Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Reportajes

12 de Agosto de 2004

Gemita Bueno: «Me pasé por la raja a todo Chile»

Gemita Bueno. Foto: Archivo The Clinic

Se cayó. Se acabó. Esta semana, la otrora testigo estrella del Caso Spiniak echó por la borda su última versión. Acá cuenta por qué lo hizo y cómo. Y da recomendaciones para todas las instituciones que burló durante nueve meses. La prensa más que incluida.

Por

Cuando Gemita Bueno Yáñez llamó a The Clinic para decir que todo se había acabado costó creer que esta vez fuera definitivo. La tarde del miércoles pasado nos reunimos a la salida del Metro Yungay, para oírla explicar por qué mintió, por qué dijo la verdad y por qué lo hizo.

Veintiún años y madre soltera. Durante los últimos nueve meses, Gemita le destrozó los nervios a la cúpula de la UDI y a los jueces que tramitan el Caso Spiniak. Cobró cabezas: policías, periodistas, políticos. Y todo era mentira. Una mentira que hoy día asume tranquila, esperando que baje la marea y la cosa se olvida. Como se olvidan tantas cosas.

Estaba nerviosa. No sabía por dónde empezar y fue derrapando por sus versiones, sus mentiras. Pero contó todo. O, al menos, lo que puede contar en este ahora, en esta hoguera en que hoy día se mete.

Con ustedes, Gemita Bueno buscando una salida.

Portada The Clinic, Viernes 13 de agosto del 2004.

– Empecemos del principio.

Es mentira.

– ¿Por qué? ¿Por qué fue todo esto?

Puta, no sé. Esas preguntas no me las tienen que hacer a mí.

– ¿A quién?

Al Jolo.

– ¿Por qué a él?

Yo soy una persona que lo quiere mucho.

– ¿Y por eso lo hacías, porque lo querías?

Haría cualquier cosa por alguien que quiero. Cualquier cosa.

– ¿Incluido mentir…? ¿Y cómo fue esto, Gemita? El primer día, hay un relato que dice que tú llegas al hogar y te pasan una foto de Spiniak, que te la muestran en el computador…

Todo eso es mentira. Eso olvídalo.

– ¿A quién se le ocurrió?

A mí no.

– ¿Cómo llegas al tribunal? ¿Quién dice que tienes que ir al tribunal?

El Jolo se comunica con la Rina (Montt, psicóloga del Sename)

– ¿O con la Patricia (Vera, psicóloga del Sename que conocía a Artiagoitía)?

No, con la Rina… Con la Patricia, sí.

– Y llegas y declaras y das información que efectivamente coincide con algunas cosas de la casa de Spiniak…

¿Verdad?

– Sí. Hay algunas cosas, no de la casa, de los ritos, de las fiestas.

¿Verdad? ¿Tanto le achuntaron? Jajajá.

– ¿Quién te dio esa información? ¿Quién te dice esto es así, así, así; tienes que decir esto?

El Jolo. Sólo él.

– ¿Y él, además, te dice que tienes que declarar que viste a los parlamentarios? ¿Cómo los reconoces?

Sí, ya los había visto en la casa. En las fotos.

– ¿En qué fotos?

En las fotos de los parlamentarios que salen en Internet.

– Pero además alguien te manda fotos.

No, no a mí. Se las mandan. No me las mandan a mí, se las mandan al ministro Calvo.

– ¿Quién se las manda?

La Pía (María Pía Guzmán, diputada RN).

– ¿Y a través de quién se las manda?

Del Jolo

– ¿El Jolo le lleva unas fotos?

Al ministro.

– ¿Y esas fotos tú las ves antes?

Claramente que sí.

– ¿Y con esas fotos que ya viste, reconoces a los parlamentarios? ¿Y antes te dicen estos son?

(Asiente)

– ¿Quién te dice eso?

El cura.

– ¿Por qué María Pía Guzmán manda esas fotos?

De buena voluntad.

– ¿Qué piensas tú de María Pía Guzmán?

Que es buena mujer.

– ¿Cómo no se dio cuenta nunca ella que era mentira?

No tengo idea.

La descripción de Jovino

– Jovino Novoa. ¿Por qué lo describes a él?

Me contaron cómo era él físicamente.

– ¿Quién te lo contó?

Le contaron al Jolo y después me lo contaron a mí. El Jolo me lo contó a mí.

– ¿En qué fecha fue eso?

¿En diciembre del año pasado? ¿Puede ser? Por ahí yo lo describí.

– ¿Y quién se lo contó?

Sólo sé que es una mujer.

– ¿Cómo se llama?

María. Sólo sé eso.

– ¿Y es amiga del Jolo? ¿De quién es amiga?

Mía no. No tengo más información de ella que eso. No sé el apellido.

– ¿Trabajaba con Spiniak, tiene algún vínculo?

No tengo cómo saberlo, si yo jamás estuve allá arriba.

– ¿Cómo sabes tú que ella es una mujer?

Porque se hablaba de una mujer. Femenina.

– ¿Quién hablaba de esa mujer?

Él decía, me llamó la mina y me dijo esto.

– ¿Qué cosa?

Puta, la descripción en pelota de Jovino Novoa.

