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11 de Marzo de 2018

Paloma, la transgénero que vivió 74 años

Katty Fontay (67), Silvia Parada (49) y Lucha Vidal (69) se juntaron en el Cementerio General para rendir homenaje a Paloma, amiga del alma y compañera transgénero de casi medio siglo que agonizó dos semanas luego de ser encontrada inconsciente en la calle. El recuerdo de esta histórica trans, que murió el día de los enamorados, las hizo rememorar el barrio San Camilo de la dictadura. El deceso de Paloma, de quien no existe ninguna foto, continúa bajo investigación y fue el último episodio de una historia que sus conocidas se niegan a enterrar, ya que representa el recorrido de las pocas transgéneros que alcanzan a ser adultas mayores en Chile. “Nuestro camino es la marginalidad”, concluyen las tres el mismo día que Daniela Vega, -protagonista de “Una Mujer Fantástica”-, llega a Chile después de deslumbrar en los premios Oscar.

Por

A Silvia Parada esto ya le ha pasado más de 20 veces. Paloma es una más de sus amigas trans que ha tenido que enterrar y la que más le duele.

Silvia se encuclilla sobre un montículo de tierra en el patio 164 del Cementerio General y se apoya en una cruz. Se fotografía junto a la tumba y aunque lo intenta, no puede evitar el suspiro que la ahoga por un segundo.

Admite que la lágrima que seca antes de recorrer su mejilla es de pena. Pero más de rabia e impotencia.

La mayoría de ellas, afirma con hastío, mueren en condiciones precarias, abandonadas por su familia y, en muchos casos, producto de algún ataque transfóbico. “Me acuerdo de lo que le pasó y me enojo, por la cresta”, complementa mientras cubre su boca con la mano derecha.

Varios metros tierra abajo se encuentra el cuerpo de Paloma (74), quien hasta el 14 de febrero pasado era la trans de mayor edad en Chile.

Trece días antes de su deceso fue hospitalizada en el San Juan de Dios por un golpe en la cabeza, producido en circunstancias que continúan bajo investigación.

La primera versión que escuchó Silvia fue que una ambulancia la recogió de la calle Miguel de Cervantes (Quinta Normal) tras encontrarla inconsciente, frente a la casa donde arrendaba una pieza, donde vivía con cuatro gatos.

La situación se agravó, principalmente, porque la caída formó un coágulo que se alojó en su cerebro, justo donde Paloma tenía una bala atascada desde hace 40 años.

Pero la historia le hacía sospechar. Algo no encajaba.

Silvia, por tanto, decidió esperar hasta que su amiga recuperara su conciencia para poder conversar con ella, lo que ocurrió días después. Así, el 12 de febrero, su amiga le contó, a punta de gestos y unas cuantas palabras, lo que realmente habría pasado.

***

Cuando bordeaba los 30 años, Paloma era una mujer delgada, de tez clara, pelo largo y voz suave, parada en la puerta de un cabaret en la calle San Camilo. Al menos así la recuerda Katty, quien la vio por última vez antes del golpe de Estado.

Por eso el reencuentro de ambas, cuarenta años después, la dejó para adentro. La daba por muerta. Algunas no sobreviven al suicidio, otras son vulnerables a “crímenes homofóbicos, enfermedades y una discriminación que poco a poco te va matando”, dice Silvia.

“Yo no podía creer que estuviera viva todavía, pero ahí estaba la vieja, gorda y con el pelo blanco. Ella me reconoció al tiro. Yo era bien flaca y chica, por eso me decía la ‘Megaterio’ cuando trabajamos juntas. No nos veíamos hace muchísimo tiempo”, narra Katty.

La improvisada reunión en la pieza de Quinta Normal las remontó obligadamente a los años 70, cuando se conocieron en el epicentro de la bohemia trans.

El viaje en el tiempo llevó a Katty a su juventud, cuando tenía 17 años y recién había dejado su casa por problemas familiares. Como era menor de edad cuando llegó al barrio, no le dejaron ejercer el comercio sexual: “Me lo prohibieron apenas llegué, entonces me tenían para los mandados. Cuando hacía falta una laca o un par de medias, partía a comprar. Paloma era una de las más requeridas de la zona. Los clientes, que llegaban entre las 6 y 7 de la tarde a las casas, y las abandonaban de madrugada, siempre preguntaban por ella”.

“Parecía niña. Tenía un poco menos de 30 años pero la Paloma se veía súper joven. Además pasaba piola como mujer, y eso que era toda natural, no como ahora que se pueden poner y sacar cosas”, asegura Katty.

Paloma había llegado a fines de la década pasada procedente de la población Juanita Aguirre (Conchalí), tras un breve paso laboral por la calle Nueva Chacabuco y Maipú.

