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Nacional

24 de Julio de 2016

Carlos Peña explica el fenómeno que subyace tras la bajada de Lavín

"Cada cierto tiempo las sociedades experimentan cambios subterráneos, relativamente silenciosos, que se manifiestan en incidentes de apariencia insignificante, pero que a poco andar revelan que se trataba de un cambio de sensibilidad en la opinión pública".

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carlos peña a1

Como acostumbra exponer en sus columnas de los domingos en El Mercurio, Carlos Peña busca debajo del agua, intenta analizar qué sucede detrás de las cosas, qué sentido tienen esas sombras que se ocultan a las espaldas de las personas.

En esta oportunidad, el rector de la UDP habla de Joaquín Lavín, de su bajada de la carrera por Santiago, y de la consecuente irrupción de un desconocido Felipe Alessandri.

“Fuera de fugaces apariciones televisivas -en las que con raro mutismo levantaba simultáneamente las cejas y una pancarta contra las marchas estudiantiles-, Felipe Alessandri no parecía capaz de amenazar electoralmente a nadie”, afirma Peña antes de preguntarse “¿cómo pudo ocurrir entonces que desplazara a una figura nacional como Lavín, quien, hace apenas una década y media, puso en peligro el triunfo presidencial nada menos que de Ricardo Lagos? ¿Cómo pudo ocurrir que ese concejal silente -consciente sin embargo de lo que busca, puesto que posa deliberadamente en las fotos- pudiera ganarle a él, ya alcalde alguna vez, y una de las reservas morales de la UDI?”

Para Peña, la respuesta es que “cada cierto tiempo las sociedades experimentan cambios subterráneos, relativamente silenciosos, que se manifiestan en incidentes de apariencia insignificante, pero que a poco andar revelan que se trataba de un cambio de sensibilidad en la opinión pública”.

Por eso es que “la derrota de Lavín -su pérdida de prestigio en la opinión pública- puede ser, entonces, el resultado de un cambio de opinión más general hacia los liderazgos que han conducido el país desde 1989. La opinión pública ha cambiado y ya no se reconoce en quienes configuraron el Chile de las dos últimas décadas. Y apetece otros liderazgos, y como no sabe muy bien cuáles, prefiere, por lo pronto, los nuevos, siguiendo el prejuicio moderno más estable de todos: lo nuevo, por ser nuevo, es mejor”.

Trasladando el fenómeno al escenario presidencial, Peña sostiene que “Piñera seguramente oirá ese cambio en la opinión pública, atenderá al síntoma Lavín y, acostumbrado a las exigencias camaleónicas del mercado, y fiel a su trayectoria en que ninguna identidad parece estable, procurará acomodarse plásticamente a ese nuevo murmullo creciente que eligió a Alessandri”.

Respecto de la izquierda, asegura que también ya acontece lo propio. “Los ejemplos de DJ Méndez y A. Guillier -¿quién habría imaginado al primero derrotando a un gobernador y al segundo en los primeros lugares de las encuestas?- muestran que Alessandri no es un caso único”.

Para cerrar, como para dejar el debate abierto, dice que en este nuevo escenario “la única pregunta entonces es si, en medio de ese panorama alérgico a los éxitos del pasado, Ricardo Lagos tiene alguna oportunidad”.

“Lagos tiene, en principio, pocas oportunidades. Y no porque lo hizo mal, es por lo contrario: lo hizo tan bien que las expectativas de los chilenos y chilenas se movieron lejos de su alcance. Solo tendrá una oportunidad si el gobierno de Bachelet se desordena y fantasea más aún. Ahí la gente pensará que el orden racional y contenido de Lagos es superior a cualquier entusiasmo transformador”, sentencia.

 

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