-¿Él dijo, me llamó una mujer y me dio esta descripción?

Sí. Eso era.

La entrevista

– Tú decías siete meses en El Arrayán, secuestro, tortura, la cosa de la entrevista del 13. Uno de los puntos era que habían chequeado la información con Magaly Huerta (ex funcionaria del Ministerio de Justicia, supuesta testigo del encuentro de Gemita con Novoa en el palacio Ariztía). ¿Por qué ella te respalda en eso?

Pucha, Magaly Huerta es una mujer que tiene edad y es muy fácil de confundir.

– ¿Y cómo fue eso? Descríbemelo.

Fue como «señora Magaly, ¿usted se acuerda de esta situación y que la huevá y que yo la tomé del brazo y usted me dijo?»… Fue eso.

– ¿A quién se le ocurrió ir con Magaly Huerta?

A mí.

– ¿Por qué?

Porque era la más creíble y fácil de convencer. Más fácil de engrupir.

– ¿Y a quién se le ocurrió armar este episodio?

(Largo silencio) A mí. Nunca vi a Jovino Novoa ahí.

– ¿Jovino Novoa es inocente?

Sí.

– ¿Por qué inventaste a Jovino Novoa?

Yo no lo inventé.

– En tu primera declaración no lo describes completamente, pero lo describes. Dices dedos más cuadrados que redondos, anillo de matrimonio, hablar pausado, barbita…

¿Él es así?

– Parece. ¿Cuánto tiempo ensayaste tus declaraciones?

Una sola vez.

– Una…

Solo la escuchaba.

– ¿Nunca ensayaste?

(Silencio)

– ¿Cuánto duraban estas sesiones?

¿Sesiones de qué?

– ¿Cuánto se demoraban en decirte di esto, esto otro?

Una hora.

– ¿Y quién lo hacía?

Ya tenís claro quien lo hacía.

Margarita

– Tú ¿cómo inventaste a Margarita?

Yo no. No sé si será un invento la Margarita, yo creo que es un invento que salió de mí. Yo creo que es un invento de que salió de mi…

– Pero tú lo dijiste…

No

– Tú eres la única personas en el proceso que lo dice, no hay otra declaración que hable de esto.

Bueno, la Rina Montt lo sabía mucho antes que yo.

– ¿La descripción de la tortura también?

No sé. No lo tengo claro.

-¿Y quién te dijo tienes que decir esto?

(Silencio) La Rina le contó al Jolo que andaban detrás de una niña que había desaparecido de El Arrayán y el Jolo me dijo: mira, hay una niña que desapareció de El Arrayán, y parece que la torturaron y está viva.

– Eso fue el primer día. ¿Y después? ¿Cómo reconociste la casa de El Arrayán?

No la reconocí. Nunca dije esa es la casa de El Arrayán.

– Pero los detectives te llevaron para allá.

Nunca la reconocí.

Montealegre

-¿Tu abogado sabe algo de esto?

Nada.

– Él dice que tiene nuevas pruebas, que tiene información clave…

Jajajá. Hablai igual que él.

– Dice que tiene información que dice que tú efectivamente…

No sé cuál será la información pero yo no le he dado ninguna.

– Y el padre también dice que tiene información que dice…

No. Eso es mentira porque nadie nunca, nunca, nunca en la vida… Ni siquiera pueden, ni siquiera pueden decir que yo soy drogadicta porque nadie nunca en la vida me ha visto fumar un pito.

– ¿No te prostituiste?

Nunca.

– ¿No anduviste en la calle?

Nunca.

– ¿Y la Chuck Norris?

Nunca.

– ¿Nunca nada?

No tengo ni olor a calle. Me carga. Yo creo que todas las veces que nos hemos visto, yo nunca he andado con el pelo sucio.

– Nunca.

Nunca he andado sucia yo.

– Cuando trabajabas en Margen e ibas a las caletas ¿no te bajabas del auto?

No.

– Te daba miedo. Y tus amigos no te gustaban porque andaban sucios, porque se vestían mal.

De hecho en el tiempo en que yo estuve en Margen nunca me vestí con ropa que no fuera de marca.

– Gemita ¿y por qué acusaste a la gente de Margen?

Porque yo vi cosas que no eran buenas.

– Tú dijiste que te habían hecho cosas a ti que no eran buenas.

No, eso es mentira. Eso es mentira, eso. Es verdad que yo lo dije, pero es mentira.

Jolo

– ¿Por qué contra Margen? ¿Eso también era idea del cura?

El cura nunca soportó a Margen.

– ¿Tanto para destruirlo a través de mentiras?

No sé.

– ¿Y a Jovino Novoa lo soporta?

– ¿Lo conoce? ¿Por qué esta obsesión?

No sé, pregúntale a él.

– Cuando él te dijo esto ¿no le preguntaste por qué?

Nunca le he preguntado por qué.

– Tú una vez me dijiste que todo esto lo habías hecho por un amigo. ¿Ese amigo es el Jolo?

Es mi amigo, mi todo. El Jolo es todo para mí. Es mi amigo, es mi papá, es mi confidente, es mi cómplice, es el hombre del que estoy profundamente enamorada.

– ¿Cuándo se enteró que tú habías confesado?

Supo dos semanas atrás.

