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Nacional

8 de Julio de 2010

Fútbol y Existencia

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Por Carlos Rojas I.

Tal cual, ligados, uno al lado de la otra, como inspiración y exhalación. Para ver fútbol por todo un mes hay que creérsela porque si no es una lata. ¿Y qué es lo que hay que creer? Que el fútbol es mucho más que un simple juego. El futbol es arte, estrategia, una actividad de entrega moral y física supremas. Y si el escenario trata de un campeonato mundial, constituye el honor de representar a la patria. Que quede claro. Porque si racionalizas el tema puedes llegar a ver en una cancha a 22 hueones, generalmente muy jóvenes y fornidos, exhibiendo aritos, trenzas y tatuajes, lanzando escupitajos al césped, rascándose el poto y las bolas, corriendo y dándose de patadas tras una pelota. O puedes advertir que es un negocio que mueve cifras millonarias a niveles increíbles, con trabajadores –los futbolistas, especialmente los de la elite del planeta fútbol- forrados en dinero, ganando en un mes el equivalente a lo que un montón de hueones como yo ganaremos en toda nuestra vida laboral (trabajando honestamente, se entiende), mientras otros tantos millones de seres humanos se cagan de hambre en una “liga” en que no existe organismo rector, árbitros, reglas, y en el que son incluidos sin necesidad de participar en ninguna fase clasificatoria pues acceden por “derecho natural”.
Así es que no nos pongamos densos. Pongámonos la camiseta de la roja, la ANFP, de la FIFA, y miremos los partidos con los ojos de la pasión de multitudes.
Cada cuatro años, durante unas cuantas semanas el planeta entero está conectado, vibrando, sufriendo y gozando según el resultado de un partido de 90 minutos o más y hasta los penales (para los equipos que pasan la primera ronda) si no hay desequilibrio entre las oncenas que se enfrentan.
En nuestro país, el lunes 28 de junio, tipin 5 de la tarde, después de la derrota y consecuente eliminación en segunda fase ante los penta-campeones, en las calles de Santiago (supongo que en el resto del país era lo mismo) reinaba un silencio sepulcral; los escasos vehículos transitaban sin sonar sus bocinas; las vuvuzelas –especies de trutrucas sudafricanas- fueron guardadas; carne y longanizas terminaron carbonizadas en las brasas, quemadas como el ánimo y las esperanzas de los hinchas; muchos se fueron de inmediato a la cama, deprimidos, con la camiseta roja de pijama; y los vecinos de pza. Italia y los pacos de fuerzas especiales (especialmente represoras) que aguardaban a la triunfante marea roja respiraron aliviados.
Tras la contundente derrota ante Brasil, parecía ser que la vida ya no tenia sentido. Para qué seguir viviendo si nuestra selección está fuera del mundial. Fue algo semejante a desvanecerse, me confidencio un tipo en un pasillo del supermercado. ¿Por qué a nosotros? ¿Cómo tan mala cuea? Venir a tocarnos con la verde-amarelha, negros de mierda que nos tienen de caseros. En cambio a Uruguay le toca con los coreanos, que pa lo único que sirven es pa hacer artículos electrónicos, pero de futbol no saben nada. Y lo mismo los paraguayos, rajuós, que en este caso enfrentaron a los japoneses y que sólo fabricando automóviles “se salvan”. En qué me ocuparé durante los siguientes tres o cuatro días que nos separan del otro match, de la otra ronda, del siguiente contrincante que, derrotado por el fútbol total y mentalidad ganadora inculcada por Bielsa a nuestros jugadores, nos acerca al soñado cetro mundial. Ya no veremos el comercial de un banco que anunciaba que después del sufrido triunfo en el partido final, en que la roja remontaba un marcador de dos a cero en contra, el presidente nos daba siete días de feriado nacional. Pa la casa… Qué frustración… Qué veremos ahora en los noticiarios… Condenados a las polémicas de siempre, a los mismos políticos, a las secundarías noticias sobre el royalty a las mineras, el salario mínimo, la contaminación ambiental, la delincuencia… No… No hay quien aguante tanta realidad junta.
Pero la cosa no para ahí. En este país pequeño, zamarreado, pero aceptado como miembro pleno en los “grandes clubes económicos” del mundo primero, destinado por tanto a obtener grandes logros, la frustración y el fracaso son desterrados rápidamente de nuestra memoria (me acordé de Orweill 1984). Logramos ganar en una justa mundial no uno, sino dos partidos, después de largos 48 años de espera. Ese era el objetivo. Y lo hicimos. Los leones de la roja dan para mucho, son muy jóvenes y han adquirido una invaluable experiencia mundialera. Entonces, aquellos pesimistas compatriotas que sostienen que Chile será campeón del mundo “el día de la vuvuzela”, es decir, el “día de la corneta”, deben entender que ahora sí que sí. Que ahora si estamos preparados para traernos la copa.
La imagen ya está puesta en el 2014. Nos vemos en Brasil, ojala con sede en Río de Janeiro, dando por hecho que nuestra roja clasifica. Y la final será contra los dueños de casa… Otro “maracanazo”… Dulce y justa venganza aquella en que la marea roja transformará los sambodromos en chilenísimos cuecodromos.
