Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

13 de Junio de 2013

Editorial: Debates Primarios

Aparte de PV, que lo vio como uno que se cree el Kennedy de la política chilena, escuché de varios a los que les gustó Velasco en el debate. Rafael Gumucio me dijo que entre sus alumnos, un grupo había decidido cambiar el voto, y apoyarlo. Mi amiga Luz, siempre al tanto de lo que […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
Por

Aparte de PV, que lo vio como uno que se cree el Kennedy de la política chilena, escuché de varios a los que les gustó Velasco en el debate. Rafael Gumucio me dijo que entre sus alumnos, un grupo había decidido cambiar el voto, y apoyarlo. Mi amiga Luz, siempre al tanto de lo que ocurre en la cuadra, me contó que a las vendedoras de medias, calzones y sostenes, también las había convencido.
Hablo de un mundo más bien burgués, o pequeño burgués.

Según una encuesta de radio Cooperativa, el debate lo ganó Bachelet con cerca del doble de apoyo que Velasco, su contendor más cercano. La derecha alabó al ex ministro de Hacienda. No son pocos los que votarán por él en contra de Bachelet. Algo ha pasado con ella que se ha puesto de moda, en este mismo restringido espectro, despreciarla. Carolina Rossetti, ligeramente chambreada por el cóctel posterior al programa, declaró ante las cámaras de televisión: “Michelle, el plato ya está frío”.

Lo cierto es que Bachelet no lo hizo mal. Ninguno lo hizo mal. Gómez, quizás, estuvo un poco chacotero, aunque no faltaron los seducidos por su libertad de perdedor. Las preguntas fueron buenas, apuntaron a temas medulares, estuvieron lejos de la intimidad. No importaron los personajes. Las biografías fueron pasadas por alto. El interés se centró en la posición de los postulantes frente a una serie de asuntos determinantes. El sistema educacional, las AFP y las pensiones fueron cuestionados en su esencia, cuando hace apenas unos años José Piñera, su inventor, era por muchos considerado un genio. Esa lógica que ponía a rajatablas el esfuerzo personal por encima de los empeños colectivos perdió el envión.

Seguramente hoy día jueves, cuando se enfrenten los titanes de la derecha, volverá a brillar, pero muy pálidamente. Chile ya sabe que no le puede pedir todo al Estado. Acá nadie cree en el socialismo, al menos como alguna vez creímos muchos. No se trata de suscribir la caricatura de que nos gustan los mall, aunque nos gustan, pero tampoco necesitamos que nadie nos venga a recordar a cada rato que cada cual se rasca con las propias uñas. Sólo un loquito como Von Appen podría negar que somos presas cotidianas de los abusos. Los bancos, las casas comerciales, los seguros, las isapres (Orrego postula terminar con ellas), las empresas de agua, luz y gas, si pueden, nos friegan. Incluso Longueira pide un país más justo.

Habitamos el capitalismo con la misma naturalidad con que los santiaguinos vivimos en el esmog. Sólo nos preocupamos cuando es demasiado. Antes encontrábamos “demasiado” cuando nos costaba respirar, ahora consideramos que el aire debiera estar siempre más limpio. Muy pocos esperan que mañana la capital huela como un bosque sureño (me excuso por la metáfora centralista), pero se corrió la línea de las exigencias.

A mí el foro me dio tranquilidad. Sentí que aún tratando asuntos nucleares, no estábamos en un duelo de pistoleros. Los postulantes ahí presentes mostraban una confiable amistad cívica. Me hubiera gustado ver en sus puestos a Marco Enríquez-Ominami y a Sfeir. Con ellos se hubiera completado el cuadro. El tema que ocupó más tiempo fue la discusión constitucional. Poner el centro del debate en la asamblea constituyente es ficticio. Lo que nos importa a los chilenos es volver a discutir las reglas del juego. ¿Cómo? Ya veremos. En primer lugar, permitiendo que las reglas se discutan. Lo que quiero decir es que nada en el debate olía a peligro o desmadre. Siquiera insinuarlo es de viejas materas o viejos vinagres. Los cambios que muchísimos queremos son perfectamente posibles. No hay una revolución en curso, salvo que, desde los distintos lados, los partidarios del estancamiento o la perfección, distorsionen el volumen de la sensatez. ¿Será correcto preguntarse siempre quién ganó?

Temas relevantes

#debate#editorial

Notas relacionadas