Opinión
5 de Noviembre de 2012Cuentos breves que se hacen largos
Cuando Shakespeare escribió “la brevedad es el alma del ingenio”, seguramente no pensó en los microcuentos; pensó, imagino, en que mientras menos palabras podían emplearse para decir algo, mientras más rápido y conciso era el comentario, mayor era el efecto del mensaje. El género de los microcuentos y, en menor medida, el del cuento breve, […]
Compartir
Cuando Shakespeare escribió “la brevedad es el alma del ingenio”, seguramente no pensó en los microcuentos; pensó, imagino, en que mientras menos palabras podían emplearse para decir algo, mientras más rápido y conciso era el comentario, mayor era el efecto del mensaje. El género de los microcuentos y, en menor medida, el del cuento breve, carecen precisamente de ingenio. Por lo general prevalece el chiste fome, allí cuando lo que se busca es una risa; ambientes risiblemente oscuros, allí cuando se busca asustar y sorprender; y hermetismo muy poco esotérico, cuando lo que realmente se busca es un misterio. El género en Chile crece pero, increíblemente, la calidad técnica se mantiene en el mismo lugar de pobreza.
Hugo Forno escribe relatos breves con ese mismo triple anhelo (risa, susto y sorpresa, misterio) y sus cuentos sufren el mismo destino que la mayoría de los relatos breves de este país: medianía, mediocridad. Una señora que fantasea con un tarro de café premiado y, naturalmente, no obtiene nada; un hombre se enamora y se obsesiona con una mujer casada y la insulta, alaba y hace rogativas por mail; una abuela de 89 años ya no puede decir lechuga; como estas son las anécdotas de los cuentos y, en todos, o casi todos, lo que Forno hace es describir, con excesiva generalidad, esas anécdotas. La oportunidad que presentan este tipo de cuentos es la de reducir a un par de frases bien organizadas todo el relato. Pero en el caso de “Jíbaro” ocurre algo contradictorio: los cuentos breves se hacen largos.
Una que otra frase acertada, uno que otro cuento que funciona bien porque su lógica interna es, y esto es casi ridículo, lógica, no son razones suficientes para elogiar un libro. Todo lo contrario: que existan estas frases y esos cuentos da a entender que era posible escribir un libro regular, interesante. “Jíbaro” no lo consigue, y la consecuencia es un libro de muchos cuentos que no crean mucho interés.
JÍBARO
Hugo Forno
Chancacazo Ediciones
2012, 140 páginas