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Cultura

1 de Noviembre de 2009

Profesor… Profe.. Tío… ¡Tía!

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
Por

POR MARCELO MELLADO
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CURRICULUM VITAE

Ser profesor en Chile es algo muy duro, que a poco andar se ablanda hasta permanecer en un reposo irremediable que impide todo desarrollo. Yo soy profesor y acabo de estar de aniversario. Paralelamente mis colegas colegiados se movilizan por la deuda histórica y alguno que otro bono adeudado. He tratado de inscribirme en mi gremio, pero nunca logro continuidad con las cuotas. No soy un representante genuino de esa pega, más aún, soy un pésimo maestro. Por eso en mi columna anterior yo les pedía a los poderes fácticos del libro, esos que deciden quién asiste a las ferias en donde se promueve dicho producto, que me invitaran a ese tipo de eventos. Necesito creerme escritor y dejar de sufrir como profe. Y ser escritor es, por sobre todo, asistir a ferias del libro, aunque sean usados o piratas. Yo sé que hay mucho letrado que además es profe, sobre todo del género de la poesía. Esos no sólo van a ferias (a recitar), también inventan escenas recitativas especiales en que son remunerados y premiados los muy tránsfugas.

Mi experiencia como profe es patética y humillante, mis alumnos me desprecian y mis colegas me soportan deprimidos y suelen protegerme de mi propia torpeza, y eso se los debo agradecer. Juro que los/las admiro, no sé cómo pueden ni cómo lo hacen. Algunos cagan y piden licencia, porque si no el colapso es seguro. Alguna vez quise ser profesor de verdad, pero fracasé por la uniformidad del sistema pedagógico y tuve que conformarme con ser el profesor mediocre que mi fobia me autoriza. Y por eso me empecé a dedicar a la literatura. Todo empezó cuando descubrí que uno ya no es profe, sino tío, más aún, tía; esa especie de familiaridad con que te reducen a una cercanía afectivo-manipulatoria. Los alumnos a uno no le creen y los profes deben administrar patologías diversas, incluida la propia. Nuestros alumnos se transformaron en clientes con una irrefrenable e insaciable capacidad y voluntad de consumo.

LA SALIDA LITERARIA

Como escritor, disculpar la autorreferencia estimado lector, también soy despreciado, porque no doy con el canon, siempre desafino burdamente a la hora de comparecer en el mercado. Por eso opté por la onda gremial en el rubro de las letras; porque más allá del narcisismo mamón de los que se dedican a este asunto, es un modo de hacer carrera sin desgastarse en cuestiones valorativas. Igual soy un fracaso en esta área, pero como dicen los técnicos “acá nada se pierde, no hay entropía…” (creo que la cita es de Barthes), es decir, puedo sacarle partido a mi falta de calidad literaria vindicando ese don. En educación, en cambio, no puedo hacer lo mismo, porque se evalúa una cadena productiva. Por eso, insisto, admiro a mis colegas, a ellas sobre todo; porque son las que la llevan y las que conducen esas grandes máquinas demoníacas llamadas establecimientos educacionales. Las grandes y nunca bien ponderadas tías. Son las únicas que en un país de huerfanitos se la pueden con los huachitos y también con la histeria de las niñitas hipermediatizadas que siempre están entre Yingo y el exhibicionismo pervertido de facebook.

ALIANZA ESTRATÉGICA

Cuando veo al impresentable que preside el gremio al frente de un piquete vociferante, me entra la amargura, sobre todo ahora que amenazan con paro, que es el escenario obvio y menos creativo en que los dirigentes se exhiben y se transforman en objetos mediáticos. La llamada deuda histórica es innegable y debe ser pagada, y la posición del gobierno implica conflicto. Algunos piensan que hay una deuda mutua, por lo tanto los profes también tendríamos nuestra deuda que pagar, por lo menos los que hacemos mal la pega. Y quizás ahí podría estar la base de la negociación, con estatuto y evaluación docente incluidas. No olvidemos que el partido del burócrata ése está aliado a la Concerta.

En lo personal, yo propongo que el Estado le pague al magisterio, además de algún billete (no puede ser puro billete, eso es muy charcha), en bienes patrimoniales que alguna vez nos pertenecieron. Por ejemplo, en la provincia en que vivo el colegio de profes debiera pelear con el ministerio la devolución del SERBIMA (Servicio de Bienestar del Magisterio) que es una gran edificación que está en Cartagena y que históricamente nos pertenece y que nos arrebataron con la masacre municipalizatoria. Antiguamente fue el gran hotel Continental, entre Playa Chica y Playa Grande. Alguna vez me tomé un Bloody Mary en su balcón, alojábamos ahí en una producción audiovisual en que pituteaba. Lo pasaríamos la raja. Lo mismo debe ocurrir en otros lados.

Yo como dirigente de la Sech filial San Antonio haría un convenio con los profes para compartir el SERBIMA, podríamos tener nuestra sede ahí y hasta vivir como jubilados, porque es enorme. Incluso ahí podríamos desarrollar un proyecto cultural y bibliotecario que complemente el trabajo pedagógico. Sí, porque nunca se han comprometido los profes con proyectos ciudadanos; quieren puro billete y ser validados por la autoridad. Aún así vaya este saludo a mi tormentoso gremio, a todos los profesores que con tesón, angustia, sensación de fracaso (y fracaso efectivo), y harto clonazepam y licencias médicas, siguen dando una pelea perdida, la de la educación chilena.

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