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26 de Junio de 2015

El ascenso de Aníbal Mosa: “Yo le creo a Jadue”

Llegó a Chile a los siete años y a los doce abandonó la escuela para trabajar con su padre. Se convirtió en almacenero, luego en empresario hotelero, y en diciembre de 2010 le compró las acciones de Blanco y Negro a Sebastián Piñera. Se demoró cuatro años en llegar a la cabeza del club más popular de Chile y el camino que tuvo que recorrer fue a veces tortuoso: soportó discriminaciones en el directorio y hubo semanas completas en que recibió el odio y los golpes de los hinchas, cuando al equipo le iba mal. El nuevo cargo, sin embargo, le cambió la vida: “Ahora que soy presidente de Colo Colo, me cambió el pelo”, dice entre risas.

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Chile vs Uruguay A1

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Las cámaras de televisión afuera de la ANFP se quedan con Aníbal Mosa entrando a la sede del fútbol. Hace pocos días se ha conocido la investigación que lleva el FBI, en contra de varios dirigentes de la FIFA, y el nuevo presidente de Colo Colo está allí para pedirle a Sergio Jadue que explique todo lo que informa la prensa.

La reunión, que además congrega a otros dirigentes de grandes equipos, genera discusión dentro del consejo de clubes. Algunos directores, que no están presentes en el encuentro, acusan exceso de protagonismo y presiones. Sobre Aníbal Mosa llueven las críticas: “Se le puso mucho color a esa reunión. Yo iba a ir igual, porque como presidente de Colo Colo tengo derecho de hacerlo”, dice Mosa con autoridad, al recordar el episodio ocurrido hace algunas semanas.

Aquella reunión se transformó en una de las primeras manifestaciones de su nuevo estatus, todo muy lejano a la denuncia de discriminación que hizo cuando llegó al directorio de Blanco y Negro en diciembre de 2010, luego de comprarle el 11% de las acciones a Sebastián Piñera.

-Yo venía bastante al club a hablar con los gerentes y escuchaba lo que me contaban, pero en el directorio no me tomaban en cuenta. No fue fácil venir del Sur a hacer negocios a Santiago.

¿Chocaste con la elite?
Claro, no sé qué les molestaba. Nunca me dijeron nada tampoco, pero son sensaciones que uno tiene. Hubo un proceso de adaptación complicado.

¿Hubo clasismo?
Sí, eso está a la vista. Yo no pertenezco a ninguna elite, porque esos grupos están muy arraigados en la historia de este país: el rico está en un lado y el pobre en otro. La gracia de haber partido de abajo me ha dado la posibilidad de recorrer todos los estratos sociales sin tenerle miedo a nada, aunque hay personas que se sienten incómodas con mi presencia.

¿Eso todavía sigue pasando?
No se nota, ahora que soy presidente de Colo Colo me cambió el pelo completamente. Gente que nunca me habría invitado en su vida a su casa me llama para hacerlo, y aparecieron algunas personas que hace 20 años pensaban que yo era un pelota.

¿Estás asombrado del chaqueteo?
No me asombro: caras de raja hay en todas partes. Me llama la atención, eso sí, como Colo Colo te viste de otra manera.

¿Te sientes más poderoso?
No, para mí esto es una responsabilidad muy grande, por eso trato de que no se me vayan los humos a la cabeza. Quiero ser un aporte a esta institución, con transparencia.

¿Tu ascenso a la presidencia terminó siendo un ascenso social?
Sí, mi nombre aparece en varias cosas y me llegan invitaciones de todas partes. La gente me mira distinto, pero soy el mismo. Trato de cometer la menor cantidad de errores y de pensar muy bien lo que hago, porque Colo Colo es la responsabilidad más grande que he tenido: si me equivoco le voy a fallar a ocho millones de colocolinos.

Igual te demoraste súper poco en llegar a la cabeza del club.
Nunca tuve afán de llegar a esto. Más que un buen negocio, entré por un gusto personal: los colocolinos soñamos con ser jugadores, entrenadores, o dirigentes, como es mi caso. En ese tiempo, mi familia había vendido una cadena de supermercados y se dio la posibilidad de comprar un asiento en el directorio para venir a Santiago una vez al mes, ver los partidos, o ir a conversar al camarín. Queríamos una presencia pasiva, el equipo venía bien, pero después que compramos se vino todo abajo, como una caída libre.

