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Opinión

19 de Junio de 2010

Sofía Correa Sutil, historiadora: “La declaración de Otero es lo más falto de inteligencia que he visto en los últimos años”

Verónica Torres
Verónica Torres
Por

POR VERÓNICA TORRES • FOTO: ALEJANDRO OLIVARES
Lo suyo es hacer historia política y el 2005 publicó “Con las riendas del poder”, una de las pocas investigaciones que se han escrito sobre la derecha chilena del siglo XX. El texto incomodó, sobre todo, a El Mercurio. Por primera vez la derecha era analizada en profundidad. Desde entonces, Sofía Correa -académica de Derecho de la U. de Chile- se ha transformado en una de las voces más autorizadas para hablar sobre este conglomerado político. Y en estos momentos, cuando Piñera lleva sólo meses en el poder y Miguel Otero reflota al pinochetismo duro, sus observaciones parecen precisas. Además nos cuenta sobre su nuevo libro, “Ciudadanos en Democracia”, que escribió con Pablo Ruiz- Tagle y que intenta despertar en el ciudadano común el interés por nuestro actual sistema político.
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¿Hay mucha ignorancia de los ciudadanos respecto al sistema político que estamos viviendo? ¿Cuáles son los vacíos que más le preocupan?
-Hay mucha ignorancia sobre cuáles son los valores fundamentales, los principios que ordenan un sistema democrático y un Estado de derecho. Hay una confusión sobre cuáles son, realmente, los derechos que son exigibles como habitantes de un país. Y cuáles son los buenos deseos, o cuáles son los deberes que también tiene un ciudadano; o cómo se fundamenta la democracia. La idea de que la democracia es frágil no creo que esté clara ni tampoco está claro el peligro que significa echarla por la borda, sobre todo para la gente joven.

¿Está desinformación a qué se debe?
-No voy a decir que se debe a la educación escolar, porque he trabajado en currículum y la apuesta ahí era no crear un curso de educación cívica porque el peligro de eso era aprenderse la Constitución de memoria. Por eso, pensamos que lo fundamental era que la formación ciudadana atrevesara todo el currículum, que estuviera en todas las asignaturas y en la vida escolar. Ahora, es verdad: los profesores tienen pocos instrumentos para poder hacer esa enseñanza, pero la ignorancia se da también a causa de los medios de comunicación, que son una forma de socialización muy importante, y en la vida cotidiana se confunden lo que son los derechos fundamentales. Por ejemplo, ¿por qué la gente en Chile se sube a la micro sin pagar? Eso tiene que ver con formación ciudadana, no con el colegio. Entonces, se trata de algo mucho más complejo, que en el libro intentamos explicar.

Al leer el libro queda la sensación de que un ciudadano informado de sus derechos puede influir en una democracia, ¿es tan así, o más bien es una quimera?
-Yo creo que, efectivamente, no se puede tener conciencia cívica si no se tiene información. Entonces, si un joven me dice “yo no me inscribo para votar por tales motivos”, súper consciente y conocedor de los fundamentos de la democracia, yo considero que es parte de su libertad. Pero si alguien me dice que no va a votar porque le da lata hacer la cola, creo que ahí hay una ignorancia de lo que significa participar políticamente. Por otra parte, la democracia no se sostiene sin partidos sólidos y, efectivamente, los partidos están en un momento crítico, todos los partidos chilenos. Entonces, si los ciudadanos no entienden qué son los partidos en un régimen democrático, ¿cómo van a poder procesar la información de lo que estamos viviendo hoy?

CONCERTACIONISTAS DERROTADOS

¿Cómo evalúa la democracia que nos ofreció la Concertación? Porque hay una crítica, sobre todo en las bases de los movimientos de izquierda que pelearon por derrocar a Pinochet, respecto a que la democracia concertacionista jamás fue la que ellos imaginaron. Se acercaron mucho a los empresarios y Ricardo Lagos trajó a Pinochet a Chile para juzgarlo y terminó liberándolo.
-La democracia durante el período de la Concertación fue creciendo en sus potencialidades, fue siendo cada vez más profunda, pero todavía muy limitada por varios temores: a los militares, a los empresarios -porque pareciera que sin el desarrollo económico la democracia se derrumbaba-, temor a romper, por ejemplo, ciertos equilibrios económicos y que se generara inflación. Entonces, eso también puso en tela de juicio a la democracia y se apostó por ciertas cuestiones que no tienen que ver con la democracia necesariamente (como la estabilidad económica) y se hicieron políticas sociales que fueron de apoyo, pero no de profundización. Entonces, efectivamente, en términos de organización política y social no existió la capacidad de fortalecer los sindicatos o las organizaciones estudiantiles para que pudieran canalizar mejor sus demandas. Al contrario, se les debilitó para no poner en riesgo el régimen democrático. Se mantuvo el binominal, no se hizo nada significativo por romperlo, porque los partidos se hallaron en este mitad y mitad. Todo eso produce una crisis política donde los jóvenes no participan, una crisis de representatividad que tiene que ver con que primaron los temores.

