Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Nacional

4 de Junio de 2012

La traumática historia de Sebastián y Yohanna: estudiaron criminalística y con crédito Corfo

Sebastián y Yohanna iban a ser una familia de peritos, hasta que se descubrió que su carrera era una estafa y el título no les servía para nada. Desde entonces trabajan en lo que pueden para mantener a su hijo de un año nueve meses y pagar la deuda por el crédito universitario que ya va en el doble de lo que alguna vez pidieron. Si no lo pagan, lo adeudado lo asumiría el aval de ambos, que es el papá de Sebastián, un problema múltiple porque al vivir con ellos el remate los dejaría a todos en la calle.

Por

A Sebastián y Yohanna les da vergüenza contar su historia. Son dos de los más de 106 mil chilenos que estudiaron con crédito Corfo, estafados con un interés absurdo para al menos tener la opción de estudiar. Pero además son pareja hace varios años, viven juntos y forman una familia con León, su hijo de un año y nueve meses.

Una historia penca más de jóvenes endeudados por estudiar que hace lo que puede para salir adelante, de no ser por un detalle: ambos estudiaron para ser peritos criminalísticos y sus años de estudio no valen nada.

“La gente no nos cree cuando les contamos. Podría ser uno de nosotros, pero dos al mismo tiempo que estudiaron una carrera que no existe, que la pagamos con un crédito Corfo y que tenemos que hacernos cargo de nuestro hijo, los demás creen que los estamos webiando. Y es la triste verdad”, dice Sebastián Marguirott, que por ahora está haciendo un reemplazo como guardia de un banco.

El sueño C.S.I.

La historia comienza en 2003, cuando Yohanna Santibáñez entra a estudiar a la Utem para ser Perito Criminalístico. Al principio todo bien: con lo justo sus papás le pagaban la carrera, se sacaba mejores notas que los carabineros que se perfeccionaban en los mismos cursos y la promesa de un amplio campo laboral estaba fresquita. Entremedio se endeudó por dos años, pidió $3.100.000 al banco para seguir y seguir, hasta que vino el descalabro.

“Nos enseñaron de todo para poder trabajar como peritos. Yo sé determinar la trayectoria de una bala, estudié a Freud para saber sobre psicología delictual y hasta algo de derecho. Pero todo eso no me sirve de nada, a pesar de saber lo mismo que un perito de carabineros o la PDI”, dice.

En 2007, mientras ella ya pololeaba con Sebastián y estudiaban con crédito Corfo, el fraude se destapó. Yoanna ya casi terminaba la carrera y por el momento sabía que de cualquier manera era mejor terminarla, pero Sebastián iba recién en tercero.

“Cuando nos conocimos ella ya estaba estudiando esto y yo quería hacerlo también. El sueño era ser un C.S.I. Y los dos íbamos en ese camino hasta que pasó todo. Ese año se confirmó la estafa y cooperamos”, dice Sebastián.

Entre todo lo que salió en la prensa y les informaron en las dos escuelas, Yoanna completó la carrera. Terminó sus ramos y egresó, pero no quiso titularse. Para eso tenía que endeudarse con un millón más y el cartón sólo le servía para colgarlo en la pared.

Sebastián, en cambio, se quedó a medio camino. En el IP de Chile, donde estudiaba, le dijeron que no podían devolverle el dinero, pero le ofrecieron estudiar la carrera que él quisiera y lo pagado hasta ese momento se lo descontaban de lo que tenía que pagar.

Hizo un año de kinesiología y al año siguiente le quedaban apenas 700 mil pesos “adentro”. Tenía que volver a pedir un crédito para cubrir el resto y no tenía cómo. Dejó la carrera ahí y hasta hoy, cuatro años después, aún no le devuelven ese dinero aunque mensualmente tiene que pagar el crédito que lo cubrió.

Dos veces cagados

Entre ambos los Marguirott Santibañez pidieron $5.200.000 por crédito Corfo por los dos años que estudiaron a la par. Sin embargo, hoy en total deben $10.500.000. A la fecha han pagado ya casi 4 millones, pero les sigue faltando más del doble. Y como si eso fuera poco, el aval de ambos es la misma persona: Boris Marguirott, papá de Sebastián.

Y el asunto empeora. Los tres viven en la casa de la familia de Sebastián, en Lo Prado, en un departamento interior del mismo terreno porque no les alcanza para vivir solos. La poca plata que gana Sebastián no alcanzan para pagar los créditos, lo que necesita León, el arriendo y lo mínimo para mantenerse. Y si no pagan el crédito, el remate va a ser para la casa de los abuelos, donde ellos también viven.

Antes de eso, se las arreglaban trabajando en La Vega, él como guardia y Yohanna de cajera. Pero al poco tiempo tuvo que dejar de hacerlo, primero embarazada de León y después cuidándolo cada vez que volvía a enfermarse. Después de eso, no ha podido trabajar seguido. Las veces que lo ha hecho, tarde o temprano se tiene que ir para poder cuidarlo. No es culpa de los que los estafaron con el crédito o los de la universidad, dicen, pero tienen que aperrar igual y por el momento no hay otra forma hacerlo.

Mientras tanto, las demandas por estafa a la Utem y los institutos profesionales que impartieron la carrera siguen durmiendo en los tribunales. Este año, recién hace tres semanas, la Corte Suprema reconoció el incumplimiento contractual y el daño moral causado ordenando el pago de una indemnización de un millón de pesos para cada uno de los 133 ex estudiantes del Instituto Profesional Santo Tomás de Temuco que integraban una demanda colectiva.

La de Sebastián y Yohanna, en cambio, no ha tenido novedades en el último año y de todas formas apenas alcanzaría a cubrir un quinto de lo que le deben al banco. Por eso se integraron este año a la Agrupación de Estafados por el Crédito Corfo y mientras esperan que alguna autoridad responda, aperran con lo que pueden.

Por ahora, el ministro de Educación, Harald Beyer, y el de Economía, Pablo Longueira, han dicho lo mismo: la solución está sujeta a la aprobación de la rebaja al interés del Crédito con Aval del Estado y a la Reforma Tributaria. La estafa está reconocida, pero no hay nada porque celebrar.

“Estamos atentos, todos en la familia a que pase algo, pero vemos que no hay voluntad para nada. A nosotros ni siquiera nos interesa que nos devuelvan lo que invertimos, que es lo que debería pasar, sino que no nos obliguen a pagar el doble de lo que le pedimos a los bancos. El daño ya está hecho, nos cagaron por partida doble pero no nos queda otra que salir adelante como sea”, comenta Sebastián.

Notas relacionadas