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LA CALLE

5 de Marzo de 2010

Fra Fra y el desplome de su centenaria casona: “Sólo queda prenderle fuego”

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Por Patricio Fernández y Alvaro Díaz

Vamos raudos por el asfaltado camino que llega a Marchihue, en la VI Región, cuando una imagen de pesadilla nos detiene. En un enorme y verde jardín sombreado por palmeras yace un gigantesco montón de tablas en forma de pira que, suponemos, es una casona derrumbada por el terremoto. Detenemos la marcha y entramos a ver más de cerca de qué se trata. No alcanzamos a bajar del auto cuando un hombre canoso, muy exaltado, nos grita: «¡Quién los dejó entrar, qué están haciendo aquí!». El hombre es ni más ni menos que el empresario Francisco Javier Errázuriz, Fra Fra, ex candidato a Presidente de la República entre muchas otras cosas. Su tono cambia radicalmente cuando le explicamos que somos periodistas del Clinic. En cosa de segundos su ira se transforma en amabilidad, y se ofrece a guiarnos por los destrozos de su propiedad, la Hacienda La Esperanza, cuya casa patronal hoy reducida a escombros fue construida en 1895. «No me explico cómo pudo pasar esto, ni las palmeras fueron respetadas», dice mientras nos muestras algunas cosas que ha rescatado de lo que fue su habitación: una foto de la Toyita, su mujer, otras de sus nietos, una cómoda, su cama, libros y un largo etcétera de antigüedades.

¿De qué tamaño era esta casa?

Era de dos pisos, alcancé a salir justo.

¿Qué ha sabido de las otras casas patronales que abundan en esta zona?

Según cuentan, la mayoría quedó así, yo no las he mirado. Me he dedicado a rescatar lo que sea posible, lo más rápidamente, y a botar lo que no tiene remedio para construirlo de nuevo. Todo muy rápido, “operación comando”.

Háganos una síntesis de cómo vivió el terremoto

Había apagado la luz a las tres y media y estaba viendo al presidente (Evo) Morales hablar sobre Chile en CNN. Apenas sentí temblar salí muy rápido corriendo, a pesar que nunca arranco cuando hay un temblor, sentí que este era un temblor raro y como la puerta estaba cerrada me costó abrirla, pero por suerte lo hice. Salí y estaban cayendo todas las tejas. Yo dije: me cae una teja en la nuca y me mata. Salí por un rincón, y después me devolví, porque pensé en que estaba la chimenea detrás de donde yo estaba y capaz que se caiga y me mata, y en fracciones de segundo salí arrancando hacia otro lado.

¿Estaba solo?

Sí. Por suerte. La Toyita estaba en otro lado, en otro campo. Entonces como no me podía mantener de pie, porque era tan fuerte el movimiento, me agarré de uno de los árboles para sujetarme, pero parece que el árbol tenía pocas ganas de que yo lo abrazara, porque se movía más que yo y quería botarme. Entonces dije: mejor me tiro al suelo, pero depués pensé que me podía caer una palmera encima, así que decidí quedarme abrazado del árbol y si moría, moríamos juntos con el árbol, jaja. Y el árbol aguanto. La tierra hacía unos bamboleos tan fuertes que no podía ponerme de pie.

¿Esta casa era de la familia?

La mayoría de la hacienda La Esperanza de Marchihue era de los padres jesuítas, y yo fui su administrador recién recibido de ingeniero comercial y de ingeniero agrónomo, así que la conocía bien. La compré cuando se licitó después de la reforma agraria. Y la regué y la planté con viñas. Hoy día tenemos bodega de viños, de donde se deben haber perdido seis millones de litros de vino. Una cosa impresionante.

Se rompieron los toneles.

Si, eran cubas grandes de 160 mil y 600 mil litros de vino. Yo nunca había visto una cosa así, porque no le exagero nada, yo no soy exagerado. Iba corriendo el vino por el camino al tranque, y no sabíamos cómo detener esta tragedia. Menos mal que había luna. Me fui a salvar a la gente y a ayudar, y cuando ya vi que no había nadie herido me comencé a preocupar de las cosas materiales. Aquí no hubo ninguna desgracia personal, salvo algunos con contusiones menores.

Foto de la Toyita rescatada de os esombros
 
Nada de muertos ni heridos.

Heridos sí, entre ellos yo, que tengo esta mano que dicen que está quebrada. La Toyita quería llevarme altiro al hospital, pero yo le dije que no, que cuando termine mi pega me voy a ver los huesos de la mano derecha. Por ahora no puedo escribir ni la puedo mover, es sumamente incómodo.

La casa quedó lista para hacer una fogata

Yo creo que sólo queda prenderle fuego. Es lo más impresionante que he visto, y súper triste. Cuando llegó mi mujer aquí ¡Uy! se puso a llorar, los niños también.

Usted tiene unas tierras en Iloca ¿Qué pasó allá?

Nada, porque las tierras quedan arriba de Iloca. Díganle a toda la gente damnificada de allá que se instale no más, que yo se las presto hasta que encuentren una solución mejor, porque si no, no se dónde van a estar. Por lo menos ahí están seguros.

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