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4 de Abril de 2018

Pato Torres, actor y comediante: “Kast pide libertad de expresión, qué es eso, váyase a la chucha”

Pato Torres (65) es una leyenda en la televisión y en las tablas. Se hizo famoso en los 80 y 90 por interpretar a personajes tan memorables como la Eglantina Morrison, el Peñita o Los Fisiculturistas. Pero pocos saben que tras esos papeles se esconde un actor profundamente crítico al sistema, que tuvo un pasado como mirista antes del Golpe, y que cuando la pantalla era facha era de los pocos que no escondían su militancia izquierdista. Acá, opina de todo: defiende el teatro más comercial de los intelectuales que lo critican, pero también entra en materia política para hablar de su amor por Bachelet, aunque no le perdona que no haya cerrado Punta Peuco, y pela a Cecilia Morel.

Por

“Ser infiel sin mirar a quien” se llama la obra que estás dando en el Teatro San Ginés. ¿De qué trata más o menos?
-Todo surge a partir de una despedida de soltero en la que despierto en mi departamento, con una mujer metida en mi cama que no sé quién es. Más encima, después me cuentan que de curao terminé casándome con esta mina en el carrete y no con mi novia de siempre. Es el medio cahuín. En nuestro país, por alguna razón, la cultura es dejar tirado al novio en la despedida de soltero y que ojalá no se acuerde de ninguna cosa. Eso pasa siempre. Y eso capta la obra.

¿Tienes muchas experiencias en despedidas de soltero?
-Curiosamente, más allá que me he casado muchas veces, no.

¿Cuántas veces te has casado?
-Dos veces.

Pero no son tantas…
-Dos veces y una pareja anterior. ¿No es tanto?, buena, gracias, ja, ja, ja.

La Liz Taylor tuvo ocho maridos.
-Es que ella tenía mucho más dinero que yo. A ella le daban dinero y yo tengo que entregar plata por todos lados. Se hace muy difícil. Hay que mantener muchos hijos, indemnizar, uyyyy, se pierden muchas cosas.

No es la primera obra que tratas la soltería. El año pasado hiciste Departamento de Soltera.
-Siempre he buscado historias identificables con la vida real. He hecho a hombres casados, engañados, que han engañado, solteros…

¿Qué has ido descubriendo de los hombres?
-Hoy se está produciendo una transformación bastante profunda en el hombre, entendiendo que los machismos tienen que dejarse de lado y estar en igualdad de condiciones con las mujeres.

¿Te queda algo de machismo?
-Nunca me he considerado machista. Siempre me comporté como muy buen compañero de mi mujer. A veces las mujeres te hacen comportarte más machista que uno queriendo ser machista. Fui el hijo mayor de una familia de siete hermanos y mi madre me enseñó a cocinar, a mudar a mis hermanos, cosas que en aquel tiempo no eran bien miradas. Sin embargo, me sirvieron cuando empecé a tener mis hijos: Yo los mudé, yo les daba la papa, solo me faltó darles teta.

Hace poco la Ana María Gazmuri reclamó porque ganaba menos que tú en Teatro de CHV.
-Sí. Pero no lo determinaba yo. No tengo por qué asumir una responsabilidad que no me correspondía.

El Teatro de Chilevisión en algún momento fue criticado por ser sexista.
-El sexismo era un atractivo más. No seamos tan pacatos tampoco. No nos basábamos fundamentalmente en la historia de la mina que estaba en pelota o de exagerar el sexismo en relación a eso, sino que había una historia en torno a lo que ocurría con relación a una situación de ese tipo. Y nadie se escandalizaba más de lo que se escandalizaban los grandes intelectuales o los críticos de la televisión.

Hay harto actor serio que ha pelado este tipo de teatro.
-Sí, nos criticaron muchísimo. Nadie se ha dado cuenta que la comedia es tremendamente importante. En otros países se premia muchísimo y tiene un nivel importante.

