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Opinión

17 de Noviembre de 2011

¿Qué es lo que gime el cura?

Foto: Alejandro olivares Comenzó a aparecer la decoración navideña en los centros comerciales. Todavía no tienen la desvergüenza de volverla excesiva, pero ni tan tímidamente ha comenzado a apoderarse de las barandas, las lámparas y los techos. De aquí a una semana, quince días a más tardar, habrá rumas de paquetes rojos con nieve de […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Foto: Alejandro olivares

Comenzó a aparecer la decoración navideña en los centros comerciales. Todavía no tienen la desvergüenza de volverla excesiva, pero ni tan tímidamente ha comenzado a apoderarse de las barandas, las lámparas y los techos. De aquí a una semana, quince días a más tardar, habrá rumas de paquetes rojos con nieve de plumavit, papás noeles, trineos, renos, los computadores de la nueva generación, la muñeca que habla, caga, mea, suma, resta y hasta cocina si es de las más caras. Es el período de la apoteosis del mercado, cuando la energía consumista se abalanza sobre una oferta agresiva.

El comercio se apodera de todos los rincones. El que no sale a comprar, sale a vender, y por más que haya curas que giman recordando el origen de la fiesta, los neones y la agitación vuelven imposible escucharlos.

De ponerles atención, la audiencia se aburriría, o al menos se pondría ansiosa. La voz del recogimiento desafina en medio de un parque de diversiones. Hay empresas que trabajan todo el año para rendir frutos en navidad. Y aunque cueste creerlo, ¡ya es navidad! Cuando lo constató, mi hijo de 8 años no podía creerlo. No le calzaban las fechas, pero de inmediato se puso a pensar qué pediría de regalo este año.

El alcalde de La Florida expulsó a unos locatarios flotantes, porque según él, constituían un centro delictual, y los locatarios se volvieron completamente locatarios, porque los echaban justo ahora, que comenzaba la navidad. El más descontrolado hizo arder una carpa y casi se quemó con ella. Capaz que estuviera endeudado y contara con las ganancias pascueras. ¿Pero qué es lo que gime el cura? (Y aquí no vienen a colación los Karadimas violadores –dicho sea de paso, la descripción de sus preferencias sexuales consignadas por los jueces es bastante gore–, los beatos virginales, ni los cardenales pomposos.)

El cura de verdad está viendo un niño que no tiene nada, rodeado de animales. No gime tanto por los males del mundo, como por la emoción del niño desposeído e infinito. Es harto paradojal que la ocasión para la gloria del mercado, sea un cuento o realidad, allá cada cual, cuya moraleja lo contradiga, o al menos desdeñe tan nítidamente. Conste que no estoy hablando de la iglesia: ésa está patas para arriba y se le están viendo los calzones. No hay puntos medios, simbólicamente hablando, entre la criatura del establo y la exaltación del consumo. La existencia humana habita entre ambas, pero son dos polos que no se encuentran. No sé por qué me puse a darle vuelta a esta pirinola.

Quizás porque la gran discusión nacional del momento es, grosso modo, valórica. Mayoritariamente muy pragmática, pero valórica en la última línea. Más allá de los detalles y soluciones concretas, los que se llenan la boca con la educación pública a lo que aspiran es a un territorio acordado, del que ningún hijo quede excluido y en el que todos los participantes son considerados iguales, a pesar de sus particularidades. No se trata sólo de una pasión justiciera, sino de un gusto auténtico y del convencimiento de que una convivencia más integrada es buena para todos. La manera en que eso se resuelva en la realidad, supongo que es un cuento más complejo, como siempre sucede con las historias reales. Los argumentos de quienes consideran a estos catetes unos bullangueros inconducentes, acuden exclusivamente a argumentos administrativos, monetarios y de rentabilidad, pero adolecen de un proyecto que invite a pensar más allá de la mesa de un contador. El movimiento estudiantil no conseguirá todo lo que quiere, lo que no será malo. Lo malo sería que el clamor democrático escuchado durante estos meses termine convertido en gemido, como el pesebre en tiempos de navidad.

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