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Opinión

20 de Julio de 2012

El pedregoso camino a Guadalajara

Me reuní con mi contador para discutir sobre Guadalajara (la feria libresca en que Chile es el triste invitado de honor). No me había podido atender antes por atados que tenía con algunos clientes por la operación pos renta. Abrimos un cabernet sauvignon y junto a la chimenea de su casa en Barrancas, no sin […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
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Me reuní con mi contador para discutir sobre Guadalajara (la feria libresca en que Chile es el triste invitado de honor). No me había podido atender antes por atados que tenía con algunos clientes por la operación pos renta. Abrimos un cabernet sauvignon y junto a la chimenea de su casa en Barrancas, no sin antes haber discutido sobre la necesidad de un candidato ciudadano para hacerle frente a la maquinaria criminal de la Concertación en nuestra comuna, entramos en materia. Le comento que en mi calidad de invitado me siento presionado a emitir una opinión en relación con una declaración reprochadora, que parece cultural y políticamente correcto apoyar, sobre una programación y un listado de invitados que no conozco a cabalidad. Mi contador, más al tanto que yo de los acontecimientos, me hace un breve repaso del cahuín. Evitó agredirme con esa frase terrible de los superyoicos: “Te lo advertí”, aludiendo al viejo tópico de la fidelidad representativa del país, incluyendo los procedimientos y costos de dicha representación. Apeló a nuestra matriz ideológica para enfrentar este tipo situaciones, sólo en términos estrictamente analíticos, acotó. Hay un campo cultural que tiene su ordenamiento, me indica. Se ríe de mí al comprobar que me está siendo difícil soportar la dinámica de una legitimación literaria (supuesta). Me prohibe estrictamente firmar declaraciones porque corresponde a una práctica setentera que tiende a beneficiar a ciertas voluntades corporativas, por nada del mundo apoyar un texto que diga: “Rechazamos enérgicamente la actitud discriminatoria…”, como de sindicaleros rancios o de pendejos con aspiraciones políticas, que no podía caer en esa ingenuidad. No debes olvidar que todo esto es movida santiaguina, que es necesario tomar distancia para no ser manipulado por voluntades otras. Usted es fundamentalmente un político, compañero, no es un escritor en sentido estricto o al modo en que estos corporativistas lo son, me dice. Es obvio que estas cosas se van a negociar, agregó.

Le comento que muchas de los reproches son muy atendibles, que en lo personal eché de menos a mi amiga Elvira Hernández y a las editoriales independientes que han redefinido el tono de la escritura chilena. Estuvo de acuerdo conmigo, pero agregó que eso ya estaba determinado por las características del campo literario y que había que entrar a hacer un levantamiento, que era lo mismo que entrar a picar. Aquí hay una razón política que determina la situación cultural. El sólo hecho de que Chile sea invitado a un evento que responde a lógicas que están fuera de nuestras prácticas asociativas es de una siutiquería a toda prueba. Me insiste en que la disputa por la marca representativa de Chile es de una ingenuidad (o de una perversión) sicótica. O la Violeta cantando o el neoliberalismo emprendedor, dicho así como en la más bruta, parece ser el dilema de sentido común propuesto por el reproche. Llegar a ese consenso es una dura tarea política, compañero, y usted ahí no ocupa un lugar relevante por razones estratégicas. Usted no es de ahí, me insiste. Ahora, en la más subjetiva, usted tiene que hacerse el huevón y rentar de la provincia con todo el ajuste de cuentas territorial y de condición de clase que corresponda. Y a pesar de la ordinariez de representar a Chile (y a su comuna) en este evento, debes asumir el paradigma pequeño burgués abajista y al menos demostrarle a tu viejo que no eres el fracasado que pareces ser (porque hay que asumir que esto tiene una cierta arista como de premiación). Y me agrega que un espectáculo como este no puede no tener escenas ridículas para las que usted debe estar preparado. Imagínate a Ampuerito haciendo un cotelé en la embajada o que en un gran restaurante de un hotel inviten al todo el huevonaje a degustar recetas nerudianas. Usted, calladito, hace el registro de todo para el hueveo local y punto. Esas situaciones te las encargo, me advierte. Acuérdate también que los chilenos son mal comportados, un par de tragos y a hablar de más se ha dicho, y empieza el resentimiento, la pretensión y la agresión. Los chilenos son jugosos, que no se te olvide. Y acuéstate temprano, me advierte. La ansiedad los carcome, muchos (mi contador siempre me habla en masculino) van a perder la compostura al intentar hacer negocitos o porque simplemente carecen de diseño y de modales.

Me angustio y entro en mutismo táctico. La señora Laurita ha hecho pan amasado con una rapidez pasmosa. Mi contador aprovecha de explicarme la diferencia de hacer la masa con polvos Royal o con levadura, la última debe reposar. Yo creo, me dice para finalizar, que una mala representación o un mal programa, determinado por una mala práctica, es altamente conveniente para nuestra postura cultural y política, profundamente antichilena, en un sentido de crítica radical a la geopolítica y al chauvinismo charcha que nos define. Yo creo que mi contador le pone mucho color, pero no puedo omitir sus informes de coyuntura.

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