– ¿Y qué dijo?

Te digo el día exacto: el miércoles de la semana pasada.

– ¿Y qué dijo?

Casi se le cayó el pelo.

– Por que ahí supo que…

Yo había confesado toda la verdad.

– ¿Él supo que tú habías dicho que él tenía una guagua?

Sí.

– ¿Es cierto eso?

Sí.

– ¿Y por qué lo negaron?

¿Yo lo negué? Yo dije que era un rumor que se corría en la parroquia. Jamás dije no, es mentira, a mí se me ocurrió.

– Los rumores no son ciertos.

Si el río suena es porque piedras trae.

– ¿Cómo se llama la guagua?

No te lo voy a decir.

– ¿Qué va a pasar ahí?

No sé. No me corresponde decir qué va a pasar con ellos.

– ¿Por qué inventaste todo esto?

No me preguntes a mí. Yo sólo lo hice por amor.

– ¿Cómo te sientes hoy?

Feliz.

– ¿Tenías algún castigo si no inventabas esto?

No te lo voy a responder porque es muy triste.

– ¿Te iban a castigar?

No te lo voy a responder porque es muy triste. Deja que algo sea mío.

– ¿Tú estás enamorada del Jolo?

Profundamente.

– ¿Qué va a pasar contigo ahora?

No sé.

– ¿Estás más feliz?

Completamente feliz.

– ¿Tú te sentías el centro de todo? ¿Había algo de eso?

No quería ser el centro de todo.

– Pero tenías comportamientos de diva.

¿Tuve comportamientos de diva?

– Yo me imagino que tener la atención de todo el mundo…

No tuve comportamientos de diva.

– ¿Pero sentiste eso?

No. Me cargan los periodistas.

– ¿Te sentiste sobrepasada por eso?

No. Me cargan los periodistas, me han cargado siempre.

– Tú me decías hace un rato que querías fama, que te mareaba. Partimos la conversación con eso…

No. Dije a lo mejor cuando a la gente le gustan las luces… Y no te lo estaba diciendo por mí. Te lo estaba diciendo por el Jolo.

– ¡Ah!

Enchúfate, plancha de campo. Jajajá.

Congelada y utilizada

Gemita Bueno dice que estos meses fueron como estar congelada. Que estaba casi fuera del mundo. O peor: encapsulada. Ahora siente que el hielo la dejó.

– ¿Por qué esa sensación de descongelarse?

Por todo esto. Fue como que me congelaron.

– ¿Cómo era la Gemita anterior a esto?

Era la mejor amiga de todos. Era la paleteada, era la que tapaba, la amiga, la hermana. La que cuando llegaba, saludaba a mis hermanos grandes, no sé, con un pellizco en el poto, ponte tú. Ya no lo he vuelto a hacer.

– ¿Perdiste alegría?

Sí.

– ¿Te sientes utilizada?

Sí.

– ¿Quién te utilizó?

O sea, todo el mundo, todo el mundo quiso sacar provecho de mí lo ha hecho.

– ¿Quién te utilizó?

El Jolo, la Rina Montt, el Sename, el Partido Socialista… O sea, todo al que le convenía que yo siguiera mintiendo, todo al que le convenía que saliera triunfante, todo al que le convenía que, no sé. El otro día, en la Novena Sala revocaron el procesamiento porque eso era como comprobar de que no había mentido.

– De que habías mentido…

De que no había mentido. Porque lo revocaron.

– Pero…

Pero si mentí.

– Gemita, ¿pero a quién le convenía que siguieras mintiendo?

A todo el mundo, todo el mundo que me decía bien, si vas a salir adelante.

– Tú me decías que no te gustan los periodistas. ¿Cómo evalúas nuestro trabajo en esto?

¿Sabes lo que pienso? Verdaderamente, de todos los medios de comunicación los únicos periodistas que valen la pena son los de La Tercera porque nunca me han creído, porque siempre han tenido todo para saber que no es verdad. Y de hecho, las amistades más grandes que he hecho son de La Tercera.

El caso huevos de Pascua

– Gemita, ¿el ministro sabe todo esto?

Sí.

– ¿Tú lo declaraste?

Le declaré lo del cuaderno secreto y después mandé una carta, pero que no decía mucho, que estaba bien, que ya todo se iba a saber, que no se preocupara.

– ¿Y en esa carta decías todo lo que estás diciendo ahora, que te habían inducido…?

No.

– ¿Y por qué hiciste la carta, cuál era el objetivo?

De darle las gracias por toda la preocupación porque él se quedara tranquilo, porque él estaba muy preocupado cuando se supiera la cosa del cuaderno secreto. Sólo eso, para que se quedara tranquilo, para que él supiera lo importante que él ha sido para mí.

– ¿Cómo te trata el juez?

Bien.

– El juez te hace unas preguntas súper largas.

Y las entiendo perfectamente.

– ¿Pero por qué el ministro nunca te ha procesado? ¿Nunca te ha dicho «estás mintiendo»?

Yo creo que él sabe, él es un hombre inteligente.

– Vale. ¿Pero por qué nunca te ha hecho esto, te ha encarado directamente?

Sí lo ha hecho.

– ¿Cuando te juntas con él, de qué conversan?

