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Mundo

10 de Noviembre de 2011

Cocodrilo: La droga que pudre la piel y devora la carne se extiende en Europa

El nombre científico de la sustancia es desomorfina, pero en Rusia todos se refieren a ella como ‘krokodil’, cocodrilo. La han bautizado así por la apariencia que va tomando la piel alrededor de los pinchazos: se vuelve verdosa, con escamas, hasta recordar vagamente la seca superficie del reptil. Pero, por desgracia, la metáfora llega mucho […]

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El nombre científico de la sustancia es desomorfina, pero en Rusia todos se refieren a ella como ‘krokodil’, cocodrilo. La han bautizado así por la apariencia que va tomando la piel alrededor de los pinchazos: se vuelve verdosa, con escamas, hasta recordar vagamente la seca superficie del reptil. Pero, por desgracia, la metáfora llega mucho más lejos, ya que este sustituto barato y casero de la heroína va destruyendo los tejidos, como si devorase el cuerpo a dentelladas. Los vasos sanguíneos revientan, la carne se desprende de los huesos y los consumidores acaban sufriendo gangrena y amputaciones, en una especie de versión hiperbólica de los horrores de la droga. La mayoría de los adictos muere a los dos o tres años.

Hasta hace unas semanas, el ‘krokodil’ parecía patrimonio exclusivo de las repúblicas exsoviéticas, especialmente de Rusia, donde la heroína mantiene una extraordinaria vigencia: se calcula que hay en el país unos tres millones de yonquis, que absorben el 21% de la heroína producida en Afganistán. Cada año fallecen 30.000 rusos por esta causa, la tercera parte de la cifra mundial de muertes. A la disponibilidad de este opiáceo en las calles se suma la hostilidad del Gobierno hacia los programas de reducción de daños, como el intercambio de jeringuillas, y su rechazo a mantener redes públicas de centros de rehabilitación. El panorama ya era siniestro, pero ha empeorado hasta la pesadilla por culpa del ‘krokodil’, detectado por primera vez hace nueve años en Siberia: mucho más fuerte que la heroína, la desomorfina puede ‘cocinarse’ en casa a partir de tabletas de codeína, vendidas libremente en las farmacias. El resto de la receta, difundida de boca en boca o a través de Internet, permite imaginar que de ahí no puede salir nada bueno, ya que los adictos utilizan ingredientes como disolvente, bencina o fósforo rojo sacado de las cajas de cerillas. El coste total de la dosis oscila entre tres y cinco euros, pero los efectos no duran más de dos horas: el toxicómano entra en un ciclo enfermizo de fabricación y consumo que le mantiene ocupado día y noche, mientras su cuerpo se va corrompiendo.

¿Dolores de cabeza?

En los últimos cinco años, la gravedad del problema se ha disparado. «Las ventas de tabletas de codeína se han multiplicado docenas de veces. Es muy obvio que esto no sucede porque todo el mundo haya desarrollado un repentino dolor de cabeza», apuntaba este verano Víctor Ivanov, responsable de la Agencia de Control de Drogas. Pero parece que el asunto ya no concierne solo a Rusia: este mes, se han detectado en Bochum, una ciudad alemana de la cuenca del Ruhr, cuatro casos de presunto consumo de ‘krokodil’. De momento, la identificación de la droga se basa exclusivamente en los llamativos síntomas, pero los responsables policiales han admitido que no se trata de ejemplos aislados dentro del territorio germano.

Las alarmas han saltado ante la posibilidad de que una sustancia tan poco recomendable se extienda por el continente, que sufrió el año pasado un importante bajón en el suministro de heroína. «Las causas de esta escasez no están claras, pero la plaga que afectó a la cosecha afgana de adormidera de 2010 es, en mi opinión, un factor importante -explica a este periódico Christopher Hallam, investigador del Consorcio Internacional de Política sobre Drogas-. El último informe de Naciones Unidas sobre el opio en Afganistán indica que la producción de 2011 superará en un 61% la del año pasado, y esto puede incrementar el abastecimiento». Pero, de momento, los precios se mantienen altos, un factor determinante en la decisión desesperada de recurrir a alternativas de elaboración casera: «Si el suministro de heroína sigue siendo escaso, de poca calidad y caro, podría suponer un estímulo para que el mercado produzca y distribuya desomorfina en otros países europeos. Eso supondría una mala noticia para Europa Occidental en términos de salud pública», concluye Hallam.

Porque, en igualdad de condiciones, ningún toxicómano en sus cabales elegiría el ponzoñoso mordisco del ‘krokodil’. «Puedes notar lo desagradable que es mientras te lo metes -relató al diario británico ‘The Independent’ un consumidor ruso-. Sueñas con heroína, con algo que parezca limpio y no veneno. Pero no puedes permitírtelo, así que sigues metiéndote ‘krokodil’. Hasta que te mueres».

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