La gracia del teatro de CHV fue democratizar el acceso al teatro.
-¡Absolutamente! Cuando iba a las poblaciones, te estoy hablando de funciones populares, en La Pintana por ejemplo, las funciones se llenaban. Eso, de alguna manera, es el resultado de lo que provocó la televisión que hizo que la gente se identificara con lo que hacíamos.

No me gusta el teatro tan de experimento. No logro entenderlo. Lamentablemente, soy muy básico. No tengo neuronas. A los cinco minutos me empieza a picar el culo. Me muevo pa allá, me muevo pa acá, me muevo pa allá, me muevo pa acá. Se me conecta con el poto, ja, ja, ja”.

La gente siempre se ha quejado de que las entradas del teatro son carísimas.
-Trabajo en la radio Corazón, una de las más populares, y la gente me reclama constantemente lo mismo: “¿Cuándo vuelve el Teatro porque era la única instancia que tenía para verlo gratis?”. El teatro tiene que ser más barato. Sin duda, es caro de hacer, pero tenemos un Ministerio de Cultura que tendría que ayudar a la gente que hace teatro. Me incluyo yo. Porque jamás pensaría que me vayan a otorgar un fondo para generar una obra como las que hago. De hecho, nunca voy a postular a un Fondart porque sé que no me lo van a dar, ni en este gobierno, ni en otro…

¿Por qué?
-Porque soy muy liviano, porque Pato Torres no es cultural, porque no hago teatro intelectual. Así que no quiero perder mi tiempo.

¿Sientes que te han mirado en menos?
-Tengo la sensación de que hay un pacatismo y egoísmo de parte del gremio, sobre todo de aquellos intelectuales y eruditos en la comedia que son más talibanes que los talibanes. Siento que por ahí va el asunto. El teatro es teatro. Y la comedia es comedia. Nunca les he puesto apellidos. No le he puesto la comedia negra, la comedia rosa, la comedia blanca, el humor inteligente. Eso está de sobra. El humor es humor. Y de hecho, uno trabaja en base a eso, para que la gente se divierta. A lo mejor eso parecía muy pueril o liviano para los intelectuales. Pero no trabajo para ellos, sino que para la gente que nos quiere ver. Los grandes intelectuales del humor deberían aportar más que criticar, apartar y tratar de aplastarlo.

¿Qué te parece el teatro más conceptual?
-Sigo todo tipo de teatro. Pero si me aburro, obviamente lo haré notar.

¿Qué teatro te aburres más?
-No me gusta el teatro tan de experimento. No logro entenderlo. Lamentablemente, soy muy básico. No tengo neuronas para eso. A los cinco minutos me empieza a picar el culo. Me muevo pa allá, me muevo pa acá, me muevo pa allá, me muevo pa acá. Se me conecta con el poto, ja, ja, ja.

PASADO COWBOY

El teatro más revisteril en la tele pareciera que está out. ¿O no?
-Obviamente, si llegase a hacer un nuevo Teatro en CHV tendría presente eso. Hice más de 400 obras y de esas hay muchas que podrían arreglarse desde el punto de vista femenino o dejando de lado los machismos. A mí me encantaría hacer de nuevo a la Eglantina Morrison, por ejemplo. Podría llegar a ser una vieja fantástica. Por qué no. Es más, te voy a decir que ese personaje tuvo el honor de haber recibido un premio años atrás por ser el primer travesti de la televisión chilena. Fue muy bonito.

La Eglantina Morrison era una mujer muy caliente. Se le tiraba a los hombres sin que se lo pidieran.
-Sí, pues. ¿Y las mujeres no? Ja, ja, ja. Era mala y caliente, bueno, por ahí hay que buscarle por dónde va y sus reivindicaciones de hoy. O sea, te diría que la Eglantina fue la primera mujer que se atrevió a decir lo que dicen las chicas que están de moda en los stand up comedy. Quizá fue la primera feminista en la tele.