Merecida recepción a los muchachos en el aeropuerto, en las calles y, como corresponde a la tradición republicana, en la Moneda. Alfombra roja de cuadra a cuadra, entrega de medallas para los héroes deportivos, saludos desde los balcones a los extasiados ciudadanos presentes en la plaza de la ciudadanía y a los millones que agradecen emocionados a través de las pantallas. Y, por descontado, los “poéticos” discursos de nuestro lenguaraz, pero a la vez consumado lector de nuestros premios Nobel, presidente Piñera.
Lo más notable en esta ceremoniosa recepción, y más si se da en la “house de todos los chilenos” –“la casa en que tanto se sufre”, en palabras de un pusilánime “León de Tarapacá”, presidente Alessandri Palma- lo constituyó el desaire de Marcelo Bielsa al pobre Tatán (ven que es cierto que ahí se sufre). Por supuesto, con este gesto desdeñoso del D.T. argentino, la cacareada unidad nacional que origina la “camiseta roja como la sangre araucana” (no mapuche, menos en estos tiempos de alzada) se fue a las pailas; a la xuxa (chucha en portugués, para que vean los brasileños lo que han provocado), puesto que reflejaría una clara antipatía política y personal a nuestra “locomotora made in chile”.
El grito en el cielo. La hija de Piñera, Sra. Magdalena, entre otros, acusando a nuestro líder futbolero, nuestro estratega -hasta ahí vitoreado por moros y cristianos- de roto… Villegas se peinó y salió en defensa de su patrón en Chilevisión, ofendido por el ninguneo gratuito y las actitudes de “prima donna” del autista Bielsa, que casi deja con la mano estirada a la primera autoridad, lo que constituiría un agravio a la nación entera. Otros, convirtiendo al entrenador ya no sólo en un referente deportivo sino ahora político… En fin. Con la selección de vuelta en casa, con dos partidos ganados y dos perdidos, tres goles a favor y cinco en contra, eliminados como siempre, la cosa toma ribetes nacionales, a saber, una coctelera en que se mezclan un poco de fútbol, patriotismo moquillento, farándula, intereses políticos, rencillas y opiniones destempladas. La roja de todos ya no es de todos. Y todo por culpa de un argentino hosco y trabajólico, que no gusta del show y que los logros deportivos sean utilizados políticamente.
Curioso tipo este Bielsa. Un tipo al que en apariencias sólo le interesa el fútbol y que no posa de nada más que de ser un entrenador aplicado al máximo. En Chile, producto de su trabajo metódico y su imagen de bajo perfil, se ha granjeado el reconocimiento y aprecio de toda la gallada. Y eso él lo sabe; y lo agradece. Dicen que vive por y para el “deporte rey”. Pero sabe –es mi impresión- que éste es sólo eso: un deporte. Uno que le ha permitido compensar quién sabe que inseguridades personales y que de paso le ha otorgado dinero y fama. Sus escasas y casi siempre enigmáticas declaraciones públicas, que generan la impresión de provenir de un personaje que ha sido abducido y de pronto devuelto a la tierra por extraterrestres, delatan en el fondo a un ser inteligente que no desconoce que el fútbol -en precisión lo que éste provoca en la gente- es una transferencia catártica de imágenes sociales tensas; una ilusión eufórica de igualdad entre personas de un mismo país y que trasciende diferencias de clases y raciales (un hincha, un grito); por sobre todo, una escapatoria transitoria al sinsentido de vida que la mayoría de la población mundial experimenta.
Todos sentimientos que la política (y sus intérpretes) distan mucho de producir.
Con su carta de disculpas tras el incidente en la Moneda (después del cacareo que éste ha provocado), se ha disculpado con ese pueblo al que él, recíprocamente, también reconoce y que pudo sentirse afectado por su conducta. Pero sus disculpas no han sido para Piñera. A éste lo que le ha dicho es: no se exceda en su “estilo bromista”, no le corresponde llamarme públicamente por mi apodo pues a usted no lo conozco, ubíquese; no utilice mi trabajo para su beneficio político; en caso de seguir en Chile, no me invite nunca más a ninguna “ceremonia republicana”, pues esto es sólo fútbol.
¿Seguirá Bielsita a cargo del seleccionado? No se sabe. Hasta ahora todos anhelaban que así fuera. Pero el homenaje de recepción puede ser la despedida. Quizás, para el roto rosarino resulte insoportable pasar de nuevo por este trance si sus dirigidos llegan a ganar la copa América.
Muchos, especialmente formadores de opinión como Paulsen e “intelectuales de peso” como Raquel Argandoña, sostendrán que “el loco Bielsa”, aparte de mal educado, es un mal agradecido que ha despreciado a los 17 millones de chilenos al desairar a nuestro primer mandatario. Y eso es inaceptable. Más cuando se trata de un cargo, el de entrenador de la Roja, que resulta fundamental en el futuro bienestar moral (olvidémonos del bienestar económico y social) del chilean people.
Personalmente, lamentaré mucho que junto a Bielsa nos deje también el bonachón Luis Bonini, preparador físico de su cuerpo técnico, famoso por sus cariñosas arengas a gladiadores como el gordito Suazo: “chupete y la concha de tu hermana, te quiero ver papá, te quiero ver”… Inolvidable.
Es probable que Bielsa necesite una arenga como ésa para quedarse en nuestro país.

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