Pese a que trabajó junta a ella por poco tiempo, recuerda con claridad que la personalidad de Paloma era respetada por sus pares e incluso por los “cabrones”, dueños de las casas erigidas entre San Camilo y 10 de julio. “Se hacía sentir. No le gustaba la competencia y marcaba territorio, porque era bien mala la hueona, muy dura la verdad”, complementa.

***

Calle Maipú, epílogo de la década del 60.

Paloma todavía no transitaba completamente, e incluso mantenía una relación con la última pareja mujer de su vida.

Fue en esos años cuando conoció a otra amiga que hoy la recuerda: la Lucha, cinco años menor, con quien congenió rápidamente.

La relación amistosa de ambas se afiató cuando emigraron a San Camilo, donde trabajaron juntas por algún tiempo.

Lucha recuerda que hicieron buenas migas de forma natural, y que lograron un alto grado de complicidad. “Yo llegué a conocer a la mamá y hermano de Paloma. Un día me invitó a su casa y ahí estaban ellos, no se llevaban mal, pero después les perdió la pista”, detalla la mujer que hoy, después de la muerte de Paloma, se convirtió en la trans de edad más avanzada en Chile.

De aspecto menudo, sentada con las manos entrelazadas, Lucha recuerda una anécdota que “contada tanto tiempo después suena divertida, pero no fue en su momento. Resulta que en el año setenta, un día llegó con la oreja cortada. Un cabro que era cafiche, bien jovencito, la había agarrado y le había cortado la oreja de abajo hacia arriba. La molestamos mucho, le empezamos a decir la “Taza”. Después nos contó que en venganza, ella lo mató”.

***

A Silvia no le quedó otra que sentarse junto a la cama del hospital y esperar a que Paloma recuperara la conciencia. Este desesperante proceso llegó a su fin cuando su amiga logró despertar y establecer, a duras penas, una mínima comunicación con ella.

“A nosotros nos avisaron el primero de febrero que se había caído. Resulta que la Katty fue ese día pero ella estaba en estado crítico, casi vegetal. Yo fui el 4 y ya balbuceaba algo. Ese día entré y le grité ¡Paloma, soy la Silvia!, y la Paloma levantó su cabeza. En ese momento, y de una forma bien expresiva, me comunicó que me tenía que decir algo. Me preocupé al tiro, pero le dije que se quedara tranquila, que yo la iba a acompañar”, recuerda Silvia, que nuevamente se emociona.

“Yo la quería, siempre andaba a la defensiva, pero la quería harto”, se justifica quien además ayudaba a Paloma a través de la ONG Traves Chile, una agrupación dedicada a prestar apoyo a las trans que alcanzan a ser adultas mayores.

Después de algunos gestos y balbuceos, Silvia logró comprender que Paloma le quería contar qué había pasado ese primero de febrero. Entonces sacó su celular y grabó el siguiente diálogo:

-Paloma, ¿te pegaron?
-Sí.
-¿Quién te pegó?
-Pablo. Me empujó
-¿Tú te acordai de todo?
-Sí.
-¿Cómo te pegó?
Paloma levanta su mano y gesticula un golpe de puño.
-¿Adentro o fuera de la casa?
-Adentro.

Hasta entonces, Silvia no conocía al hombre que Paloma mencionaba en el video.

Después de consultar con vecinos y conocidos, confirmó que se trataba del arrendatario de la pieza donde vivía su amiga, con quien ya habría mantenido discusiones y conflictos de convivencia.

Dar con el paradero de esa persona “demoró unos días”, sentencia Silvia. “Después de todas esas diligencias volví al hospital, porque Paloma necesitaba pañales y yo se los iba a llevar. Pero cuando llegué me avisaron que Paloma había muerto”, agrega.

Aunque no fue fácil sobreponerse al dolor, Silvia se percató que los hechos descritos por Paloma podrían componer una pieza clave para esclarecer el caso.

De esta forma, con el video como evidencia, denunció el 15 de febrero ante fiscalía a su presunto agresor, Pablo Plaza Barra, según consigna el expediente judicial consultado por The Clinic.

Además de adjuntar el certificado de defunción emitido por el Hospital San Juan de Dios, donde se estipula que Paloma falleció producto de un Accidente Cerebrovascular Hemorrágico, Silvia declaró en la descripción de hechos que “como observación se puede deducir que producto de la agresión fallece la víctima, y podría calificar como un cuasidelito de homicidio”.

***

Katty, Lucha y Paloma se separaron gradualmente.

La primera en dejar San Camilo fue Katty, quien partió en busca de nuevas opciones laborales.
“Después de irme conocí a Paco Mairena, que era coreógrafo del Bim Bam Bum. Él me puso el apellido artístico, y comencé a desarrollar el show de la Novia, donde me presentaba con vestido y me lo sacaba hasta quedar en desnudo total, bajo una luz negra”, recuerda.