¿Hubo momentos complicados en la peor etapa de Colo Colo?
Hubo momentos en que yo no podía salir a la calle, me gritaban de todo: ladrón, sinvergüenza, y una vez me pegaron en el bar The Clinic. Estaba sentado con una amiga comiéndome un ceviche y tomando una botella de clery, y un grupo de cinco personas me atacó. Encontré que esto era lo más injusto, porque solo desde hace un año tengo injerencia directa en algunas cosas del club, antes no hacía nada, era solo accionista.

¿No pegaste ni un combo?
No tuve posibilidad, quedé debajo de la mesa y un mesero me sacó.

El hincha es violento cuando al equipo le va mal.
Sí, pero son algunos. El hincha en general no es un hueón violento que anda pegando. Los hinchas ahora me ven, me saludan, me abrazan, me piden fotos, y no quiero que se pierda eso.

EL MERCADO DEL FÚTBOL
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Aníbal Mosa ha construido su fortuna sólo con sexto básico de educación. Cuando tenía 12 años, le dijo a su padre que no quería ir más a la escuela y que prefería trabajar. Su primera tarea fue barrer la tienda, la bodega y la calle. Para ese entonces, su familia llevaba pocos años en Chile.

¿Cómo recuerdas tu arribo?
Llegué a Chile el 26 de septiembre de 1973, recién instalada la dictadura. No llegamos antes porque el aeropuerto estaba cerrado y estuvimos esperando unos días en Argentina. Yo provengo de una familia de sirios cristianos ortodoxos, que son parte de las minorías del Medio Oriente. Mi padre se autoexilió por la pobreza que hay allá. Él era taxista y cambió su auto por oro para venirse a Chile, porque acá estaba un tío de mi madre y encontró que este era un buen lugar para surgir. Él era de izquierda y en ese tiempo estaba Salvador Allende, pero se demoró un año en preparar el viaje y cuando llegamos el escenario había cambiado: nos bajamos del avión y había tanques en las calles y soldados con ametralladoras, nada muy distinto a lo que pasaba en Siria.

¿Qué es Pinochet para ti?
Pinochet es un dictador y me parece bien que le hayan quitado la presidencia honoraria de Colo Colo, porque el club no debería estar relacionado con temas políticos.

¿Cómo fue tu infancia?
Nosotros llegamos a un lugar que se llama Frutillar Alto y ahí no se notó la dictadura. Había un retén de carabineros y nada más. Lo único que me llamaba la atención era el toque de queda, pero en general fue todo muy tranquilo.

A los 19 años te quedaste sin padre ni madre. ¿Esa fue la razón por la que te volviste adicto al juego y al alcohol?
Fue como hace 15 años, una etapa complicada. El proceso de la pérdida de mis padres fue muy doloroso. Mi madre falleció cuando tenía 17 años y mi padre dos años después. Fueron duelos no superados, pero fue una etapa que terminó enriqueciéndome como ser humano, todo ha sido aprendizaje.

¿Cómo saliste de eso?
Entendiendo que no correspondía hacerlo, me di cuenta que no estaba bien. No hice terapia, pero conversé mucho con mi familia.

¿En ese tiempo le pegaste a un recepcionista de uno de tus hoteles?
No fueron golpes, le tiré un cuaderno de informaciones. Eso fue un traspié, una boludéz mía, un momento malo que lo puede tener cualquiera. Yo llegué a tener cuatro mil trabajadores contratados en la cadena de supermercados, eran 20 locales entre Valdivia y Coyhaique, y nunca tuve ningún problema con ninguna persona. Puedes ir a preguntarles, porque están todos reubicados en la otra cadena de supermercados, y te van a contar que tuvimos una relación espectacular: lo que yo soy, es gracias a mis trabajadores.

¿Te sientes un empresario del fútbol?
Me considero más un comerciante que un empresario. Me queda muy grande ese concepto, porque nosotros llegamos a este país a comerciar. Nos instalamos en un almacén, crecimos, entre medio perdimos a nuestros padres, y seguimos trabajando, siempre en el comercio: me siento muy orgulloso de ser almacenero.

