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Cultura

6 de Noviembre de 2013

Estuvieron en Chile un día: Walt Disney en Santiago

Agosto de 1941 y Walt Disney abandona los Estados Unidos agobiado por angustiosas preocupaciones económicas y parte rumbo al sur. Sus estudios cinematográficos sufren una grave crisis. Los empleados de Disney han declarado la huelga y Mr. Disney se ha visto en la disyuntiva de la quiebra o el despido masivo. En medio de la borrasca financiera, Disney ha visto su tabla de salvación en América Latina.

Gonzalo Peralta
Gonzalo Peralta
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Tras haber pasado por Brasil, Argentina y Uruguay, la alegre comitiva Disney integrada por 18 personas cruza los Andes en un bimotor Panagra y aterriza en el aeropuerto de Los Cerrillos el 28 de septiembre de 1941.

Numeroso público y un enjambre de periodistas esperan al genial creador de Mickey y Donald. Disney viene trajinado. Sin corbata, el cuello abierto y el sombrero “un guiñapo que estrujaba en sus manos”. Al parecer, el cruce de los Andes en el pequeño bimotor a hélice ha sido intenso. Los reporteros criollos lo esperan con un pato con gorro encasquetado y una rata enjaulada coquetamente adornada con una cinta y un cartel que dice “Soy la novia de Mickey”. Disney se lo toma con humor, arrebata la cámara a un camarógrafo nacional y filma de vuelta a los locales. Acto seguido, posa sonriente para los fotógrafos.

Dos horas más tarde da una conferencia de prensa en el salón rojo del Hotel Carrera. Se le ve afable, simpático, bien dispuesto a contestar todas las preguntas. Sorprende que el órgano oficial del Partido Comunista de Chile, el periódico “El Siglo”, no haya criticado, ni siquiera deslizado una leve sospecha por la visita de este símbolo de la cultura consumista yanqui. Por el contrario, el diario del PC reproduce y consigna las siguientes declaraciones de Disney: “Mi viaje obedece a meras razones de estudio. No tengo misión oficial… Jamás he pretendido hacer propaganda política, religiosa, social en mis filmes”.

Cándidas declaraciones en un mundo en guerra. Los Estados Unidos, aún neutrales, entrarán al conflicto tarde o temprano. Y para lanzarse en la feroz aventura bélica el Tío Sam debe resguardar su patio trasero. Es imperativo alinear a las repúblicas latinoamericanas, asegurando los indispensables recursos naturales para sostener el esfuerzo bélico. Viendo estos afanes del gobierno, Disney se ha contactado con la Office of the Coordinator of Inter American Affaires (OCIAA), repartición pública que funciona bajo órdenes del Departamento de Estado y cuyo jefe es el célebre millonario Nelson Rockefeller. El objeto de esta organización es influir, a través de la industria cinematográfica, en la política interna y externa de los países de América Latina en favor de los Estados Unidos. La movida de Disney apunta a la apropiación de un vasto mercado cinematográfico, auspiciado por las generosas arcas fiscales y así salvar sus estudios de la ruina. La condición de Rockefeller es que Disney produzca películas animadas que inclinen a los latinoamericanos hacia los Estados Unidos excitando el amor propio de sus repúblicas, representadas en los famosos personajes animados Disney; será propaganda política bajo el simpático alero de Mickey, Donald y Pluto.

Ya en Chile, Disney confirma el éxito de su movida. Durante la conferencia de prensa se le consulta sobre la huelga que afecta a sus estudios. Responde que afortunadamente ha sido superada: “En todo EEUU vino una ola de mejoramiento social junto con la creación de las “Unions”. En todas las industrias se produjeron huelgas y naturalmente la industria cinematográfica no pudo mantenerse ajena a esto. Mi estudio fue el último en entrar en huelga. En cuestión de huelgas, soy yo siempre el primer huelguista. Total, un paro en el trabajo representa para el estudio el atraso de varios días para el filme, pero para el empleado representa la posibilidad de obtener la solución de sus problemas. El conflicto de trabajo de mi estudio quedó resuelto, están actualmente en plena actividad”.

Esta generosa simpatía de Disney hacia las huelgas de sus empleados viene aceitada, ex post, por los jugosos contratos que ha firmado con el Departamento de Estado. Entre 1941 y 1946 los estudios Disney producirán 28 “filmes educacionales” como se les llamaba a las películas propagandísticas, 80 destinados al entrenamiento militar, 70 cortometrajes y 6 grandes producciones para la industria del entretenimiento. De éstas, dos tratarán sobre América Latina. “Saludos Amigos” y “Three Caballeros”. Según informa el New York Times, para 1942 el 80% de las producciones Disney estarán vinculadas a contratos con el gobierno para el esfuerzo bélico.

La buena voluntad de los comunistas chilenos hacia este símbolo de la industria cinematográfica yanqui proviene de la proverbial disciplina del PC local. Los comunistas participan del Frente Popular, alianza antifascista que ha llevado al poder al radical Pedro Aguirre Cerda. Sin embargo, hasta hace tres meses la alianza entre la Alemania nazi y la Unión Soviética bajo el denominado pacto Molotov-Ribentropp ha hecho enmudecer toda crítica comunista hacia la sangrienta aventura bélica nazi. Todo cambia en junio de ese año cuando Hitler decide invadir la URSS. Desde entonces la orden de papá Stalin es resistir al fascismo por todos los medios y alianzas posibles. Ahora los gringos son indispensables.