Conversamos de la vida, conversamos de mi niñez, conversamos de las cosas que me hacen sufrir, de mis penas, de mis alegrías.

– ¿Y cuando te encara qué te dice?

Que diga la verdad.

– Pero no le has dicho toda la verdad.

Mañana mismo le pido una audiencia.

– No le has dicho toda la verdad.

Estoy esperando hablar con él.

– ¿Y qué verdades le has dicho?

Todo lo que salió en el cuaderno secreto.

– ¿Y por qué confesaste eso?

Porque él me dijo que habláramos de corazón a corazón. Y eso es hablar de corazón a corazón.

– ¿Pero por qué le confesaste? ¿Estabas cansada? ¿Qué pasaba en tu vida que de repente le dijiste: mire, ministro, esto es así?

¿Sabes lo que pasó? Cuando estuve hospitalizada como que me tranquilicé. Se me bajaron las revoluciones y como que sentí que me estaba muriendo. Y me estaba muriendo por una mentira. Porque yo no tenía cáncer, a mí no me estaba pasando nada. Sólo la mierda me estaba llegando hasta el cogote y eso hacía que estuviera tan enferma.

– ¿Quién inventó lo del cáncer?

No, si lo del cáncer era verdad. Pero un cáncer no se sana de un día para otro. Y salí del hospital completamente sana.

– ¿Y estabas así cuando fuiste a ver al ministro?

Sí.

– Yo te vi el día anterior y no estabas tan, tan, tan acabada.

Pero si había salido del hospital.

– Claro, estabas bien.

Pa’l mundo.

– ¿Estabas mal de adentro?

(Silencio).

– ¿Qué es lo que hace el clic para que confieses?

¿Qué es lo que hace el clic? El televisor que me llevó al hospital, que se haya preocupado de que si me iban a llevar o no me iban a llevar a la Montse, de que viera a la Montse… – Los huevitos de Pascua. Los huevitos de Pascua me cagaron. – ¿Nunca te habían regalado huevitos de Pascua? No. Nunca, nadie, nadie, nadie. Me cagaron profundamente.

– El juez sabe todo. ¿Sabe que Jovino es inocente?

No.

– Y Jovino ¿es inocente?

Sí. Es completamente inocente. No tiene nada.

Los datos

– ¿Lo conociste?

No. Nunca, nunca, nunca. Ni ahora lo he visto en persona.

– ¿Y la descripción? El cuerpo blanco…

No, nada.

– ¿Por qué había gente que te quería creer?

No sé. Pregúntale a ellos.

– Tu describiste el cuerpo.

Pero eso ya lo conversamos.

– Lo describiste súper bien.

Pero había un detalle que era… Él tiene una cicatriz de apendicitis, y eso era como me podían comprobar que yo estaba inventando el cuerpo de Novoa. Que si me fijaba en una cicatriz, me tenía que fijar en la que tenía en la guata porque es mucho más notoria y es mucho más profunda y queda como ovalada la piel.

– Tú, la información sobre la espalda, sobre los genitales… ¿Tú cuando la tuviste?

¿Diciembre?

– ¿La tuviste toda junta?

Toda junta.

– Porque yo noto una progresión en tus declaraciones. Un día dices esto, esto y de repente te largas, en el Servicio Médico Legal… ¿Cómo es eso?

No sé.

– Sí sabes.

No, es que no me acuerdo.

– Ahora, las descripciones de lo que ocurría en la casa de Spiniak…

Era lo que se decía no más. Se decía en la prensa, de cómo eran las fiestas y todo. Salía de los diarios. ¿Sabís lo que pasa? Yo en mi vida he conocido a muchos niños que han sufrido, muchos, muchos. Entonces, uno aprende todas esas cosas.

– Y las contabas como si tú las hubieras vivido.

Claro.

– ¿Y Margarita?

Ya te lo conté.

– La descripción de la tortura. ¿De dónde sale?

De los chiquillos.

– ¿De qué chiquillos?

A ver. Cuando yo conocí a la Rina, la Rina me preguntó por una niñita chica. Sabís que de eso, en verdad que no me acuerdo.

– ¿Por qué inventan una historia tan rebuscada? ¿Por qué inventar que te metieron corriente para tener sexo?

No tengo respuesta para eso. Ni una sola respuesta.

– Describes cosas súper crudas.

No tengo respuesta para eso.

– En un momento, tú dices hay un grupo de seis niños de Margen…

Los había conocido en Margen. Nunca anduve en la calle con ellos ni nada por el estilo.

– Dijiste que estos niños podían probar que habías estado donde Spiniak…

Pero fui careada con ellos. Y ellos no estuvieron conmigo. Me conocían de la Fundación.

– ¿Pero a quién se le ocurre que ellos pueden ser los testigos?

A mí.

– A ti se te ocurren que estos personajes podían ser testigos.

Nunca pensé que los iban a llamar.

Nunca pensaste que los iban a encontrar.

(Silencio).

– Ustedes trataron de juntarlos antes…

Nada más que eso. Yo pensé que por el cariño que ellos me tenían, ellos me iban a defender.

– Te iban a prestar ropa.

(Silencio).

– ¿Tú llegaste a proponerles eso: préstenme ropa?