¿Sólo los temores?
-Bueno, por otra parte hubo un cierto ajuste a cómo se dieron las cosas. Y pareciera que se daban bien, porque cuando ciertos voceros de la Concertación, ciertos “publicistas” insisten que son los mejores años de la historia de Chile, uno dice “¡pero cómo! Yo entiendo que digan “ha habido grandes logros”, pero de ahí a decir fatuamente que son los mejores años de la historia de Chile… Eso es de una fatuidad enorme, porque es no reconocer las falencias profundas que tienen las personas que están muy descontentas con el sistema y no sólo con la forma de administrarlo. Todas las políticas de hoy son, fundamentalmente, asistenciales, y las políticas asistenciales lo que buscan es evitar los estallidos sociales, pero no canalizan la inquietud social, y eso es muy peligroso.

¿Concuerda entonces cuando dicen que la Concertación perdió porque administró el modelo anterior, al cual era contraria?
-Yo creo que administró un modelo anterior al cual le hizo modificaciones que no son esenciales, que no cambian en la esencia el modelo económico y social. Y, de cierta manera, tampoco el modelo político. Pero hay que diferenciar a la dictadura del período de la Concertación, donde sí hay democracia, aunque con un modelo económico social que se prolonga, por ejemplo, en el sistema educacional y universitario. Toda esta cantidad de universidades privadas sobre las cuales no existe fiscalización ni control mayor no son sólo una herencia, sino que ahí se potencia una política de la dictadura.

Pareciera que la frase de Aylwin “democracia en la medida de lo posible” se perpetuó en los demás gobiernos de la Concertación.
-Sí, pero el problema es quién define la medida de lo posible; quién corre la vara de lo posible, y en este caso la fue poniendo la Concertación con temor, pero también con satisfacción, y llegó un punto en que la vara se corrió muy poco, o si se corrió sólo se hizo para mantener lo fundamental, lo esencial.

Sin mucha autocrítica, en el fondo.
-Sin nada de autocrítica, y ese es uno de los grandes problemas de la Concertación. Y también la descalificación que le hicieron a los críticos. Eso es muy fuerte. Los intelectuales críticos han sido aislados, muy castigados. Estoy pensando, por ejemplo, en Tomás Moulian, en Alfredo Jocelyn Holt incluso, y hasta cierto punto en Gabriel Salazar, aunque a él le dieron el Premio Nacional de Historia, pero también es una persona que se mira como “ah, pero bueno, siempre está diciendo estas cosas”. Ahí se produjo una cosa muy rara. Porque tanto ellos como la oposición de derecha estaban de acuerdo con mantener este espacio donde se estaban relacionando. Es decir, se podía ser opositor a la Concertación desde los partidos de la derecha, pero mirar el sistema político de afuera y decir “mire, aquí sucede un continuismo, aquí no se castiga a Pinochet, aquí hemos transformado al ciudadano en consumidor” está fuera del tono de lo permitido como discrepancia política. En ese sentido, la Concertación se cerró herméticamente.

¿Le parece atinada la lectura que hacen de la derrota cuando dicen “nosotros perdimos, Piñera no ganó”?
-La Concertación tiene que entender porqué perdió, ahí está el punto. Lo otro es una trampa lingüística, porque son las dos cosas: ganó Piñera y perdió la Concertación. Lo interesante, para mí, es poner los ojos en por qué perdió la Concertación. Y yo creo que una explicación podría ser el problema más grave que existe en Chile hoy en términos de sistemas políticos, que es la crisis de la representación. Porque al decir que Piñera ganó, no estamos diciendo que ganaron los partidos que van con Piñera. No es que la ciudadanía haya dicho “quiero intentar con estos otros partidos para ver cómo me va”. No, ellos dicen “a este señor le ha ido tan bien en los negocios que a lo mejor nos puede sacar de la pobreza”. Y eso no es una representación, porque la representación implica que tú le generas un mandato a tu representante. Entonces, en la derrota de la Concertación está la distancia que se generó entre este conglomerado y la base social. Se satisfacieron de los propios análisis tecnocráticos, al sentir que lo estaban haciendo muy bien en el contexto de América Latina, que Chile tenía unos índices estupendos de desarrollo, de control de la inflación. Se engolosinaron y no fueron capaces de ver que había gente que lo estaba pasando muy mal. Ya sea porque es pobre o porque está frustrada. Si a veces los jóvenes pueden tener comida, vestuario, casa, pero están frustrados porque no ven un proyecto de sociedad que los entusiasme.