¿Cómo surgió la Eglantina?
-Es de los creativos del Jappening con Ja. Se necesitaba un personaje para el show de Gloria Benavides y pidieron un musical del Titanic para acompañarla, pero cercano a la parodia que hacíamos. Y por eso el Chino Pedreros me dijo “¿te atrevís a hacer una mujer de época?”, “sí pos, si soy actor, cómo no me voy a atrever”. Y lo hice. Me basé en algunos personajes de moda en ese momento, en dos malas famosísimas como la de Dallas y de Dinastía, y luego apareció la Raquel Argandoña con La Quintrala, y dije “tengo que ser mas mala que La Quintrala”.

¿Hoy en qué estaría la Eglantina?
-Estaría enchulada entera. Seguiría siendo subida de temperatura y muy probablemente estaría buscando un hombre bastante más joven que ella, y tratando de meterse en la televisión o en teleseries, pero destruyendo a sus compañeras, porque es mala cien por ciento.

¿La Eglantina es de tus personajes favoritos?
-Era un personaje muy querido, pero uno de los que más me gustó fue el Peñita, el ascensorista que tenía toda una vida, que se venía en bicicleta desde Renca, que se aparecía a las 6 de la mañana entremedio de los buses, que tenía una familia numerosa, que era fiel a su mujer, había todo un cuento en relación a eso. Peñita era el reflejo de una época. Ahora no creo que sean tan inocentes o humildes como en aquellos tiempos.

Siempre se te ha asociado a personajes de comedia, ¿siempre quisiste hacer esos papeles o no?
-No, la verdad es que estudié para hacer cualquier personaje, sea de tragedia, comedia o lo que venga, no es que siempre quise ser comediante.

¿Cómo se te dio la comedia?
-Se dio sola. De pronto surgieron cosas para programas de televisión u obras de teatro estudiantil. De hecho, durante mucho tiempo montamos clásicos españoles, generalmente más inclinados a la comedia para ir canalizando todo. O sea, para generar una obra de teatro más dramático para los niños pasábamos por la comedia y hacíamos obras basadas en Fuente Ovejuna o Don Juan, por ejemplo.

Al final, te terminaron encasillando en la comedia.
-Te encasillan no porque quieras, si no porque el productor o director dice “este es comediante” y no te dan la oportunidad de demostrar que puedes hacer otros papeles. Francella hacía petardas, los llamados sketch o gags con las minas en pelota y todo lo demás en la televisión argentina, pero también hace obras y películas tremendamente dramáticas.

¿Has hecho personajes dramáticos?
-Lo más dramático que he hecho podría ser Muerte accidental de un anarquista que hice en los 80´.

¿De qué trataba?
-Sobre un histriomaníaco, un tipo medio loquito, que asume personajes rápidamente, se hace pasar por cosas diferentes, que lo llevan por enésimamente vez detenido a un cuartel de policía de investigaciones. Ahí descubre por esas casualidades, cuando lo dejan solo en la oficina, que tienen un poco la cagada con un anarquista que se suicidó en esa mismo cuarto y que se está investigando que parece que ese suicidio fue provocado por algún policía. Él ve este expediente, se lo estudia en dos minutos y se hace pasar por juez y fiscal, y empieza a fustigar a todos los policías y los deja locos, y se transforma de tal manera, que se hace pasar por un coronel de ejército, después por un cardenal y termina delatándolos.