No.

– ¿Por qué no?

Las veces que yo hablé con ellos, hablé a solas con ellos. Pedí que no estuviera nadie más. Y nunca conversamos del tema.

El retrato hablado

-¿Quién te dijo así es Margarita?

Nadie.

– Tú hiciste un retrato hablado.

Me la tuve que imaginar.

– Cómo fue eso.

Jijijijijí. Pero no te lo voy a contar en la entrevista.

– Cuéntalo. Cómo. Eras tú la que se acordaba.

Yo traté de hacer una persona que no existe en el mundo.

– Que fuera irrepetible.

Claro. Que no hubiera otra parecida, que no la pudieran encontrar en otro lado. Que nunca en la vida encontraran una parecida.

– Si le hubiera tenido que poner tres orejas, le colocas tres orejas.

Claro.

– No se te ocurrió.

¡Cómo le iba a poner tres orejas!

– ¿Qué detalles hacían que no se iba a poder encontrar?

Los rasgos.

– ¿Mapuches?

Hay muchos mapuches en Chile. Pero no así.

– ¿Cómo es eso?

No así como ella. Nunca ibas a encontrar una niña mapuche en una caleta.

– ¿Por qué no?

Porque no son así.

– ¿Los mapuches no se van a las caletas?

Puede que sí. Pero no así como yo la describía, así tan marginal. Los cabros de la calle no son ni cagando tan marginales como yo la describí. No son así. Olvídalo. Ellos roban, se prostituyen… Por último, unas zapatillas finas de algún lado van a sacar.

– ¿De dónde sacabas la marginalidad?

Yo me imaginaba huevás solas no más. Decía tendrá que ser así con el jockey, con el polerón.

– Haces una descripción que me llamaba la atención que decías que una niña de 8 años que era súper parada, contestadora. Y eso no existe. Los niños de 8 años no son así.

Ni yo, que he sido toda mi vida parada de la hilacha, una cabra de mierda, he sido así. A los 9 años estaba en tercero básico, imposible; estás conociendo el mundo. La describí con dientes. A los 8 años, los niños no tienen dientes. Por lo menos tienen los cuatro dientes de adelante que no los tienen porque les están saliendo.

– ¿Había algo de ti en Margarita?

Lo triste.

– Esa sensación tenía yo. Cuando me pasaste tu carpeta además me pareció que era un mensaje de sácame de aquí.

Sí. Te pasé mi carpeta y te dije con mi carpeta ayúdame.

– Pero Margarita…

Es cierto en mi carpeta sale que a los 8 años yo era así, pará de la hilacha.

– ¿Hasta dónde es mentira tu vida?

Mi vida es toda una mentira.

– Tu papá. La violación.

Mentira. No sabes lo que me pesa. Yo creo que nadie en el mundo entiende el amor que yo le tengo a mi papá. Se supone que uno no quiere a los papás cuando la violan.

– Nunca te violó.

Yo amo a mi padre.

– Tú, ¿Cuándo perdiste la virginidad?

¿16 años? Grandecita.

– De mutuo consentimiento.

Exactamente. Nunca he tenido una relación forzada. Yo soy lo más tímida que hay. Yo no tengo miles de pololos… empecé a fumar a los 17 años. Me carga la cerveza, me carga salir de noche, me cargan las fiestas. Es imposible que una niñita de la calle no quiera andar en fiestas, porque su mundo ha sido libre.

– ¿Cómo es eso?

Un niño de la calle es libre.

– Un niño de la calle no se queda siete meses en una parcela.

Jajajajá. Exactamente. Siempre trata de salir. Un niño de la calle nunca vive en un lugar estable.

La burladora.

– Y eso lo aprendiste dónde…

Con los chiquillos que he ido conociendo.

– Mirándolos…

Sólo observándolos.

– Haciendo las carpetas, haciendo las fichas.

Qué cosa.

– Tú burlaste…

Burlé la ley, burlé el Instituto Médico Legal, burlé los psiquiatras, he burlado los psicólogos, todos, todos, todos los psicólogos que me han tratado.

– El Sename…

Ellos pueden comprobar que yo sí he sido una niña violada, por todos los detalles que yo les he dicho. En los test de Rorschach sale perfectamente la personalidad de las personas. Yo sabía perfectamente de donde yo tenía que ver al murciélago era porque tenía una vida oscura y era una niña violada. Sabía perfectamente que por las manchas tenía que ser un murciélago; sabía que tenía que ver dos elefantes, dos leones, sabía.

– ¿Dónde aprendiste eso?

Yo en algún momento manejé un test de Rorschach.

– Los hacías.

Me he leído muchos test de Rorschach de niños que verdaderamente han sufrido y que no tienen cómo saber las manchas de los test.

– Los hiciste en Margen.

En Margen, en los internados donde yo estuve…

– Estabas leseando al mundo.

Me pasé por la raja a todo Chile. A todos los especialistas que hay en Chile. O sea, los médicos son una mierda al lado mío.

– Cuando te sentabas frente a un especialista, tú sentías que él…

Me creía completamente.

– ¿Y sentías que él ya te quería creer?

