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Opinión

12 de Septiembre de 2014

Capitán en rebeldía del Ejército israelí: “El problema es que Israel impone un régimen militar sobre millones de palestinos”

Sentado de espaldas a la cámara, frente a una ventana donde brilla el cielo azul de Tel Aviv, D., capitán de la unidad de inteligencia 8200, una de las más prestigiosas del Ejército israelí, inspira con tensión y resopla nervioso antes de hablar. Hijo de un judío argentino encarcelado y represaliado en 1977 por la […]

EFE / The Clinic Online
EFE / The Clinic Online
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soldados israel efe

Sentado de espaldas a la cámara, frente a una ventana donde brilla el cielo azul de Tel Aviv, D., capitán de la unidad de inteligencia 8200, una de las más prestigiosas del Ejército israelí, inspira con tensión y resopla nervioso antes de hablar.

Hijo de un judío argentino encarcelado y represaliado en 1977 por la dictadura argentina, está a punto de dar un paso que le marcará toda la vida y le convertirá en un apestado y en un héroe en una sociedad, la israelí, que no admite grises.

Asegura que es su conciencia, su sentido de la responsabilidad pero también el patriotismo el que le ha llevado a firmar una carta, junto a 43 compañeros de unidad, en la que denuncia que esta no respeta los derechos de los palestinos y que su objetivo último es consolidar la ocupación militar de Palestina.

“Sentimos una urgencia, sentimos que no podíamos seguir sirviendo al sistema con conciencia, lo hago porque estoy preocupado por el lugar en el que vivo, lo hicimos por un acto de responsabilidad al haber formado parte del círculo de violencia, tras haber aprendido que significa Inteligencia en los territorios ocupados”, explica a Efe.

La voz es firme, la mirada vaga perdida, y en el pequeño salón, donde apenas hay una decena de personas, el ambiente cae a plomo igual que el sol tardío de verano.

Llegar aquí ha sido un aflictivo proceso personal y un farragoso periplo legal, una catarsis que le ha enfrentado con familia, amigos y colegas de unidad, a la censura militar y a aviesas miradas de reprobación.

“Cuando acabé mi servicio militar en 2011 (coincidió) con las protestas sociales en Israel, que fueron una suerte de gran despertar político para mucha gente”, argumentó.

“Ese periodo fue para mí como la apertura de la caja de pandora de pensamientos, pensando y pensar de nuevo en el papel que desempeñé en el círculo de violencia, en la difícil situación en la que está el Estado de Israel, en la que están los palestinos”, agrega.

Y fue entonces “cuando empecé a comentar esto con amigos, con colegas de la unidad, fue un proceso difícil (porque) los soldados debemos guardar secretos con el exterior, pero también entre nosotros”.

“Empezamos a comprender juntos los objetivos a los que servíamos… y cuanto más discutíamos, más nos dábamos cuenta de la urgencia que había, de la necesidad de hablar, no podíamos seguir sirviendo al sistema”, subraya.

El ambiente se tensa, pero las palabras de D., que no se atreve con el español de sus padres, fluyen con mayor seguridad, calmas pese al torrente de sensaciones que despierta cuando se le pregunta cual es el problema de su unidad.

“Creo que el problema no es un problema específico de la unidad, creo que el problema es que Israel impone un régimen militar sobre millones de palestinos. Somos una parte pequeña, una parte pequeña pero que no es conocida por la opinión pública israelí”, recalca.

“El problema es que el objetivo de la unidad respecto a los palestinos no es la autodefensa sino mantener un régimen militar, lo que significa oprimir a la población, debilitar el sistema político de los palestinos y así mejorar su propia situación, que el régimen militar continúe, ese es el problema”, añade.

Al igual que el sargento mayor A. y el sargento primero N., que le acompañan en la confesión, junto a su hermana, el capitán D. es consciente de que su valentía tendrá un efecto negativo para su vida laboral y social futura.

Incomprendida su decisión en el seno de su familia, que al igual que el resto de la sociedad israelí -dice- tiene un conocimiento “muy ensombrecido del trabajo que hace la inteligencia”, se refugia en su padre, que sabe que significa sufrir la arbitrariedad y la ausencia de derechos.

“Mi padre me apoyó. Mi padre nació en Argentina, vivió allí hasta que fue encarcelado por la dictadura. En 1977 fue llevado a prisión sin haber cometido crimen alguno, no fue sometido a juicio ni supo nunca de que se le acusaba. Cuando fue liberado escapó a Israel y reconstruyó su vida”, relata.

“Pero para mi familia fue difícil entender porque tenía que hacer público este acto tan duro. Hablamos mucho y creo que entendieron mi perspectiva como espero que el resto de la población israelí entienda”, argumenta.

“En primer lugar no puedo comparar cuán dura y violenta fue la dictadura argentina con lo que pasa en los territorios palestinos, Lo que puedo comparar es el hecho de que la inteligencia, en países democráticos, suele tener un poder limitado sobre los ciudadanos”, explica.

“En Argentina el único interés de la inteligencia era sostener el régimen y trabajar en contra de los ciudadanos y en los territorios ocupados eso es lo que hace para (que) el régimen militar continúe) allí”, concluye.

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