En el día del trabajador a sus figuras las escupieron y les tiraron monedas, ¿podrán rearmarse?
-Lo interesante de este momento es que es decisivo para una formulación del sistema de partidos. Ha habido distintos momentos en la historia chilena en que se ha reformulado el sistema de partidos, las alianzas entre ellos, las propuestas, y los partidos mismos. No significa que los partidos que existen dejen de existir. Pueden ajustarse a las nuevas circunstancias, pueden reestructurarse las alianzas. Ahora, eso no es una cosa automática, toma algunos años. Pero ese es el escenario en que estamos, donde ya nada puede volver a ser como era.

PIÑERISMO Y DICTADURA

Imagino que se enteró de las declaraciones de Miguel Otero.
-¡¿Cómo no enterarse?! Qué atroz, qué horrible. Y bueno, él no es UDI, es RN. O sea que tampoco se puede decir que la UDI es más cercana a la dictadura que RN, ¿te fijas? Tal vez la dictadura está más ligada a la UDI por un tema generacional, a los economistas neoliberales.

Le pregunto esto porque Piñera llega a La Moneda luego de haberse limpiado de la dictadura; de haber dicho que el peor gobierno de Chile fue el de Pinochet y que votó NO en el plebiscito. Pero una vez en el poder, aparece Otero diciendo que no todos los chilenos sintieron la dictadura, y los presidentes de RN y la UDI lo respaldan. ¿Cómo se entiende eso?
-Es complicado. Porque Otero no lo está diciendo en una entrevista en Santiago de Chile, ni tampoco lo dice en calidad de abogado de su estudio, lo dice como embajador. Y es lo más falto de inteligencia que yo he visto en los últimos años. Su falta de sensibilidad, de ubicación temporal es total. Es como volver 20 años atrás, ¿dime que no? Una vez tuve una conversación con Bruno Baranda, que es RN, donde le decía “tienen que hacerse cargo de la dictadura”. Porque así como los partidos de la Concertación tienen que preguntarse por qué dejaron de representar y qué hicieron en estos años, o cuánto de continuidad tuvieron con las políticas de la dictadura; la derecha tiene que preguntarse qué va a hacer con la dictadura. Es decir, si van a tomar distancia, o si van a tomar distancia parcial: qué es lo que van a validar de la dictadura y qué es lo que van a invalidar. Y esto significa determinar cuántos de los personeros que hoy están en la derecha, como Otero, y que tuvieron figuración en la dictadura, tienen que quedarse en el congelador y dejar de participar en política. Yo creo que si la derecha no hace ese tránsito, está frita.

El gobierno dice que no apoya los dichos de Otero, entonces uno se pregunta ¿qué derecha representa Piñera?
-Puede ser que Piñera esté buscando generar un movimiento piñerista. Eso sería posible también, pero creo que sería fatal. Porque lo único que a mí me parece interesante de los movimientos personalistas es que son escenarios donde se reconstituye el sistema de partidos. Por ejemplo, con el segundo gobierno de Carlos Ibáñez, que es un gobierno personalista, donde todo gira alrededor de él y se habla del “ibañismo”, los partidos que lo apoyan son muy débiles y nuevos mientras que los viejos partidos políticos dejan de apoyarlo y se reconstituyen. Es decir, en el escenario del personalismo de Ibáñez se reformula el sistema de partidos. Por lo tanto, podría ser que en el contexto de los años del piñerismo se reconstituya el sistema de partidos. Si no es así, no sé a cuántos Oteros vamos a tener diciendo estas barbaridades.

¿Hay una definición más allá de eficiencia para este piñerismo?
-En principio, se centra en el estilo eficiente, pero yo creo que este piñerismo sólo puede conformarse y tener éxito si logra cautivar a un sector importante de la DC. Porque cuando realmente haga eso va a poder desentenderse de los partidos de derecha y generar un conglomerado en torno a su figura. Un conglomerado que sea católico, abierto a ciertas transformaciones de la modernidad, muy eficiente en el sentido gerencial, con antenas hacia las necesidades sociales. Sólo ahí se podría constituir un piñerismo, pero mientras no cautive a otros sectores de la DC no puede. Ahora, el hecho que su familia sea cercana a los viejos falangistas le permite establecer vínculos. Él conoce las sensibilidades de la DC y puede hacer la seducción.