Sentías que ya… los psicólogos, lo malo, es que siempre preguntan a las familias antes de cómo es uno. Todo el mundo piensa que yo soy una niñita rebelde, con al vida triste… ¿Sabís qué? En algún momento de mi vida pensé que esto hacía que yotuviera lo que nunca he tenido en la vida. A mucha gente preocupada por mí. Y que sentía que nunca más iba a estar sola. Pero me quedé sola. Cuando me di cuenta, ahora, de que hubo un momento en que tuve mucha gente al lado mío y ahora no tengo nada.

– ¿Tú estabas consciente de que lo que estabas haciendo era malo? ¿Cómo lo tomabas?

Lo tomaba como una aventura. En algún momento cuando salí del Médico Legal me llegué a cagar de la risa y llegué a llorar.

– ¿Llorar por qué?

Porque está bien que uno sea inteligente. La verdad es que la inteligencia uno la tiene que ocupar para cosas buenas. No pa’ agarrarse pa’l hueveo a todo el mundo. ¿Podís creer que yo hasta un electroencefalograma lo burlé?

– ¿Cómo?

Dejando de respirar. Y eso hacía que tuviera ausencia y la ausencia la tiene sólo la gente drogadicta.

– ¿De dónde sacaste eso?

Puta, porque uno lee.

– Ya, lo leíste. ¿Pero alguien te decía haz esto?

No.

La cárcel y las disculpas

– ¿Qué le dirías a Jovino Novoa de todo esto? Lo pasó mal.

Escúchame. Yo siento, siento, y por respeto a él que por lo menos me pase un año en la cárcel.

– Que tú pases un año en la cárcel…

Sí.

– Por respeto a él…

Sí yo tengo súper claro que le hice mucho daño. Dime, cuando salió la descripción de su cuerpo la señora cómo tiene que haber sufrido. O sea, tiene que haberle dicho: bueno, cómo esta niñita te conoce y tú me estás diciendo que no la conoces a ella. Su señora.

– Tú le describes la espalda…

Que sólo su señora le podía describir.

– ¿Tú le pedirías perdón?

O sea, me juntaría a conversar largas horas con él. Y si me quiere dar una cachetada, se la aceptaría. Si me quisiera decir cabra de mierda, paf.

– ¿Y a Spiniak?

Spiniak es un conchadesumadre igual. Sigo pensando que es un conchadesumadre.

– Y Abazolo…

Un pobre huevón, que sólo quería que lo quisieran.

– Tú lo acusaste de matar a alguien.

Eso me da mucha pena. Es una muerte.

– Mucha gente anduvo destrozada con esa historia. Porque era lejos lo más terrible de tu testimonio.

¿Sabís qué? Yo traté que los psicólogos dijeran esta niñita no es confiable.

– ¿Cómo trataste?

No sé. Habían cosas que nunca me habían hecho los psicólogos. Tests. Yo no sé cómo los burlé. Hasta mi inconsciente estaba preparado para burlarse de los psicólogos, de todas esas cosas.

Los errores de Calvo

– Hay un primero que no es un psicólogo, es el juez Calvo. ¿Cómo lo burlaste a él?

Por su sensibilidad. Él era un hombre muy sensible.

– Cuando tú le decías me pasó esto, esto y esto. ¿Él qué te decía?

Él tiene hijos. Tiene hijos chicos. Y por ahí me tiraba.

– ¿Qué decías?

«Pero ministro, ministro, blablá». Berrinche de cabra chica.

– ¿Y qué decía él?

Yo le decía qué pasaría si esto le pasara a sus hijos. Lo cagaba. ¿Qué haría usted? ¿Haría justicia? Me lo cagaba medio a medio.

– ¿Quién lo sacó a Calvo?

No sé.

– ¿Y a Abazolo, por qué lo conoces?

¿Querís que te diga la verdad de eso?

– Sí.

A Abazolo me lo mostró directamente el ministro Calvo, sin rueda de presos.

– Directamente.

Fue un error de él. Pero él no tenía por qué saber que yo no lo conocía.

– Así burlaste al ministro. ¿Y a los policías?

Siendo la mujer más simpática del mundo. No hay teniente que no sea caliente. Ese es un dicho de campo y es clarísimo y es así.

– Y al Sename. Ellos son especialistas en tratar con niños.

Putas, que estudien mejor, que se ganen el título bien de psicólogos. Si una mina de veinte años se los agarra pa’l hueveo nueve meses es pa’ que se pongan a pensar cómo estudié, cómo me están enseñando, cuáles son las técnicas.

– Tú querías llegar a un careo con Jovino Novoa. ¿Qué ibas a hacer en ese careo? ¿Por qué querías el careo?

Jijijijijí. Porque sabía que nunca iba a ser.

– ¿Quién quería el careo? ¿El Jolo? ¿Montealegre?

Yo. Yo sabía que nunca iba a ser.

– ¿Por qué?

Porque no iba a ser no más. Yo era feliz cuando al Novoa lo nombraron presidente de la UDI.

– ¿Por qué?

Porque era más intocable.

– Cuando te juntaste con Longueira… Longueira tenía razón. Era inverosímil tu relato.