“En alguna oportunidad fui acusado de ser del MIR, que era cierto, y uno de los gerentes del canal dijo que mientras el Pato no ponga una bomba aquí, todo perfecto”

¿Tuvieron problemas de montarla en dictadura?
-Fue bien especial. Hice esta obra en momentos muy álgidos, cuando ya era famoso con el Jappening con Ja en TVN. Más de una vez, un periodista, no sé si de mala leche, dijo “Pato Torres fue echado de TVN por la obra Muerte accidental de un anarquista”. Una vez tuve que hablar con el director general, que era mejor dicho el general de la tropa en TVN, para enrostrarle lo que habían publicado en el diario. Y me dijo “no te preocupes”. Y la razón para no preocuparme, era que mientras yo estuviera produciendo, no había ningún problema. En alguna oportunidad fui acusado de ser del MIR, que era cierto, y uno de los gerentes del canal dijo que mientras el Pato no ponga una bomba aquí, todo perfecto. Y fui amenazado directamente, porque con esta obra hice una gira por todos los campamentos de Santiago. Y además que yo tenía mis hijos en el Colegio Latinoamericano, donde mataron a tiros a Parada, donde él era apoderado del mismo curso que yo. Después vino el asunto de los quemados y fui entrevistado en muchas partes por participar de un acto en homenaje a ellos en esa época. Ahí me llegó una amenaza directa. Decían que tuviera mucho cuidado, que me podría pasar cualquier cosa, porque andaba metido con gente muy peligrosa.

La tele en ese tiempo era muy facha. Pero tú tenías un pasado revolucionario. Fuiste del MIR.
-Todos sabían que era absolutamente de izquierda. En TVN, incluso, puedo decir que muchas veces me aproveché de esa situación. Cuando renovaba contrato, después de estar 4 años en TVN con un éxito rotundo, le dije al gerente de producción: quiero advertirte, no me hagan asistir a actos con los militares, porque no iré, yo soy de izquierda. “No te preocupes, tranquilo”, “pero que quede claro, no quiero tener la necesidad de estar poniéndolo en el contrato”. Y fue así como en alguna oportunidad ocurrió, más bien, llegó una gran invitación dorada y personalizada en los tiempos en que hacíamos “Muerte accidental de un anarquista”. Decía: “señor Patricio Torres es invitado por su excelencia el Presidente Capitán General Augusto Pinochet, para que asista al Patio de Los Naranjos a un saludo espontáneo a los artistas e intelectuales de nuestro país”. Conchemimare, dije yo, no voy a ir, es que te van a echar, me importa una raja, no voy a ir, te van a echar, si quieren lo vemos en el contrato, con esto me hago más famoso si me echan, así que vayánse a la cresta, no voy a ir y no voy a ir, y junto con eso la Anita Reeves, que en ese minuto también estaba, dice tampoco voy a ir, y más atrás estaba Oscarito Olavarria y dice tampoco voy a ir.

¿Y que pasó al final?
-No pasó nada, no fuimos nomás. Y me acuerdo que en el Teatro Moneda, donde dábamos la obra, puse en el diario mural la invitación dorada y los hueones se reían.

Cuéntame de tu pasado MIR. ¿Por qué te metiste?
-Fui del Frente de Estudiantes Revolucionarios cuando estudiaba teatro en la Chile en plena UP. Sentí que había una cuestión romántica, no sé si más entregada, pero más de lucha, y yo que era aventurero, casi identificado con Manuel Rodríguez, me sentí plenamente identificado con sus ideales. Yo era muy pendejo, tenía como 19 años, venía de Talca, de una familia de esfuerzo que logró que yo y mi hermana entraran a la universidad. Tenía todo un cuento.

¿Tu familia también era de izquierda?
-A mi padre le encantaban los militares, por él yo debí haber hecho el Servicio Militar y ojalá hubiese seguido una carrera militar, pero mi madre era más cercana a mí, más acogedora y defendía la causa de izquierda de alguna manera.

Te tocó vivir un momento súper fuerte como fue el Golpe.
-Fuertísimo. Y una aventura. Me acuerdo que con un compañero estábamos preparados por si había Golpe de Estado y los militares se tomaran el poder. Si ocurría, yo vivía en el pensionado, había todo un encaminamiento para salir de ahí, irse a la universidad, luego al hospital J.J. Aguirre, si nos seguían teníamos que ir a otro lugar…

¿Tenían pensado en cómo defenderse?
-Como los trogloditas: con palos y linchacos. Una locura. Es toda una historia, un cuento muy precioso, porque después del golpe llegan las fórmulas para hacer bombas vietnamitas, ¡el día del cuesco íbamos a hacer una bomba Vietnamita!, no teníamos nada, si había que hacer un enfrentamiento, no teníamos cómo.

