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Nacional

9 de Febrero de 2009

“Si Farkas me invitara, igual iría con él”

Pía Torres
Pía Torres
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Durante quince años ha tratado de salir de la Tierra y carga con la responsabilidad de ser el primer chileno que mire al país desde el espacio. Aunque sigue intentándolo, lo más seguro es que el próximo año vea por la televisión cómo Leonardo Farkas y su esposa le ganan el quién vive. Pero dice que no los envidia. Él sigue esperando su oportunidad.

Por Pía Torres López • Fotos: Alejandro Olivares

La última vez que Klaus Von Storch estuvo a punto de ir al espacio fue en abril de 2005. Era la segunda vez que lo intentaba y para entonces ya no era piloto de la Fuerza Aérea Chilena y llevaba al menos un año viajando a la antigua Unión Soviética para someterse a diversas pruebas.

A medida que se acercaba la fecha, Von Storch retomó el ritmo de celebridad nacional que había tenido desde que en el 2001 la NASA y la FACH acordaron que él sería el primer chileno en salir de la atmósfera. Mucho autógrafos, fotos, saludos de curiosos. La fama.

-Fue un tiempo de harta sobre exposición, me llamaban a cada rato de revistas y la televisión. Iba a dar charlas a los colegios y quinientos niños me escuchaban callados -recuerda.

Pero otra vez no ocurrió nada. Como ya le había pasado con los norteamericanos, los rusos empezaron a hacer languidecer la invitación de subirse a una nave. Así pasó abril, mayo, junio y julio y nada. Hasta que los rusos anunciaron que se posponía el proyecto. Von Storch otra vez se había quedado abajo.

En Chile, los aplausos y los flash se convirtieron, rápidamente, en risas. Su nombre empezó a aparecer en las rutinas de los humoristas. El teléfono dejó de sonar.

-Los chilenos no entienden que lo que ocurrió no fueron fracasos. Claro, no cumplí el objetivo pero todavía tengo tiempo para hacerlo. Para aprender hay que fallar. Nadie recuerda los intentos que se hicieron por llegar a la luna. El chileno quiere la inmediatez, todo rápido -se queja.

Hoy está claro que Von Storch no será el primer chileno en salir de la Tierra. Leonardo Farkas, el millonario del chocopanda, ya compró pasajes para un viaje que saldrá de la atmósfera el 2010. Von Storch dice que eso no le da rabia, que el suyo es un viaje como astronauta y no como pasajero. Pero, quizá sumándose a los que ven a Farkas como un moderno viejito pascuero, agrega:

-Aunque si Farkas me invitara, igual iría. Si tuviera tanta plata como él, también me compraría un pasaje para ir al espacio. Pero no tengo.

LA PACIENCIA

Dos años antes del fracaso con los rusos, Von Storch tenía ticket con la NASA para viajar al espacio. Pero el viaje fue pospuesto por los norteamericanos, que llevaban dos años tramitando a los chilenos. El gobierno de Bush no dio mayores explicaciones.

Ese mismo mes se incendió el transbordador mientras regresaba a la Tierra. La televisión mostró, en directo, cómo la nave cruzaba en llamas el cielo, como un cometa. Hasta que terminó de desintegrarse.

-Fue la primera vez que estuve feliz de no haber ido al espacio. Si todo hubiera salido como se planeaba, yo pude haber estado en ese transbordador -recuerda Von Storch.

Los viajes espaciales se suspendieron y Von Storch no pudo salir de la Tierra.

Para entonces llevaba años tratando de salir del planeta. Partió, como todos, de niño. En Osorno su padre lo llevaba al aeropuerto a mirar aviones. En la casa, armaba y pintaba aviones a escala que le regalaban. En el liceo, se vestía con chaquetas de piloto, imitando a Han Solo y a Tom Cruise en Top Gun. Las chaquetas las llenaba de parches e insignias de la NASA. No fue raro así que terminara en la FACH a los 16 años.

En 1993, una beca de la FACH lo mandó a Estados Unidos, a estudiar Ingeniería Aeroespacial. Sus jefes querían que fuera el primer astronauta chileno.

-Debe haber habido gente envidiosa, pero la mayoría de mis compañeros estaban contentos. Todavía no sé por qué me eligieron a mí, pero tampoco iba a preguntar -explica hoy.

Se pasó cuatro años en la Universidad de Carolina del Sur. De allí salió con honores. La universidad estaba llena de extranjeros que querían viajar al espacio. Compartía cuarto con un tailandés y lo sorprendió ver sus ojos rasgados. Von Storch sentía que el sueño de ser astronauta estaba cada vez más cerca En los días libres, recorría museos y de vez en cuando viajaba a Cabo Cañaveral, a mirar los despegues de las naves.