Lucha, por su parte, abandonó el barrio en 1973 rumbo a Calama.

“Me fui al norte con 21 años, sin saber nada. Para el 11 de septiembre hicieron una recogida en todas partes de los homosexuales, de los que trabajaban en los prostíbulos, cocinas, hospitales, peluqueros, todos. Fui la única que cayó vestida de mujer. Nos llevaron a Dupont, a la entrada de Calama, y ahí mataron a varios. Nos iban a fusilar, nos querían matar. Menos mal salió un hombre entre medio de nosotras y gritó “¡No, yo soy hombre, trabajo en Chuquicamata, tengo hijos, no soy homosexual!”, y lo apartaron. Yo creo que eso los hizo recular, porque después un milico dijo “Pidan el último deseo, chuchadesumadre”, y disparó a los pies y arriba de la cabeza. Allá estuvimos como quince días hasta que nos echaron, nos dieron 24 horas para irnos y todos se fueron. Yo me mantuve tres meses y después me fui a Iquique”, cuenta Lucha ante la atenta mirada de las demás.

Sin embargo, la historia más sorprendente de las tres la vivió Paloma. Fue en noviembre de ese mismo año cuando, en un episodio que ninguna de las tres presenció, le habrían disparado en la cabeza.

El contexto, asegura Silvia, era de extrema persecución contra los trans. “No existía la instrucción de matar a los maricones como sí a los comunistas, pero igual atacaron a muchas”.

La bala incrustada en el cerebro de Paloma existió, tal como detalla el informe médico que redactó el Hospital San Juan de Dios cuando recibió a la mujer de 74 años.

Lo que no está claro son las circunstancias en que se gatilló, y mucho menos quién fue el atacante.

“Lo que se sabe es que a Paloma le habían pegado un balazo en la cabeza un milico, sin salida de proyectil, en noviembre del año 73, en Maipú. El problema es que a esas alturas ya estaba sola y sin red de apoyo, prácticamente a la deriva y sin alguien que la acompañara”, asegura Silvia.

Desde entonces sólo se acentuó la decadencia en la vida de Paloma. Sus amigas calculan que dejó de trabajar como prostituta poco tiempo después, por incapacidad física y porque “la actividad caduca a cierta edad, sobre todo para las trans”, dice Katty.

Traves Chile consiguió que el Hogar de Cristo ayudara a Paloma a través del Programa de Atención Domiciliaria del Adulto Mayor (Padam), que pagaba parte del arriendo en Quinta Normal.

“La vejez de Paloma fue muy mala, se fue segregando cada vez más de la sociedad. Si los problemas del adulto mayor afectan a toda la población, es más delicado todavía con las trans. Es casi imposible encontrar trabajo porque no nos quieren en ningún lado. Las opciones que nos dan es estudiar peluquería y cosas así, que nos estigmatizan más. Estamos prácticamente marginadas”, cuenta Silvia.

El informe social redactado por el hospital tras la muerte de Paloma, describió que la fallecida “es soltera, sin hijos registrados, sin red familiar viva. Paciente vivía solo (sic) las únicas redes de apoyo son de tipo institucional, tales como Traves Chile, Padam y CECOF de la comuna”.

La Cartola Hogar del Ministerio de Desarrollo Social, por su parte, detalló que el rango promedio mensual de Paloma oscilaba entre $55.000 y $105.000, calificado en el 40% de menores ingresos o mayor vulnerabilidad socioeconómica.
“Respecto a lo mencionado, se solicita brindar apoyo para proceso de sepultación y servicios funerarios de Don Sergio Paredes Carrasco (Paloma), toda vez que no existe red familiar”, concluyó el informe médico.

El entierro se efectuó el 15 de febrero de este año, y asistieron Katty, Silvia y Lucha, además de Víctor Hugo Robles, el “Ché de los Gays”.

Su cuerpo quedó sepultado entre el Patio 164 y la calle México. El anhelo de sus amigas, sin embargo, es trasladar sus restos hasta el mausoleo que Traves Chile inaugurará el próximo 31 de marzo. “Queremos llevarla para allá, donde van a caber cerca de 20 cuerpos con reducciones. La idea nació como una forma de entregarle una muerte digna a las trans, y costó años sacarlo. Si en vida no pueden obtener ese trato decente, acá ofrecemos un espacio”, concluye Silvia.

Una pregunta rompe el silencio: ¿cuál de las tres será la siguiente?
Mientras tanto, Paloma descansa bajo una cruz que señala que aquí yacen los restos de Sergio Paredes Carrasco.

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