¿No tuviste entrenamiento?
-No alcancé a llegar al entrenamiento de armas, lo tenía el fin de semana y vino el golpe.

Creías en la lucha armada…
-Ya no. Pero en ese momento estaba absolutamente entregado. Piensa que uno de mis compañeros, que era uno de los jefes nuestros, muy irresponsablemente, me dijo “hazte cargo, pum” y me pasó un revólver, una pistola, dos granadas, tres estopines, cosas muy peligrosas. Qué estaba haciendo Dios mío, no lograba dimensionar lo que estaba ocurriendo, yo estaba jugando a los cowboys, todo era una película para mí. Era una especie de juego. Y me gustaría escribirlo de manera lúdica, de cómo yo iba de un lado a otro, ordenando esta cuestión sin tener pito idea de lo que estaba realizando en relación al problema que se estaba gestando, porque en cualquier minuto me agarraban en la calle con esa pistola y no me iban a preguntar cómo me llamaba, si no que me iban a disparar y chao.

¿Y qué pasó contigo después del golpe?
-Los peligros fueron en un comienzo. Terminé en el campamento Camilo Torres de Renca donde los pobladores nos defendieron a muerte. Anécdota aparte, me gustó tanto el nombre Camilo Torres que mi hijo hoy se llama Camilo Torres.

“Me gustaría interpretar a un personaje de esos salvajes, que cometieron delitos y asesinatos, como Álvaro Corbalán, por ejemplo. Ese hueón era malo malo”.

¿Y que pasó con tus compañeros?
-Muchos cayeron presos y fueron torturados, algunos están desaparecidos. A mí nunca me pasó nada, y eso que estuve en las fauces del lobo, me podrían haber agarrado fácilmente cuando era famoso, y no.

BACHELETISTA

¿Que pasó después con esos ideales que compartías?
-Los ideales se mantienen. Y donde pueda, los haré notar. Creo en la educación gratuita y de calidad, en la salud gratis, por ejemplo.

Esa misma generación con la que compartiste ideales, cuando entró al poder con la concertación, algunos se achancharon y los ideales los dejaron de lado.
-Sí. La izquierda quedó al debe. Por eso es bueno el recambio. Por eso voté por la Beatriz porque viene rodeada de gente joven con energías nuevas. Tienes razón. Probablemente, nos echamos todos, porque la edad hace que se te empiecen a hinchar las pelotas y te empiecen a pesar. Yo creo que la izquierda se acomodó. Ocurrieron cosas nefastas, como los fraudes que se fueron encontrando, porque cómo es posible que una empresa como SQM protegiera tanto a la izquierda como a la derecha. Eso me descoloca.

Pese a que votaste por la Bea, eres profundamente bacheletista.
-Sí. A lo mejor no se plantearon bien las cosas, no se hizo un buen gobierno tal vez, pero soy tremendamente Bacheletista, con las botas puestas muero y si la cagamos, la cagamos. Ella tiene un carisma especial y me siento muy identificado, porque más de alguna vez tengo que haber marchado con ella en tiempos de la UP, siento admiración por su padre y su familia, por lo que generó. Siento que con Bachelet hemos avanzado, dado pasos muy enormes, nos pusimos a la par de Europa, hablemos las cosas como son, ¡de países desarrollados!

Una de las cosas que se le criticó a Bachelet fue no haber cerrado Punta Peuco.
-Lamentablemente, mi presidenta quedó al debe en esta situación, se había comprometido a cerrarlo. Y si es verdad que ella quiso hacerlo, y que Campos no quiso, no debió esperar el último minuto. De tal manera que si el señor Campos hubiese dicho “me niego”, te vai cagando pa fuera.

