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Opinión

4 de Junio de 2010

Pesca de arrastre, el sable bajo el mar y la ganancia demencial

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Por Jaime Varas Esquivel

En 1376, los pescadores del estuario del Támesis pidieron al Rey Eduardo III de Inglaterra, que prohibiera las primitivas redes de arrastre que, según reconocían, eran las causantes de grandes daños en los dominios colectivos y la destrucción de las pesquerías. Los años avanzaron y el rechazo a la pesca de arrastre continúo siendo una lucha que traspaso épocas, generaciones y las fronteras del viejo continente.
La pesca de arrastre es una de las modalidades de pesca más destructiva del fondo marino. Su lastre no tan sólo destruye los complejos ecosistemas que en la columna de agua de desarrollan, sino que también destruye el sustrato marino, dejando una larga y ancha línea de destrucción bajo el mar. Ya que su metodología consiste en lanzar un gran saco al mar, que tirado por un barco de motores de gran capacidad, a todas revoluciones, arrastra el gran saco capturando todo a su paso.
El modelo de extracción, mal llamado arte de pesca, está lejano a poseer un criterio que permita contar con un sistema selectivo, es decir, que elija a sus especies por su tamaño, condición, vedas, extinción o fragilidad. Bajo este concepto, la extracción no discrimina entre especies que están en extinción o que son vitales para el fondo marino o si sostienen el mismo o si están en pleno proceso de reproducción. Para tener más claridad respecto a la importancia de los efectos negativos que produce la pesca de arrastre sobre el fondo marino hay que citar los conceptos básicos de la ecología marina, donde los diversos estudios son precisos en afirmar que cada una de las especies que la sostienen, dependen uno de otros, indistintamente de su tamaño, cantidad o condición. A su vez, todas las especies del mar viven períodos o ciclos, todas ellas deben llegar a estados de madurez sexual, reproducirse y hacer la función propia para la que esta diseñada en el ecosistema marino y en el sistema integrador que la compone. Pero con la captura producida por la red de arrastre resulta imposible.
En el litoral chileno, la pesca arrastre recorre las costas y fiordos en naves de gran potencia, donde dejan caer sus grandes sacos al fondo marino. Fundamentalmente, es el empleo de una red en forma de saco lastrada por el barco que barre el fondo del mar capturando todo lo que encuentra a su paso. Se trata de un arte activo, en el sentido de que no espera ni confía en los movimientos del pez ni otras especies para su captura.
La pesca de arrastre se compone se una serie de aparatos, uno de ellos son los rodillos que son arrastrados por el fondo marino tirados por el barco. Estos rodillos avanzan por el fondo y permiten al saco expandirse y capturar en forma indiscriminada. Los daños que producen los rodillos en el fondo marino son irreparables. Este impacto directo sobre el medio físico, que puede llegar a tener un efecto destructivo irreparable constituyéndolo en el modelo de extracción más demoledor sobre el hábitat marino. Una vez que el hábitat esencial ha sido destruido, stocks de peces de valor comercial, así como otras especies que dependen del fondo marino para su desove, cría, protección, alimentación y abrigo, declinan drásticamente y tienden a desaparecer.
Para tener una idea de la abrasión sobre el fondo, las embarcaciones deben cambiar las cadenas de las relingas de plomos cada 6 semanas, estos instrumentos son los que tienen contacto directo con el fondo marino, Además de la resuspensión de sedimento que puede durar horas en zonas litorales acostumbradas al oleaje y mareas, pero décadas de aguas profundas muy poco acostumbradas a las alteraciones por ser fondos muy estables donde la velocidad de arrastre, peso de Aparejo, diseño del propio aparejo, tipo de fondo y fuerza de las corrientes influyen en la destrucción.
La alteración de los fondos donde se realiza pesca de arrastre va acompañada de la disminución de la diversidad y la riqueza de las especies, donde también se refleja una disminución de la densidad. Esta pérdida, en la mayoría de las veces, es proporcional al daño; principalmente porque el efecto de los arrastres afecta por igual a todos los organismos vivientes. Se ha comprobado que tras 10 arrastres experimentales sobre una pradera de algas vitales para el desarrollo y refugio de otras especies, la cobertura de las mismas se ha reducido hasta en un 10% en aquellas zonas mas degradadas, mientras que en las más densas, la reducción de la cobertura supone alrededor del 3,5%.
Otros de los efectos negativos de la pesca arrastre es la pesca accidental o pesca de descarte, que es la eliminación en alta mar de especies que no eran el objetivo, o especies que sí lo eran pero resultaron ser de otro tamaño, sexo o calidad de la deseada durante operaciones de pesca; Muertes causadas por la pesca que pasaron inadvertidas, como por ejemplo cuando un delfín u otras especies que se enredan y mueren con redes de pesca que han sido perdidas o desechadas en el océano; invertebrados marinos, tales como corales, esponjas y anémonas que son afectados durante la pesca de arrastre de fondo.
Está claro que si la pesca de arrastre subsiste hasta los días de hoy, es porque, sin duda alguna, favorece indiscutiblemente a los grandes depredadores del mar y que obviamente no son los pescadores artesanales sino los que representan a las grandes transnacionales, cuyo único objetivo e interés es el lucro como fin último y no la preservación de las especies marinas ni la pesca sustentable.

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