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28 de Junio de 2009

Gonzalo Vial sigue dando jugo con su general

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Historiador dicta cátedra sobre Pinochet en la U. Adolfo Ibáñez sin hablar de DD.HH.

POR CATALINA MAY • ILUSTRACIÓN: ALÉN LAUZÁN

El pasado jueves 11 de junio, en la sede de la Universidad Adolfo Ibáñez en calle Presidente Errázuriz, unas ochenta personas se reunieron a escuchar al historiador derechista Gonzalo Vial “penetrar en los rasgos de la personalidad” de Pinochet. La charla se llamaba “La persona del Presidente Augusto Pinochet” y estaba dentro del programa del seminario “El gobierno militar 1973-1990”, organizado por la Facultad de Artes Liberales (sic) de dicha universidad.

Entre el público, que ha pagado 48 mil pesos para ir a las charlas, hay mucho sesentón en tenida sport, leyendo el Diario Financiero y señoras viejas con peinado de peluquería, que se saludan con un “hello darling”. También juventud: cincuentones y hasta algunas parejas que llevan a sus hijos y un veinteañero con un notebook y una lolita vestida completamente de leopardo, con tacos de aguja muy altos, que se lleva todas las miradas. No hay más de quince universitarios.

El expositor es un anciano que usa un bastón. Aunque viste colores grises y podría ser un cura, es el historiador Gonzalo Vial, autor de “Pinochet. La biografía”, redactor del “Libro Blanco del cambio de Gobierno en Chile”, ex ministro de la dictadura y actual columnista de La Segunda, tribuna donde insiste que Chile vive hoy una crisis moral de proporciones.

Vial es presentado como “una de las personas más idóneas para hablar del tema que nos reúne”: Pinochet. Y Vial se larga a recorrer las historias de los dos apellidos del general, para asegurar que no tenía origen francés, como se suele decir, sino que era lo que él llama un “caballero huaso”. Los Pinochet, dice, eran del Maule y los Ugarte, de Colchagua. Al público la idea parece gustarle y mientras algunos toman apuntes, otros mueven la cabeza afirmativamente.

Entonces, Vial comienza a “adentrarse” en la personalidad de Pinochet que, dice, está por completo marcada por rasgos huasos. Era, cuenta, “infinitamente desconfiado” y “disimulado”: “Disimulaba sus intenciones y su aguda inteligencia”. El historiador agrega datos: Pinochet tenía extraordinaria paciencia y realismo, era un hombre de cálculo y planificación a largo plazo. Tenía una total ausencia de resentimiento de clase, expresa, y un instintivo derechismo, que no se condice ni con su clase social (“media baja, tirando a alta”), ni con su calidad de militar.

En el recitado del currículum de Pinochet, Vial habla como un abuelito sonriente que contara un cuento a sus nietos. “Era un militar mil por ciento”, dice. Y esto porque el hombre fue rechazado dos veces en la Escuela Militar y se demoró 21 años en pasar de capitán a coronel, porque no tenía pitutos: no era ni católico ni masón (era iniciado, pero no activo, aclara) ni estaba ligado a algún partido, cosa que reafirma citando las memorias del general Carlos Prats, comandante en jefe del Ejército asesinado precisamente por orden de su biografado en Argentina tras el golpe. En el párrafo que Vial elige, Prats habla de la confianza que le tiene a Pinochet. “Es anterior al desengaño que habría tenido Prats después del golpe”, puntualiza el historiador.

La primera parte de la charla, Vial la cierra contando que la decisión de embarcarse en el golpe Pinochet la tomó para evitar que se quebrara el ejército y estallara la guerra civil. La gente aprueba con la cabeza. Más rato, durante el cafecito y las galletas, una anciana comentará que “es muy valioso lo que estamos escuchando, es como la biblia”.

El segundo tiempo Vial lo dedica a hablar de Pinochet tras el golpe. El hombre, dice, cambió: le bajó un apetito insaciable de poder y empezó a acumularlo; se empezó a sentir invencible y se aisló. De ahí le salieron tiros por la culata como el funado viaje a Filipinas, correr solo en el plebiscito del 88 y, después, el “absurdo viaje a operarse a Londres, a inmovilizarse al alcance de sus enemigos”.

Y entonces llega el momento emotivo: Vial se digna a entregar su testimonio personal (los asistentes sonríen felices y expectantes), y dice: “Él fue un patriota, de intención positiva y esfuerzo constante. Lo bueno y lo malo en él eran, como se dice, larger than life. Era un monstruo en materia de potencia humana. Para bien o para mal, era un hombre excepcional”. Aplausos cerrados.

En la ronda de preguntas, un cincuentón lo felicita por sus enseñanzas, una mujer pregunta por el mito de la influencia de la “señora Lucía” en Pinochet; otra por la conversación del general con el Papa (que Vial dice desconocer) y, por último, un joven que hace que las señoras rubias pongan cara de asco pregunta por las violaciones a los DDHH. Vial le responde: “Respecto a los crímenes del régimen, no era ése el objeto del congreso y por eso no lo traté. Y tengo una idea muy clara de que Pinochet, por la suma del poder que tenía, tiene una responsabilidad administrativa y política. Probablemente, si nos ponemos a interpretar, puede haber pecado de negligencia. Pero yo soy historiador, y en verdad no hay ningún antecedente sobre eso, no hay nadie que diga: ‘Yo hablé con Pinochet antes del atentado al general Prats y él lo sabía y estaba de acuerdo’. No podía ignorarlo, es lícito decir eso, pero no hay ningún antecedente de que él diera esas órdenes”.

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