¿Cómo ves el mercado del fútbol? ¿Está sobrevalorado?
En algunos casos está sobrevalorado. En una sociedad como Blanco y Negro, el 70% del gasto va para pagar sueldos de los jugadores y uno tiene que buscar el equilibrio. Si tú traes un goleador que cobra harto, y al final de la temporada hace 20 goles, ese jugador deja de ser caro, porque el costo tiene que ver con el rendimiento.

¿Hay que ponerle límites a los sueldos de los jugadores?
A mí me gusta acordar la renta con un sueldo fijo y además una variabilidad que dependa del desarrollo del profesional, para que los riesgos sean compartidos. Además, ahora casi todas las rentas en Chile se pagan así.

¿Te parece un exceso que haya futbolistas que ganen más de diez millones de dólares al año?
Esa es harina de otro costal, pero claro, cuando uno ve que en el mundo hay gente que se está muriendo porque no tiene un vaso de agua o un pedazo de pan parece un exceso. Es que el fútbol es una industria gigantesca y nosotros mismos, los hinchas, lo estamos agrandando todos los días: vamos más al estadio y hay más gente conectada al cable y a los satélites.

¿Para ti ha sido rentable?
Para nada. Como inversión, yo no he ganado un peso desde el 2010, que fue cuando entré. Si lo llevo a valor presente, Colo Colo ha sido una pérdida económica total para mí, porque las acciones valen menos que cuando las compré hace cinco años. Si hubiera colocado esa plata en algo distinto hoy tendría un 25% más de ese capital, mientras que acá voy un 20% para atrás.

¿Cómo es tu relación con la Garra Blanca?
No tengo relación con la barra, la respeto, pero nosotros debemos tener una relación con el hincha. Nosotros no podemos hacer ninguna otra cosa que apegarnos al reglamento de la ANFP, que dice que no podemos tener relaciones con las barras.

Antes, Blanco y Negro sí tenía relación con las barras.
Pero yo nunca tuve relación con ellos. Me han mandado mensajes para juntarse, pero les he hecho ver que no corresponde, porque está penado.

La barra igual tiene mucho poder sobre el negocio del fútbol. Basta con tirar un petardo a la cancha para que el partido sea suspendido y el estadio castigado.
Ese tipo de personas tiene que entender que la gente no viene acá a ganar plata ni a enriquecernos. Yo llevo cuatro años en este club, y si bien es cierto se han tomado malas decisiones, te puedo asegurar que ningún dirigente se ha metido un peso al bolsillo.

Al hincha no le gustan las sociedades anónimas.
El hincha cree que cuando van cuarenta mil personas al estadio, uno va a la boletería después del partido y se lleva toda la plata para la casa. Eso no es así. El hincha tiene que entender que gracias a las sociedades anónimas Colo Colo está vivo y no le debemos a nadie. Imagínate que por copa América nosotros vamos a estar dos meses parados y este equipo cuesta 500 millones de pesos al mes. Se ha satanizado a las sociedades anónimas, pero hemos hecho la pega.

¿Te gusta el estadio sin bombos?
Primero tenemos que generar un espacio adecuado de convivencia en los estadios, para que podamos pedir que vuelvan ciertas cosas. A mí los estadios me gustan con bombos, serpentinas, con la familia, todos gritando tres horas antes, que sea un paseo familiar. Por eso hay que dignificar el concepto de estadio, y sacar esa idea de coliseo romano donde se va a luchar y a pelear. Si logramos eso, vamos a poder dar votos de confianza para que vuelvan los bombos.

LE CREO A JADUE
Durante la inauguración de la Copa América, Aníbal Mosa estuvo en el Estadio Nacional con Sergio Jadue y Michelle Bachelet. Pese a los escándalos que aquejan a ambos, Mosa es un fiel admirador de la Presidenta y un férreo defensor de la gestión del presidente de la ANFP.

