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Nacional

22 de Noviembre de 2017

Piñera busca ganar a lo Macri y se entuba el cotillón

Tras no alcanzar el piso del 40% que se había fijado como meta en las elecciones del 19 de noviembre, Piñera inició en horas la estrategia para enfrentar un balotaje que dejó de ser un mero trámite. Los resultados evidenciaron que dos tercios del universo electoral privilegian un modelo de país distinto al que exMandatario propone.

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“Hay que llamarlos a todos”. La noche del 19 de noviembre, en el piso 22 del Hotel Crown Plaza, Sebastián Piñera no ahondó en por qué su votación fue radicalmente menor a la esperada: 2.416.054 sufragios -en 2009 obtuvo 650 mil votos más- que le dieron el 36,64% de las preferencias.

De forma automática frente a las primeras proyecciones, resintió el golpe y aseguró tres cosas: Que se había pecado de soberbia y triunfalismo; que ganaría la elección; y que era hora de llamarlos a todos.

En esa lista de convocados habría incluido desde su exgeneralísimo Rodrigo Hinzpeter, hoy en la gerencia legal de Quiñenco -del grupo Luksic-, que habría declinado incorporarse al comando; a su enemigo en primarias, el senador Manuel José Ossandón, con quien se afina un encuentro; y a la sorpresa de la derecha, José Antonio Kast, quien consolidó un voto duro de 8% y que de inmediato se cuadró con Piñera.

El exmandatario sumó en las horas siguientes a los rostros triunfadores y “jóvenes” destinados a “renovar la derecha”: Felipe Kast (40) de Evópoli, que ganó un cupo senatorial ; Francisco Chahuán (46), de RN, que sumó un segundo periodo en la Cámara Alta; y Juan Antonio Coloma (61) de la UDI, quien está en el parlamento desde 1990.

Así comenzó en horas la estrategia para enfrentar un balotaje que dejó de ser un mero trámite. Si bien el senador Alejandro Guillier sacó el peor resultado histórico para el oficialismo, con el 22,7% de los sufragios, el 20,27% de Beatriz Sánchez y el 12,46% que suman el resto de los postulantes de la centroizquierda plasmó un mensaje que Piñera no había sabido interpretar: dos tercios del universo electoral privilegia un modelo de país distinto al que él propone.

Fue su jefe de campaña, Andrés Chadwick, el primero que dio cuenta de ello. En pocos minutos pasó de las críticas a Michelle Bachelet a usar un tono conciliador “Hay que hacer las cosas bien, las reformas hay que mejorarlas. No todo lo que está haciendo este Gobierno está malo”, dijo la misma noche en que Piñera ganó en las cifras y perdió en los hechos. “Menos de 40% es impensado”, habían dicho sus partidarios. Estuvo a cuatro puntos de esa barrera mental.

SOBERBIA
El lunes posterior al aterrizaje forzoso desde el 44% que le daba la encuesta del CEP, al 36,6% real, Piñera se reunió en su comando -una casona en Las Condes cuyo avaluó fiscal supera los $300 millones- con los presidentes y secretarios generales de los partidos de Chile Vamos.

Les recriminó el haber instalado la idea de que la carrera estaba ganada y la especulación sobre qué ministerios se llevaría cada partido. Las colectividades estaban tan confiadas que ya se daba por hecho que Alberto Espina quedaría en Justicia y Hernán Larraín en Relaciones Exteriores. José Antonio Kast apostaba, en tanto, por ubicar a los suyos en reparticiones regionales para desde allí consagrar un movimiento que represente a la “derecha cavernaria”. El entusiasmo fue, dictaminó Piñera, precipitado y dañino.

Posteriormente a esa jornada desayunó con quienes triunfaron en las parlamentarias. La petición fue postergar el descanso tras varios meses de campaña hasta después de la segunda vuelta. La orden fue dejar atrás la soberbia y actuar con humildad. Se trata de un cálculo electoral: si el Frente Amplio llama a sus partidarios a evitar que Piñera llegue al poder, la contienda se podría definir, calculan, por unos 20 mil votos; si la derecha no se incentiva a ir a las urnas, el riesgo de perder es alto.

-No puede quedarse nadie en la casa creyendo que ya se ganó-, resumen en el comando.

Como muestra de que el temor a una derrota está teniendo efectos, los colaboradores de Piñera enumeran los rostros que poco a poco salen de clóset. Desde Marcelo “Chino” Ríos, con su irreverente tuit sobre lo terrible que sería un periodista en el poder; a Ingrid Boeninger, hija del fallecido ministro secretario general de la Presidencia de Patricio Aylwin y figura clave de la transición, que en una carta a El Mercurio dijo que apoyaría a Piñera.

“Ella normalmente estaba del otro lado y estoy seguro que va a ser un tremendo aporte”, adujo.

La incertidumbre produjo también otros cambios veloces en estos días. El primero fue una instrucción a los parlamentarios: no bloquear el presupuesto destinado a financiar la gratuidad en Educación. Si bien el sector ha sido crítico a los cambios impulsados por Bachelet en el área, la decisión del exgobernante fue requerir que sus colaboradores se abstuvieran a la hora de votar.

“Esa determinación marca lo que será este mes. Menos confrontación, más calle, menos cuestionamientos a las políticas que la gente de clase media valora”, destaca un integrante del círculo de hierro.

La agenda callejera de Piñera será intensa. Esta semana cubrirá las regiones de Valparaíso, El Maule y La Araucanía. El sábado está programado un puerta a puerta nacional. La primera dama, Cecilia Morel, se desplegará territorialmente. Será, sostienen, lo más parecido a la última campaña de Mauricio Macri en Argentina.

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