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Mundo

9 de Julio de 2010

¡Alarma de Abdalá Bucaram!

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• Política que distrae de la política
POR PEPE LEMPIRA
En los hogares en que la cosa pública se considera algo digno de sumo respeto, nunca faltará el padre de familia o el abuelo que despotrica en contra de las teleseries, los bailes de moda, las peleas de bataclanas o las copuchas del espectáculo. Para este guardián casero de los valores republicanos, todas esas frivolidades no son otra cosa que distracciones ideadas para mantener alejados a los espíritus simples de los asuntos que verdaderamente importan: el gobierno, la política y el debate de los grandes asuntos nacionales.

Esos idealistas de viejo cuño, son los últimos mohicanos de un país que seguía las alternativas parlamentarias, o los discursos presidenciales, como si fueran clases magistrales de grandes filósofos. Estos personajes en extinción ahora sí que deben estar completamente desorientados y más solos que nunca. Pues resulta que hoy la principal cortina de humo que nos distrae de cualquier cosa importante es el propio gobierno, por no decir el Presidente, que corre con la teleserie, las plumas, el reality show, las copuchas, las risotadas y el florero.

Lo digo sin asomo de escándalo: No pasa un tranquilo día en esta comarca sin que el presidente, su familia, sus embajadores o sus ministros dejen de dar de qué hablar, ya sea por pasearse por la calle disfrazados, o por la realización de cualquier maroma, propia de un malabarista de semáforo que requiere urgentemente algo de atención.

Un gobierno así es el paraíso para la prensa diaria. Nunca las oficinas de crónica política funcionaron más aceitadas. Todos los días, sagradamente, tipo 3 de la tarde ya habrá una novedad con la que llenar la página. El mandatario ya habrá ideado algo para hacerle la vida más fácil al periodista, porque todas las noticias que protagoniza son sorprendentes y se venden como pan caliente. El lector ya no debe comprar el Semanario de Lo Insólito para salirse de lo habitual. La sección de rarezas la regala La Moneda todas las jornadas. Cada fotografía oficial de la Presidencia es potencialmente un “Piñericosas”. Cada intervención promete un costalazo en algún asunto de cultura general. Así que se pueden escuchar los discursos oficiales con el mismo morbo con que se seguirían las respuestas de las candidatas de un concurso de belleza.

La vida es más amable, en muchos sentidos, desde que Piñera asumió el mando, pero no por los bonos que reparte, como seguramente su metalizada cabeza piensa. La vida es más amable, porque al fin conseguimos nuestra versión nacional e híbrida de George W. Buch y Abdalá Bucaram. Finalmente tenemos un personaje que nos permite reírnos del poder a mandíbula batiente.

El humor se trata de eso. De situaciones viradas. Del mundo al revés. De jerarquías subvertidas. Entrenadores de fútbol que esquivan a Jefes de Estado. Doctores y magistrados que se equivocan en datos de contraportada de almanaque. Dignatarios que pierden repentinamente la dignididad. Millonarios que no quieren pagar la cuenta. Jueces pillados robándose un lápiz bic… Todas esas alteraciones del “orden natural” son las que el sufrido peatón goza y agradece, pues son la única justicia con la que cuenta sin tener que ingresar en oficinas kafkianas o timbrar documentos corruptibles.

A veces creo que el Presidente se presta a esto, pensando que nos reímos CON él. Y eso hace que sea más logrado el efecto cómico… Sean cual sean sus verdaderas intenciones, nadie negará que Su Excelencia cumple un servicio a la patria. Porque la risa es importante. Insustituible.

Pero me preocupa todo lo que nos perdemos por seguir su espectáculo.

Un ejemplo: El ministro de Salud, designado principalmente (si es que no exclusivamente) para administrar la red de hospitales, declara a la prensa que los hospitales públicos son “inadministrables”. ¿Y entonces por qué aceptó puesto? Pues, parece que para prepararnos. Para anunciarnos un día que estos establecimientos serán gerenciados por corporaciones atomizadas que funcionen como las universidades públicas: obligadas a una sobrevivencia menestesterosa, al autofinanciamiento, que reciben algún exiguo aporte fiscal de vez en cuando, y cuyos cagazos no logran ensuciar al gobierno central, para comodidad de ministros y autoridades.

Y quizá usted esté en desacuerdo con estos temores personales, pero convendrá que el asunto es más importante que el show que nos encandila.

Quien escribe no es concertacionista ni a palos. Derechista, ni bajo amenaza de muerte. Comunista, ni por despiste. Así que no guarda grandes recuerdos de un pasado romántico. No cree –como piensan los republicanos a la antigüita- que alguna vez hubiera un tiempo mítico de alta política y los grandes estadistas… Al contrario, siempre pulularon personajes patológicos y personalidades extremas en el podio. Porque, sencillamente, es necesario un ingrediente de demencia para desear -y lograr- gobernar al resto de tus conciudadanos.

Hubo sádicos (Portales), narcisos fatuos (Lagos), criminales psicópatas (Pinochet), arribistas asesinos (O’Higgins), ególatras bonapartistas (Carrera), títeres limítrofes (Frei 2º), gente que aceptó maletines con dinero de la CIA (Frei 1º) y hasta sibaritas abúlicos (Barros Luco). Pero sobre todo, abundaron los mitómanos compulsivos (como Arturo Alessandri y Gabriel González Videla), dispuestos a afirmar que eran un elefante africano o un visitante del espacio exterior, con tal de sentarse en el trono.

Lo gracioso de este recuento, es que la derecha (que siempre quiso lavarse con lejía todo rastro de pueblo y que gusta de execrar a los Chávez de la Tierra) ha terminado por aportar varios de los mandatarios más populistas del listado. Y Piñera, mezcla mistérica de muchos de estos personajes de la historia nacional, confirma la tendencia. Y parece ofrecernos una nueva dimensión de diversión popular. Un universo signado por su apetito. Esa voracidad que, más que monetaria, es hambre de atención y de protagonismo. Y eso lo convierte en el político que nos distrae de la política. En nuestro Abdalá Bucaram.

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#abdalá bucaram#Piñera

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