LAS VOCES DE LA DERECHA

¿El estilo de Piñera tiene algún parecido con el de Jorge Alessandri?
-En absoluto, es la antítesis. Alessandri es un hombre austero, hosco, pero al mismo era un hombre de los partidos; aunque se manifestara como independiente siempre estuvo vinculado al Partido Liberal y tenía buenos vínculos con el Partido Conservador. Él sabía manejar bien los partidos, representaba al mundo empresarial, era presidente de la Confederación de la Producción y Comercio, era miembro de la Sofofa. Piñera, en cambio, es un empresario pero no representa al empresariado. El primer gabinete de Alessandri fue un gabinete de gerentes, y en este sentido hay similitudes porque también Piñera ha llevado a miembros de los directorios equivalentes al “gerente” de esa época. Pero jamás Jorge Alessandri habría pensado en un movimiento alessandrista, eso pertenece a Arturo Alessandri, aunque él también siempre se manejó en el Partido Liberal, siempre canalizó todo en instancias partidistas.

El alza de impuestos como parte del proyecto de reconstrucción reflotó a personajes como Hernán Bucchi. ¿Le sorprendió que las críticas a Piñera vinieran del CEP y de Libertad y Desarrollo?
-La derecha empresarial ha sido muy sensible a las alzas tributarias. Y es bien curioso, pero hay que acordarse que cuando se hicieron las alzas tributarias de la Concertación con Aylwin, cuando se alzó 1,2 el IVA, se contó con el apoyo de Piñera. Él fue el gran artífice del acuerdo desde RN para subir el IVA circunstancialmente (aunque quedó siempre alto) con el fin de financiar la transición a la democracia. Entonces, hay una cierta distancia de PIñera con el empresariado, al cual no representa, y ahí se nota.

Pero estas críticas llaman la atención porque la Concertación, mientras estaba en el poder, manejaba sus tensiones. Sin embargo, la derecha aún en el poder no lo hace…
-Y no las van a manejar porque no tienen esa cultura de política estructurada, jerarquizada. Quizás también porque no tienen instancias de mediación. Ahora, la Concertación también tuvo fricciones públicas, tampoco fue tan monolítica, pero ahí yo creo que la persona que estaba en el ejecutivo ejercía un liderazgo particular: Lagos, por cierto, y en el caso de Bachelet, cuyo liderazgo es más debil, pareciera ser que fue Andrés Velasco como Ministro de Hacienda quien puso los puntos sobre las íes. Y en este caso, ciertamente, Piñera no ejerce ese rol porque no está pendiente de los partidos. No es una preocupación fundamental suya. No hay una instancia institucional que dirima las diferencias. Hay una cultura política en la derecha que es menos institucionalizada. Entonces, tenemos en RN estas figuras donde cada una sale con su propuesta, y la UDI, que es mucho más jerárquica; pero además tenemos todos estos think tank que han pasado a ser también fuentes de vocería de derecha. Y eso que no hemos oído hablar todavía a los empresarios organizados, a la CPC, etc. Todavía no hablan y a lo mejor van a hablar. Esa pluralidad de voces es muy característica de la derecha. Por eso, no creo que armen una instancia para articular las diferencias, sino que las van a mantener y las van a resolver en instancias no visibles a lo mejor, más privadas.

Y El Mercurio y la prensa en general que, mayoritariamente, es de derecha ¿qué rol tienen en este gobierno?
-La prensa es partidaria del gobierno, ciertamente. Lo que está haciendo El Mercurio es particularmente interesante, porque en sus editoriales se están dando las pautas de cómo se debe gobernar. Por ejemplo, ya lleva dos editoriales sobre política educacional. Y antes de que asumiera el gobierno hizo una serie sobre la modernización del Estado. El Mercurio está diciendo en su editorial, frente a los distintos temas que están emergiendo, cómo debe actuar el gobierno. Y esa es la clásica forma de actuar de El Mercurio, siempre le están diciendo al gobierno, sea de derecha o de izquierda, cómo debe llevar a cabo las políticas públicas, pero con un gobierno como el de Piñera parece que es más evidente, quizás porque no tiene vínculos tan directos como a lo mejor los tenía con la Concertación.

¿Usted cree?
-Es posible. Porque piensa tú en “Paz Ciudadana”, que es la institución creada por Agustín Edwards después del secuestro de su hijo. Hoy día la directora es la última subsecretaria de Carabineros de la Concertación, Javiera Blanco, una militante DC. Y había mucha cercanía con Ricardo Lagos y también puede ser que con Andrés Velasco haya habido vínculos informales más directos. Por algo también ahí escribe Eugenio Tironi. Aunque sacaron a Hermógenes Pérez de Arce, que es una manera de congraciarse con el gobierno. No lo quieren disparándole a Piñera, pero de todos modos en el editorial está la clave.

CIUDADANOS EN DEMOCRACIA
Sofía Correa y Pablo Ruiz-Tagle
Debate, 344 páginas, $14.000.

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