Cultura
25 de Junio de 2019Entrevista a Fernando Guzzoni y su nuevo proyecto “Blanquita”: Un thriller político inspirado en Gemita Bueno
La sala Jean Epstein de la Cinémathèque Française estaba llena para la proyección de Jesús, del director chileno Fernando Guzzoni, en el marco de la Semana del Cine Chileno que se celebra en París y que exhibirá 10 películas nacionales de los 10 últimos años. En exclusiva Culturizarte pudo hablar con Fernando Guzzoni, quien compartió su visión del séptimo arte y entregó detalles de su nuevo proyecto, Blanquita.
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¿Qué significa para ti ser parte de esta selección de la Semana del Cine Chileno que se presenta en la Cinémathèque Française de París?
-Estoy súper honrado de la selección porque que desde el 2008 hasta la fecha, o tal vez un poco antes, con Machuca el 2005, el cine chileno empezó una evolución y una proliferación de producciones con un nivel súper alto y miradas muy diversas.
Entonces, me siento muy honrado de ser parte de esta selección de películas destacadas de los últimos 10 años, y por otro lado la Cinémathèque es un lugar que tiene un capital simbólico, un peso, en el buen sentido, muy profundo, simbólico y bonito para los que amamos el cine. Yo tuve la posibilidad de vivir acá y este era un lugar obligado para mí, donde vi muchas retrospectivas desde David Lynch hasta Kōji Wakamatsu, directores que amo y que respeto, que son súper inspiradores, entonces, poder mostrar mi película en este mismo lugar es muy emocionante.
Tu primer largometraje, Carne de perro, tuvo mucho éxito a nivel internacional ¿Cómo influyó esto en el desarrollo posterior de tu cine?
-Carne de perro y Jesús han sido dos películas que han funcionado súper bien a nivel internacional, han permitido que mi trabajo tenga visibilidad y, en alguna medida, han ayudado a que los próximos proyectos tengan cierto respaldo y que haya confianza respecto a mi trabajo futuro. Pero por sobre todo ha sido la posibilidad de conectarme con otra gente que también hace cine de distintos lugares, compartir experiencias, entender cómo se produce, cómo se piensa, cómo se construye una obra en lugares muy diferentes. Eso ha sido lo más bonito, tener la posibilidad de sociabilizar mi trabajo en distintos escenarios, en distintos lugares y darle una continuidad a mi carrera.
Al participar en festivales internacionales te confrontas a la mirada del otro, de otros cineastas ¿Cuáles han sido los comentarios que has recibido?
-Cuando uno está en un contexto de festivales va entendiendo la recepción que genera la película, ya sea por la prensa especializada, por otros programadores o por comentarios de los pares. En ese sentido, han sido películas que han tenido propuestas súper radicales y una mirada autoral bien potente y eso afortunadamente ha generado un impacto positivo, lo que me da cierta tranquilidad o confianza de que en el fondo hay una mirada autoral que se respeta, que se valora y eso obviamente se agradece, porque no es fácil instalar ciertas temáticas o ciertas preguntas en el cine y tener buena acogida.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
-Estoy preparando una película que se llama Blanquita, que también es producida por Giancarlo (Nasi), que fue el productor de Jesús. Esperamos poder filmar en el primer semestre del próximo año, ya que está con un financiamiento parcial, y esperamos poder filmar en marzo. Es un thriller político bien interesante y diferente a lo que he realizado antes. Es una película más clásica en su estructura, que me tiene bien entretenido y que está inspirada, con infinitas licencias, en un escándalo sexual que ocurrió en Chile hace unos 12 o 13 años atrás.
¿El escándalo de Gemita Bueno?
-Sí. Toma elementos de manera muy arbitraria y con muchas licencias de ficción de ese caso. Pero más menos eso es.
En Jesús, te inspiraste del caso Zamudio, en Blanquita del caso de Gemita Bueno, ¿Qué es lo que te gusta de este juego entre la ficción y la realidad?
-Encuentro que lo interesante es dialogar con la realidad y manipularla en el buen sentido, construir una propia exégesis y un propio discurso de lo que uno ve y lo que uno hace. Este caso en particular siempre me ha parecido interesante, porque había un componente que me alucina mucho que tiene que ver con la mentira, con la ficción, la idea de un personaje que interpreta un personaje al interior del relato. En este caso, Gemita estaba en una puesta en escena, con un objetivo, y en la película pasa un poco eso, Blanquita interpreta un personaje al interior del relato, entonces tiene que ver con los límites de la representación y con esta idea de fabular, de cómo las palabras construyen una realidad que puede poner en vilo a todo el grupo de poder. La película tiene que ver con toda esa tesis, que es mucho más formal que entrar exactamente en la chimuchina del caso que, aunque es algo súper interesante, lo planteo desde otra mirada. Por lo demás tiene un discurso muy vigente, que tiene que ver con el abuso y cómo a veces hay que mentir para poder lograr un objetivo o para decir mejor una verdad, es todo un juego con la doble moral, que es súper interesante y que está planteado en la película.
La violencia es un elemento muy presente en tus películas.
-Tiene que ver con abordar la violencia no desde la banalización, no desde el sentido del espectáculo ni desde una lógica industrial donde uno termina desafectándose de la violencia, de las balas, de los hombres volando, de las bombas. Esto tiene que ver con algo mucho más frágil, más real, que es la violencia que identificamos como la que ejecutamos, la que padecemos, la que puede generar gente al lado nuestro, nuestros vecinos, nuestros cercanos, creo que es eso lo que genera cierto impacto o llama la atención, porque está desprovista de cualquier artificio y tiene que ver con esa violencia con la cual tenemos que convivir, que puede ser la violencia intrafamiliar, la violencia en las relaciones humanas, la violencia política. Es un tema que me parece ineludible.
