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Cultura

8 de Febrero de 2012

El Fotógrafo

Se preparó para un buen día. Se prometió clickear hasta el hartazgo. Dejó recargada la batería toda la noche para que su máquina funcionara al menos por tres días. Se puso su mejor traje de nadie, casi invisible, casi de turista intrascendente de esos que no hacen daño ni escupen preguntas estúpidas. Se calzó su […]

Marcelo Munch
Marcelo Munch
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Se preparó para un buen día. Se prometió clickear hasta el hartazgo. Dejó recargada la batería toda la noche para que su máquina funcionara al menos por tres días. Se puso su mejor traje de nadie, casi invisible, casi de turista intrascendente de esos que no hacen daño ni escupen preguntas estúpidas. Se calzó su caminata desde temprano, sus zapatillas negras de tan sucias lo esperaban. Salió. Cerró la puerta como si hubiera logrado ya una victoria. “Será un buen día”, se dijo, había buena luz. Y llegó, el mercado estaba floreciente, como buen miércoles, o viernes, da igual, los cantos y colores se desperdigaban con derroche. Él caminó tranquilo por todas partes, compró algo de fruta, conversó con alguien de tanto en tanto, fumó tres cigarrillos, se tomó dos café, y apenas escribió esto. Su cámara ni la sacó de su estuche.

Con profunda admiración don Sergio.

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