¿Hay que cerrar Punta Peuco?
-Hay que cerrarlo. Tampoco estoy a favor de indultar a presos por crímenes de lesa humanidad. Tienen que pagar, como todos estos gallos alemanes que dejaron la cagá pagaron hasta el minuto último. Videla aquí al lado, murió en la cárcel. Aquí hay que hacer lo mismo.

¿Conociste en persona a Bachelet?
-Sí, fue muy amorosa. Yo trabajé en su campaña. Cuando salió electa en su primer mandato hubo un acto en la Estación Mapocho y me invitaron. Cuando terminó, yo estaba con la Titi a punto de irme y justo apareció la Bachelet. Fui donde ella a decirle chao, se da media vuelta y me dice “gracias Pato” y me da un beso a mí y a la Titi. Quedé maravillado. Me tocó también conocer a Piñera cuando se compró Chilevisión. Invitó a su casa a todos los rostros del canal a una comida. Fue espectacular, una atención maravillosa, muy buenas personas, aunque estoy lejano a sus ideales. Esa vez me salió a recibir a la puerta con su señora Cecilia Morel. Ella muy dije y simpática. Lo único malo es que me dijo: “Qué rico que estés acá, me encanta lo que haces tú Pato Contreras”, “Pato Torres”, le digo yo. “Ay sí, lo que te estaba diciendo es que el programa que haces tú Pato Contreras me encanta”, “Pato Torres”, le decía yo. Nunca me dijo Pato Torres.

¿Qué piensas que en este gobierno todavía queden algunos personajes de la dictadura?
-Tenemos a algunos que aún defienden y justifican cien por ciento lo que ocurrió en aquel tiempo. Sin ir más lejos, José Antonio Kast que hoy ha logrado entender en un 0,1 por ciento lo que era la violencia en aquel tiempo. No justifico lo que le ocurrió, pero te das cuenta de la estrechez de pensamiento de algunas personas, no sé si será a propósito o no lo que lo hace tener ese discurso, pero es muy violento en relación a cuánta gente sufrió en un período tan violento. Kast pide libertad de expresión qué es eso, váyase a la chucha. Todos tienen derecho a expresar sus cosas, pero hasta ahora no ha pedido perdón por los crímenes de dictadura. Por eso es violento. El solo hecho de seguir defendiendo una dictadura, es violentísimo.

¿Hay algún personaje de la política que te gustaría interpretar?
-Sí, ha muchos. De hecho, creo que tengo un parecido al Chico Zaldívar, estoy hecho justo a la medida, ja, ja, ja. Encuentro interesante todo lo que ha hecho, tuvo tanto poder y ahora aferrándose…

¿Te gustaría interpretar a la Evelyn Matthei?
-¿Como en versión Eglantina? Sí, me encantaría. De alguna manera, en aquellos tiempos, la Eglantina tenía todas esas características de viejas fachosas como la Matthei. Pero me gustaría interpretar a un personaje de esos salvajes, que cometieron delitos y asesinatos, como Álvaro Corbalán, por ejemplo. Ese hueón era malo malo. Y tenía ese lado bohemio. La leyenda cuenta que dormía sobre una cama de armas automáticas y metralletas, entonces pensar en eso, en la cabeza de ese hueón, en la cantidad de cosas que debe tener, debe ser increíble.

SER INFIEL SIN MIRAR A QUIEN

Elenco: Pato Torres, Titi García Huidobro, Francesca Cigna, Adela Calderón y Remigio Remedy.
Dirección: Patricio Torres
Fechas: Viernes 21 Hrs y Sábado 20:30 Hrs. Hasta el 28 de Abril. Teatro San Ginés, Sala 1, Mallinkrodt 112. Más info en www.sangines.cl

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