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Opinión

12 de Octubre de 2010

Álvaro Díaz: Un hecho extraordinario

Por


Foto: Alejandro Olivares

Mina San José, 12 de octubre, 10:20 hrs.

En la mañana del lunes terminó el encamisamiento. Fue de 96 metros. Era el paso previo al rescate, y vino después de la perforación, ejecutada con un martillo que tuvo que ser redireccionado en varias oportunidades. Antes fue el sondaje, seguido con angustia por millones, que tras cumplir con el objetivo de encontrar a los mineros vivos, fue ampliado de 5 a 12 pulgadas de grosor. Operaciones que se pueden mencionar a brochazos en un párrafo y que se han hecho parte del lenguaje habitual de la prensa y luego de la calle, pero de las que teníamos absoluta ignorancia meses atrás. “Se retiró T130. Se excavan fundaciones, se pone malla y hormigón, se espera frague 12 hrs, en // se arma estructura mañana se ancla y prueba”, es el último tuiteo del ministro de Minería Laurence Golborne. Antes había informado mediante la misma vía sobre las características de la perforación –“La T130 debe perforar 630mts y 1 pasada amplia sondaje inicial de 5 a 12 pulgadas. Después sigue ampliando hasta 26 pulg”- y luego sobre sus progresos –“Plan A 476m PlanB sacó martillo atrapado y va en 208m Plan C 79m perforando luego d larga parada”. Datos extraños sin contexto, pero vital y comprensible con las coordenadas adecuadas.
Que la banalidad, el patriotismo barato, el abuso de los de siempre y el aburrimiento producto de la majadería no provoquen ceguera. Más allá del milagro de que los 33 mineros estén vivos y esta noche vuelvan a la tierra, lo sucedido en la mina San José es un hecho extraordinario desde todo punto de vista, y una fuente inagotable de conocimiento. Las crisis son oportunidades, pero no sólo para los oportunistas. El prodigio técnico que día a día sale convertido en noticia es una posibilidad de aprendizaje que bien aprovechada rinde más que el año escolar completo. Es la herramienta en vivo y en directo para conocer el subsuelo terrestre, entender lógicas básicas de ingeniería y procesos mineros, redescubrir que tras la técnica siempre está el hombre, y que es él quien le da sentido. Las lágrimas, los pianos y violines tras cada testimonio de los angustiados familiares y la tentación por sacar renta propia del evento no pueden eclipsar este hecho extraño, doloroso, terrible en un inicio, hoy convertido en un suceso magnífico y único, que tiene instalada en pleno desierto a la mayor peregrinación de medios de prensa de todo el mundo registrada en el país.
Hace unas semanas viajé a la región del Bio Bio para entrevistar a Adolay Sobarzo, monitor del Centro Interactivo de Ciencias Arte y Tecnología de la Universidad de Concepción, quien hiperkinéticamente se encarga de explicarles a los niños con una serie de experimentos qué son los terremotos y los tsunamis. Los niños aprenden sobre placas que se ajustan, determinan escalas de magnitud y saben cómo se identifica el epicentro de un sismo. No para rellenar crucigramas, sino para reducir la incertidumbre. Adolay, a cuya familia se le cayó la casa en un pueblo cerca de Chillán, sabe que para ahuyentar el miedo no hay nada mejor que combatir la ignorancia.

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