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Nacional

12 de Diciembre de 2015

Cómo es insertarse en el mundo tras estudiar en un colegio Waldorf: Acá siete historias

La pedagogía Waldorf se basa en las ideas de Rudolf Steiner, y tal como otros sistemas alternativos no ponen el foco ni en el Simce ni en la PSU, e incluso muchas veces no califican con notas a los alumnos, recoge un artículo de La Tercera. Esta realidad, sin duda que es uno de los aspectos que más inquieta o levanta prejuicios respecto de estos modelos, pues muchos se preguntan genuinamente cómo se hace después pues la vida no es Waldorf.

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Las notas, el rendimiento, la excelencia, los puntajes, son condiciones sustanciales en la educación para poder proyectar un futuro laboral en un ambiente cada vez más competitivo y exigente.

En ese afán, los padres buscan las mejores alternativas de colegios y universidades para su hijos dentro de lo que tradicionalmente ofrece el modelo.

Sin embargo, existen métodos alternativos sobre los que pocos conocen y genuinamente otros más tienen bastantes prejuicios.

Uno de éstos es el Waldorf, sistema de educación que llegó hace 36 años a Chile, y que durante el último tiempo se ha transformado en uno de los más populares dentro de los que se salen de la norma.

La pedagogía Waldorf se basa en las ideas de Rudolf Steiner, y tal como otros sistemas alternativos no ponen el foco ni en el Simce ni en la PSU, e incluso muchas veces no califican con notas a los alumnos, recoge un artículo de La Tercera.

Esta realidad, sin duda que es uno de los aspectos que más inquieta o levanta prejuicios respecto de estos modelos, pues muchos se preguntan cómo se hace después pues la vida no es Waldorf.

Para ello es que la publicación recoge el testimonio de siete personas que pasaron por este tipo de enseñanza y que posteriormente siguieron con sus vidas de adultos en distintos ámbitos.

Isabel Castillo (31)

“Esta idea de que el éxito académico depende del colegio es una visión muy acotada de la academia. Con el tiempo me di cuenta de que son otras las habilidades importantes, como la capacidad de desarrollar pensamiento crítico, la curiosidad o la autonomía”, cuenta Isabel, historiadora de la UC y estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en la U. de Northwestern (Estados Unidos).

“Ese déficit y ese miedo son parte de un prejuicio. En la universidad no te preguntan por lo que aprendiste en el colegio y si tenía que hacer un ensayo era por lo que había leído ahí. Más que conocimientos, necesitas habilidades: cómo aprendo, cómo lo escribo, cómo organizo mi tiempo. Algunas las tenía y otras las desarrollé”, indica.

Rafaela Behrens (30)

“Yo aprendí sin darme cuenta, jugando”, dice la mujer que hoy es arquitecto respecto de su primera época escolar. Posteriormente, se fue a un colegio católico, donde confiesa que “me aburría, aunque finalmente pude acostumbrarme. Supongo que en la universidad conseguí un equilibrio entre ese sistema académico más tradicional y el desarrollo de mis habilidades artísticas”.

Pablo Tello (31)

“No fue traumático convertirme en ingeniero viniendo del Rudolf. Para nada”, dice. Sin embargo, admite, que en el primer año le costó porque no tenía método ni sabía cuánto antes preparar una prueba. Cree que eso pudo haberlo resuelto su escuela con un taller, pero que de todos modos no lo pasó peor que el resto de sus compañeros que venían de la enseñanza tradicional, relata Pablo, ingeniero civil.

Donde sí admite que hubo una dificultad fue en los temas que el acostumbraba a conversar frente a los intereses de los demás.

En su colegio analizaban durante un año libros como La divina comedia, de Dante, o Fausto, de Goethe y mientras él quería hablar de eso, sus compañeros comentaban programa de la farándula. “Si ponía como tema el concierto de música clásica al que fui ayer, nadie me pescaba, entonces me aburría. Tal vez el aburrido era yo”, dice.

Otro aspecto particular es que cuenta que en su casa nunca hubo televisor.

“En la universidad siempre me molestaron. La talla típica era: ¿pero conoces una tele?”.

“Representamos, no sé, al 0,00001 por ciento de Chile, pero en el hecho de ser un grupo de interés obviamente hay cosas que todos compartimos, como un lenguaje cultural que nadie va a entender, por ejemplo. Pasas por raro y nos hacen bullying, pero a mí me da lo mismo. Ha sido mucho mayor lo que me he enriquecido”.

Andrés Tobar

“Fue lo mejor, un gran acierto de mis padres”, dice Andrés, quien pasó de kinder a octavo en un Waldorf y la media en un colegio convencional.

“Fue todo un tema. Me dijeron que ya estaba más maduro, que era el momento de insertarme en un sistema más ‘normal (…) Me mimeticé, seguía la corriente, pero no sé si era yo. Mis grandes recuerdos del colegio son del Rudolf, de los dibujos de bosques y mesetas que nos hacían con tiza en la clase de geografía, por ejemplo”.

“Como el Rudolf te da seguridad, cariño y apoyo, creces con la idea de que no todos son tu competencia. Creo que por eso pude desarrollar la personalidad para enfrentar los problemas y el estrés de mi trabajo con éxito”, afirma.

Renata Lübbert (33)

“Al final son los mismos contenidos, lo que cambia es la forma de entregarlos” dice la hoy diseñadora de la U. de Chile.

Por esta misma razón, agrega, incluso se sintió aventajada frente a sus compañeros de universidad.

“Como era una carrera media artística, me enchufé demasiado bien, me sentía mucho más preparada que mis compañeros”.

“La pedagogía Waldorf ve al ser humano como una entidad completa, ve sus sentimientos, su espiritualidad, y por eso la creatividad me ayuda mucho en el trabajo diario”, apunta.

Sí admite que hay un factor que además de otros pone el sesgo, esto es que los colegios Waldorf están lejos de ser socialmente inclusivos.

“Son súper caros. Además, no estar reconocidos por el Mineduc es un tema. Aquí en el nuestro tenemos niños becados, pero ese es un factor que a los papás les asusta y nos ha costado un poco el tema de la integración. Es un proceso lento. Tenemos que avanzar en una oferta Waldorf que sea más masiva y menos elitista”.

Uri Martinich (33)

“Steiner es un autor esotérico y tiene una volada supersticiosa que no comparto”, dice y ejemplifica con que en su colegio recomendaban no vacunar. “Y sabemos que eso es una estupidez. Uno no desarrolla anticuerpos para la poliomielitis, por ejemplo, y se puede morir de eso de manera muy cruel”.

María José Swart (30)

“Yo estudiaba en el Newland y me aburría mucho. Entonces mi mamá buscó uno que fuese distinto”.

“No somos sólo ‘los que hacen acuarelas’. Yo le tenía pavor a las matemáticas y fueron mis profes del Giordano los que me incentivaron y me dieron vuelta la torta. Ahora trabajo con estadísticas, análisis financieros… la autodisciplina que me inculcaron me lo permite. Desarrollas tus capacidades, pero eso no quiere decir que eres malo en lo otro, porque siempre te incentivan a hacer cosas nuevas”.

Cabe agregar que la pedagogía Waldorf se enfoca en la comprensión del humano como un ser espiritual, por ello es que se fomenta un respeto por los ciclos de la naturaleza y la vida, el aprendizaje a través del juego y una permanente exploración del arte.

Luego viene el pensamiento abstracto, ya que se busca no intelectualizar precozmente a los niños.

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