Absolutamente. Yo creo que sí, Jaime Guzmán le habló. Jijijijí. Jijijijí. Porque el único ser en la tierra que podía haberle hablado y haberle dicho persigue a ese cura tenía que ser del más allá, porque si los terrestres no me cachaban tenía que ser alguien que estuviera muerto. Más terrible hubiera sido si hubiera dicho que se me apareció Dios en la Alameda. Jijijijijí.

– Hay un momento en toda esta historia estrafalaria después de la confesión. Aparece algo de una bacteria. ¿A quién se le ocurrió esa…?

¿Sabís lo que pasa? Que a esa bacteria la buscan sí, con pinzas, y todas las mujeres la tienen. Todos los seres humanos de la Tierra la tienen. Anda a hacerte el examen y la vas a tener.

– Esa salió en el diario. Decía que Jovino también la tiene. ¿A quién se le ocurrió eso?

Ah. No sé.

– Calvo/Abazolo. Tú me estabas contando que el reconocimiento fue mal hecho. ¿Cómo fue eso?

Que al Pablo Abazolo lo pusieron detrás de la huevadita esa que se mira por el vidrio solo. «¿Él es?», me dijeron. Si me lo ponían solo, él tenía que ser.

– Y nadie se percató del error.

Nadie se ha percatado del error (…) Y después me dicen: describiste a Bastián. Claro. Yo empecé… Fueron los detectives, me mostraron a Pablo Abazolo, me mostraron así a lo lejos una foto y esa cuestión de gente que había estado allí arriba. Yo describí a Bastián exactamente de cómo era de cara.

– ¿Y cómo?

Uso lentes. Veo más lejos de la gente normal.

– Y cachaste de lejos. Y ellos no se percataron de nuevo. Queda la impresión que Calvo trabajó mal.

Yo creo que él trabajó con el corazón. Y acá esto no le servía. Trabajar con el corazón en esto no servía no más.

– Tu que conocer de estos casos, ¿tú crees que los niños siempre dicen la verdad?

No sé. Yo tengo… ¿Sabís lo que pasa? Pa’ trabajar en esto hay que tener tino. Tenís que cachar bien, no sé…

Las enfermedades

– Yo tengo una pregunta que hacerte. ¿Por qué siempre que vas a declarar o después que pasa algo «heavy» en el caso, incluida tu primera declaración, antes te enfermas? ¿Por qué te enfermas siempre?

Por no ir, jijijijí.

– ¿Por no ir? ¿Quiénes son tus médicos, Gemita?

Cualquiera. Tengo un poder, cómo es… somatizar las cosas. Yo me puedo poner así: quiero que me duela la cabeza, quiero que me duela la cabeza, me duele la cabeza, me suele la cabeza…

– ¿Hay algún médico que haya intervenido en este caso?

No.

– Tú no te preparabas para el careo…

Nunca me preparé porque siempre he pensado que no iba a llegar nunca el momento.

– Que nunca iba a llegar el momento.

No hay pruebas suficientes.

– Es distinto a lo que dice tu abogado.

– ¿Qué piensas de tu abogado?

Que es lindo. Es un hombre muy, muy generoso.

– ¿Y te cree?

A pies juntos.

– ¿Nunca ha duda de ti?

No, jejejejé.

– ¿Qué piensas del Jolo hoy?

Sólo que lo quiero mucho.

– ¿Estás enamorada de él?

Sólo lo quiero mucho.

-Tú dijiste que estabas enamorada de él.

Eso pienso del Jolo. Tú me preguntaste qué pienso.

– ¿Y qué sientes?

Mucho amor.

– ¿Amor de mujer?

Sí. Se me va a pasar.

– ¿Por qué estás haciendo esto ahora, Gemita?

Que basta de mentir.

– ¿Tiene que ver con que el Jolo ya no te acompaña?

No, no es eso. Si yo creo que el Jolo haría cualquier cosa por mí.

– Él no estuvo en la última conferencia de prensa. Tú me lo dijiste.

No importa.

– ¿Él está de todas formas?

Sí.

– ¿Y cómo se va a tomar todo esto?

(…)

– ¿Cómo te obligan a salir a desmentir cosas que saben que son reales?

A ver, cuando yo te salí a desmentir sólo sabías tú y yo lo que yo había declarado. No estaba preparada para decirle al Jolo es cierto lo que salió en La Tercera.

Por mi gran culpa

– No te da lata haber hueveado con esto. Un caso de abusos sexuales contra menores…

O sea, no sé si volveré a salir a la calle. Creo que voy a salir y me van a agarrar a manzanazos. Tengo clarísimo que hasta aquí se me terminan los estudios. Sería cara de raja si el próximo año me presento en la universidad como si nada hubiera pasado.

– O sea crees que no tienes derecho a rehacer tu vida.

Pero no acá.

– Dónde.

Afuera.

– ¿Fuera de Chile?

En un lugar donde nadie me conozca, que ya es difícil.

– ¿No te da lata haber hueveado con un caso de abusos sexuales?

Mucha. Siento que fue una cosa súper dolorosa.

– Tú entiendes que el día de mañana cuando haya otro caso…

No van a pescar. Y puede que sea cierto.

– ¿Y eso es culpa tuya?

Sí.