La consigna y justificación pública de la gira Disney es la búsqueda de personajes, paisajes, costumbres y música que puedan inspirar nuevas películas animadas. Se asegura que los entrañables Mickey, Donald y Pluto aparecerán en sendos filmes acompañados por personajes de origen local. El país cae en un frenesí de chauvinismo imaginario. Se ve a Walt Disney en todas partes, en las calles, en los comercios, en los cines, atisbando el carácter nacional para su inspiración fílmica. Buscando seducirlo con el folclor y las bellezas naturales, es invitado al fundo Santa Ana de Quilicura, propiedad de José Ureta Morandé. Ahí alguien comete el despropósito de encajarle a los eternos Huasos Quincheros, quienes atacan con la cueca “Oro Purito”. Disney, entusiasta y diplomático, luce la manta de huaso, perpetra una cueca estilo gringo, cabalga, brinda con chicha y se declara “Perfect Chilean Huaso”.

De regreso en la capital se reúne con cineastas locales, ve películas chilenas y los primeros intentos criollos de dibujos animados. El anfitrión de la velada es el prolífico periodista y director cinematográfico Jorge Délano “Coke”. Hay cócteles, exhibiciones de películas para los huérfanos y reuniones con la asociación de dibujantes de prensa. Como retribución a la hospitalidad de Coke y buscando nuevos talentos del dibujo, Disney visita la célebre revista de humor político Topaze, dirigida por Délano. Hay fotos de Disney con “la familia topácica” y los dibujantes más destacados improvisan una caricatura de la ilustre visita. Al parecer ninguna es del gusto de Disney, quien anota breves comentarios al margen bastante poco halagadoras. La de “Pekén” le parece diabólica, la de “Coke” muy viejo, la de “Pepo “parecido a Jack Holt” y la de “Mono”, narigón.

Topaze venga el desaire humorísticamente, publicando una entrevista imaginaria a Disney, bajo un dibujo en el que aparecen los políticos chilenos caracterizados como sus personajes. El Presidente Aguirre Cerda es Mickey deslizándose en un monopatín que dice “gobernar es viajar”. El supuesto Disney comenta de este Mickey “Un montoncito de carne morena de lo más simpático… le encantan los viajes y es un monito de lo más macuco”. El Partido Radical representado por los siete enanos “Pretenciosos como todos los enanos”. El gabinete como los tres chanchitos “Alegres, simpáticos, rosaditos… con el tiempo se han puesto a engordar, están farsantes y petulantes” y Arturo Alessandri como el lobo feroz “¡Las ganas que les tiene a los tres chanchitos y a Mickey Mouse!… cualquier día les da un tarascón y se los manduca”.

Quizás las declaraciones más llanas y honestas de Disney emergen de una regada entrevista con la inmortal María Romero, directora de la revista Ecrán. Ante la consulta de si el viaje a Chile ha sido provechoso, le confidencia que la gira es demasiado breve y promete volver el próximo año con su hijo. Afirma respetar la fama, no cree en su genio y confiesa que su mayor miedo es envejecer. Cuando le inquiere por su fortuna no responde. La periodista mira a los colaboradores presentes y éstos se encogen de hombros. Disney ahonda el misterio con cara de “¿A usted qué le importa?”.
La gira latinoamericana culmina el 22 de octubre, habiendo visitado Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, Guatemala y México. De regreso en Estados Unidos, Disney se lanza en la tarea de producir las películas con el material recopilado.

Tres días después, el 25 de octubre de 1941, Pedro Aguirre Cerda fallece de tuberculosis. Su muerte simboliza el desmoronamiento del Frente Popular y la alianza del PC con los gobiernos radicales. Pocas semanas más tarde, el 7 de diciembre de 1941 Japón ataca la base naval de Pearl Harbour, dando inicio a la participación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial.

Un año después, en septiembre de 1942, se estrena en Chile el producto del viaje de Disney, la película animada “Saludos Amigos”. Compuesta por cuatro historias ambientadas en Argentina, el lago Titicaca, Río y Chile respectivamente. En todas ellas, excepto la chilena, aparecen personajes de Disney y se muestran costumbres y tipos locales. En Chile el protagonista es un pequeño avioncito llamado Pedro, en homenaje a Pedro Aguirre Cerda, quien debe cruzar los Andes en busca del correo. Durante el vuelo se enfrenta a feroces borrascas y al amenazante Aconcagua. Las historias de nuestros vecinos son muy cómicas, la que ocurre en Chile es un drama. La recepción es dispar. Algunos ven una suerte de homenaje a la seriedad y el valor del pueblo chileno, celebrando que “Walt Disney no se olvidó de Chile”. Otros la critican alegando el desdén por los personajes y cultura local, que no aparecen ¿Dónde está el huaso? ¿Dónde la china? Consecuencia, tal vez, de la infortunada sesión de Los Quincheros. Uno de los más disconformes es el dibujante Pepo, quien, picado por el doble desdén de Disney y buscando probar con éxito un personaje cómico típicamente chileno, crea al inmortal Condorito.

Tras la victoria aliada, la Unión Soviética y los Estados Unidos reanudan su tradicional enemistad. La guerra fría con sus persecuciones y listas negras arriba a Chile poco tiempo después. En 1948 el radical Gabriel González Videla declara fuera de la ley a sus ex aliados comunistas. Es la tristemente célebre Ley Maldita. Cerrando este círculo tragicómico, en 1972 Ariel Dorfman publica su “Para Leer al Pato Donald” donde, en clave marxista y más bien tardía, advierte los peligros de los personajes Disney como cómplices activos y conscientes de la ideología capitalista.

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