nada para negarla, entra el comodín: ‘Ya, pero cuando <inserte rival político preferido> hizo lo mismo, los medios no publicaban nada´. 

Generalmente, un simple googleo va a dejar a esa persona en vergüenza.

Es complicado hablar sobre verdad, hablar sobre el rol de los medios en tiempos en que estamos absolutamente superados por información de todo tipo y por todos lados, en todos los formatos. Han sido varios años en que los algoritmos nos malcriaron, nos malacostumbraron, porque de a poco, nos empezaron a mostrar cosas que nos gustan, que nos atraen y nos hicieron creer que esa era la verdad.

Si soy fanático de Pearl Jam, me va a mostrar mucho contenido de Pearl Jam con personas que hablan de Pearl Jam todo el tiempo y voy a empezar a creer que todo el mundo habla de Pearl Jam. Quizás no hay nada malo en eso. Pero en ese trance, también nos empezaron a mostrar otro tipo de ideas que pueden llegar a conectar con partes más oscuras de nuestro pensamiento. Y se empezaron a normalizar cosas que antes eran de minorías absolutas. 

Si alguien cree que la tierra es plana, le va a mostrar contenido de gente que cree en eso. Ideas que parecían totalmente superadas, como encontrar aceptable hacer caer a un gobierno electo democráticamente a través de la fuerza, empezaron a normalizarse cuando se hizo más fácil generar una comunidad de personas en torno a esa verdad, todo gentileza de los mentados algoritmos. Y quizás, en poco tiempo, pasen de ser un grupo minúsculo a ser parte de una considerable minoría y luego, quién sabe.  

Noticias a medida

Las redes han facilitado el empuje de algoritmos ajustados a la cosmovisión y los ideales de cada persona. Y también han exacerbado polarización: hace mucho que no paga ser moderado, todo lo contrario, sino pregúntenle a la DC. Cada nicho (unos más chicos, otros más grandes) se convirtió en una caja de eco de nuestras creencias, con creadores de contenido haciendo puente con la opinión (o emoción del consumidor de información), muchas veces con pura opinión, sin ningún dato real. Por eso, cuando nos topamos con una noticia que no se alinea con lo que pensamos, tendemos a sentir rechazo, un acto reflejo que nos lleva a sospechar de algo que fue reporteado por profesionales, que tiene una metodología, y que generalmente debe pasar filtros antes de su publicación. 

De alguna forma, queremos noticias hechas a medida y todo lo demás nos ofende. 

Ejemplos hay varios. Para empezar: principios del Caso Monsalve. Mientras todo Chile hablaba de los sour catedral, por varios días el exsubsecretario no aparecía por ningún lado y había especulaciones varias. Y bueno. Dentro de esa incertidumbre, mucha gente con algoritmo de derecha y derecha extrema estaba convencida de que Monsalve había escapado del país para eludir a la justicia. No solo estaba convencida, también estaba muy enojada de que esto hubiese ocurrido y se decían cosas del tipo ‘Boric lo dejó escapar’, acompañado la frase con algún adjetivo no muy buena onda. 

Pero siendo en ese momento editor en un medio, con acceso a la trastienda del reporteo del caso, no había ninguna señal de que Monsalve se hubiese fugado del país. Ninguna. La sola constatación de esto ponía a la contraparte de mal humor, totalmente irascible, porque esa noticia la había leído en algún posteo en Facebook de ‘Patriota con bototos’, por decir algo. 

Desde el otro lado, también ha habido este tipo de episodios. Un símbolo de esto fue el centro de tortura que se había montado en la estación Baquedano para el estallido, a fines de octubre de 2019. Lo que partió como información en redes, terminó con parlamentarios de la oposición de esa época exponiendo sobre el tema en el congreso y claro, como es de esperar, también en redes. Dos jueces llegaron al lugar el mismo día de la denuncia (uno de ellos Daniel Urrutia, conocido por sus opiniones pro izquierda), descartando que el metro fuese lugar de torturas. Pero esa visita no fue suficiente para desmentir el hecho completamente. Pasaron ocho meses de investigación, cuando la brigada de DD.HH. de la PDI estableció que nada de lo denunciado había ocurrido. Para muchos esto no fue suficiente y les quedó dando vueltas en la cabeza que el centró de torturas sí existió. El solo rumor también ayudó a profundizar la rabia y la polarización durante esos primeros días del estallido. 

Informaciones que se esparcen por el teléfono y que rara vez son verdad, influyen especialmente en la generación boomer y después en menores de 30, segmentos que consumen cadenas de WhatsApp maliciosas en el caso de los primeros; y redes como IG o TikTok (con respectivos algoritmos a medida) en el caso de los segundos, aunque para ser justos, personas de este perfil también se mueven entre los 30 y 59 años. Y bastante. 

En el fondo, detrás de la lectura o el consumo de información, hay emociones de las que un medio, la mayoría de las veces, no se puede hacer cargo, aunque el daño reputacional causado por quienes atacan noticias que no les gustan, es enorme. Esta es una, de un montón de razones, por las que la verdad hoy está prácticamente muerta y muchos parecen bastante cómodos, replegados en sus pequeñas cámaras de eco.  

¿Cómo se le hace frente a esto? Un buen camino parece ser conversarlo, contar cómo nos pega, en lugar de seguir recibiendo los golpes. Explicar por qué el periodismo sigue siendo importante en tiempos de leyes mordaza, a pesar de sus crisis y de sus propios errores, porque los hay y los seguirá habiendo. Pero, si alguna vez se llega a cuestionar con los mismos estándares un posteo con información dudosa hecho desde una cuenta anónima, de la misma forma en que hoy se revisa un reportaje publicado por un medio, estaremos pagados. Sería un buen comienzo. 

Son tiempos extraños para acercarse a la verdad, pero al menos debemos intentar autoexaminarnos. De momento, todo se ve complicado. Demasiada confusión. 

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