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Nacional

29 de Noviembre de 2017

La disputa intelectual entre Gastón Soublette y Agustín Squella

Gastón Soublette y Agustín Squella no requieren mayor presentación, pero el hecho es que desde el 26 de este mes protagonizan una disputa intelectual a través de cartas en El Mercurio. Todo parte cuando ese día el académico, musicólogo y filósofo dice en una misiva lo siguiente: “Don Agustín Squella, en su columna de opinión […]

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Gastón Soublette y Agustín Squella no requieren mayor presentación, pero el hecho es que desde el 26 de este mes protagonizan una disputa intelectual a través de cartas en El Mercurio.

Todo parte cuando ese día el académico, musicólogo y filósofo dice en una misiva lo siguiente: “Don Agustín Squella, en su columna de opinión del 17 de noviembre sobre terapias en tiempo de elecciones, sostiene que el dolor no tiene sentido. Y, de paso, se permite hacer una parodia del juicio final que aparece en los evangelios, en el que, según él, Dios juzgará nuestros méritos para ser salvados en referencia a la cantidad de sufrimiento que, en ofrenda a él, fuimos capaces de soportar en la vida”.

Soublette alude al texto de Squella que data del 17 de noviembre y en donde expone que “el dolor, de cualquier clase que sea, físico o mental, si bien siempre decretado por el cerebro -esa gran sala de máquinas que trabaja en red con el resto del organismo-, no tiene sentido, ningún sentido, aunque el sujeto que lo sufre es libre de darle cualquiera que a él parezca mejor. El dolor no tiene sentido, pero es posible dárselo, como en el caso de los creyentes que consideran que, sobrevenido un dolor, hay que ofrecerlo a Dios, como si este se gratificara con el sufrimiento de sus criaturas o las tuviera puestas a prueba antes de recibirlas en su santo reino”.

Cita Soublette que por lo anterior “el padre Percival Cowley supo ponerlo en su lugar con mucha amabilidad”. En honor a los hechos mencionados, refiere el texto que el religioso también envía a El Mercurio al día siguiente de la publicación de Squella. En éste se lee que: “Mi estimado amigo Agustín Squella, en su columna de opinión, que siempre leo con gran interés, hace una presentación de Dios que no corresponde al Dios de Jesucristo. Este último no quiere el dolor ni la muerte, pero pasa por ellos para derrotarlos. No se trata del dolor “buscado”; es el dolor sufrido por ser coherente con su misión. Se trata del dolor provocado por los hombres religiosos de su tiempo y los poderes del Imperio”.

Gastón Soublette también observa en la carta publicada este último domingo que “en lo referente al sufrimiento, se trata del mismo mecanismo, el cual, en este tipo de dolor (psíquico), nos invita a escrutar nuestra conducta para corregir nuestros errores, pues el sufrimiento es la moneda común de todos los errores. ¡Bendita neurosis!, decía la doctora Lola Hoffmann, que nos hace sufrir para mostrarnos el punto en que tomamos un camino errado en nuestra existencia, pues la vida no es una página en blanco que podamos llenar con cualquier texto, porque antes está el sentido, justamente ese que nos hace sufrir cuando corresponde”.

Al ser aludido, primero por Cowlet y luego por Soublette, Squella responde a ambos por la misma vía. Al primero le contesta: “Dice él que en mi última columna yo presenté a un Dios que no es el Dios de Jesucristo, que presenté a un Dios del dolor y de la muerte. Lo único que puedo decir es que ese es el Dios en el que parecen creer la mayoría de los católicos y que, al presentarlo yo de ese modo, lo hice en forma crítica”.

En cuanto a Soublette, apunta que “interpreta mal parte de mi columna sobre las terapias, aquella en que aludí a la manera como se suele presentar el sentido del dolor por parte de la mayoría de las personas que comparten una fe religiosa. Esa manera, como lo demuestra la prédica en casi todas las misas de difuntos, es que el dolor y el sufrimiento son maneras de agradar a Dios, de crecer espiritualmente y -por así decirlo- de acumular puntos para la vida eterna. Esto no lo he inventado yo ni menos creo que se trate de algo bueno. Solo me limité a mencionarlo como un recurso bastante tosco y abusivo para consolar a los deudos y demás asistentes a una ceremonia fúnebre, de la que a ninguna persona sensata se le puede pedir que salga de ella cantando loas al Señor por haber llamado a su lado a una persona que queríamos al lado nuestro”.

“El sentido de la vida no es algo a descubrir y menos algo cuyo descubrimiento esté reservado únicamente para mentes brillantes o iluminadas por la fe. El sentido de la vida (los sentidos) es algo que cada cual tiene que construir, inventarse, porque la vida, que es un bien, es el bien de los bienes, puesto que sin ella no podemos conseguir ningún otro bien”, cierra Squella.

 

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