-Conocí a varios astronautas, en ese tiempo. Me hice muy amigo de Frank Chang, el latinoamericano que más veces ha viajado al espacio. También de varios norteamericanos -cuenta.

Otro ilustre al que conoció fue Neil Amstrong, el hombre que llegó a la luna. Amstrong, cuenta Von Storch, le dio un consejo que hasta el día de hoy aplica: ten paciencia.

SALVARSE JABONADO

Cuando regresó a Chile en el 97, Von Storch comenzó a ser conocido como el astronauta chileno.

Por ese tiempo conoció al profesor de la USACH José Luis Cárdenas, que también había estado en NASA y que quería experimentar con la gravedad para ayudar a enfermos de diabetes, a gente que se marea y monitorear la contaminación. Von Storch sabía que cualquier viaje al espacio debía hacerse con fines científicos. “Y como él ya tenía un experimento, yo era el más apropiado para llevarlo a cabo en el espacio”. Ahí tenía su pretexto para salir de la Tierra.

En 1999 los dos presentaron el proyecto a los norteamericanos. El gobierno, entonces en manos de Clinton, les hizo saber que la cosa tomaba tiempo, pero que era más que probable que fuera aprobado.

-El problema es que presentamos el proyecto muy cerca del cambio de presidente. Clinton salía y la prioridad de Bush no era poner a un chileno en el espacio, aunque tuviéramos el apoyo del Estado chileno. Ahí se entramparon las cosas.

Dos años después, Bush le dio la pasada al proyecto chileno. Von Storch empezó a preparar en la NASA su viaje. Durante dos años trabajó en cámaras sin gravedad y simuladores de vuelo. A comienzos de 2003 le pusieron fecha al lanzamiento: abril del mismo año.

El ticket al espacio lo convirtió en el primer y único astronauta chileno. Fueron algunos meses de fama que posteriormente ardieron con el Columbia. Su familia estaba tan desilusionada como él. “Ellos siempre me han apoyado y lo siguen haciendo. Mi esposa me conoció cuando yo intentaba ser astronauta así que lo tiene que aguantar”.

LOS RUSOS

En la APEC 2004, Von Storch le vendió su proyecto a la delegación que acompañaba al presidente ruso, Vladimir Putin. Los rusos en ese entonces recuperaban sus ímpetus espaciales y el chileno quería volar como fuera.

-No era muy importante con quién viajar al espacio. Daba lo mismo si lo hacía con los gringos, los rusos o los chinos, porque al final todos llegan a la misma Estación Internacional en el espacio. Es como decidir si me voy en micro o taxi a la casa, uno puede ser más cómodo que otro, pero con los dos llego igual a mi destino -explica.

El lobby le resultó. Putin anunció que apoyaría “la carrera espacial chilena”. Von Storch empezó a imaginarse el traje que se pondría y las cosas que vería en el espacio.

Los rusos empezaron a trabajar de inmediato. Con plata de su bolsillo -y otra pedida a amigos y auspiciadores-, Von Storch partió a Rusia a someterse a exámenes en una clínica gigantesca en que él era el único paciente. “Los rusos se pasaron para ser cuidadosos”, recuerda.

Entre el 2004 y el 2005 los viajes a Rusia se repitieron. Los vuelos no sólo lo cansaban: también afectaban su bolsillo. Las llamadas de los rusos eran de improviso. Una vez, recuerda, lo citaron para decirle que al día siguiente debía estar en Moscú para probarse su casco espacial.

-A veces iba por el día a probarme ropa o a reuniones de pocas horas. Si ellos me llamaban, yo salía corriendo, no importaba lo que estuviera haciendo, porque cualquier error podía comprometer toda la misión -dice.

Entre tanto cruce sobre el Atlántico, el trabajo en la FACH empezó a ser un problema para el éxito de la misión. “No tenía la libertad de salir del país cuando quisiera y tenía que cumplir un horario”, recuerda. Aunque le costó la decisión, Von Storch dejó la Fuerza Aérea.

De eso han pasado cuatro años y todavía no pasa nada: “hay gente que cree que estoy loco por seguir intentándo viajar. Prefiero no oirlos. Todavía me queda tiempo. Hay astronautas que han viajado con más de 70 años”, asegura. Hoy trabaja en LAN de piloto, una pega que asegura le permite un horario flexible “en caso de que necesite salir del país para ajustar los detalles del viaje al espacio”.

Von Storch está seguro que el 2010 o el 2011 cumplirá su sueño. Todavía trabaja con los rusos. Un grupo de alemanes, además, invirtió US$1,5 millón en el proyecto. “Esto no se acaba”, asegura.

Parece una obsesión, ¿no crees?
-Puede ser, pero no voy a decaer. Es un trabajo de muchos años y hay muchas personas involucradas. Tengo que seguir los consejos de Neil Amstrong y tener paciencia, todo a su tiempo.

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