¿Presionaron a Sergio Jadue cuando lo fueron a ver? Se dice que los clubes grandes lo pusieron allí y que depende de la confianza de ustedes.
Tuvimos una conversación de dos horas, se intercambiaron ideas, y se acordó esta comisión que planteó el presidente. Es falso que lo presionáramos, yo tengo una muy buena opinión de Sergio Jadue, porque le ha generado valor al fútbol chileno.

¿Lo ha hecho mejor que Harold Mayne-Nicholls?
Sí. Agarra el producto de la selección chilena y compáralo con lo que era hace cuatro años, es otra cosa. Se han hecho muy buenos partidos amistosos, y eso es por Jadue.

¿Se puso en duda que siguiera como presidente?
Por nuestra parte nunca. Sergio tiene que seguir con su proceso y que la comisión haga su trabajo.

¿De qué manera su situación afecta al fútbol chileno?
Este es un problema a nivel mundial que nos deja muy mal parados a todos los que estamos en el fútbol. Imagínate que Joseph Blatter renunció a los pocos días de ser elegido.

¿Tú sospechabas de esto?
Pero como hincha, por lo hermética que ha sido la FIFA. Hay tipos que llevan ahí como 40 años y uno sospecha de eso, pero no tengo ningún antecedente. Yo siento que nosotros somos diferentes al resto de los miembros de la Conmebol, incluso como país. No quiero faltarle el respeto a ninguno de nuestros hermanos latinoamericanos, pero Chile tiene otra institucionalidad.

¿Están todos metidos menos Chile?
Sí. Son diez en la asociación, el FBI dice que hay nueve metidos. El presidente aceptó abrir las cuentas y dijo que no había hecho nada: yo le creo a Jadue.

Los escándalos políticos y empresariales del último tiempo hablan muy mal de la institucionalidad. Acá las cosas parece que no se hacen tan diferentes al resto del continente como lo planteas.
Yo voté por Bachelet y le sigo teniendo cariño a la presidenta, es una gran mujer. Sobre el dinero en la política, yo creo que uno tiene derecho a hacer aportes, pero no me gusta que sea reservado, prefiero que las cosas sean transparentes, que se sepa quién le dio a quién. Ahora, yo creo que el gran problema de Chile tiene que ver con la distribución, ese es el centro del conflicto: hay muy poca gente con mucho dinero, hay una masa de personas de clase media que sobrevive endeudados con dos o tres tarjetas, y abajo hay muchas personas a las que no les toca nada. Ese problema de distribución es el que genera todas estas odiosidades, porque hay gente que no tiene sus necesidades básicas cubiertas. Imagínate que el sueldo mínimo es una vergüenza, nadie puede decir que con 250 mil pesos alguien va a vivir con dos hijos en una casa, pagando la luz, la leña, la comida, y otras cosas. Todos los días veo cómo el rico es cada vez más rico y el pobre cada vez más pobre.

Los empresarios son los que se oponen a subir el sueldo mínimo.
No hay que satanizar a los empresarios, porque son necesarios para echar a andar el motor de la economía. Este modelo funciona, pero hay que hacerle algunos ajustes en la distribución. Una persona debería tener acceso a buena salud de manera rápida, a una educación completamente asegurada de prekinder hasta la universidad, a una casa bien hecha, y a un trabajo digno. Si juntas estos cuatro elementos tienes la base para que esa persona esté en mejores condiciones de vida.

Para hacer eso se necesitan más impuestos. ¿Te acomoda pagar más?
Yo estoy a favor de los impuestos, estoy completamente a favor de la reforma tributaria. A mí lo que me interesa es que las lucas que todos vamos a pagar extra lleguen a ese niño que no tiene oportunidades, que se gasten bien. La gente está cabreada de ver cómo otros se hacen ricos y ellos no tienen sus necesidades cubiertas.

¿Eres partidario de la gratuidad en la universidad?
Gratuidad total y creo que los empresarios no deben lucrar en este tipo de cosas. Yo soy más ortodoxo, creo que la educación básica y media debe ser estatal, sin privados, pero de muy buena calidad. La educación debe estar en manos del Estado, porque le da más seguridad al crecimiento del ser humano, no se depende del dinero para pagar. En la educación y la salud no puede estar la plata de por medio, no puede ser que el rico se atienda mejor que el pobre solo porque tiene plata. Eso no dignifica a la raza humana.

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