Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

14 de Diciembre de 2011

¡Escucha Chile!

Un año, en el contexto mediático en que nos desenvolvemos, es apenas un recuento ilusorio de unos cuantos acontecimientos difíciles de ordenar. Parafraseando el Último Brindis de Nicanor Parra, el ayer es ayer, nos pertenece sólo en el recuerdo, las cartas por jugar son solamente dos: el presente y el día de mañana, y ni […]

Marcelo Mellado
Marcelo Mellado
Por

Un año, en el contexto mediático en que nos desenvolvemos, es apenas un recuento ilusorio de unos cuantos acontecimientos difíciles de ordenar. Parafraseando el Último Brindis de Nicanor Parra, el ayer es ayer, nos pertenece sólo en el recuerdo, las cartas por jugar son solamente dos: el presente y el día de mañana, y ni siquiera dos, porque el presente no existe si no en la medida en que se hace pasado, y ya pasó, como la juventud; sólo nos queda el mañana. Y el poeta brinda por ese día que no llega nunca, pero es lo único de lo que disponemos.

Con esta apelación a la poesía como reflexión temporal aludimos a la apuesta política del movimiento social-estudiantil que caracterizó al año que termina, que fue un período en que surgió una nueva ética ciudadana que promete inaugurar un mejor porvenir. Así de histérica la esperanza, a lo poeta. Entonces, todo recuento supone, más que nada, proyecciones de futuro para consolidar ese capital posible, siempre amenazado de reducción por los políticos (y los empresarios) y por la academia. El mal acecha, como dice el himno de los pacos. Y hoy por hoy estoy odioso, me encuentro en plena crisis de calzoncillos, tuve que ponerme uno de una talla menor a la habitual, lo que me complica algo la existencia al oprimirme zonas corporales delicadas, y que tienen como consecuencia el cambio de humor, espero que mi vieja madre resuelva el asunto en navidad, como suele hacerlo cuando me regala unos tubitos que parecen envases de pelotas de tenis con hartos slips de variados colores.

Hubo un período en que todo parecía pasar por la cultura, era la época en que los perros concertacionistas nos tenían dedicados al arte y toda su parafernalia carnavalesca y carretera, y no pasaba nada con la política o con los movimientos sociales. Estábamos cautivos de una institucionalidad que parecía funcionar con un botón que decía play, prácticamente no había disidencia, todo se acordaba en las grandes esferas. Sólo una correcta política ficcional pudo generar un movimiento que se tomó las calles para un nuevo diseño de lo público. Este nuevo constructo sólo es posible a partir de una crítica sustentada en la ficción, precisamente lo que hemos llamado la crítica ficción que desde hace un tiempo, humilde y pelotudamente, experimentamos en estas columnas y que opera como un aparato muscular y carnudo que se inserta por la parte trasera del sistema y que funcionaría como un análisis B de la política.

Una lectura correcta de la situación política, por lo tanto, surge de describir claramente cómo se comportan sus agentes, dar cuenta de sus movimientos, de sus alianzas, de sus desvíos y perversiones. Y luego construir un mapa de sus dispositivos de deseo. En ese aspecto se podría tomar un cúmulo de noticias y narraciones y hacer un collage del corpus mediático, para luego jerarquizar los personajes y sus acciones, y sus regularidades discursivas. Siempre a lo pollito pastando, y así aparecerían esquemáticamente los Alinco, los Navarro, repartiendo certificados de exonerados, la colusión de los pollitos asomaría tímidamente, el abuso generalizado, la inscripción automática y la injusticia distributiva, el mercadeo del presupuesto y la reforma tributaria, por ejemplo. Y se verificarían las operaciones y se anticiparían las que se producirán más tarde.

Es cierto que las acciones del movimiento popular terminaron a la baja, como versan los comentarios de bolsa, aunque era previsible, porque un simple análisis de los relatos nos indica que el enemigo pudo llevar los temas a su zona de control y letargo, al puterío del parlamento. Lo que queda por dilucidar es si los efectos de la movilización tendrán alguna expresión en las municipales y en el reordenamiento del movimiento social en general. Estamos trabajando para visualizar ese asunto. Lo que está más que claro es que ciertos temas, como la educación, la inscripción automática y el binominal, no hubieran sido tocados si no es por la movida estudiantil. A pesar de que todos quieren una patita al hombro con el evento. Incluso hasta con los encapuchados han querido bajárselos, porque el espíritu levanta sotanas de algunos políticos chilenos da con creces para esa oferta erótica de máscaras carnavalescas para el anonimato posesional.

También hemos visto en el cuadrito el resurgimiento del fascismo, síntoma sine qua non de la actual situación política, ese delirio histérico y burdo tiene su lugar y su registro de “legitimidad” en el militarismo criminal corporativo, que aún tiene expresión política. Y para matizar el cuadro leo un artículo de un tal Bellolio, que incluyo en el cuadro, muy leninista él, que alude al “infantilismo revolucionario”, a propósito del maximalismo y la falta de cultura táctico-estratégica de los llamados ultrones que en realidad corresponde, según nuestra crítica ficción, a un desvío de derecha del movimiento popular, cuyo objetivo es protagonizar bataclánicamente la escena, o parte de ella. El anarco fascismo, según arroja la cartografía analítica, aparecería como una pataleta adolescentaria que puede ser muy dañina, porque al enemigo le encanta y es capaz de invertir en ella.

Es probable que la crítica ficción arroje la decisión de consolidar algunos pequeños pasos wachitúrricos y para eso hay que negociar en serio, pero no en el parlamento. Hay todo un flaiterío zen que, alejado del maximalismo conservador ultra y del paternalismo burocrático PC, postula un nuevo contrato social que implique un nuevo orden político, hay que puro estar ahí. No más bullyng de las clases dominantes, pero sí mucha calle y autonomía.

Notas relacionadas