Alejandro Goic vuelve a aparecer en tu nuevo proyecto, un actor que ha estado en gran parte de tu filmografía.
-Sí, es un actor con el que tengo mucha afinidad artística, intelectual y humana, y que casualmente he construido proyectos donde orgánicamente él cabe muy bien en esos personajes, y he decidido volver a trabajar con él porque las experiencias han sido súper positivas. Es una persona que, además de ser un muy buen intérprete, es un aporte creativo, es una colaboración que se da de una manera muy fluida y orgánica.
¿Quiénes son tus influencias a nivel cinematográfico?
-Son muchos y muy diversos, pero obviamente uno siempre tiene ciertos directores que son fundacionales, a los cuales uno vuelve y revisita porque siempre hay una lectura adicional que se puede generar, y obviamente tengo ciertos directores que me han marcado mucho y me siguen marcando como John Cassavetes, Bergman, Bresson, Truffaut, Godard, Antonioni y más contemporáneos como Haneke, Bruno Dumont y muchos más. Hay directores que a uno lo marcan porque uno entiende que hay una integridad artística en su trabajo, hay un discurso que se va profundizando con el tiempo, que no necesariamente está sujeto a concesiones de industria, sino que hay una mirada muy pura, que es algo inspirador para alguien que está intentando hacer películas.
¿Qué opinas del auge que está viviendo el cine chileno?
-Como lo decía antes, primero con Machuca y desde el 2008 hacia la fecha ha habido una explosión. Por un lado, se democratizó el cine cuando irrumpió el digital y eso fue generando que de a poco existieran más miradas, que los costos de producción fueran un poquito más amables, y también de la mano de políticas públicas, el surgimiento de instituciones u organizaciones como Cinema Chile y otras que han permitido generar una estructura sólida para que los realizadores y las producciones tengan cabida y distribución, que es un tema súper delicado siempre. Y eso ha ido de la mano de una generación diversa etariamente, pero de gente con mucho talento y con miradas muy personales y muy diferentes entre sí. Entre Pablo Larraín y Niles Atallah hay un mundo de diferencia, son directores con miradas únicas y muy ricas, entonces yo creo que eso también le ha dado mucho carácter al cine chileno, esta idea de que hay autores detrás, que muchas veces escriben, dirigen y que construyen un imaginario muy personal, pero también con una conexión bien universal.
¿Qué piensas que le falta al cine chileno?
-Lo que le falta son recursos y nada más que recursos porque talento humano hay y de sobra no solo de directores y guionistas, sino que, de actores, de técnicos, de productores y lo que siempre complejiza obviamente la producción es lo dificultoso que es financiar una película, los tiempos que toma y con los escasos recursos que tenemos a nuestra disposición. Creo que ese es el único talón de Aquiles, que obviamente es propio de una industria que es compleja y de un país latinoamericano que está en ciernes en cuanto a políticas. Se ha avanzado un montón, pero obviamente siempre podría ser mejor. Eso es lo único a lo que nos enfrentamos los directores y los productores como principal complejidad para poder financiar una película.
En la presentación de Jesús en la Cinemateca, la sala estaba llena, ¿qué te parece el interés que muestra el público por tus películas?
-Hay ciertos lugares donde hay una cultura de cine muy potente. Francia, sin ir más lejos, es un país que disfruta de su cine, del cine internacional no solo en la Cinemateca que podría ser un lugar lógico, sino que en las cadenas más comerciales hay espacios dedicados al cine de todo el mundo. Tiene que ver con que cultivaron audiencias en los 60 y 70 y ese es el resultado del interés que existe por el cine de Latinoamérica, de Asia, y de África incluso. Hay ciertos polos donde hay un interés natural y eso es maravilloso. Yo creo que en Chile nos falta eso, que llegue más distribución de cine europeo más independiente, de cine latinoamericano. En Chile prácticamente no vemos cine latinoamericano, el 85% de las pantallas está tomada por las majors americanas, entonces es complejo poder diversificar la mirada y entregar opciones diferentes a la audiencia. Yo creo que acá y en otros países se ha hecho ese trabajo sostenido en el tiempo y ha tenido un efecto súper positivo, que es lo que estamos viendo ahora, que esta sala estuviera llena para un ciclo de cine chileno.
¿Al hacer tus películas te detienes a pensar en el público o privilegias lo que tú deseas mostrar independiente de lo que piense el público?
-La verdad es que no pienso en el público, pero no lo digo desde la pedantería, sino que lo importante es construir una película lo más honesta posible y ojalá que eso conecte con la mayor cantidad de audiencia. Pero me costaría trabajar una película en función de la audiencia pensándolo como en una ecuación porque dudo que pudiese lograrlo. Creo que uno va evolucionando en su cine y va entendiendo que el trabajo que uno hace, a veces, siendo más radical llega a un nicho y cierra las puertas de otro. Parte de la evolución también es ir encontrando tu público y eso es algo que me interesa de sobremanera y parte de esa evolución también es probar nuevos lenguajes, abrirse formalmente, narrativamente y yo estoy en eso, abriéndome, conociendo, explorando no siendo dogmático conmigo, y si eso viene de la mano de más público, ojalá así sea, pero pensarlo de manera predeterminada, no, nunca he pensado un proyecto así.
Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.