– O del cura…

No, es mi responsabilidad porque yo me metí en esto. Yo era la cara creíble, yo era la que me convencía, la que trataba de convencer a la gente por la tele, yo era la que echaba chuchás por la tele, yo era la que mandaba a la cresta. Yo era esa.

– ¿Y el cura? ¿Tú crees que no tiene responsabilidad?

Da lo mismo el cura porque ahora estamos hablando de mi, la Gema, responsabilidad. Si fuera una niñita de quince años, la responsabilidad la tienen los grandes.

– ¿Qué va a pasar con el Rumpy?

¿Por qué?

– El Rumpy te cree. Estoy pensando en la gente que te cree.

El Rumpy me va a echar una pila de chuchás por la radio y después se le va a pasar y no me va a hablar nunca más. Filo. O sea, me va a decir cabra culiá, mentirosa, huevona… Filo.

Longueira, Guzmán y Lavín

– ¿Qué le dirías a Pablo Longueira ahora?

Que siga escuchando a Jaime Guzmán, jijijijí, que siga creyendo.

– Tu historia botó a dos presidentes de partido, creó una crisis, incendiaste la candidatura de Joaquín Lavín…

Sigo pensando que el Joaquín Lavín es un estúpido de mierda.

– ¿Lo hiciste por política?

No.

– ¿No te gusta la UDI?

No me gusta ni no me gusta. Me da lo mismo.

– Es «heavy» lo que cuentas. Yo pensaba que tú habías sufrido mucho. Yo sabía que esto era mentira, pero creía toda la otra parte de tu biografía. El papá, la calle, etc. ¿Cómo lo hiciste?

Cómo cómo lo hice.

– A mí me daba la impresión que de repente el Jolo te creía.

Si he sido capaz de que me diagnostiquen que tengo casi la mitad del cerebro dañado… ¿Es que sabes qué? Ni siquiera le creo a los médicos. La Montse se enferma y prefiero sanarla yo con huevás que yo creo que la van a sanar antes de llevarla al médico.

– Todo era invento.

Todo era una mentira. Desde el día que nací.

– ¿Tú sabes que se acaba de ir el director de La Nación?

Siiií.

– Por esto.

Lo echaron.

– No es menor.

Si sé… ¿Ya? ¿Nada más?

– Me dices que hay algo que nadie nunca en la vida te va a creer. ¿Qué es?

Que yo casi ni escuché la descripción de Novoa. Sólo la hice por lo que yo pensaba que era.

– ¿Sí?

O sea, disculpa que te lo diga: anda hoy día, acuéstate, tócate los testículos y te vas a dar cuenta que todos los hombres de Chile tienen un testículo más arriba que el otro. Que es imposible, es imposible que un hombre no tenga un testículo más arriba que el otro. No son los dos iguales.

– ¿Y eso quién te lo dijo? Eso te lo dijo un médico.

No.

– Sí. Ese es un cuento estadístico. Te lo dijo un médico.

No.

– ¿Quién te dijo?

Yo sé que es así.

– ¿Y cómo?

Porque la pechuga de una mujer tampoco es igual a la otra.

– Pero lo de los testículos es más rebuscado.

No.

– Dónde lo leíste.

No. Palabra de mujer. No lo leí en ningún lado. Es por lógica, ¿Cómo no usan la lógica? Y es por lógica que una mano no va a ser igual a la otra y es por lógica que un pie no va a ser igual al otro y nada de lo que uno tenga de a dos en el cuerpo va a ser igual al otro.

– ¿Y las heridas?

¿Qué heridas?

– De Jovino.

Eso tengo que haberlo escuchado.

– No. Lo escuchaste.

Claro.

– Y te lo aprendiste.

Me quedó grabado.

– Los lunares.

El cuerpo blanco… Los hombres que tienen barba hasta aquí (se toca el pómulo), hasta aquí, y mucha barba, tienen que tener pelos en los hombros y en la espalda.

– ¿Por qué?

Porque son peludos. Porque a los hombres que son peludos les salen pelos aquí y en la espalda. Y porque los de la clase social alta son así.

– Blancos.

Blancos. Y tienen lunares porque tienen pelos. Los de la clase social alta son así. Es por raza.

– Y por qué cuando le confiesas a Muñoz «yo no estuve», después le dices no me acuerdo, estuve en otro lado.

Ah, era como…

– Querías zafar por ahí…

Claro.

– Estás dispuesta a pasar un año en la cárcel.

Sí. Y es lo que me corresponde. Y es lo que debería ser. Juzgué a una persona siendo inocente. Me huevié… hasta yo creo que si me mandan a un manicomio por loca, sería justo. En algún momento pensé que estaba loca. Hasta ahora, que estoy remediando todo y quiero que sea todo mucho mejor.

– Había periodistas que te creían o que te querían creer.

Yo creo que era eso. Los periodistas, en general, no son de la UDI, en general no están a favor de la UDI ni de Pinochet. Hace una encuesta. ¿Cuántos quieren que Lavín salga de presidente? ¿Cuántos en La Tercera no están de acuerdo con lo que escriben? ¿Cuántos en El Mercurio no están de acuerdo con lo que escriben?

– ¿Por qué te cargaste a la UDI y no a la DC?

Puta, no sé. Le tocó al pobre viejo no más.

Notas relacionadas

Deja tu comentario